Entrevista con Roberto Bolaño
La escritura salvaje de un nómada
Claudia Posadas
Epílogo chileno, a nueve años...
Esta entrevista fue realizada en 1999, dos semanas antes de que Roberto Bolaño ganara el Premio Rómulo Gallegos de Novela. Al haber leído Los detectives salvajes, comprendí perfectamente que se trataba de una novela clave para el ámbito hispanoamericano. La derrota de la utopía que habita el libro como una voz en of, como una lápida invisible y maligna que signa el destino de los poetas valientes de los que da cuenta el libro y quienes, en su contracultura, juventud y belleza no lo sabían; la oposición casi suicida de estos poetas a ese orden con la poesía (y la belleza y la juventud) como estandarte y por consecuencia la “derrota de la poesía verdadera, la que nosotros escribimos con sangre” (como dice Roberto Bolaño en un poema que debe leerse como un diálogo y una intertextualidad fundamental para abarcar el sentido de Los detectives salvajes, “La visita al convaleciente” —incluido en Los perros románticos—) reflejadas en un grupo de poetas marginales en el México de los años 70 que se opusieron al establishment cultural bajo el grito infrarrealista y legendario ya de “mucha luz” emitido a mansalva en plenos recitales poéticos del establishment, no sólo podría ser importante en México sino en en un plano simbólico y universal para comprender la esencia de una vieja batalla poética y existencial, muy acendrada y presente en el tiempo y el espacio, y ganada y perdida por Bolaño mismo, por Roberto Belano y Ulises Lima, por Mario Santiago, quien muere en los años 90 en México atropellado por un trolebús pero que ahora es un personaje de culto entre los poetas jóvenes mexicanos, quienes se han dedicado a rescatar su obra y su figura.
Así las cosas, y bajo este espíritu que de igual manera en el tiempo y el espacio demuestra su fuerza porque ahora, en el verano chileno de 2008 es el mismo que signa los poemas, las fotografías en las paredes, las conversaciones y las batallas de muchos de los poetas chilenos (y mexicanos) jóvenes, y por supuesto, con la reticencia de mis editores porque no conocían al autor tal como debe suceder en este tipo de historias, es que emprendí un salto al vacío, una búsqueda frenética y salvaje y telefónica de un autor llamado Roberto Bolaño que había vivido en México y había formado parte de unos poetas marginales que se opusieron al status quo de la cultura en los 70.
Finalmente encontré a Bolaño en un pueblo cercano a Barcelona llamado Blanes, y sin “speaker” o manos libres, ya se sabe, las redacciones de periódicos de pronto no dan para más, y tomando nota de las declaraciones del autor a mano, es que se realizó esta llamada nocturna. La entrevista no fue publicada de inmediato por las reservas de los editores, evidente y naturalmente para este tipo de historias; sin embargo, a dos semanas de su realización, como se dijo, Bolaño obtiene el Rómulo Gallegos. La entrevista fue una exclusiva y primicia en su momento, y ahora, a la luz de estos años, las palabras de Bolaño siguen brillando.
(Y así las cosas, y como suele suceder en este tipo de historias, bajo este espíritu es que se sigue dando el salto al vacío, salto que ha desembocado en este verano chileno de 2008, en donde se han cerrado o abierto, o ambas estancias, no se sabe todavía, un diálogo intenso y luminoso tanto con los poetas de este mundo como con los queridos poetas de otro reino: Teillier, Millán, Bolaño...)
Va la entrevista de la cual se presenta una versión resumida que fue la publicada puesto que el manuscrito original es más amplio, sólo que no se tiene acceso a él en estos momentos. La conversación se publicó en Arena, suplemento cultural del periódico Excélsior, México, el domingo 7 de noviembre de 1999.
Roberto Bolaño
La escritura salvaje de un nómada
Claudia Posadas *
Galardonada con el Premio Herralde el año pasado y ahora con el Rómulo Gallegos de novela 1999, Los detectives salvajes (Anagrama, 1999), de Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953), se consolida. Su trama es sencilla: Arturo Belano y Ulises Lima (los detectives), alter ego del autor y del malogrado poeta Mario Santiago Papasquiaro, respectivamente, quienes en los años 70 crearon en México el infrarrealismo, movimiento poético que se oponía al establishment cultural, emprenden la búsqueda de su poeta-madre, de la utopía misma, Cesárea Tinajero. Escrita en dos tiempos, uno de ellos lineal que inicia y finaliza la obra y que es narrado a partir del diario del poeta García Madero; y el otro, una suerte de elipsis en la que, en un periodo de 20 años (1976-1996), diversos personajes dan testimonio de los detectives, la novela deviene en un final trágico que es un homenaje al absurdo y a al derrota, elemento que guía el discurso frenético del libro. Ésta es la conversación que Bolaño otorgó en exclusiva para ARENA.
- ¿Por qué recuperar la historia de una vanguardia marginal en México dentro de una obra de esta magnitud? ¿Es un homenaje, una legitimación, un ajuste de cuentas?
- No es un intento de legitimar ni de rendir homenajes; en todo caso sería un homenaje a quien está detrás de Ulises Lima, quien ya murió. No exorcizo nada, he hecho miles de cosas más aparte de mi aventura infrarrealista en México con Mario Santiago, me fui de ese país a los 24 años. Sólo quería crear una picaresca y para eso estos proscritos me vienen como anillo al dedo, porque, más que justicieros, se convierten en fantasmas burlones. Además, no creo que hable de una vanguardia sin obra; ambos poetas sí tienen una obra numerosa, y más bien deberían haber escrito menos. No creo que Belano y Lima fuesen marginales; yo los veo como un par de exquisitos radicales que vivieron acorde a su postura. En cuanto a los demás real visceralistas o infrarrealistas, no podría afirmar nada, aunque sé que algunos de ellos tuvieron un destino jodido.
- La "multiplicidad" como dice Enrique Vila-Matas, de ámbitos, escenarios, discursos, es un recurso importante en la obra de Bolaño. ¿Cómo se decanta en este libro?
- Este elemento ya se encuentra en mis anteriores obras, así como la figura de Belano, en Estrella distante. La literatura nazi en América es múltiple, pero es seca, monótona. En cambio, Los detectives... tiene giros claramente percibibles; es como combinar notas altas con bajas. El planteamiento es una argucia literaria para desplegar voces distintas a las de los protagonistas. La novela es una serie de "private jocks" que sólo una persona que ya no existe, Ulises Lima, entendería. Entonces, se ha quedado huérfana de su lector.
- En la novela, hay una historia lineal, vertida en la primera y la tercera parte, y un discurso vertiginoso, que incluye pasado, presente y futuro de los personajes, que queda en medio de la principal historia. Asimismo finaliza en un plano simbólico expresado en imágenes. ¿Qué problemas le planteó esta estructura?
- La narrativa es el proyecto de alguien que empezó siendo poeta y que buscó desesperadamente realizarse en la prosa, que es el refugio jodido de los poetas. Sin embargo pretendo lo que cualquier novelista: ofrecer una forma nueva. En esta obra en particular, había un problema: crear un armazón. ¿Cómo seccionar la novela, primero, para no alcanzar un clímax, que no lo deseaba, en la historia de Cesárea Tinajero que termina en 1976, y luego, para desarrollar la novela de 1976 hasta 1996? ¿Qué iba a hacer con 20 años? ¿Entre qué cosa meter esas 400 páginas? Pues entre las 200 del diario de García Madero. Así, seccioné el escrito en tres partes. Puse los testimonios en medio de los diarios de García Madero, porque era la única forma de sostener el vacío que se da a partir de 1976, donde se queda la parte lineal, con la muerte de Cesárea Tinajero. Por cierto, el vacío es importante. El poeta García Madero y Lupe, otro personaje, no tienen referencia real, se pierden en el desierto; por eso, al final, la novela termina en dibujos, no en palabras, porque los primeros expresan el vacío y las segundas no lo reflejan como lo hace una imagen.
Otro elemento destacado, es la variedad linguística y el registro testimonial. Rescata las diversas hablas de personajes, círculos, y contextos. ¿Cuáles fueron los retos que le planteó este recurso?
Siempre he tenido la facilidad de hacer teatro y esto fue importante para saber buscar el fondo de la voz. Una vez focalizada ‚ ésta ya es más fácil, el problema es narrar y dar con las palabras exactas. Por ejemplo, viví en M‚xico diez años y no he vuelto; entonces fue difícil recuperar el argot. En cuanto a utilizar el testimonio como recurso, esto es algo que nos enseña el cine, los documentales: las voces van contando su historia.
Hay una crítica al medio literario mexicano de los 70. ¿Qué perspectiva tiene ahora?
El México literario de los 70 oscilaba entre los frailes de Apolo y los sacerdotes de Stalin, no había tolerancia y sentido del humor y en cambio, el infrarrealismo sí los tenía. Me sentía mexicano y con todo el derecho de reírme del establishment. Eso no me lo perdonaron nunca. Pero hay que salirse de México para darse cuenta que muchos de los círculos no tienen trascendencia simplemente porque no están traducidos. En España es lo mismo.
- Una inquietud inegable en el medio mexicano es verse identificado en la novela. Sin embargo, en unos casos, usted pone nombres reales y en otros, ficticios. ¿Qué pone en juego esta ambigüedad?
- La novela actual debe tener un juego polisémico, pleno de ambigüedades. La realidad dentro de una novela debe producir la sensación que da un cuarto oscuro. Y claro, el querer identificarse me parece una preocupación humana. Yo les digo que no se preocupen, dentro de 60 años ya nadie los va a encontrar y ya solo habrá personajes.
- Los infrarrealistas se enfrentaron a Octavio Paz. En la novela, en un punto central, Ulises Lima habla con Paz y parece que ajustan cuentas. ¿Que opinión, en la actualidad le merece Paz? ¿Qué es lo que le dijo al poeta desde este desdoblamiento que es Roberto Belano?
- No tengo ninguna opinión sobre Octavio Paz; en cualquier caso, en la novela, cuando conversa con Ulises Lima, hacen las paces. Se dicen todo lo que tienen que decirse, y eso, sólo lo saben ellos. Así me imaginé a ese Paz viejo, ya con el Nobel, hablando el poeta joven. Paz todavía estaba vivo cuando escribí esto.
- ¿No piensa regresar a México?
- No porque temo encontrarme con muchos fantasmas.
- ¿Qué ha ocurrido con la radicalidad? ¿Ésta se traduce ahora en su condición de nómada en una escritura frenética, subversiva?
- Sigo siendo irremediablemente impulsivo y gilipollas. La radicalidad, además, la asocio con un estado nómada que se convierte en espíritu.
* Claudia Posadas es poeta y periodista cultural mexicana, posadasclaudia@gmail.com