La ciudad está triste de Ramón Díaz
Eterovic constituye una innovación en la literatura chilena,
consistente en el ingreso del relato neopoliciaco al ciclo autoritario.
Esta novela marca así una tendencia que se aprecia, aunque
en grado menor, en otros textos narrativos aparecidos en Chile en
la segunda mitad de los 80, tales como El informe Mancini (1986)
de Francisco Simón Rivas (1943) y
El infiltrado de Jaime Collyer, tendencia que se ampliará
durante toda la década del 90 y principios del siglo XXI.
Publicada en 1987. La ciudad está triste se ocupa de
la memoria co-presente porque no sólo la diégesis se
ambienta durante la dictadura militar, sino que la novela fue publicada
en el mismo período. De tal modo, no alude a un acontecimiento
referido al pasado lejano, sino que es mínima la distancia
temporal entre la historia narrada y el extratexto. En este sentido,
se podría hablar de "un grado cero" en la relación
entre ambas instancias. A distinción del relato policial más
"tradicional'', en esta novela adquiere preponderancia la intervención
del estado como instancia represora, lo cual. a su vez, produce modificaciones
en el mundo privado de los personajes centrales. Tal es el caso, por
ejemplo, del rol de la familia en busca de sus parientes desaparecidos
que se aprecia en el mundo narrado. De esta forma. La ciudad está
triste se suma a uno de los aportes más importantes de
los escritores de la generación del 80 en su etapa de emergencia:
no someterse a la imposición del silencio que esconde la muerte
y el terror.
El texto narrativo en análisis inaugura la saga
Heredia: conjunto de novelas cuyo hilo conductor lo constituye este
detective privado chileno. En toda la producción neopolicíaca
de Díaz Eterovic se expresará una profunda relación
entre el detective y la ciudad. El lector no sólo podrá
apreciar la lógica y el desmontaje de las acciones en que participa
dicho protagonista, sino también la codificación de
signos en el cronotopo que muestran distintos panoramas sociales.
De alli el valor de la nueva novela negra como ideologema.
Al comienzo de La ciudad está triste, el
autor realiza la siguiente aclaración: "Ninguno de los
personajes de este libro corresponde a personas reales, asi como tampoco
los hechos que se narran ocurren en ninguna ciudad. Cualquier coincidencia
de nombre o hechos ha de tomarse como puramente accidental" (3).
Este enunciado, que enmarca el texto, tiende a trasladarlo hacia lo
fíccional, alejando la narración del dato puramente
realista. Aun así, es posible aseverar, por los parlamentos
y diferentes indicios en el espacio textual, que la historia se desarrolla
en Santiago de Chile. Por otra parte, el autor ha expresado que esta
cita, que opera como marco novelesco, posee un matiz irónico.
En efecto, al negar toda connotación a la realidad chilena,
invierte el sentido aparente (Entrevista personal).
La base argumental de La ciudad está triste
es simple: una joven santiaguina, Marcela Rojas, acude al investigador
Heredia para pedirle ayuda en ubicar a su hermana Beatriz, desaparecida
en el presente del relato que tiene lugar en la segunda mitad del
período autoritario. Sobre este eje narrativo se desarrollarán
un par de caracteristicas esenciales del neopoliciaco, es decir, la
presencia de un enigma fuera "del cuarto cerrado" y con
ello el abandono del juego de razonamiento deductivo como parte primordial
de la investigación. En consecuencia, la voz autorial coloca
el acento tanto en la develación del enigma como en la violencia
social a la que con arrojo debe enfrentarse el detective Heredia.
La desaparición de la joven tiene un carácter
político aunque en el principio de la historia esto no sea
evidente para el lector. Dicho aspecto se enfatiza cuando al caso
de la joven se suman los de otros desaparecidos, como Fernando Leppe,
y la búsqueda que realizan sus familiares a través de
"laberintos infernales" (P. Delano. "contratapa").
Para codificar el rol de la principal figura desaparecida
en la historia, cabe señalar la reflexión del estudioso
brasileño Idelber Avelar, en cuanto a que el policial conforma
un relato virtual en el sentido que es la develación del enigma
lo que sostiene el tejido argumental: "una novela de detectives
solo encuentra su cumplimiento en la resolución del sistema
de enigmas que abrirá la posibilidad de contar la historia
de un crimen" (170). Esta característica es importante
en la medida que en La ciudad está triste la desaparición
de Beatriz, personaje clave, invisible, conforma la instancia narrativa
que motiva el suspenso. Se genera aqui una primera paradoja en el
sentido que aquella figura no aparece sino bajo la forma de cadáver
a mitad del relato. Sin embargo, este elemento es lo que le da sentido
al impulso argumental de la novela.
Díaz Eterovic sigue la factura del genero policial
negro en su vertiente norteamericana, especialmente a través
de autores como Dashiell Hammett y Raymond Chandler. El primero introduce
la violencia creando un detective privado, pobre, cinico y al margen
de la ley. Pero, además, en la obra de nuestro autor está
presente la tradición latinoamericana, especialmente la influencia
del argentino Osvaldo Soriano.
Ana María Amar Sánchez sostiene que el único
sujeto legal del texto policial en el postgolpe del Cono Sur es el
detective porque el estado está investido de ilegalidad, y
la compensación o restablecimiento de la justicia está
en sus manos (144). Compartimos la primera premisa de este planteamiento
al pensarla en términos del texto narrativo que estudiamos,
porque en esta historia el detective es el que coloca su cuerpo en
la investigación, de él depende el suspenso y la develación
del enigma que se convierte en una verdad política frente a
un estado corrupto. Pero no es a él -como sugiere Amar Sánchez-
al que le compete restablecer la justicia porque, en el caso que nos
incumbe, como gran parte del policial chileno referido al periodo
autoritario, esa justicia no está en ninguna parte. A saber,
no se puede restablecer lo que no existe en un momento de supresión
de las garantías constitucionales para los ciudadanos. Esta
situación se perfila significativamente hacia el final de la
novela de Díaz Eterovic cuando Heredia devela el enigma y desaparece
sin más en los suburbios de la ciudad. El detective, quien
también funciona como narrador básico de la historia,
configura esta situación de la siguiente forma:
"Salí a la calle y me puse a
caminar hacia el "Zíngaro".
Era tiempo de emborracharme y no pensar en nada.
-Hacia frío afuera, señor Heredia -me dijo Juanito
a modo de saludo.
-Ideal para un buen trago -respondí pensando que serian tres
o cuatro, y después, tal vez, buscaría a
Andrea.
La ciudad estaba triste. Vacié la copa y pedi otra.
-Es de esperar que la mala racha pase pronto -comentó el
viejo.
-Vendrán tiempos mejores -le dije, y miré hacia la
calle.
Comenzaba a llover en la ciudad". (101)
Si bien Heredia encarna ciertas virtudes consideradas
por lo general "positivas" (develador de verdades, sujeto
"anti-estado"), no deja de poseer una buena dosis de machismo
a la usanza del
detective-flâneur del canon norteamericano. En todo caso, el
tratamiento de la mujer no se reduce a la visión machista del
detective, sino que se da lugar a un espacio interprétativo
para considerar a la principal figura femenina del relato, Beatriz-América,
como una alegoría social. Este tema ya había sido tratado
por Fernando Alegría (1918) en su novela del año 1978,
Coral de guerra, en la cual la mujer, víctima de un
represor y de un militante revolucionario, alegoriza al Chile dictatorial.
En
los textos de Díaz Eterovic y de Alegría se evidencia
el rostro y el rastro de la historia. En su obra El origen del
drama barroco alemán, Walter Benjamín sostiene que
el drama de la historia se representa en la imagen petrificada de
la calavera (159). Entonces, y en referencia a nuestra novela, se
puede deducir que calavera y cadáver configuran alegorías
de la historia individual y colectiva de Chile.
Decíamos que el espacio de La ciudad está
triste quiebra con el tratamiento convencional del relato clásico
porque abandona la develación del enigma en el marco de un
ambiente cerrado. Así, el detective itinera de su oficina-departamento
a los bares y se interna en los callejones transitados por prostitutas
y soplones para regresar a su cuarto gris y luego abandonarlo y terminar
nuevamente en el macadam santiaguino. Es en el espacio de los suburbios
y del submundo donde buscará la verdad oculta, el cadáver
oculto. Es decir, la verdad novelesca que se inscribe en el cadáver
de Beatriz en medio del precario espacio urbano.
En esta actividad citadina, por otro lado, el detective
laborioso y algo borrachín sólo recibe dinero de las
apuestas de su amigo Pony. De este modo, el autor se aleja del policial
americanoporque la motivación económica del crimen no
es fundamental, ni tampoco sustenta la actividad del detective Heredia.
No es el ansia de dinero ni el robo lo que motiva la historia de Díaz
Eterovic. La ambición deja paso a un tratamiento particular
de esos significantes: a Heredia no le interesa cobrar sus honorarios,
sino que deja entrever que la falta del dinero complica las relaciones
de poder y genera marginacion social. En efecto, el supuesto descubrimiento
de la verdad de un caso policial especifico conduce a este investigador
a otras tantas verdades como son la pobreza social y la falta de trabajo
de la clase media-baja chilena. No es casual que, por momentos, focalice
su discurso en su relación
amorosa con Andrea justificando el oficio de ella. En este sentido,
comenta acerca de la mujer: "Se llamaba Andrea y estaba en el
Café por lo mismo que todas. Necesitaba un trabajo para vivir
y lo único que habia logrado era un poco de la mierda que arroja
la ciudad para los que no tienen poder ni fuerza" (34).
Otra característica que el texto estudiado comparte
con el policial norteamericano corresponde al plano de la investigación.
Ésta se convierte en la búsqueda angustiosa de una verdad
oculta, en la obtención de un saber total que se adquiere paulatinamente.
La existencia del individuo, en este caso Beatriz, es puesta en duda
ya que la muerte marca los acontecimientos que organizan
la composición novelesca.
Asimismo, esta "ausente textual" cifra el proceso
de detección, cuyo desarrollo se encamina hacia el fracaso.
De este modo, el destino mismo aparece bajo la forma de fracaso. Al
acercarse el investigador al conocimiento de aquella verdad, no puede
restablecer la justicia porque el enigma, el suspenso y la develación
en el policial en esta parte de Latinoamérica, y en este periodo,
adquiere la forma de relato ficcional y de relato histórico,
de denuncia de una política criminal. En tal sentido, las fronteras
entre ficción e historia son lábiles y su grado de relación
dependerá, en este tipo de género, del pacto de lectura
que cada lector realice con el texto.
La ciudad está triste: Composición
La nouvelle se divide en nueve capítulos que conservan
la linealidad de lo relatado ya que no presentan alteraciones temporales.
El texto enfatiza la multiplicidad de acciones. De este modo, Hcredia
se convierte en sujeto de hacer, de búsqueda, siguiendo una
serie de indicios que lo conducirán al cadáver de Beatriz
Rojas. De allí que recientemente señalamos la salida
para arribar a un territorio abierto como un elemento que reconfigura
una de las estrategias principales que distingue la historia en análisis
del policial clásico enclaustrado en un reducido espacio. Así,
la voz narrativa ofrece la visión de una ciudad sumida en el
abandono y la pobreza, con lo cual se perfila en la ficción
una fuerte motivación social.
Siguiendo el derrotero de la acción múltiple,
los episodios están teñidos de la violencia cotidiana
propia del Chile dictatorial. Se trata de una violencia encubierta,
y es en este aspecto que la novela devela una situación paradojal
en el sentido de que la presunta legalidad está teñida
de muerte. De este modo, los habitantes del mundo narrado quedan a
merced de la violencia de los servicios de inteligencia del poder
militar.
Entonces, el eje de la ausencia de la justicia recorre
todo el relato, y el protagonista narrador tendrá que enfrentarse
a ese vacío 'colmado' de ilegalidad porque la urbe no es sólo
legalmente injusta, sino que además es la proyección
anímica del detective. De allí que no sea casual el
impulso de western norteamericano que campea a lo largo de
la historia a través de episodios continuos de enfrentamientos
a tiros, agentes dormidos en el sofá, mundo de soplones y de
venganza.
En La ciudad está triste la acción
principal consiste en descubrir el paradero y los móviles de
la desaparición de Beatriz Rojas, estudiante universitaria,
ausente de su casa desde hace varios días. Paralelamente a
su desaparición ocurre la de Femando Leppe, otro estudiante
y activista universitario. Resulta interesante observar lo que enuncian
los compañeros de estos personajes
porque de allí es posible deducir la escisión de la
ciudadanía:
"Pancho recorrió con una mirada
las mesas que nos rodeaban y comprendió que no tenia más
alternativa que confiar.
-Me refiero a ideas políticas. Durante un tiempo nos llevábamos
bien. Un paseo y un par de fiestas, pero apareció Leppe y
ella se transformó. Empezó a hablar de cosas como
democracia, justicia, y se metió en asuntos no muy bien vistos
en este tiempo. Onda roja, usted entiende". (38-39)
La sintaxis narrativa de la novela se organiza de la siguiente
manera: a) desaparición de Beatriz Rojas y Fernando Lcppe;
b) búsqueda de la muchacha por parte del detective Heredia;
c) muerte de Pony Herrera (su amigo informante que reemplazaría
al secretario privado en el policial canónico) y atentados
contra Heredia; d) encuentro de los cadáveres; e) desenmascaramiento
de la presunta legalidad; f) regreso de Heredia a los suburbios de
la ciudad; g) Heredia actúa al margen de la supuesta ley y
encarna al típico detective norteamericano incrédulo,
irónico, dotado de una buena dosis de violencia y erotismo,
y dispuesto a develar el enigma de un doble crimen.
Al tiempo que se evidencian los pasos a seguir en virtud
de la develación del enigma, se muestra un cuadro de los personajes
que, como sucede con Marcela Rojas, se lanzan a la búsqueda
de sus familiares que han desaparecido. El detective se refiere de
este modo a la hermana de la muchacha desaparecida: "-Necesito
su ayuda -dijo la muchacha acercándose hasta mi escritorio
atestado de papeles. Temblaba bajo su ropa y no era preciso ser mago
para adivinar que habia caminado largo rato en medio de la lluvia
que empapaba la ciudad" (11).
Jean Franco señala que una característica
importante en el ámbito de las vidas privadas afectadas por
la dictadura son las nuevas formas que adquiere la familia ante sus
desaparecidos y ante las acciones de resistencia nómica que
llevan a cabo. Dicha analista comenta al respecto: "Al quitar
la ciudadanía a las familias de 'subversivos', al torturar
y matar mujeres, desequilibraron la familia de la cual se representaban
como protectores [...]. En cuanto a los desaparecidos del Cono Sur,
perdían su existencia civil. En otras palabras se convertían
en ficciones con existencia civil y sin historia" (51-2). En
todo caso, no todas las familias reprodujeron obedientes las prerrogativas
estatales en la medida que muchas fueron conformando núcleos
de resistencia frente al autoritarismo. Al considerar la gravitación
de estos acontecimientos en la escena latinoamericana, podemos inferir
la importancia de la rearticulación de los sociogramas familia,
nación y estado que se produce en estas últimas décadas
en el género neopoliciaco.
En diálogo con lo recién indicado, aparece
otro aspecto significativo en La ciudad está triste
consistente en su carácter testimonial. La reconstrucción
de la historia se ejecuta a través de una narración
de primera persona. El narrador básico, el detective, tiene
un interés especial por contar lo sucedido que lo compromete
en distintos niveles con lo relatado. Y como lector de novelas policiales,
Heredia traslada lo leído a su experiencia de investigador
privado, método que no abandonará en posteriores aventuras.
De este modo, el epígrafe que antecede al texto y las citaciones
de ese horizonte de lectura (cita socarronamente, por ejemplo, a Mailer)
le confieren a la novela mayor verosimilitud al tiempo que le aportan
la dosis necesaria de suspenso y de sospecha en torno a quién
o quienes son los autores del crimen de Beatriz.
Avanzada la narración, Heredia declara: "El
viejo Hemingway aconsejaba a los escritores jóvenes no secar
el pozo de una sola vez, y aunque no escribía cuentos, aplicaba
su consejo a mi oficio" (32). A través de esta cita es
posible deslindar dos órdenes en el relato: por un lado, Diaz
Eterovic en su papel de autor empírico de La ciudad está
triste y lector del policial duro norteamericano, sujeto de la
enunciación; y por otro, Heredia, sujeto del enunciado, detective,
lector de textos policiales pero no aficionado a la escritura de ficciones.
El personaje afirma: "no escribía cuentos", entonces
¿qué escribe?, ¿qué cuenta este detective?,
¿para quién cuenta?, ¿con qué finalidad
relata?
A través de la reconfíguración de
tales planos narrativos se articula la relación de la búsqueda
de la verdad con el problema de la verosimilitud. Si bien Heredia
cita a Hemingway, por lo cual se coloca como lector/no escritor, cuando
narra la historia de su amigo policia, Dagoberto Solis, afirma: "Recordé
a un amigo que trabajaba con la Policía y a menudo me proporcionaba
información. Todos los detectives de novela tienen un amigo
que funciona con los tiras y yo no podía ser la excepción"
(20). En este pasaje el hablante deja entrever la idea de representar
una criatura de ficción, de ser escrito por alguien. Al mismo
tiempo, el "efecto de real'' de la narración induce a
que el lector empírico crea en la existencia de Heredia, pero
además en el estatuto de verdad de su relato. Este "efecto
de real" será paulatinamente enriquecido en las novelas
posteriores a través de una
constante citación intertextual con respecto a obras anteriores
del mismo Díaz Eterovic y otros autores de distintas latitudes
y tiempos, incluyendo a sus contemporáneos chilenos.
Los códigos del género negro se manifiestan
en la ficción que nos incumbe no sólo a nivel de personaje,
sino también en la cadena de indicios que posee el investigador,
que conducen
finalmente a la resolución del enigma. Entre ellos se cuentan:
las confesiones de Teresa y Valverde, el periódico que lee
Heredia en el cual aparece la noticia de un hombre muerto (Fernando
Leppe). la entrevista con el padre de Fernando, la muerte de Pony
Herrera (informante del detective) y los datos que éste deja
escritos en el periódico. Este conjunto de señuelos
inducen a Heredia y al lector a la develación del enigma, cuya
sintaxis comprende los siguientes elementos: la desaparición
de
Beatriz, el cadáver oculto, la verdad escondida, el asesino
estatal. La investigación expresa que el proceso de detección
del enigma es un fracaso ya que Beatriz pasa a convertirse en una
NN hasta la aparición y el reconocimiento de su cadáver.
La historia de la pesquisa se desarrolla en un doble registro:
la investigación oficial de Dagoberto Solis inserta en la ley,
y la que Heredia realiza privadamente. Ambas llegan a idéntica
conclusión: la legalidad no se cumple, se vive en estado de
impunidad, porque hay una brecha entre la ley y la justicia. Solis
ilustra lo anterior a través del siguiente parlamento: "-El
problema contigo, Heredia, es que lees demasiadas novelitas. Te conté
que antes he estado en las mismas. Te pones a hacer una
pregunta, luego otra y cuando deseas lanzar la tercera, te llama el
jefe de más arriba, y te dice que eres un buen funcionario.
Pregunta por tu familia y enseguida te sugiere archivar la carpeta
del caso porque hay tipos poderosos a los que les está dando
comezón" (54).
Díaz Eterovic trabaja la relación íntima
entre delito y sociedad, común en el género negro, pero
coloca además el acento en el enigma y su resolución
porque la evidencia de un doble crimen es lo que muestra a una sociedad
atravesada por el delito que adquiere la forma de terror de estado.
En esas circunstancias, no es casual la presencia de los delincuentes
que ofician de agentes de inteligencia, como son los casos de Carmona,
Maragaño y los agentes que secundan a Solis.
Ahora bien, en los relatos policiales del período
de la novela en cuestión la develación sufre una deflación
en el sentido que, como ya se indicó, no se repone ninguna
legalidad, los asesinos forman parte del poder estatal que funciona
como ente regulador de los castigos. El autor mantendrá esta
proyección estético-ideológica hasta su última
novela.
La pesquisa del investigador privado (carente de medios,
de garantías constitucionales) no puede reponer e inscribir
la resolución del enigma en un marco legal. Ambas investigaciones,
la de Heredia y la de Solis, son "secretas" ya que, si bien
descubren el enigma, sólo el lector puede concluir qué
sucederá con el cadáver, y en qué lugar de la
estructura social se encuentran los criminales. La ilegalidad aparece
revestida de lógica legal, ya que los que detentan el poder
son los portadores de la muerte. Heredia sostiene al respecto: "Quienes
dirigían la ciudad se reservaban el juego sucio entre las manos
y no se necesitaba mucha imaginación para saber de dónde
provenía la violencia. El poder avasallaba la verdad y yo tendría
que verme las caras con ese poder'' (47).
En otro ángulo del mundo narrado, podemos ver que
los ejes semánticos del amor, la soledad y la violencia en
los cuerpos mutilados aparecen como constantes en el mundo narrado.
Por un lado, observamos la relación de Heredia con la bailarina
Andrea que lo sustrae por momentos de la soledad: ''La miré
a los ojos y supe que ella estaba tan sola como yo. No era un crimen
compartir nuestras soledades por unas horas" (36). Por otro,
vemos la violencia de la cual ellos también son victimas. Esos
microrrelatos amorosos son anticlimáticos porque quiebran con
el suspenso y la densidad de la indagación del doble crimen.
El final de la novela es abierto desde el punto de vista
estructural y semántico ya que no se manifiesta ninguna solución
del conflicto una vez develado el enigma, recién en el capítulo
VII. Heredia muestra que la única solución posible es
sólo superficial, es decir, encontrar el cadáver y reintegrarlo
a los familiares.
Pero la pena y el castigo no aparecen en esa textualidad
porque aquellos que detentan estos elementos son portadores de la
misma muerte. No es casual el seudónimo de la victima, América,
que pulsa el sentido de la mujer, la desaparecida, la asesinada como
alegoría de la historia de nuestro continente. Asimismo, el
título de la novela alude al espacio citadino que, semánticamente,
refiere al carácter opresivo de la dictadura, develada paulatinamente
cuando el investigador avanza en el esclarecimiento del crimen.
El cuerpo de Beatriz, el cuerpo social
La ciudad está triste reconfigura la problemática
del cuerpo humano como superficie de inscripción de otro, el
cuerpo social. Y consecuentemente convoca un diálogo de la
geografía de la novela con la política de la violencia
dictatorial. No es casual a imposibilidad, deliberada o no, de huir
de la alegoría en todas las producciones de esa etapa. La alegoría
y la metáfora fundan un modo de decir lo que no se puede expresar
de otra manera. En esta narración, el cuerpo humano y cuerpo
social conforman una sola anatomía susceptible de ser decodificada.
El autor ha realizado un desmontaje del género
policial, pero no para parodiarlo fundamentalmente, sino que ha sustituido
y transformado ciertas estrategias inherentes a la narrativa policial
canónica con el fin de poner en tela de juicio el poder dictatorial,
creando así una nueva vertiente dentro del relato detectivesco.
Aparentemente, el texto narrativo respeta los elementos esenciales
de la "fórmula" detectivesca si no fuese porque el
detective se suma a la indagación que realizan otros tantos
que buscan afanosamente el paradero de los familiares desaparecidos.
La novela en análisis convoca una nueva sensibilidad,
la de historias privadas de familias lanzadas en busca de sus seres
queridos. Asimismo, apunta oblicuamente a la problemática del
cuerpo
humano y del cuerpo social porque en los cadáveres está
inscrita la historia de la sociedad chilena. Nicolás Rosa reflexiona
en este sentido: "el cadáver no responde al enigma de
muerte sino que
denuncia el enigma de la cultura |...| es el resto de una historia
individual y la suma de una historia colectiva" ("Cuerpo"
13). En esta perspectiva, resulta plausible afirmar que el cuerpo
de Beatriz alude a las condiciones políticas e ideológicas
de una ciudad triste. Es el resto y la huella del poder que cruza
la urbe contemporánea.
Beatriz, en tanto cadáver del cual se habla (asi
lo hacen Marcela, sus compañeros, Heredia) y no aparece en
la trama, constituye un signo semiótico. En ella recae toda
la carga ideológica y el peso moral porque la motivación
de su muerte es el resultado de una sociedad enferma que exige sacrificios.
Activista política en el pasado, la victima en cuanto tal ha
puesto en duda cierto orden social que se desea cubrir. Entonces,
Beatriz-América rompe con la visión homogénea
del discurso autoritario. En tanto signo semiótico codificado
en negativo, es una muerta 'parlante'; dice por lo que es "resto",
remanente de un orden instituido y mortífero.
De la historia de una búsqueda
Como es sabido, a distinción del temprano prestigio
que goza en Estados Unidos y en Europa a través de los textos
de Edgard Allan Poe, el género policial adquiere un reconocimiento
tardío en
América Latina. El policial con Poe emigra hacia Europa y,
según relata Walter Benjamín, llega a las manos de Baudelaire,
quien incorpora a la literatura la figura del "Flâneur",
versión francesa
del detective Dupin, durante la época del avance del capitalismo
en Francia. El filósofo alemán expone cuatro elementos
básicos del relato detectivesco: la víctima y el lugar
del hecho, el asesino, la masa y luego agrega "falta el cuarto
que permite al entendimiento penetrar esa atmósfera preñada
de pasión" ("Flâneur" 58). En este sentido,
hemos de acotar que la novela criminal es un género típico
de "las modernidades desiguales" en América Latina,
donde "la atmósfera preñada de pasión''
benjaminiana puede observarse como violencia, a modo de un espejo
refractor de otros órdenes. En la narrativa criminal del Cono
Sur postgolpe este ideologema se articula con los modos de "hacer
política" del estado. En consecuencia, existe una gramática
interna en La ciudad está triste conformada por el cuarto
elemento que ideologiza a los tres restantes. Esta novela coincide
en cierto sentido con esos elementos al conformarse al mismo tiempo
en la historia de Beatriz, de Chile y de la violencia dictatorial.
Por otra parte, el género negro se caracteriza
por poseer una importante tendencia sociológica ya que existe
una fuerte relación entre el medio y el delito, de allí
que se concentre en la "psicología
del acto culposo y las relaciones entre delito y sociedad" (Paulinelli
22). A ello hay que sumarle la ambigüedad en las figuras del
delincuente y el detective en numerosos relatos de los últimos
25-30 años, además de la presencia de otros dos elementos
básicos: la violencia y la angustia. En La ciudad está
triste se alude constantemente al ambiente violento y a la suspensión
de las garantías constitucionales. Las declaraciones de los
personajes ante el interrogatorio de Heredia permiten observar un
aspecto clave en esta novela: el diseño de una nueva sensibilidad
a través de las opiniones acerca de Beatriz y de la política.
El enunciado "onda roja" puesto en boca de un estudiante,
compañero de la muchacha, posee un sentido negativo, a ello
se suma la confesión de Solis cuando expresa el estado corrupto
de la institución policial.
Y el pacto de lectura se entabla a través de la
voz narrativa de primera persona que no se encuentra comprometida
directamente con el cadáver a distinción de lo que ocurre
en otras novelas del
Cono Sur. tales como Luna caliente de Mempo Giardinelli, o
bien un texto que no es del período que nos incumbe mayormente
aquí, pero es igualmente importante, El túnel
(1948) de Ernesto Sábato (1911). En ambos relatos la voz narrativa
de primera persona es la del asesino.
Anteriormente señalamos la importancia en el género
policial del cruce del proceso de detección con la semiótica
de la ciudad. Esa articulación tiene su razón de ser
en la trama en cuestión porque es el cadáver de Beatriz
el que le otorga sentido. El recorrido por Santiago detrás
de las pistas posibles que llevan a esa figura pulsa una escisión
en el espacio que canaliza el tono político del relato.
Este procedimiento tiene su engarce en el realismo y es
un aspecto de la estética policial cuya reflexividad (en cuanto
al cómo, el dónde y el porqué de la novela) se
acentúa en los relatos neopoliciacos latinoamericanos. Joan
Ramón Resina señala que esta característica,
si bien no es privativa de la novela policial, constituye un elemento
central del mismo: "En todos los casos se acaba por descubrir
la correspondencia entre el crimen y el orden social objetivado en
un espacio normativo" (150).
No habrá pena, sí olvido
Anclado en la impunidad, el relato en análisis
deja de manifiesto que en lo fundamental nada se resuelve y ningún
orden se establece. Asimismo, ante la impunidad, el enigma queda opacado.
En La ciudad está triste el silencio organiza
el discurso de Dagoberto Solis y sus agentes porque el crimen de Beatriz
no ha sido el único que estos representantes de la "justicia"
no han podido resolver. Y es al lector a quien le corresponde develar
que ese ideologcma está ausente, como lo señala Heredia:
"Ya no hay misterio que descubrir. Nunca lo ha habido. Todo no
es más que
un crimen. Un sucio, asqueroso y maldito crimen. Las pistas que revelan
al culpable en la última página son para las novelas.
La realidad anuncia a sus criminales con luces de neón"
(89).
Los cuerpos-textos de las victimas constituyen objetos
desechables, restos. Este desarrollo expresa una política de
los mismos: no es casual que la estudiante de medicina de La ciudad
está triste tenga por seudónimo el nombre América.
Estamos frente a un desmontaje, a una reescritura, que conforma en
el policial de Diaz Eterovic una forma de política. Y por su
parte, Heredia, en tanto ideologema, canaliza un nuevo genero policial,
aquel que Michel Foucault define como la lucha entre dos inteligencias,
la del criminal y la del detective (Vigilar 74). Léase
también la inteligencia del estado criminal y la del detective
antiestado.
La cadena de sustituciones e inversiones de los elementos
del género policial conforma un modo de aprehenderlo que expresa
una vez más nuestra necesaria tendencia "transculturadora",
para utilizar un concepto clave desarrollado por Ángel Rama
en La transculturación narrativa (1982). El ciclo del
postgolpe en Chile y otros países del Cono Sur, en sus distintas
versiones nacionales, ha creado un nuevo género policíaco
ante la ausencia de la ley y del imperio del autoritarismo, en el
cual
el castigo es identificable con el "suplicio'' -en el sentido
foucaultiano- y el que delinque es perdonado porque está carente
de significantes atroces para aquellos individuos que detentan
el poder (Vigilar).
Dentro del contexto de la denominada "guerra sucia",
implemcntada por las dictaduras del Cono Sur. los cuerpos tienen determinado
grado de importancia: hay que aniquilar, "limpiar", al enemigo/subversivo.
Asi, el discurso narrativo que analizamos expresa la siniestra configuración
en la medida que la historia central de la novela, para la institución
estatal (reguladora de una ley inexistente) conforma un crimen menor,
olvidable. En el relato estudiado, la historia de Beatriz, develada
por el detective, sólo es una desaparición entre otras
tantas.
En fin, La ciudad está triste reconfigura
el desprecio por la vida en cuanto tal, y el ingreso, por la vía
de la alegoría, a las zonas más oscuras del ser humano.
Es una novela policial que narra la historia de cuando el hombre se
convierte en lobo de otro hombre. Pero además plantea que los
hilos del enigma y la muerte violenta, y sus responsables directos,
no son totalmente develados porque la ejecución del crimen
se desarrolla y manipula desde un lugar casi inaccesible para la mayoría
de los habitantes de la ciudad: el Estado-Poder.