Apuntes
para sobrevivir al aire de Rocío Cerón
Por León Plascencia Ñol
Hay escritores que necesitan dejar constancia de sus hallazgos sobre
sus congéneres. Hallazgos breves, puntillosos, irónicos,
mordaces. Desde Lichtenberg, Jean Paul o George Perros, las anotaciones
rápidas en los cuadernos se vuelven reflexiones filosóficas.
En realidad escriben no sólo para
entender a los hombres, sino también para entenderse ellos.
Son más las preguntas que formulan que las respuestas que pueden
obtener. Pero la aventura está en formularlas.
Casi van apareciendo en secreto estos textos. Un cuaderno, una servilleta,
alguna página de algún libro. Llegan con la rapidez
del planteamiento formulado, con una palabra que conduce a otra y
a otra y al final surge, de pronto, un escolio, para llamarlos
como quería ese aforista espléndido que fue el colombiano
Nicolás Gómez Dávila. Rapidez de pensamiento,
agilidad escritural. Apuntes, máximas, frases, juicios, observaciones
que conforman un laboratorio del lenguaje.
A medio camino entre el poema y la reflexión, los Apuntes
para sobrevivir al aire de Roció Cerón se
antojan disparos a la realidad. Bajo el influjo del destello parece
existir este libro. Destello bajo la palabra. Anotaciones que son
flechas de una lucidez herida por la inteligencia.
Veinticinco textos regidos por la tensión poética y
el aforismo. Veinticinco teorías de una coherencia intelectual.
"Estas notas no aspiran a enseñar nada a nadie, sino a
mantener mi vida en cierto estado de tensión", podría
también circunscribir Cerón, igual que Gómez
Dávila.
Si en sus libros de poemas aspiraba a un lenguaje absoluto y barroco,
en estos pequeños textos la poeta desnuda de significación
hasta el límite la palabra misma. "Vacío: conjunto
de silencios en elaboración de una palabra. Toda potencia verbal
ansía volver a su origen: el silencio primigenio antes de ser
nombrada". Volver al origen. Hacia la Antepalabra tan cara a
cierta poesía de vertiente mística. Pero no estamos
ante reflexiones que aborden el espíritu religioso sino ante
la tozudez, por llamarla de alguna manera, de una voz férrea
que se ha aventurado a decir. Aunque a veces se destile un
rasgo de acidez y amargura emparentado con Cioran.
Cerón postula una coherencia, una ética, una inconformidad.
De esos trazos se hace la literatura pero también el hombre.
Es consecuente con la poética planteada a lo largo de estas
breves páginas. Es consecuente con una manera de mirar el mundo.
Me quedo con su visón. Nos hará más felices su
escritura. Y eso ya es