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TRATANDO DE DEMARCAR UN TERRITORIO.
SOBRE LUDY D., DE ROXANA CRISÓLOGO

Por Mariela Dreyfus

 

Roxana Crisólogo. Ludy d.
Ediciones flora tristán. Lima, 2006

Anonimia: El título del último poemario de Roxana Crisólogo, contiene un nombre de mujer: Ludy d. Un nombre propio o tal vez un sobrenombre, heredado, inventado o mal copiado de alguna revista extranjera, de alguna fugaz estrella del cine o la t.v. ¿No existen acaso entre nosotros, peruanos del Perú, nombres fetiche o nombres apócrifos o incluso nombres gringos como Sarita, Isbell o Marjorie?

El apellido por su parte, es un misterio: "¿'d' de qué?" , me pregunto, así en minúscula, y adivinando las connotaciones posibles me respondo: de desatino de deficiencia de demarcación. En términos sociales, en esa escala socio-económica que disimula los altos grados de desarraigo y desnutrición, la clase D está constituida por aquellos sectores marginales que bordean la extrema pobreza y tiene un ingreso promedio de un dólar diario.

Metonimia: ¿A quién representa Ludy d; la parte de qué todo significa? Ludy d., ese intenso conjunto de veinticinco poemas, que son también veinticinco retratos y veinticinco monólogos discordantes, podría muy bien leerse como un diario, el testimonio del transcurso cotidiano de una joven marginal, residente de San Juan de Miraflores, que viaja, trabaja, se enamora, se droga y sobre todo, sueña.

"Yo quería conocer el mundo" , se titula la primera y más extensa sección de Ludy d. Si nos fijamos en el índice, constatamos que los títulos de esta sección, que en realidad corresponden, como en el resto del libro, al primer verso de cada uno de los poemas, parecen constituir por sí mismos un poema independiente, en el que cada línea adquiere su propio sentido, en consonancia con esa estética de la fragmentación que Crisólogo exhibía ya con particular destreza en sus dos primeros libros, Abajo sobre el cielo y Animal del camino, y que en esta nueva entrega definitivamente alcanza un notable manejo:

yo quería conocer el mundo
yo era una niña
en el cuarto de al lado se lavan los platos
puedo dibujarlos
hay días en que no tolero más ruido que el de las
Construcciones
cuatro bancas
trepar corrientes
yo quería conocer el mundo
miraba a dios en las alturas de una iglesia
una india descifra en la lana de sus dedos
lima
jeremías huamán poma
el calor que empaña las palmeras
me hacen marchar sujetando una bandera
al aliño de cada noche sin estrellas

Extremar con la cita anterior la vocación por el discurso abierto y polifónico de Crisólogo, al punto de armar con sus propios títulos un nuevo texto que en sentido estricto ya no sería suyo sino nuestro, no es gratuito. Más bien busca confirmar la intuición de que en la autora, el recurso del fragmento no es un mero gesto neovanguardista sino que intenta reflejar, desde la propia estructura de los textos, la heteroglosia lingüística y cultural que costituye y nutre su materia verbal. Con habilidad magistral, Crisólogo hilvana en sus textos jirones del lenguaje que son al mismo tiempo jirones de realidad: la desarticulación verbal con que gabaratea Ludy d. su cuaderno, pretende ser reflejo de esa disfuncionalidad social que la sitúa en pleno margen, como si del festín de la palabra solo pudiese acumular los restos y construir con ellos un discurso balbuceante que en lugar de acogerse a la norma más bien registra los giros más recientes de una híbrida, riesgosa oralidad.

Sinonimia: Si se hiciera un retrato de Ludy d., ¿cómo sería? ¿Acaso la muchacha que aparece de perfil en la portada, la mano en la cintura como Lenin y la boina guerrillera estilo Che es su retrato? A juzgar por la foto, Ludy d. es subversiva, Ludy d. es atrevida, Ludy d. es sexual. Tiene la pituitaria, glándula de las hormonas y los ciclos fértiles, absolutamente alerta. Todo lo mira todo lo toca todo lo huele Ludy d. El olor y la mirada son sus guías en ese afán por desmadejar -o capturar- el paisaje urbano que la circunda: los albañiles; las lavanderas; los afanosos cuidadores de perros; los jóvenes drogadictos que son sus amigos del barrio, con los cuales aspira el humo de la yerba y bebe Sanpedro:

sólo anoche eramos más de treinta
los que esperábamos de la mano
de un sampedro
el verdadero color de los vidrios
la legítima colonia del cuerpo

En su condición de muchacha explotada, a Ludy d. la aqueja un dolor uterino, que es el dolor de la vida no cumplida; sufre de una infección que habría que extirpar de raíz:

me habían anticipado que me vaya acostumbrando
a estos dolores
que de plano va a ser muy difícil
que de vez en cuando me va a arrinconar
a patadas
una políticamente incorrecta desesperanza
con su hoz y martillo de dientes
y un saludo a la bandera
sin forma

En ella, esa desesperanza del cuerpo es también desesperanza del alma; se trata de un vacío cifrado en el centro mismo del estómago - es "el hambre del desierto que no tiene fronteras",como lee un verso del poema "una india descifra en la lana de sus dedos"- y en el centro mismo del corazón. Para exorcisar ese tormento que a la vez es desafío y a ratos, hasta confianza en la pura / dura sobrevivencia cotidiana, la voz poética de Ludy d. adopta una mirada múltiple, caleidoscópica; lo mismo nos relata su deseo de fusión en el baile y la fiesta, que la muerte de Jeremías Huamán Poma, maestro sindicalista, en manos de la represión. En este conjunto, la frase áspera, la confesión descarnada, van de la mano con la ternura y el tono elegíaco, conmovedor:

sacaron a jeremías sin ropa ni documentos
de la sementera
tres días después lo creyeron muerto
no lo conocí
escuché de él la noche anterior
pura casualidad
mi hermana regresaba de la u con ese extraño
olor a hierba húmeda
y el cabello dorado por el sol
o la escasa comida del internado

Parafraseando el título de la segunda sección, podemos decir que en cada página, Ludy d. nos entrega su historia como quien pela -y arroja- una cáscara de fruta: desplegando con violencia sus visiones aceleradas de la ciudad corroída, de esa Lima imposible donde las imágenes avanzan, se acumulan, o chocan intespectivamente, como dos viejas combis ante la luz estropeada del semáforo.

En la línea: Este modo de mirar y revelar la ciudad y sus contornos, de algún modo vincula a Crisólogo con algunos integrantes de las promociones poéticas previas. El andamiaje narrativo que sustenta los poemas de Ludy d., así como el ritmo vertiginoso que marca su tránsito de migrante andina, inmisericorde y a la vez compasiva ante la urbe, nos recuerdan los momentos más altos del primer "Hora Zero": En los extramuros del mundo, de Verástegui, por ejemplo, o Kenacort y valium 10, de Pimentel. Pienso además en Un par de vueltas por la realidad, de Juan Ramírez Ruiz, libro donde también es manifiesto, como en Ludy d., ese deseo de recorrer y devorarse el mundo como un modo de huir de la realidad asfixiante de Lima.

Crisólogo poetiza también el espacio urbano a la manera de uno de sus pares más recientes, Domingo de Ramos, casualmente otro poeta provinciano de los 80, en cuyos libros se recrea - y de paso restituye - la voz a una serie de personajes autodestructivos y extraviados que habitan, lo mismo que la protagonista de esta saga, en el seco arenal de San Juan. Tanto Crisólogo como Ramos ejercitan en sus textos una escritura amalgamada, sincrética, que apunta a señalar, nombrar, sitiar el territorio de los márgenes, declarar la inanición y la miseria, "hasta que nombrarte / pobreza / se torne empalagoso", como lee un pasaje del poema "cuatro bancas" , de Ludy d.

Fuga nimia: "Yo terminaría esta novela / con una frase de bolaño", declara la voz lírica en el poema "me separo de mi hija sin mala conciencia" , y continúa:

pero no es chile ...... se trata del perú
y eso puede tomar tiempo
y el desierto no termina

También podría elegirse un final tierno aunque violento como el de la novela Rosario Tijeras, de Jorge Ramos Franco. Pero no es Colombia, se trata del Perú. O tal vez un final dramático, desgarrador, como en Deprisa, deprisa, de Carlos Saura. Pero no es España, se trata del Perú: ese país de metal y melancolía, como diría Vallejo, un poeta cuya pátina sobrevuela limpiamente sobre la oblicua, elusiva dicción de Crisólogo; sobre su desnuda, transparente verdad.

Por eso es factible y hasta cierto que esta lúdica Ludy, "anarquista de la disección a veces dispuesta / a demoler sus sombras" , que se percibe a sí misma como "acholada achorada aniñada", no puede permanecer quieta ante el dolor. En la sección final del libro, que reitera su nombre, Ludy d. escapa, se desvanece, se borra del texto para internarse en la realidad. En un súbito cambio de perspectiva, una voz en tercera persona describe eficientemente -con cierta empatía emocional que no necesariamente se traduce en adhesión política- ese traslado que instala a la protagonista en el vértice mismo de la violencia, para desactivar, radicalmente, esa violencia. Su última imagen, que podría ser mediática, la muestra cuidadosa y extasiada al lado de otros jóvenes, colocando un paquete mediano ( ¿será dinamita? ) en la puerta metálica de un ministerio.

A nosotros lectores, nos queda entonces protegernos del incendio con la coraza de la ficción o de la indiferencia, o poner más bien la oreja / el cuerpo y escuchar cómo se hace lentamente añicos la quietud armoniosa del poema para volverse explosiva corriente verbal, incontenible tromba / bomba poética escrita con un agudo, incisivo silabeo, en un "idioma que nunca cesa de estallar".


 

 

 

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Tratando de demarcar un territorio.
Sobre Ludy D., de Roxana Crisólogo.
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