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NOSTALGIA, UTOPÍA Y NACIÓN EN LA OSCURA MEMORIA DE LA ARMAS DE RAMÓN DÍAZ ETEROVIC
Bárbara Aburto Bórquez
Magíster en literatura chilena e hispanoamericana
Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile
barbara.aburto85@gmail.com
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RESUMEN
El presente trabajo de investigación y análisis tiene el objeto de generar una propuesta de lectura del texto “La oscura memoria de las armas (2008)” de Ramón Díaz Eterovic. El enfoque de estudio se centrará en la construcción de la imagen nostálgica y derrotada de nación que erige el utópico protagonista de la novela a partir del marco contextual la dictadura militar y la imposición del sistema político neoliberal imperante.
Palabras claves: Nostalgia, utopía, nación, dictadura, sistema neoliberal.
ABSTRACT
The purpose of this investigation is to generate a reading proposal for the book La oscura memoria de las armas (2008) by the writer Ramon Diaz Eterovic. The focus of the study will be centred in the construction of the nostalgic and defeated image of the nation which is created by the utopian main character of the novel. This image is made from the context of the military dictatorship and the neoliberal political system
Key words: Nostalgia , utopia , nation, military dictatorship, neoliberal system.
Ramón Díaz Eterovic, novelista, cuentista y poeta chileno nacido en 1956 es originario de la ciudad de Punta Arenas. Estudió Ciencias Políticas y administrativas en la Universidad de Santiago y actualmente se desempeña en el área de Administración Pública en la Universidad de Chile. Junto con Roberto Ampuero ha sido considerado por la crítica literaria como principal exponente del género policial y de la novela negra latinoamericana. Su trabajo escritural , en cuanto a novelas policiales, se extiende en una decena que inicia el 87 cuando emerge la saga novelesca con “La ciudad está triste” hasta finalizar el 2014 con “La música de la soledad”, obras todas que tienen como protagonista a Heredia, un lacónico, solitario y marginal detective privado que con un discurso anárquico y mordaz desenmascara la realidad de un país herido, devastado por años de crímenes e injusticias sociales, políticas y económicas, configurándose, de este modo, en una suerte de espía solidario y comprometido con la sociedad que socava sagazmente los subterráneos de Chile con la finalidad de develar las desigualdades e impunidades que lo aquejan.
En La oscura memoria de las armas (2008), Heredia es un detective privado que bordea los cincuenta años, se encuentra sin trabajo y deambula por un Santiago en que pululan bares y hoteles de baja categoría donde circulan insólitos personajes que forman parte de su imaginario[1] hasta que Griseta, su amante, le presenta el caso de Germán Reyes, quien fue asesinado por dos sujetos, aparentemente, sin razones ni pistas.
La historia que se cuenta nos obliga a indagar en una verdad siniestra que dibujó el mapa político y social de un Chile herido y que obligará a Heredia a inmiscuirse en un campo minado que incluye fantasmas del pretérito, con sus víctimas y victimarios de la época de la dictadura militar.
LA SOCIEDAD CHILENA EN CRISIS: EL AUTORITARISMO Y LA DEMOCRACIA INCONCLUSA.
La obra de Ramón Díaz Eterovic ha sido someramente abordada por la crítica literaria y si bien es cierto es escasa la opinión que se ha hecho sobre esta obra en particular, sí se han encontrado otros aportes respecto a otras novelas del mismo que, para efectos de las temáticas a abordar en este artículo, son pertinentes. En “Chile mirado bajo la lupa de Heredia”, Cristian Brito destaca cómo el autor se atrevió a cultivar y fomentar la novela negra, otorgándole una identidad nacional al poner al descubierto la situación político-social del país en épocas de crisis, instándonos a reflexionar sobre nuestra realidad y sobre la condición humana. En alguna medida, la novela policial de Díaz Eterovic pasa a tomar el rol de la novela social y política.
Siguiendo la línea de Brito, Patricia Espinosa, en “El leve aliento de la verdad”, señala que el autor de “La oscura memoria de las armas” es uno de los más grandes referentes latinoamericanos de la novela negra, ya que su trabajo escritural retrata un contexto social político real que tiene como ejes temáticos la corrupción, el poder y la crítica a la modernidad, combatidas por un sujeto marginal pero profundamente justo, nostálgico y aguerrido en su labor.
Alexis Candia en “El hombre que pregunta: de los crímenes de estado a los sospechosos de siempre” agregará que Ramón Díaz Eterovic se consolida como la figura símbolo del relato neo policial en Chile ya que su obra propone el develamiento de la verdadera y oscura historia de un país signado por la violencia, los delitos, la injusticia y la degradación existente en el país y en Latinoamérica.
Por último, en un comentario crítico a la novela a analizar, el escritor Juan Mihovilovic hace hincapié en la figura de Heredia como un sujeto temerario y nostálgico, pero comprometido con el cumplimiento de la ley, convirtiéndose en el desmitificador de la sociedad chilena, asumiendo el juego de la trastienda y desenmascarando, en la obra, la hostilidad y crudeza del país que habitamos.
Como se advierte hay varias voces que coinciden en que una zona relevante de la narrativa de Díaz Eterovic consolida el canon del neo policial latinoamericano agregando aspectos ligados a la sociedad chilena en crisis, a la desigualdad económica, a los autoritarismos y a las democracias inconclusas.
LA RESISTENCIA DE UN NOSTALGICO
El foco de estudio se centrará en la lectura de “La oscura memoria de las armas”, como una novela en la que Heredia, se instituye como un sujeto eminentemente nostálgico y utópico que construye en la obra una imagen identitaria de nación desencantada, al mostrarnos un país en crisis por la transición a la democracia tras la dictadura militar y el advenimiento o imposición del sistema neoliberal que lo insta a mantenerse estoico, a resistir en un Chile actual desmemoriado al que enfrenta con su mirada irreverente en la necesidad vital de dar la batalla incansable por la justicia y la verdad y de no sucumbir junto al mundo que se desploma.
Con una innovadora propuesta en la trama, Díaz Eterovic se arriesga con un detective de ingenio cáustico, que es un sujeto temerario y dispuesto a todo con el objeto de dar finalmente con la verdad, develando en el camino instancias de injusticia, corrupción y ambiciones desmedidas.[2] El oscuro detective Heredia, a juicio de Guillermo García Corales[3], es un ser solitario, desilusionado de la existencia y poseedor de un discurso lacónico, sarcástico y contestatario. Esa desilusión que le es característica tiene su origen en cómo Díaz Eterovic ha estructurado a este detective bajo un evidente perfil sentimental y melancólico.
HEREDIA: UN PERSONAJE ANCLADO AL PASADO.
Dentro de las investigaciones en la línea de la narrativa policial el Doctor en Estudios Americanos de la Universidad de Santiago de Chile, Clemens Franken Kurzen, citó a Kristeva con el objeto de encuadrar a Heredia en la definición de sujeto nostálgico:
Un individuo que vive condenado al deseo y al recuerdo. Marginado de la verdadera vida, exiliado de la felicidad, y que padece de una condena perpetua que implica la obsesiva búsqueda de algo perdido que nunca encontrará de nuevo, con lo cual el yo que sufre la pérdida jamás puede resignarse[4].
La idea de la nostalgia o el dolor por aquello que no está es un tópico que circunda la obra toda. Desde las primeras páginas observamos incluso que es el mismo protagonista quien se autodenomina como el “caballero de la triste figura” (Eterovic 23) , comparándose con Alonso Quijano en su esencia idealista y al mismo tiempo melancólica de ver el mundo pues es un individuo contemplativo y filosófico. Claramente el detective es un ser inestable psicológica y emocionalmente, que en palabras de Kristeva se encontraría en “eterna protesta”[5] contra sí mismo y contra el mundo en el que vive. El autor del libro al ser entrevistado da claras razones por las cuales el detective Heredia padece de nostalgia, señalando que el personaje (al igual que el autor) es un sujeto aferrado a una época que parecía ser más transparente, donde había más posibilidades de creer en utopías, y de pensar que el mundo podía cambiar. Esto se comprueba en los dichos del mismo autor cuando señala:
“[…]Yo tenía 15 o 16 años en los 70 y estábamos recogiendo toda esa cosa maravillosa de la década de los 60. Pensábamos que de ahí en adelante íbamos a ser protagonistas de una época de muchos cambios, no sólo políticos, sino también en la manera de relacionarse, en la música, en la literatura y todo eso se nos cortó de repente. Empezamos a vivir otro cuento bastante diferente. Entonces creo que la nostalgia de Heredia es aferrarse a ese sueño, a esa posibilidad de poder participar en una sociedad más viva y alegre.[6]
En el amplio sentido de la palabra, Heredia parece estar en constante caída libre, pendiendo de un paracaídas destinado al naufragio pues choca con una realidad que es lo opuesto a lo que imagina o vehementemente desea.
En “El sol negro: depresión y melancolía” Julia Kristeva afirma que el sujeto nostálgico se caracterizaría por vivir:
Una vida insufrible, cargada de penas cotidianas, de tragos amargos, de desconsuelo solitario, a veces abrasador, otras, incoloro y vacío. En suma, una existencia sin vigor, aunque en ocasiones exaltada por el esfuerzo realizado para continuarla o naufragar a cada instante. (Kristeva 10)
Es decir, en su espacio de intimidad, desde su ventana y junto a su amigo y socio Simenon en el pequeño departamento de calle Aivillú, observa con melancolía el paisaje desolador de la ciudad de Santiago y cavila acerca del paso del tiempo, la fugacidad de la vida, la levedad del ser y la miseria humana intentando dar un giro a la realidad, contribuyendo con su afán idealista y haciendo el bien en pos de un mundo desahuciado.
En “La oscura memoria de las armas” (2008), el protagonista pone en evidencia la dificultad que significa la perdida de la juventud y el cansancio de los años . Siguiendo con el trazo temático respecto a la nostalgia, en el siguiente fragmento el detective dirá:
“[…]Me despertaba una leve nostalgia por la agilidad de mis veinte años y mi cabellera que llegaba hasta los hombros, mi cabello era firme y abundante pero las canas que lo matizaban me obligaban a recordar que las hojas del calendario habían ido cayendo con su inevitable rigor”. (Eterovic 13).
Heredia es dueño de un discurso eminentemente reflexivo, poético y existencialista por lo cual asume que el tiempo trascurre inevitable y avasalladoramente. A esta idea de la nostalgia, agregará “[…]También extrañaba las correrías por la ciudad para encontrar fragmentos de verdad tan efímeros como el resplandor de estrellas fugaces que a veces cruzaban el sucio cielo de la ciudad de Santiago. (12). En este tramo se puede apreciar cómo el detective se conmueve por el paso del tiempo y por la dificultad que implica luchar por la igualdad y la verdad en un mundo inhóspito, vacío de esperanzas y tenebroso.
Con respecto a las relaciones humanas, por ejemplo, el protagonista dialoga con Simenon y dice “[…] la ciudad impone una vida rápida e impersonal, sin muchas oportunidades para los sentimientos “(16) frase con la que no solo hace referencia al individualismo de las personas en la actualidad sino que también da paso a la apertura de una temática densa y punzante que ha recorrido la obra literaria de muchos autores contemporáneos que abordan el tema de la dictadura militar , cuestionando, interpelando y reconstruyendo desde la imaginación relatos definidos como ficcionales pero con indudables elementos referenciales orientados hacia el rescate que se realiza en torno a las vivencias de los muchos chilenos que sufrieron la opresión y el mutismo servil ante las clases hegemónicas del poder en Chile.
Como diría García Corales “[…]la melancolía se reafirma en los tiempos de crisis”[7] y Heredia se estremece con esta realidad, siente impotencia hacia la impunidad y se refiere al tema, diciendo “[…]La muerte silencia todo. Víctimas y culpables cubiertos por la misma tierra o azotados por la misma lluvia que deslava las lápidas hasta que no queda nada.” (Eterovic 31). Con este juicio de valor, con este discurso de protesta el detective se compromete y solidariza, pues como lo señala en más de una ocasión el dinero no es lo que mueve su ser sino la búsqueda de la verdad y la justicia lo que lo movilizan en su actuar.
El sentimiento de impotencia que le provoca el escenario de violencia y de inequidad que vive el país se demostrará cuando agrega “[…]el tiempo borra las huellas del golpe artero, el eco del grito, la crueldad del ejecutor. Demasiado olvido, y ¿el dolor?, y ¿la humillación? y ¿el miedo? (31). “[…]Miedo enquistado en la piel de un país que oculta sus verdades tras una capa de mentiras consensuadas”. (49) y con esta última frase nos da a entender su repudio hacia el sistema y a un país que aparenta el orden y la prosperidad cuando en cambio vive el caos y la mediocridad de una organización que es capaz de albergar bajo un mismo espacio de convivencia a torturados y torturadores que se mueven como fichas de un ajedrez dominados por un poder superior que a diestra y siniestra los ubica y reacomoda a su beneficio.
Finalmente podemos afirmar que la búsqueda incesante de lo perdido, que es como define nostalgia Julia Kristeva, podrá verse en la totalidad de la novela, es transversal pues el protagonista padece de un estado angustioso y anhelante que lo obliga en cada momento a reflexionar y tomar partida ante la injusticia y la carrera avasallante que le impone la vida.
LA COMUNIDAD IMAGINADA DE HEREDIA
El estado de ánimo oscuro y nostálgico de este solitario protagonista emerge de sus vagabundeos por las siniestras arterias de un Santiago marginal y precario y de su rechazo absoluto y radical al sistema social político y económico. García Corales sostiene que Heredia se irrita y entristece por los gestos posmodernos del contexto socio-político[8]. Este peculiar investigador no usa teléfono celular, ni tarjetas de crédito ni va de visita a los centros comerciales, tampoco mira televisión y sólo en ocasiones escucha la radio pues argumenta que en las noticias se trasmiten sandeces. Bajo su lupa vemos como transita por los sinuosos callejones de una urbe en decadencia, de un laberinto que describe como tétrico y despiadado. A todas luces el detective es un sujeto atípico, y que construye y pone en evidencia una imagen de sociedad con muchas fracturas y carencias. En esta perspectiva es necesario señalar cómo es que este detective instituye una imagen de nación doliente y derrotada por la cual siente tanto pesar. Heredia es adepto a la disidencia y a la denuncia del sistema hegemónico dominante y controlador. Ello explica su rechazo al presente, su malestar, y su alteración e indignación ante el contexto de represión y de violación a los derechos humanos lo cual lo obliga a instalarse en una suerte de imaginario que finalmente cae en lo grotesco y frustrante. En la búsqueda de un concepto de país o de nación, Ignacio Álvarez en el texto “Novela y nación en el siglo XX chileno” siguiendo la definición de Benedicta Anderson de comunidad imaginada y los aportes que Grínor Rojo propone que la nación se instituye como artefacto cultural, como una construcción de identidad cambiante capaz de definir y situar al ser humano (Cfr. 28). Este concepto al que Álvarez otorga un marcado acento cultural al nombrarlo también como representación, sirve de fundamento para el postulado de que lo que hace Heredia es, en el fondo, construir o erigir una identidad nacional, a nuestro juicio, creando una imagen de patria derrocada política, económica y socialmente.
Bajo esta configuración de nación, entendida como comunidad imaginada y como construcción identitaria, haremos el ensamble con la noción o representación desilusionada que Heredia, el protagonista de la novela a analizar, sostiene al poner en evidencia una ciudad truculenta. Ejemplo de ello es cuando hace mención a cómo los victimarios de los crímenes cometidos en la dictadura se encuentran impunes viviendo en la ciudad, tranquilamente sin ser castigados “[…] Los tipos que se dedicaron a torturar hoy están bien escondidos. Callados tienen más oportunidades de no ir a la cárcel” (Eterovic 61). A ello, agrega “[…] La impunidad sigue vigente (70) y con ello reafirma no sólo su posición crítica y contestataria frente a los sucesos mencionados, sino que además refuerza la imagen fraudulenta y decadente del país. Una patria precaria y con las contradicciones propias de una dictadura que se propuso instalar el neoliberalismo con la promesa del auge financiero, escenario concreto donde la utopía mostraría sus logros, lástima que el resultado final es, a los ojos de Heredia un carnaval patético compuesto por mendigos, vendedores callejeros de productos “made in Taiwan” y travestis.
“[…]La oscuridad agitaba sus alas sobre las veredas mal iluminadas. […] Las tiendas en las que vendían artículos eléctricos, relojes, joyas de ínfima calidad y videos tenían sus cortinas metálicas cerradas y a lo largo de la calle algunos cartoneros atesoraban los desechos. […] Los perros olfateaban la basura buscando restos de comida al igual que los vagabundos. (Eterovic 107-108)
El protagonista devela estas imágenes crueles, paródicas, ácidas y al mismo tiempo violentas para representar o simbolizar la miseria y la degradación de los desempleados, de los vendedores ambulantes, de los sujetos que tras el golpe militar fueron parte de un territorio en constante disputa y supervivencia. A esto agrega el alcoholismo como moneda cotidiana ante la falta de oportunidades “[…]En la calle, las manos extendidas de los borrachitos que pedían monedas para comprar el yogurt de uva o el cartoné que necesitaban para dejar de tiritar. (171) y la prostitución:
“[…]Había una masa espesa de sudores, humo de cigarrillos y vahos alcohólicos. A mi alrededor, personajes de una tragedia cotidiana. Tipos cansados, mal vestidos y con el inconfundible estigma del fracaso en la mirada. Y mezclados, entre ellos, las pelusas que vendían cigarrillos y las putangonas viejas que merodeaban como tiburones a punto de atacar a un grupo distraído de bañistas (207)
La condición de calle es también un fenómeno que en la novela se muestra como una de las consecuencias de la pobreza y que padecen muchos habitantes de la ciudad. Esta atmósfera fomenta el clima de la violencia y la incredulidad en la buena fe y en la solidaridad de las personas. Así se demuestra cuando apunta “[…]Un anciano se me acercó y me pidió unas monedas para pagar la hospedería donde arrojaba sus huesos cada anochecer, me miró asombrado” (76). Con el desamparo como telón de fondo es admisible que los sujetos adquieran esta conciencia descreída hacia la humanidad sin embargo es justo allí en donde nuestro investigador escarba intentando resignificar la realidad.
Finalmente, y frente a toda reprobación del protagonista a la organización social y al sistema valórico imperante, que pone de manifiesto el desatino y la falta de cordura, lo vemos decir “[…] En la radio, una mezcolanza de nombres y cifras en las que valía lo mismo un gol, el aumento de la cesantía, una corbata italiana y la muerte de unos niños. Proteste en voz alta. (203), constituyéndose esta cita como muestra de la superficialidad y sandez de la humanidad, la falta de táctica o liviandad con que se abordan los conflictos y la poca capacidad para discriminar entre los sucesos realmente importantes y contingentes que afectan al país haciendo un ataque directo y violento, con una crítica social corrosiva, pero al mismo tiempo melancólica que da cuenta de una realidad degradada, muy lejos de un espléndido sueño y más bien un infierno en la tierra.
QUIMERA DE UN PAIS QUE SE FUE
El concepto de utopía etimológicamente hablando significa “lo que no está en ningún lugar”. En el texto Utopía, creado por el inglés Tomas Moro se hace mención a una comunidad ficticia cuya organización política, económica y cultural contrasta en muchísimos aspectos con las comunidades contemporáneas tan alejadas de la perfección y pureza de la que el autor habla. Heredia es un detective utópico que defiende la vieja quimera de vivir en un mundo mejor, con más justicia social y con menos sufrimiento. Esta es la razón por la cual cae constantemente en la desilusión, pues con sus códigos éticos irrefutables se mantiene fiel a los ideales del amor, la honestidad, la justicia y la solidaridad [9] y con ello tiende a darse de bruces una y otra vez con la realidad que es tan distinta a lo que él imagina. Ya que, según su criterio, existe un país que enarbola las banderas del exitismo descuidando o ignorando que la prosperidad económica, o al menos el deseo de que ello así sea, convive con la delincuencia y la baratija.
Ahora bien , así como la nostalgia es un tema repetitivo , la resistencia también , es la otra cara de la moneda que pone el detective frente a la adversidad y es un rasgo que notamos también a lo largo de todo el texto , por ejemplo cuando dice “[…]No estaba pensando en mis honorarios, el principal misterio parece ser su hermano” (Eterovic 21) y reafirma la idea de no estar interesado en el dinero sino en el acto solidario de ayudar al otro y de detenerse a pensar en la humanidad y cual caballero andante, da la lucha, y anhela contribuir a la sociedad agregando “[…]Mi trabajo era hurgar en la memoria de las personas y seguir creyendo en la ilusión de un futuro mejor” (71) y aquí, especialmente, da cuenta de un suceso real, de la utopía social en la que creía la generación del proyecto de la Unidad Popular, que, en el fondo, aspiraban a mantener vigente esa ilusión, porque creían que dentro de ella había valores esenciales por los cuales vibrar y dar la pelea.
En consecuencia, de lo anterior, Heredia, que es un derrotado, pero con un fuerte impulso ético-utópico piensa que en este mundo debemos dar la lucha, llevar el fuego dentro que mantiene la esperanza, no sólo pensar en forma individual sino comunitaria para dar la reyerta frente al aplastante deterioro que revela la ciudad. Así, por ejemplo, argumenta “[…]No podía dejar de creer en la incansable esperanza que cada mañana me impulsaba a acercarme a la ventana a ver si el sol seguía en su lugar (107). Este hombre alicaído cavila constantemente sobre la creación de un mundo más humano e intenta hacer de su trabajo una contribución a la sociedad diciendo “[…]Aunque no tenía una abultada cuenta corriente sentía el discreto orgullo del hombre que vuelve a casa con la satisfacción del trabajo cumplido” (76) y con esto da cuenta de su afán solidario y desinteresado, aferrado al mundo anterior a la modernidad[10] , como sostendría García Corales , sin tantas argucias como luces de neón y los McDonald’s.
Así, Heredia, cual caballero de la triste figura, con quien él mismo se compara haciendo alusión a don Quijote de la Mancha, se delinea en la novela como un personaje nostálgico, lector voraz, aventurero y tremendamente idealista. La comparación con el caballero andante tendrá su fundamento cuando el detective agrega hacia el final del texto “[…] Soy demasiado consiente de la realidad y los demás viven en un sueño de idiotas del que no quieren despertar” (Eterovic 241) y como ya lo señalaba Kristeva unos párrafos más arriba, la obsesiva búsqueda de algo perdido que nunca encontrará de nuevo es lo que le duele y acongoja, esa pérdida es de lo que jamás puede resignarse.
El hecho de no desertar es la clave de su atractivo, en palabras de García Corales Heredia insiste, aunque sea por una pequeña dosis de verdad y justicia, aunque se mantenga solo en la oscuridad y sus sueños se hundan en las arenas movedizas de la derrota[11].
La necesidad perentoria de la novela de Díaz Eterovic por instalar un personaje que encarne los valores de una nación perdida, fragmentada primero por los sangrientos hechos posteriores al golpe de 1973 y luego a la instauración de una democracia cargada de pactos de silencio, convierten esta novela en la alegoría de una utopía perdida que vale la pena reivindicar (para el personaje) a pesar del lastre innegable de la realidad.
CONCLUSIONES
En La oscura memoria de las armas Ramón Díaz Eterovic construye a un personaje que está enfermo de nostalgia de vivir en un país, que desde su óptica , establece y describe como derrotado y en el cual se siente ajeno y en ocasiones, abatido.
Heredia , evoca épocas de antaño y mira hacia atrás con la tristeza de ver perdida la vieja idea de un mundo más justo y fraterno. En oposición a ello , muestra una imagen de nacion que surge al alero de las fatales consecuencias de la dictadura y el sistema de gobierno neoliberal imperante , graficadas en el texto, como un circo desvirtuado, que representa la decadencia y la miseria a la que el hombre se ve enfrentado.
En este escenario el detective arremete y se configura como un disidente frente a la realidad y el modelo impuesto, no claudicando a sus principios esenciales de justicia, solidaridad y verdad sino más bien intentando torcerle la mano al destino dando la pelea con su ética inquebrantable y su enorme afán idealista.
La novela funciona como una caja de resonancia pues realiza una crítica punzante de la condición humana exponiendo y testimoniando, con un discurso profundamente ligado al contexto político, a la reflexión filosófica y al pensamiento crítico del transcurrir tiránico, la implantación lacerante del modelo neoliberal, lo chabacano de la dictadura militar y su tentativa al servicio de la represión. Ejes temáticos que se vienen haciendo ruido en la literatura desde hace tiempo y que funcionan como alarmas contra el olvido y la desmemoria.
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NOTAS
[3] García Corales ha estudiado a profundidad la novela negra de Díaz Eterovic. Ha escrito varios artículos críticos, entre ellos “Las crónicas de Heredia sobre el chile actual en las novelas neo policiales”. En este escrito se hace hincapié en el personaje nostálgico de Heredia como producto de la crisis social política que en la novela se retrata.
http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v15/garciacorales.html.
[5] Díaz Eterovic en su novela cita con frecuencia a diversos autores de la literatura universal. Entre ellos hace alusión al libro “El Quijote de la Mancha”, cuando llama Doncella a Griseta , su amante (como si se tratara de Aldonza Lorenzo) y se autodenomina como el caballero de la triste figura. Es importante señalar que el autor se compara con el caballero andante pues está a favor de los ideales por los que luchaba el viejo Alonso Quijano, personaje epónimo de Miguel de Cervantes y Saavedra.
[9] Idea extraída del artículo “Ramón Díaz Eterovic como representante de la novela negra chilena” Clemens A. Franken Kurzen
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REFERENCIAS
- Álvarez, Ignacio (2009), Novela y nación en el siglo XX chileno: Ficción literaria e identidad. Santiago Ediciones: Universidad Alberto Hurtado.
- Brito, Cristian “Chile mirado bajo la lupa de Heredia”. Crítica.cl. Artículo publicado el 02/04/2005.
http://critica.cl/literatura/chile-mirado-bajo-la-lupa-de-heredia. Visitado el 27 /04/2016
- Candia, Alexis. "El hombre que pregunta: de los crímenes de estado a los sospechosos de siempre”. Artículo publicado el 2006
https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero33/hompregu.html. Visitado el 27 /04/2016
- Délano, Poli. “La novela negra en América Latina”. Memoria chilena. Publicado originalmente en diario La Tercera el sábado 13 de abril. http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-81054.html. Visitado el 27 /04/2016
- Díaz Eterovic Ramón (2008), La oscura memoria de las armas. Santiago: LOM.
- Espinosa, Patricia “El leve aliento de la verdad”. Letrass5.com. Crítica literaria publicada en Las Últimas Noticias del 11 al 25 de enero de 2013
http://letras.mysite.com/pes270113.html. Visitado el 27 /04/2016
- Franken Kurzen, Clemens “Ramón Díaz Eterovic como representante de la novela negra chilena”. Scielo.cl. Publicada en Revista Signos 2004. http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-09342000004800002 Visitado el 29/04/2016
- García Corales, Guillermo “Las crónicas de Heredia sobre el chile actual en las novelas neo policiales”. Ciberletras.
http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v15/garciacorales.html Visitado el 29 /04/2016
- García Corales, Guillermo “Nostalgia y melancolía en la novela detectivesca del chile de los noventa” Revista Iberoamericana. Artículo publicado de enero a marzo 1999.
http://revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/article/view/6096/6272 Visitado el 27 /04/2016
- Jösch Melanie “La resistencia de un nostálgico”. Letras s5. Entrevista realizada en julio del 2000.
http://www.letras.mysite.com/diazeterovic1.htm. Visitado el 29 /04/2016
- Mihovilovic, Juan "La oscura memoria de las armas de Ramón Díaz Eterovic”. Letras de chile.cl. Comentario de libro publicado el Martes, 07 Octubre del 2008
http://www.letrasdechile.cl/Joomla/index.php/comentarios-libros/757-757. Visitado el 27 /04/2016
- Moro Tomás (2002), Utopía. Santiago: Ecuador editorial.
- Kristeva Julia (1991) Sol negro. Depresión y melancolía. Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamericana.