Proyecto Patrimonio - 2016 | index | Ramón Díaz Eterovic   | Adán Toro Toledo  | Autores |
        
        
        
        
        
          
        
        
        
        
        
        La palabra subalterna: La Oscura memoria de las armas de  Ramón Díaz Eterovic 
          como discurso crítico y de resistencia a los procesos de  Globalización.
          
          Por Adán Eduardo Toro Toledo
        
        
        
          
        
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        Resumen
        
          Este  artículo analiza la obra La oscura  memoria de las armas (2007) del escritor Ramón Díaz Eterovic como un  discurso  crítico y de resistencia a los  procesos de globalización y neoliberalismo, a su vez cómo dicho proceso va  generando una merma en los sujetos subalternos presentes en la obra, y genera  un cambio que afecta tanto al plano geográfico de la ciudad, como a la  subjetividad de las personas presentes en la novela.
          
              Palabras claves: Globalización,  sujeto subalterno, ciudad, novela policial
        
          Abstract 
                  This  article analyzes the work The dark memory of the weapon (La oscura memoria de  las armas)  of the writer Ramon Díaz  Eterovic as a critical speech and of resistance to the globalization and  neoliberalism processes, in turn as the above mentioned process it is  generating a wastage in the secondary present subjects in the work, and  generates a change that it affects so much to the geographical plane of the  city, since to the subjectivity of the present persons in the novel.
          
              Keywords: globalization,  secundary subject, city, police novel.
         
        1.  Neopolicial y globalización
          El ensayo aborda el modo en el  que la novela de Ramón Díaz Eterovic, La oscura  memoria de las armas (2008) representa un discurso crítico y de resistencia  ante los procesos de globalización y neoliberalismo que son asignados al  espacio urbano por medio de la utilización de un registro hegemonizante que  refleja la subalterna condición socioeconómica y cultural de los sujetos y  personajes presentes en la obra. En este sentido, se analiza el común  detrimento sociocultural que, tanto ciudad como sujetos, experimentan en el  texto del autor nacional.
         La obra  Las  oscura memoria de las armas (2007), decimosegunda novela de la saga del  detective Heredia, es una nueva incursión a los vericuetos de la ciudad que  hace el personaje principal. En este trabajo del escritor Ramón Díaz Eterovic  se puede apreciar un nuevo retrato de la urbe santiaguina y el paso del tiempo  desde un plano cartográfico que da cuenta de las transformaciones estructurales  que ha tenido la metrópolis,  cambios que  de igual modo afecta  la subjetividad de los personajes inmersos en el relato.  El detective cada vez más desengañado y viejo[1] va penetrando a través del caso del asesinato de German Reyes, en el doble  fondo que posee la sociedad que aún no se libra de los resabios del golpe de  estado que persisten para ocultar el oscuro trasfondo que involucra a algunos  actores del régimen militar implicados en un tráfico de armas que, según éstos,   se gestó al momento de saberse que la  dictadura estaba llegando a su fin.
la subjetividad de los personajes inmersos en el relato.  El detective cada vez más desengañado y viejo[1] va penetrando a través del caso del asesinato de German Reyes, en el doble  fondo que posee la sociedad que aún no se libra de los resabios del golpe de  estado que persisten para ocultar el oscuro trasfondo que involucra a algunos  actores del régimen militar implicados en un tráfico de armas que, según éstos,   se gestó al momento de saberse que la  dictadura estaba llegando a su fin.
         La narrativa de Díaz Eterovic  ha sido revisada y analizada por la crítica académica en varias ocasiones. Luis  Valenzuela Prado (2012) menciona que se ha abordado a partir de su relación con  el neopolicial y sus temas sociales, como la corrupción, la dictadura  o como una lucha en contra del crimen. Sobre  la novela, el articulista, la examina y elabora un cruce con los conceptos de  memoria y neoliberalismo, a partir de ello el autor traza un recorrido a los  problemas de la ciudad y su historia reciente. En tanto José Promis (2005) y  Juan Armando Epple (2009) destacan el carácter cronístico  y de denuncia social en la totalidad de la  obra del escritor de La ciudad está  triste (1987) y cómo se nutre del policial clásico, la novela negra y el  hard-boiled para elaborar una narrativa propia que da cuenta de los aconteceres  del país y denunciar los abusos que sufre la ciudadanía en manos de los poderes  del Estado o de parte del empresariado. Shalisa Collins por su parte, abordará  las funciones del espacio ciudad en las obras de Eterovic hasta el compendio  que abarca su tesis doctoral que fue elaborada en el 2005[2].  En su trabajo ella analiza la urbe como índice de las categorías abstractas de  significado, en la cual Eterovic se vale para transportar un mensaje ideológico  en base a la representación del entorno físico y social de la ciudad. Según la  autora, todos los problemas sociales que denuncia la totalidad de la obra del  autor, surgen a partir de la dictadura de Pinochet (1973-1989) y se han ido  extendiendo incluso en la actualidad, donde se puede ver reflejada incluso en  su última novela La música de la soledad (2014). Por último, la estudiosa ve como por medio de la representación del  espacio no sólo se hace una crítica social, sino que también es una forma de  conservar la memoria colectiva del pasado reciente que paulatinamente está  siendo olvidado por los chilenos. (Collins, 2005: 9). 
         Sí bien, Luis Valenzuela Prado  analiza los procesos neoliberales presentes en la ciudad en la obra La oscura memoria de las armas, éste lo  hace desde un plano cartográfico, y cómo afecta el plano de la memoria  colectiva del país, no obstante, no profundiza cómo dichos procedimientos  afectan la subjetividad de los personajes, es por ello que este artículo se  centrará en cómo dichos procesos de globalización afectan a las personas en el  plano existencial.
         Sobre el concepto de  Globalización existen posturas ideológicas contrarias entre sí. Tanto Anthony  Gidden (1999) y Dominique Wolton (2003) coinciden en la tesis en común, la cual  dice que todos vivimos ahora en un misma aldea global, es decir, la información  del planeta llega a diferentes territorios a través de los medios masivos de  comunicación, ya sea televisión, cable, radio, Internet, etc. En el caso de  Chile, la mayoría de las personas tienen posibilidad de llegar a la información  que entregan estos canales de comunicación[3]
        
          Sin embargo, este avance en la  técnica y el acceso a  la comunicación no  necesariamente significa un progreso y acercamiento social, cultural y político  en las personas, más bien este exceso de información genera un distanciamiento  en los semejantes, Tanto Colodro Max (2000), como Wolton enfatizan el hecho que  mientras más información haya, no necesariamente quiere decir que se esté  generando un proceso comunicativo, de hecho es posible constatar que la  sobreabundancia de información  produce  una saturación, lo cual genera una incomunicación entre los semejantes. 
         A lo anterior hay que agregar  el hecho que los medios los cuales informan a la ciudadanía,  también intentan generar una suerte de  homogenización cultural (Guerra, 2013)   acotado a patrones neoliberales que enfatizan el consumo. Junto con  ello,  y de acuerdo a Cristian Opazo  (2013), los canales masivos de comunicación constituyen la única fuente de  percepción que pueden acceder los sujetos. Es a través de éstos que las  personas se forman un ideario del acontecer de la ciudad y el mundo, al mismo  tiempo que se anestesia el aparato psíquico de éstas con la industria del  entretenimiento.
         Garretón en tanto (2002),  observa que este nuevo tipo de sociedad posindustrial globalizado que se  construye desde la base de la economía, ha generado  un detrimento social, observándose con ello  un aumento de la precarización en aspectos económico de los de los grupos más  oprimidos. Esto, según el mismo autor, significa una merma en cuanto a los  derechos que tenía la ciudadanía, toda vez que las instituciones que regulaban  deberes y derechos de los involucrados, se han ido debilitando haciendo cada  vez más difícil la posibilidad de ejercer sus derechos (América Latina: un espacio cultural, 2002: 5).
        
              2. La  oscura memoria de las armas discurso de crítica y de resistencia.
          Si bien es cierto que estos  grupos despojados tienen un habla física y un espacio para decir su palabra, para  Spivak  aquello no necesariamente  constituirá  un status dialógico entre el  sub alterno y los poderes hegemónicos, su sub alternación hará del oprimido un  sujeto que no ocupa una posición discursiva en la que pueda hablar o responder  realmente.  Esto se puede ver reflejado  en los personajes de las obras de Eterovic, los cuales sufren distintos tipos  de abusos, ya sean políticos, sociales o económicos, donde es posible constatar  como los aparatos judiciales, lejos de defender los derechos de los sujetos,  están más bien enfocados en resguardar a los grupos económicos de poder.
         Pese a ello, para Homi Bhaba  (1994) aún es posible encontrar espacios de negociación entre subordinado y  dominante, puesto que  dicha autoridad  hegemónica que condiciona a los grupos subalterno posee pequeños intersticios  presentes en sus discursos arbitrarios, donde el oprimido puede elaborar un  discurso  contrahegémonico desde su estatus  de marginado, y ser parte del imaginario que lo compone. Este intercambio de  valores, significados y prioridades, sin embargo, no siempre puede ser  realizado en colaboración y diálogo entre las dos partes, sino que, puede ser  profundamente antagónico, conflictivo y hasta inconmensurable (El lugar de la cultura, 1994: 18).
         En el caso de Heredia y en los  demás sujetos presentes en la novela, es posible percibir esa lucha,  especialmente en el detective, quien conforme avanza el tiempo de vida en la  saga, se resistirá a creer en los discursos que intentan conformar un  imaginario de país incluso de cómo vivir. En cada caso que intenta resolver, se  puede hallar una lucha de parte de éste por intentar develar la corrupción que  subyace en cada uno de éstos que intentan imponer una oficialidad de los  hechos. En el caso de la obra analizada, es dable observar cómo los personajes,  además de tratar de esclarecer el caso de asesinato de Reyes, intentan crear un  espacio de resistencia discursivo en la memoria de las personas, aunque sea un  porcentaje pequeño de la sociedad a quienes les llegue:
        
           -¿Qué ganan con el  barullo?- pregunté a Cotapos. –Abrimos una pequeña puerta a la verdad. -¿Cree  que al común de la gente  le interesa su  verdad? –Que mucha gente se encuentre engañada o confundida no es motivo para  olvidarse de la justicia y el respeto a los Derecho Humanos. Aunque usted y yo  fuéramos los únicos interesados, persistiría en mis empeños. (Díaz Eterovic,  2007: 68)
        
         El neopolicial, como subgénero  menor de la literatura, se vale de estos recursos para crear sus historias y  los utiliza para desplegar reflexiones en torno a la sociedad chilena y dar  cuenta de la corruptela que impera en ella. En este tipo de novela  se puede encontrar un cuadro panorámico de lo  que ha sido la vida social, política y justicia en el país esto a través de la  figura del detective. De hecho, a lo largo de sus quince novelas y su colección  de cuentos Muchos gatos para un solo  crimen (2005) que componen la saga de Heredia se puede observar cómo va  evolucionando la ciudad, sus subjetividades y como lo procesos modernizadores  la han ido mutando. Huneeus (2015) dirá que estas obras de algún modo dan  cuenta de la desesperanza social y política del presente que se vive, donde se  constata una crisis de valores, del estado liberal y democrático, ya que, a  pesar de que el crimen queda resuelto o bien queda impune, el mismo grado de  corrupción continuará como si nada hubiese pasado.
         El punto de partida del  policial es la figura del detective el cual se desplaza en el espacio de ciudad  (Huneeuss: 103). Este lugar es emblemático para el género, en vista que en ella,  desde la perspectiva de Lucia Guerra (2013) es lugar por excelencia donde  confluye un orden social, político e ideológico enfocado en lo económico, la  cual impone una homogenización por medio de sus iconos y símbolos nacionales.  Empero, esto a la larga no será más que una apariencia que oculta el verdadero  rostro de la urbe santiaguina, donde es posible encontrar una parte de ésta que  vive en el abandono:
        
           Abrí una de las ventanas y me dediqué a  observar la ciudad que a la luz de la luna tenía la aparente calma de un lago.  Sin embargo la vieja tramposa no me engañaba. Conocía la miseria y los secretos  agazapados en sus esquinas; el dolor anidado bajo los puentes, la humedad de  los conventillos, la ebria resignación de los que dormían en las veredas, la tristeza  de las putas que deambulaban por los parques, el metal traicionero de los  estiletes, el llanto del mocoso que pedía limosna en el último bus a ninguna  parte (2007: 141) 
        
         Este contraste, también se  percibe hasta en el rostro más representativo de la política chilena también  digno de desconfianza para el detective y los sujetos que lo rodean: “No me  agrada que los asesinos anden sueltos por las calles. Deberías tener mucho  trabajo, Heredia. No solo en la calles andan los asesinos y sus cómplices. También  sonríen en la prensa y posan de tipos respetables. (2007: 125)” Incluso este  juego de apariencia se puede apreciar en sujetos comunes y corrientes, quienes  ocultan su verdadero a los demás: “-¿No te aburres de observar tanta carne  fresca a tu alrededor?- -¿Carne fresca? –preguntó indicando a las mujeres que  estaban más cerca-. Deberías verla a la luz del día (2007: 123)” 
         Esta  homologación no sólo se extiende en el plano económico y social del país, sino  que también en el actuar existencial de los sujetos que los lleva a realizar  una rutina enfocada en aspectos de producción capitalista, ignorando otros de  la vida humana, como el pensarse a sí mismo. La existencia que se describe en  la obra La oscura memoria de las armas (o más bien en la totalidad de las obras de Eterovic) se vislumbra opaca, sin  sentido con desesperanza; una rutina nauseabunda cuya vida diaria deja de ser  para tener lo mínimo para vivir, acallando la voz de su conciencia con el ruido  que propone la industria del entretenimiento, se puede observar a personas casi  al borde de un tedium vitae.  Los siguientes fragmentos de la obra darán  cuenta de aquello:
        
           La existencia estaba hecha de rutinas. Si  entraba al café, a la misma hora y en cualquier día de la semana, veía casi  siempre a las mismas personas, con sus máscaras y trajes de costumbre,  interpretando el rol que les habían asignado en la gran representación humana  […] Pagaban cuentas y cumplían horarios de oficinas, seguían el ritmo impuesto  por los medios de comunicación y preferían comentar el último episodio de la  farándula y no preguntarse dónde estaban o qué hacían cuando la noche  clausuraba las puertas de las cárceles clandestinas […] (2007: 75- 76)
            Trabajaba dentro de un  reducido espacio en el que apenas cabían dos máquinas de coser y una mesa  cubierta de pantalones y vestidos en espera de compostura. Tenía una sonrisa  desganada que apenas esbozó cuando me presenté. (2007: 92) 
        
         Esta constante de  insatisfacción existencial se aprecia en la mayor parte del relato y en la  totalidad de sus relatos neopoliciales, la cual también da cuenta de una nula  esperanza de trascender y de un futuro que se va al despeñadero, puesto que y  en palabras del personaje: “en la sociedad que vivimos no permite ser muy  optimista respecto al futuro. El tiempo todo lo traga, y ellos, como tantos  otros serán olvidados […] (2007: 96)”
         Por su parte, Huneeus  plantea que el espacio ciudad cada vez más  crecido en cuanto a población  y  aumentado por los procesos de modernidad, genera zonas donde el universo de  sujetos se desplazan cada vez más anónimos, además de solitarios. Lucia Guerra,  quien cita a Walter Benjamin (Ciudad,  género e imaginarios urbanos, 2013: 20)  dirá que el impacto sicológico que genera la ciudad en las personas harán que  éstas se desplacen en orden de una economía de lo fugaz y transitorio y miren  sin ser mirados, generando un alejamiento en el otro, Hecho que se puede  comprobar  por ejemplo en la propia  subjetividad de Heredia, quien a pesar de vivir en un departamento que condensa  a un grupo de personas, éste ignora las identidades de los sujetos que la  habitan, pese a habitar un espacio reducido, cada vez se ven más alejados de sí  mismos pese a su cercanía. “[…] a medida que descendía fui pensando en lo poco  que sabía de los residentes del edificio […] la mayoría de los vecinos eran un  juego de mascara sin nombres con las que me cruzaba al salir o entrar al  edificio […] (2007: 13)” hecho que no deja de ser relevante, considerando que  uno de los principales gestores del asesinato literalmente estaba a metros de  su oficina todo el tiempo. 
         Por otra parte, además del  alejamiento que se tiene con el Otro, es posible percibir  un grado de resignación en los sujetos,  quienes se conformaron  a vivir en torno  a una existencia que gira más en aspectos del trabajo, trabajo que por lo demás  está más enfocado en los intereses de una clase empresarial que por un fin de  autorrealización. Esto se ve reflejado en la resignación que muestran los sujetos de  la novela desde la óptica del detective, el siguiente fragmento dará cuenta de  ello: “Me detuve en una esquina a contemplar a los obreros y oficinistas que  avanzaban sin entusiasmo a un  destino de  ocho o diez horas entre las paredes de una oficina o fabrica. La vida como  repetición constante, pensé mientras buscaba mis cigarrillos  en la chaqueta. (2007: 127)”
                  Heredia, por su parte tendrá su  postura crítica a toda esta variopinta que entrega los sistemas económicos y se  mantendrá al margen, incluso a los procesos de modernización, hecho que se  constata, por ejemplo, el que todavía no opte por comprarse un celular o bien  un computador, incluso resistirse a aprender sobre ello para realizar sus  pesquisas o atraer clientes a su oficina, en su lugar prefiere mantener sus  métodos anticuados al momento de hacer sus indagaciones. Inclusive se puede  observar que el protagonista se niega a ser parte del estilo de vida que  enfatiza el neoliberalismo, el cual ensalza la economía y el endeudamiento,  donde están un porcentaje considerable de los chilenos[4].  El protagonista se mantendrá distante a este ideario ya inserto en los chilenos  prefiriendo una existencia con menos lujos, pero no menos enriquecedora: “Hay  que andar al ritmo de los tiempos don- A ese paso, solo andarás al ritmo de las  deudas. Acabarás como la mayoría de los chilenos, endeudado y con estrés[…]”-  Quiero gozar de algunas comodidades, don- Un libro, un buen lecho, una mesa  bien servida, una música que acaricie el oído- (2007: 244)
         Además de mantenerse alejado de la lógica  consumista, tendrá un juicio rabioso contra ésta. La ciudad y los procesos de  neoliberalismo ofrece la oportunidad de acceder a los productos y con ello genera  una ilusión de abundancia, pero no todos tienen la posibilidad de obtener lo  que ofrece el mercado, algunos, principalmente la clase menos favorecida  económicamente hablando, simplemente deben conformarse con los despojos que  dejan las personas pudientes.  Beatriz  Sarlo dirá: “la ciudad no ofrece a todos los mismo, pero a todos les ofrece  algo, incluso a los marginales que recogen las sobras por los incluidos. (La ciudad vista, 2009: 13)” 
         Este hecho se puede constatar en el  siguiente fragmento:
        
           “En  seguida me llamó la atención un niño que tironeaba de la manga de su madre,  frente a la vitrina de una tienda que vendía juguetes y ropa de segunda mano.  Me acerqué a su lado y lo vi indicar a un astronauta descolorido que le faltaba  uno de sus brazos. Junto al astronauta había una muñeca con cabellos  apelmazados y un oso de panza raída. Recordé a los niños con los que había  compartido mis años de infancia en el orfanato y sentí que algo parecido a la  rabia brotaba desde mis entrañas. El pequeño era uno de los tantos niños que  debían conformarse con los desechos de otros (2007: 171)”
        
        Por  otro lado,  la misma autora dirá que  lugares  como los malles creará la  ilusión de independencia de la ciudad con su ornamentación interna, la cual la  aleja de lo que acontece en el exterior de ésta. Aquello se irá expandiendo  acorde a los moldes de un capitalismo globalizado,  que hará que aspectos del pasado se vayan  atenuando o simplemente desaparezcan en su totalidad, esto se observa en los  cambios estructurales que ha ido sufriendo la ciudad a lo largo de toda la  saga, donde paulatinamente van mitigando   los lugares de antaño que frecuentaba el personaje, a su vez que  desvanecen cierto hitos que mantenía un arraigo del pasado del país, en el  fondo se intenta asignar una homogenización acorde a un discurso capitalista que  impone sus estructuras de consumo, borrando todo atibo de conflictos de antaño. Sobre esto, Malva Marina Vásquez dirá  que: “Este hecho tiene una dimensión histórica: la ciudad se construye  desechando recuerdos sucios” (2013: 309).   Todo va siendo suprimido y se va transformando en economía y comercio,  hasta aquellas instituciones que en cierta forma debiesen expandir conocimiento.  A juicio de Heredia: “Todo se volvía comercio gracia a los genios que imponía  la economía de libre mercado; las autopistas, los cementerios, los hospitales  las escuelas y universidades, el uso de las plazas, la luz de la luna, el aire  salobre del mar. (2007: 149)”
         Además  de homogeneizar y crear un estado de independencia con la ciudad, los malles  según la autora argentina ahuyenta la irregularidad, ya que se instalan normas  de control y vigilancia, ofreciendo mayor seguridad de lo que podría ofrecer la  ciudad con sus espacios públicos. En contraposición a la urbe, los centros  comerciales se perciben como un espacio estructurado de acuerdo al orden del  mercado que entrega resguardo. En dicha zona se trata de armonizar  racionalmente sin que se admitan elementos que rompa dicho orden, expulsando  cualquier tipo de intervención desarticuladora de la lógica interna del lugar,  puesto que: “[…] en oposición a lo que rige lo urbano, incluso a lo urbano más  planificado, el shopping expulsa la casualidad y junto con ella cualquier  intervención fuera del programa. (…) modelo de un mercado ordenado, el shopping  ofrece un modelo de sociabilidad ordenada entre “iguales” sin interferencia de  acontecimientos no programados (Sarlo: 24).”   Hecho que se puede comprobar en una de las pesquisas que hace el  detective en el mall cuando va en búsquedas de pistas para dar con los  culpables. En esta ocasión el protagonista sale bastante maltrecho, y es  ayudado por un desconocido que trabaja en las inmediaciones. Llama la atención  el diálogo que sostienen: 
         “¿Te  pillaron robando? Preguntó y no supe que contestar […] parece que no tienes  ningún hueso roto. He visto a otros en peores condiciones –agregó- […] ¿Quién  eres?- le pregunté. El encargado de limpiar los contenedores de basura. Vi  cuando los tres tipos te sacaban del edificio. Deberías saber que no es fácil  robar dentro del mall (2007: 163-164).” Este espacio además de resguardar el  orden y generar una homogenización en las personas en su tránsito por el lugar,  se transforma en una nueva esfera de socialización que viene a reemplazar  aquellos lugares que antiguamente se reunía la ciudadanía:
        
           “Donde antaño existió un monumento al Che  Guevara había unas replicas gigantescas de Mampato y Ogú; donde recordaba haber  visto viejas casas de adobe, se levantaban enormes edificios de departamentos;  en el estadio donde Lo Prisioneros dieron su primer recital, se imponía la  estructura de un supermercado cuyas escalera metálicas se veían desde la calle,  permitiendo observar a la clientela que entraba y salía de lugar, como un  interminable desfile de hormigas. (2007: 197)
        
        Sin embargo, pese a la ilusión de abundancia  que hay en el interior del centro comercial, es posible percibir un contraste,  reflejado en las personas que se agolpan fuera de estos y en las calles para  pedir limosna, hecho que no escapa a los ojos del personaje, quien retrata con  desencanto y hastío el hecho: 
        
           “Las  calles todo seguía el mismo orden de siempre, si así se podía llamar a la  confusión provocada por los autos que luchaban por adelantarse unos a otros, y  a la gente que caminaba deprisa, sorteando a su paso las instalaciones de los  vendedores callejeros y las manos extendidas de los borrachitos que pedían unas  monedas para comprar el yogurt de uva o el cartoné que necesitaban para dejar  de tiritar (2007: 171)”
        
         Por su parte, también criticará el  sistema de trabajo que impone la sociedad, en la cual cómo se comprobó, aliena  a los seres humanos. Si bien, el estar inserto en el sistema laboral genera un  grado de tranquilidad por la posibilidad de satisfacer necesidades básicas de  consumo, esto no necesariamente otorga felicidad a los sujetos, más bien, como  se pudo observar, sucede todo lo contrario, hecho que incluso se puede cotejar  en el propio protagonista, quien a veces, por fuerza debe optar por un trabajo  secundario cuando no tiene casos que resolver. Las siguientes líneas dan cuenta  de ello:
        
           Mi  principal ocupación, a falta de clientes que llegaran a la oficina, y lo que me  permitía ir tirando por la vida, junto con las apuestas afortunadas, era  reseñar extensos y aburridos libros […] El trabajo de las reseñas me lo había  conseguido un antiguo compañero de universidad. Estaba tranquilo pero no podía  asegurar que fuera feliz. (2007: 11) 
        
        Pese  a que es el personaje principal quien optó por mantenerse al margen de los  códigos del trabajo asalariado, escogiendo un oficio que escapa de la normativa  laboral impuesta por el sistema neoliberal, puesto que es él quien crea su  horario, no lo presiona ningún jefe, sino su propia conciencia más que sus  clientes, es por medio de su oficio de ser El  hombre que pregunta (2002) que el protagonista tiene la posibilidad de  indagar los oscuros trasfondos de la sociedad y hacer justicia para aquellos  que no tienen posibilidad de acceder a ella verdaderamente, y con ello elaborar  un discurso contrahegemónico, o llegar a sentir El leve aliento de la verdad (2012). Empero, esto no quiere decir  que no haya agotamiento de parte del personaje, sino todo lo contrario, se  percibe un cansancio cada vez mayor en él y éste se va en crescendo. 
        
          
            -¿Qué siente usted cuando resuelve un  caso?-  preguntó un rato después  -Doy vuelta la hoja y a otra cosa mariposa-  No embrome, Heredia. Dígame la firme. –Exprimes tus sesos durante unos días,  dejas los pies en la calle y de pronto se acaba el misterio. No tienes más que  pensar. Víctimas, huellas, sospechosos, culpables. Todo se integra al borroso  dibujo del pasado […] -¿Le gusta su trabajo? –Mucho, pero últimamente he  pensado en tomar un descanso (2007: 284)
        
        Sin  embargo, pese a su extenuación que va aumentando, tanto en el plano físico como  existencial, no es impedimento para ser fiel a sus propios ideales y no dejarse  corromper  por una sociedad donde prima  el consumo, por sobre los valores humanos. Éste se mantendrá como un testigo insobornable  de la historia del país. Aunque traiga repercusiones en su aspecto económico, y  ello a la larga lo deje cada vez más solitario, quedándose únicamente como bien,  su música de la soledad.
        
              Palabras finales.
          Como se pudo constatar, la obra de  Ramón Díaz Eterovic, valiéndose de la estructura del género neopolicial da  cuenta del acontecer del país no solo desde el ámbito de la ciudad, sino que  también desde el plano de la subjetividad de las personas, por medio del juicio  crítico que hace el personaje de Heredia en torno a la metrópolis que habita y  los problemas que la aqueja, enfocado principalmente en los abusos que hace la  clase política y del empresariado.
         A lo largo de sus obras, se ha visto  cómo el espacio de la urbe, junto a sus habitantes han ido evolucionando, desde  su primera obra La ciudad está triste,  donde encontramos el personaje en medio de la dictadura que acaeció a Chile,  hasta La música de la soledad, donde  se encuentra en un país ya en “democracia”, aunque no por ello menos represor  como el gobierno militar al momento de hacer valer su oficialidad y su  intereses políticos y económicos solapados  a la sombra del dinero. 
         En  el caso de la obra analizada, ésta se sitúa ya en periodo pos dictadura, no  obstante se pudo verificar cómo los procesos de globalización, que se impuso en  el gobierno militar, y que se fue consumando en el periodo de transición,  afecta tanto a la ciudad como a los sujetos  que la componen, en la medida que van desplazando lugares de antaño hasta  hacerlo desaparecer,  borrando con ello  todo atisbo con el pasado y reemplazarlo por estructuras que son propias de la  lógica del mercado, tales como los malles, evitando con esto un diálogo crítico  con la historia y con ello imponer un oficialismo en el presente, acorde a la  lógica de la economía. El espacio de la ciudad, se amplía conforme avanza el  tiempo y va generando un distanciamiento con los semejantes, que se traduce  como un desinterés por la vida del otro.
         También estos procesos de  reestructuración proveniente del neoliberalismo genera insatisfacción en los  personajes inmersos en el universo herediano, en la medida que éstos deben  someterse a la lógica imperante, principalmente relacionado en el ámbito de lo  laboral para poder (sobre)vivir, sin embargo, pese a entregar un poco de  tranquilidad en aspectos económicos, esto genera infelicidad en los sujetos,  incluso en el detective cuando debe realizar labores ajenas a su labor de  investigador.
         Sin embargo, pese a las fuerzas  opresoras que imponen dicho orden en los individuos y en la ciudad, aún es  posible encontrar espacios de resistencia a los discursos hegemónicos,  principalmente en las reflexiones que hace el personaje de Heredia y su  búsqueda por la verdad, es por ello que el autor, a través de sus obras crea un  discurso que pone en cuestionamiento la sociedad en la cual se habita, dando la  posibilidad de repensar aspectos del pasado, como del presente.
         
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        Notas
        
          [1] El personaje en esta entrega  ya cumplió sus primeros 50 años de vida. Han transcurrido 20 años en el tiempo  del relato desde su primer caso “documentado” en su novela “La ciudad está  triste.” Desde ahí el paso del tiempo ha sido inexorable tanto con la vitalidad  del personaje como el cambio que ha sufrido la ciudad desde la época de  dictadura y el periodo de transición a la democracia 
         
        
          [2] Tanto Shalisa Collins como  José Promis analizan la narrativa de Ramón Díaz Eterovic desde la obra La ciudad está triste (1987) hasta A la sombra del dinero (2005). En tanto  Epple en su obra
         
        
        
         
         
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