La figura del poeta ausente en Estrella distante
            
            
            por Carlos Almonte
            
          
          En Estrella distante, Bolaño describe 
            la figura ausente de un poeta (o de la poesía, a secas), que 
            en este caso toma corporeidad en una extraña mezcla de fascismo 
            (un tópico recurrente en Bolaño), violencia y frialdad. 
            Wieder (que según la época, el contexto, el tiempo o 
            la conjugación, significa: otra vez, de nuevo, nuevamente, 
            por segunda vez, de vuelta, una y otra 
vez, 
            la próxima vez, contra, frente a, para con), es un poeta ligado 
            a la dictadura chilena; una figura inquietante (casi tanto como Tinajero 
            o Raiter, aunque con menos desarrollo), tenebrosa y sanguinaria, que 
            no duda en torturar y/o asesinar, incluso a sus amistades, en pilotear 
            un pequeño avión en las peores condiciones para estampar 
            sus poemas en el cielo (un evidente tufillo a Raúl Zurita se 
            adivina acá), en exponer, con detalles, el horror ante las 
            mismas fauces de sus causantes militares, o en desaparecer del mundo 
            para siempre (como ocurre también con Tinajero y Raiter).
           Wieder se transforma en una figura mítica no porque lo busque; 
            su actuar apunta en dirección contraria, hacia la insensibilidad, 
            hacia la desaparición. Más bien son sus compañeros 
            de taller literario (los mismos que lo odiaron por su éxito 
            con las mujeres o por su singular talento, arrojo y valentía), 
            los encargados de elevar sus dotes hasta llegar a convertirlo en personaje. 
          
          Tal vez Bibiano, amigo ya lejano del sujeto narrador (alter ego innegable 
            de Bolaño), es el que desenmascara una de las claves más 
            interesantes en la narrativa del autor chileno, cual es la figura 
            del poeta (o narrador, en el caso de Raiter) al que es necesario buscar, 
            ya que se ha escondido o alejado entre las montañas, el desierto 
            o un balneario en época no estival. Bibiano le dedica un capítulo 
            entero a Carlos Wieder, en su texto El nuevo retorno de los brujos, 
            y su amigo, el narrador-Bolaño, avecindado ya en España, 
            comenta así la escritura de Bibiano: "intenta no parpadear 
            para que su personaje (el pìloto Carlos Wieder, el autodidacta 
            Ruiz-Tagle) no se le pierda en la línea del horizonte, pero 
            nadie, y menos en literatura, es capaz de no parpadear durante un 
            tiempo prolongado, y Wieder siempre se pierde".
           Wieder ha desaparecido. Luego de sus piruetas en el aire, de su 
            poesía fragmentada, de las muertes provocadas y del fiero enrostre 
            que realiza ante sus superiores jerárquicos, desaparece. Es 
            buscado en Chile y en el extranjero. Su pista aparece, débilmente, 
            en Italia, Alemania o Sudáfrica. Muchos lo buscan, pero nadie 
            lo encuentra. Tiene seguidores y detractores. Sin embargo, al cabo 
            de un tiempo, la mayoría termina olvidándolo. El creador 
            poético (aunque acá propulsor sería más 
            adecuado) se ha esfumado para siempre. Algunos llegan a la conclusión 
            de que ha muerto y, latidos más o latidos menos, son éstos 
            los que tienen la razón. El narrador-Bolaño demuestra 
            su obsesión y, a partir de un trabajo por encargo, busca a 
            Wieder (sus huellas, sus señales) en revistas de literatura 
            de toda Europa y de las tendencias más variadas: satanismo, 
            nacionalsocialismo, fascismo y literatura de vanguardia, entre otras. 
            Hasta que encuentra una pista, un pequeño destello que indica 
            el estilo (apenas inconfundible) del poeta-fascista chileno Carlos 
            Wieder.
           La escena del balneario revela un profundo dramatismo. El peso de 
            la carga histórica presente aquella tarde, en aquel café 
            de la costa mediterránea, podría hundir un barco. El 
            pueblo casi deshabitado. Algunos pescadores en el mar. Los reflejos 
            en el vidrio. La obra completa de Bruno Schulz sobre la mesa (no olvidar, 
            como referencia, el asesinato que pone fin a la vida del escritor 
            polaco Bruno Schulz en 1942, así como su novela desaparecida 
            supuestamente en manos de la KGB). La llegada de Wieder, el poeta 
            fascista. La extraña pareja que camina por el balneario al 
            atardecer. Un ajuste de cuentas (incluso con la historia de Chile). 
            La separación. La despedida. El silencio.
          Wieder traicionó a los integrantes del taller, a sus compañeros 
            de armas, e incluso a sus amigas, las hermanas Garmendia, a quienes 
            las embauca con sonrisas y encantos sociales. Por otra parte, el sujeto-narrador 
            acepta rastrear a Wieder a cambio de dinero y jamás, sino hasta 
            muy al final, siente remordimiento de la entrega de su ex compañero 
            de letras. El narrador encuentra a Wieder, viaja hasta el pueblo, 
            lo reconoce visualmente, y le confirma al policía su identidad. 
            Su participación es terrible y efectiva, y su categoría 
            es única e incontrarrestable: él es quien entrega a 
            Wieder, configurando la doble traición. Wieder en su calidad 
            de colaborador-desertor a la dictadura; el sujeto-narrador en su calidad 
            de justiciero. Los soportes valóricos y éticos, que 
            sustentan una u otra acción, son discutibles y relativos. Tal 
            vez Bolaño haya querido expresar el supremo estado de delirio, 
            presión, asco y podredumbre existencial al que nos conduce 
            el habitar bajo un estado opresor. Y lo consigue.
          "Carlitos Wieder veía el mundo como desde un volcán, 
            señor, los veía a todos ustedes y se veía a sí 
            mismo como desde muy lejos, y todos, disculpe la franqueza, le parecíamos 
            unos bichos miserables". Y en estas palabras, de un compañero 
            de Wieder en la Fuerza Aérea, que reflejan su profunda inhumanidad, 
            nos reflejamos finalmente todos, dictadores y vencidos, policías 
            y escritores, locos y presidiarios. Nadie escapa al horror cuando 
            es poder de Estado, parece ser la conclusión. Y sólo 
            es posible la justicia a medias, en un acto demencial y traicionero 
            por esencia, que enferma y revela el lado más perverso, incluso 
            de quienes parecieron mantenerse a salvo, a flote, limpios.