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Mujeres transgresoras en su sexualidad en dos cuentos de Roberto Bolaño: La vida de
Anne Moore y Putas asesinas
Por Adán Toro Toledo
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La posición social que ocupa un hombre
depende de mil consideraciones, para las
mujeres una sola circunstancia decide su
posición, al hombre a quien ha sabido
agradar
(Arthur Schopenhauer, El Amor, las Mujeres y la muerte [1]).
Desde el punto de vista literario, la presencia femenina ha ido paulatinamente ganando terreno tanto con los personajes que subvierten los roles asignado al género femenino, y a sí mismo la producción literaria de mujeres. Sin embargo, no solamente las mujeres escritoras se han encargado de generar rupturas al logos masculino, también han habido escritores hombres que han transgredido el androcentrismo. Tal es el caso de Roberto Bolaño, en cuyas obras y estos cuentos en particular se pueden apreciar que sus personajes femeninos subvierten la desigualdad estructural entre el género femenino y masculino y las consiguientes imágenes impuestas por el imaginario machista, por medio del goce de su corporalidad.
En cuanto a la desigualdad estructural de género por un lado, a lo que Luce Irigaray dirá, que aquello hace que la mujer se transforme en valor de uso para el hombre, en valor de cambio, en mercancía, cuyo valor está entroncado en el marco del casi monopolio del placer masoquista, del trabajo doméstico y de la reproducción[2]. Por ellos se entiende que hay un orden material y simbólico cotidiano que cosifica al sujeto femenino en una posición social tanto económica y simbólica subalterna a los deseos masculinos.
Consecuencia de esto en las subjetividades femenina, según Toril Moi (1988 p 143) y Lucía Guerra (2008, p 63), a partir de los postulados de Luce Irigaray, plantean que; la mujer está exiliada de sí misma al ser incorporada a la economía/cultura que no le pertenece con la cual no logra identificarse, ésta pasa a ser una construcción simbólica y valórica diseñada por la masculinidad y contenida en ella como apéndice del hombre (la costilla del hombre). Por lo tanto, la imagen de la mujer es conceptualizada en términos de parámetros masculinos.
En este contexto la mujer y su sexualidad, en tanto corporalidad, será un campo en disputa permanente, en la manera de sentir y disfrutarla. Irigaray, citada por Toril Moi (1988), luego por Bluster (1999, p 54) y por Lucia Guerra (2008, p 63 y 64), dan cuenta de esto diciendo que estas prescripciones tienen consecuencias en su propio cuerpo, toda vez que el falocentrismo limita sistemáticamente su propio placer en razón al hombre, por lo cual “[…] se ven forzadas a recuperar los elementos del deseo participando del deseo de los hombres, convirtiéndose en objetos del deseo que han renunciado al deseo propio”, imponen por tanto una sexualidad obligatoria ligada al ámbito de la familia y de la reproducción [3] (Guerra, 2008, p 64). (Moran, 2013) e (Candia 2012).
En el universo bolañiano, se puede apreciar un intento se subvertir los comportamientos impuestos por el imaginario machista en el ámbito de la sexualidad. Las imágenes y comportamientos de los personajes femeninos tienden a no seguir los preceptos que regulan su sexualidad al ámbito reproductivo y del matrimonio, buscan satisfacer sus impulsos sexuales sin que ello signifique una atadura conyugal por ejemplo. Esto constituye una suerte de “Anarquía erótica [4]”, que se traduce como liberación del cuerpo, toda vez que los personajes no limitan sus actos a una moral mariana, ni a un amor monógamo.
En el relato “La vida de Anne Moore” de Roberto Bolaño, se puede apreciar un quiebre de dichas coacciones; el sexo responde más a una demanda de la mujer, que de querer satisfacer al compañero de turno, esto se puede apreciar desde el principio del cuento, y se ve reflejado en los siguientes fragmentos:
“Poco después conoció a Paul, nieto de anarquistas judíos-rusos, y se fue a vivir con él[…] por supuesto, no era el primero con el que se acostaba, antes había salido con un compañero de pintura impresionista que le presentó a Paul” (Bolaño, Llamadas telefónicas, p 178)
Es esta una mujer dueña de su cuerpo y sexualidad y no enajenada de sí misma. La protagonista no obedece a la lógica monógama de permanecer fiel a la pareja, ella representa la oposición a la sexualidad reprimida, que ha instituido el patriarcado en el género femenino.
Reafirmando lo anterior en el relato de este cuento: la protagonista conoce a otro hombre de nombre Rubén, y dado a los constantes problemas sexuales que tiene con su pareja Paul, ella no demorará en acostarse con éste, para alcanzar el placer de su cuerpo, pasando por alto la normativa que obliga voluntariamente a las mujeres a ser un ente pasivo, que debe conformarse a la vida al lado de un hombre sea como sea. El siguiente párrafo da cuenta de ello:
“Estuvieron hablando hasta las cinco de la mañana y después hicieron el amor. Por un momento tuvo la impresión de que Paul los estaba observando desde la puerta entornada o desde la ventana, pero luego se olvidó de todo, dice, ante la dulzura de Rubén y ante la duración del acto.”
(Roberto Bolaño, Llamadas telefónicas, p 183)
También se vislumbra lo anterior, con Tony, el tercer amante registrado en la historia. En este momento del cuento se aprecia un quiebre de la imagen del matrimonio, toda vez que la protagonista lo abandona como al resto de sus amantes, sin que su matrimonio haya sido un impedimento para hacerlo. También se aprecia con su cuarto amante, Bill, un quiebre del sexo con un fin reproductivo y se puede constatar en el siguiente fragmento: “Una noche, mientras hacían el amor, Bill le sugirió que tuviera un hijo. La respuesta de Anne fue breve y tranquila, simplemente le dijo que no, aún era demasiado joven […] (Roberto Bolaño, Llamadas Telefónicas, pág. 194)”
En estas cuestiones también se observa la perdida de la nostalgia de las mujeres a la protección del varón (Pisano, 2004), se ve al contrario una mujer que es capaz de asumirse como sujeto, aun si ello le significa la soledad.
Las mujeres de estos cuentos por tanto, según señala Candia [5]; tienen el poder y la capacidad de desear, sentir y determinar su propio erotismo, escogiendo, para esto, a los hombres o las mujeres que pueden encausar el fuego que cruza por sus venas.
Esto se denota en el cuento Putas asesinas, la protagonista, dueña de su sexualidad con una corporalidad activa al momento de la conquista amorosa, ésta asume la suerte de un “Don Juan femenino”, y tal como su contraparte, incurrirá a la seducción y posterior posesión. Se puede apreciar, por ende, una posición de superioridad de lo femenino sobre el masculino, subvirtiendo la dicotomía entre Sujeto colonizador y Otro colonizado, este último que recae habitualmente en el género femenino. En el relato, la mujer consciente del poder de su erotismo, se hace dueña en todo momento de la situación. Es ella la que seduce y elige a su víctima:
[…] me ducho, me pongo perfume, me pongo bragas limpias… me pongo mis mejores pantalones...
Te busco con paciencia, aunque siento al mismo tiempo la inquietud de la princesa que contempla el marco vacío donde debiera refulgir la sonrisa del príncipe. Tus amigos son un problema al cubo: son una tentación. Los veo, soy vista por ellos, soy deseada, sé que me bajarían los pantalones sin pensarlo dos veces…
(Bolaño, Putas asesinas, págs. 115,117)
La imagen de la mujer que es receptiva desde su pasividad, que Ángeles Sirvent (1998, pág. 175), metaforiza como “Las bellas duermen en sus bosques esperando que los príncipes lleguen para despertarlas. En sus lechos, en sus ataúdes de cristal, en sus bosques de infancia como muertas. Bellas pero pasivas; por tanto, deseables (sic)” se ve quebradAo por aposición por el personaje desenfado de Bolaño, no cohibido ante el deseo masculino, más bien manipula a través de este.
Tratando de develar la forma de subversión que plantea Bolaño en este personaje, se puede apreciar como éste, consciente de que su cuerpo es un objeto de deseo, y que al manipular esto a su favor, lo usa como carnada para atraer a los hombres, y cobrar venganza hacia el género masculino, teniendo conciencia en tanto de la dominación patriarcal. El hombre por su parte se presenta como un ente ingenuo y sin control de sus impulsos sexuales, lo que facilita su asesinato. Lo que da cuenta además de que la mujer también tiene el poder de la destrucción del otro masculino, por tanto la victimización de la mujer queda invertida por ser victimaria.
Por otra parte, la invisibilización de la sexualidad femenina, a través de la negación de su deseo y el valor que se le atribuye a una sexualidad virginal, implica un silenciamiento (Rodríguez 2005, Pág. 80), y esto según Lucia Guerra (1995) significa la negación del derecho a la palabra. Toril Moi (1988) agrega además que la negación del derecho a la palabra, desde la expresividad de sí misma del sujeto femenino es uno de los medios que los hombres tiene para asegurar su supremacía y someter la naturaleza diferente de la mujer.
En la misma dinámica de subversión llama la atención en el relato el hecho de que la mujer tenga amordazado al hombre. Si se entiende que con el lenguaje se puede configurar una visión de mundo, de sí mismo y que a la mujer se tiende a su silenciamiento, la imagen de este amordazamiento puede interpretarse como la anulación vengativa de la posibilidad de configurar su mundo al hombre, Max como referente, y el personaje femenino en su monologo toma palco para que lo suyo femenino sea visibilizado por medio de la palabra.
El hombre presente en el cuento, tiene como única posibilidad de comunicación, el lenguaje paraverbal, kinésico, ruidos, incluso secreciones que dan cuenta de sus sensaciones. Y por lo tanto tiene nulas posibilidades de intervenir en la configuración del mundo femenino. Esto se puede apreciar en el siguiente extracto del cuento:
(El tipo en vez de cerrar los ojos los abre con desesperación y todos sus músculos se disparan en un último esfuerzo: su impulso es tan violento que la silla a la que está fuertemente atado cae con él al suelo […] pierde el control del esfínter y no retiene la orina, sufre espasmos, el polvo y la suciedad de las baldosas se adhieren a su cuerpo mojado)
(Bolaño, Putas asesinas, pág. 126)
Sin embargo, el acto de venganza subversiva contra el género masculino queda en un ámbito de la pieza de su hogar, por tanto, en la esfera de lo privado, al cual ha sido relegada la mujer históricamente. Aunque esto se puede matizar dado que la mujer cuenta con medios materiales que le permiten una mayor independencia de los hombres como es tener un medio de transporte (motocicleta) y una casa propia.
Empero, como se vislumbra, esta forma de subversión a través de lo sexual no supera la dicotomía entre dominante-dominado, es más bien, una victoria momentánea ante el patriarcado, pero que no se diferencia de las prácticas de disciplinamiento que tiene esta matriz social y cultural.
La forma de subversión en estos dos cuentos, no contempla la cuestión de la heterosexualidad obligatoria [6], puesto que, los personajes femeninos, desencadenan su sexualidad con un hombre, desconociendo el eros lésbico. No obstante, esto no quiere decir que en la totalidad de las obras de Bolaño, no se dé.
Otra característica en común que el amor romántico es subvertido por un amor sensual, poligámico, y una reapropiación de su corporalidad y satisfacción de sus deseos. Aunque esto se puede matizar en que la subversión que plantea Bolaño en estos dos cuentos, como es oposicionista, puede caer en el egoísmo del placer que también es propio del patriarcado.
Dado a lo anterior es posible encontrar en las mujeres de Bolaño un grado de transgresión por medio de su erotismo. Éstas están muy lejos en ser valores de cambio o propiedades del hombre, muy por el contrario, es posible ver en ellas un grado de libertad que obtiene por medio de su placer sensual. Placer que por lo demás ya quedó comprobado, no es para satisfacer al hombre de turno ni con fines reproductivos, es simplemente acallar la llamarada interna que posee estas mujeres.
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Bibliografía
- Bolaño Roberto, Llamadas telefónicas (1997), Editorial Anagrama, 2007, Barcelona, España.
- Bolaño Roberto, Putas asesinas (2001), Editorial Anagrama, 2006, Barcelona España
- Butler Judith, El género en disputa, el feminismo y la subversión de la identidad, (1999), Ediciones Paidos Iberica S.A, 2007, Barcelona, España.
- de Beauvoir Simone, El segundo sexo (1949), Editorial de Bolsillo, 1999, Buenos Aires, Argentina.
- Guerra Lucia, La Mujer fragmentada, Editorial cuarto propio, 1995, Santiago, Chile.
- Guerra Lucia, Mujer y escritura: Fundamentos teóricos de la crítica feminista, 2008, Santiago, Chile.
- Irigaray Luce, Ese sexo que no es uno (1977), Ediciones Akal, 2009, Madrid, España.
- Rodríguez M Beatriz, Las mujeres y sus metáforas: sirenas y amazonas, Lugar Editorial, 2005, Buenos Aires, Argentina.
- Schopenhauer Arthur, El Amor, la mujeres y la muerte, Editoriales Gradifco, 2006, Buenos Aires.
- Toril Moi, Teoría literaria feminista, Editorial Catedra, 1988, Madrid, España.
Linkografía
- Candia Cáceres Alexis, “El eros Masculino” en la obra de Bolaño, disponible en http://estaciondelapalabra.cl/edicion-n3/134 fecha de acceso, 27 de mayo, 2014
- Candia Cáceres, Alexis. Las mil formas de Venus en Los detectives salvajes: “anarquía erótica” en los desiertos de Sonora. Revista Chilena de Literatura, [S.l.], n. 83, may. 2013. ISSN 0718-2295. Disponible en:
http://www.revistaliteratura.uchile.cl/index.php/RCL/article/view/26976/29326.
Fecha de acceso: 2 may. 2014
- Pisano Margarita: El triunfo de la masculinidad, disponible en:
http://webs.uvigo.es/pmayobre/pdf/pisano.pdf,
fecha de acceso 21 de mayo, 2014
-
Adrianne Rich, Heterosexualidad obligatoria y la existencia lésbica,
http://www.caladona.org/grups/uploads/2014/02/.pdf
fecha de acceso, 20 de mayo 2014.
-
Sirvent Ramos Angeles: Belleza escrita en femenino / Angels Carabí (aut.), Marta Segarra Montaner (aut.), 1998, ISBN 84-605-7918-2 , págs. 175-184. Fecha de acceso: 25 May 2014
Notas
[1]
Ver: Schopenhauer Arthur, El Amor, la mujeres y la muerte, Editoriales Gradifco, 2006, Buenos Aires.
[2]
Irigaray Luce, Ese sexo que no es uno (1977), Ediciones Akal, 2009, Madrid, España.
[3] Véase también en: de Beauvoir Simone, El segundo sexo (1949), Editorial de bolsillo 1999, Buenos Aires, Argentina. Pág. 314 y 315