Proyecto Patrimonio - 2016 | index | Ramón Díaz Eterovic     | Bárbara Aburto  | Autores |
         
         
         
        
            
            
            
          
            
        NOSTALGIA,  UTOPÍA Y NACIÓN EN LA OSCURA MEMORIA DE LA ARMAS DE RAMÓN DÍAZ ETEROVIC
        Bárbara  Aburto Bórquez
  Magíster  en literatura chilena e hispanoamericana
  Universidad  de Playa Ancha, Valparaíso, Chile
  barbara.aburto85@gmail.com
         
        
          
        
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          RESUMEN
            El presente trabajo de investigación y análisis tiene el  objeto de generar una propuesta de lectura del texto “La oscura memoria de las  armas (2008)” de Ramón Díaz Eterovic. El enfoque de estudio se centrará en la  construcción de la imagen nostálgica y derrotada de nación que erige el utópico  protagonista de la novela a partir del marco contextual la dictadura militar y  la imposición del sistema político neoliberal imperante.
 
            
  Palabras  claves: Nostalgia, utopía, nación, dictadura, sistema  neoliberal.
            ABSTRACT  
            The purpose of this investigation is to generate a reading  proposal for the book La oscura memoria de las armas (2008) by the writer Ramon  Diaz Eterovic. The focus of the study will be centred in the construction of  the nostalgic and defeated image of the nation which is created by the utopian  main character of the novel.  This image  is made from the context of the military dictatorship and the neoliberal  political system
                        Key  words: Nostalgia , utopia , nation, military dictatorship,  neoliberal system.
            
          
          Ramón Díaz Eterovic, novelista, cuentista y  poeta chileno nacido en 1956 es originario de la ciudad de Punta Arenas.  Estudió Ciencias Políticas y administrativas en la Universidad de Santiago y  actualmente se desempeña en el área de Administración Pública  en la Universidad de Chile. Junto con Roberto Ampuero ha sido considerado por  la crítica literaria como principal exponente del género policial y de la  novela negra latinoamericana. Su trabajo escritural , en cuanto a novelas  policiales, se extiende en una  decena   que inicia  el 87 cuando emerge la  saga novelesca con  “La ciudad está  triste” hasta  finalizar el 2014 con “La música de la soledad”, obras todas que  tienen como protagonista a Heredia, un lacónico, solitario y marginal detective  privado que con un  discurso anárquico y  mordaz   desenmascara  la realidad de un  país herido, devastado por años de crímenes e  injusticias sociales, políticas y económicas, configurándose, de este  modo,  en una suerte de espía solidario y  comprometido con la sociedad que socava sagazmente los subterráneos de Chile  con la finalidad de develar las desigualdades e impunidades que lo aquejan.
finalizar el 2014 con “La música de la soledad”, obras todas que  tienen como protagonista a Heredia, un lacónico, solitario y marginal detective  privado que con un  discurso anárquico y  mordaz   desenmascara  la realidad de un  país herido, devastado por años de crímenes e  injusticias sociales, políticas y económicas, configurándose, de este  modo,  en una suerte de espía solidario y  comprometido con la sociedad que socava sagazmente los subterráneos de Chile  con la finalidad de develar las desigualdades e impunidades que lo aquejan.
           En La  oscura memoria de las armas (2008), Heredia es un detective privado que  bordea los cincuenta años, se encuentra sin trabajo y deambula por un Santiago  en que pululan bares y hoteles de baja categoría donde circulan insólitos personajes  que forman parte de su imaginario[1] hasta que Griseta, su amante, le presenta el caso de Germán Reyes, quien fue  asesinado por dos sujetos, aparentemente, sin razones ni pistas. 
           La historia que se cuenta nos obliga a  indagar en una verdad siniestra que dibujó el mapa político y social de un  Chile herido y que obligará a Heredia a inmiscuirse en un campo minado que  incluye fantasmas del pretérito, con sus víctimas y victimarios de la época de  la dictadura militar.
          
            LA  SOCIEDAD CHILENA EN CRISIS: EL AUTORITARISMO Y LA DEMOCRACIA INCONCLUSA.
           La obra de Ramón Díaz Eterovic ha sido  someramente abordada por la crítica literaria y si bien es cierto es escasa la  opinión que se ha hecho sobre esta obra en particular, sí se han encontrado  otros aportes respecto a otras novelas del mismo que, para efectos de las  temáticas a abordar en este artículo, son pertinentes. En “Chile mirado bajo la  lupa de Heredia”, Cristian Brito destaca cómo el autor se atrevió a cultivar y  fomentar la novela negra, otorgándole una identidad nacional al poner al  descubierto la situación político-social del país en épocas de crisis,  instándonos a reflexionar sobre nuestra realidad y sobre la condición  humana.  En alguna medida, la novela  policial de Díaz Eterovic pasa a tomar el rol de la novela social y política.
           Siguiendo la línea de Brito, Patricia  Espinosa, en “El leve aliento de la verdad”, señala que el autor de “La oscura  memoria de las armas” es uno de los más grandes referentes latinoamericanos de  la novela negra, ya que su trabajo escritural retrata un contexto social  político real que tiene como ejes temáticos la corrupción, el poder y la  crítica a la modernidad, combatidas por un sujeto marginal pero profundamente  justo, nostálgico y aguerrido en su labor. 
           Alexis Candia en “El hombre que pregunta:  de los crímenes de estado a los sospechosos de siempre” agregará que Ramón Díaz  Eterovic se consolida como la figura símbolo del relato neo policial en Chile  ya que su obra propone el develamiento de la verdadera y oscura historia de un  país signado por la violencia, los delitos, la injusticia y la degradación  existente en el país y en Latinoamérica. 
           Por último, en un comentario crítico a la  novela a analizar, el escritor Juan Mihovilovic hace hincapié en la figura de  Heredia como un sujeto temerario y nostálgico, pero comprometido con el  cumplimiento de la ley, convirtiéndose en el desmitificador de la sociedad  chilena, asumiendo el juego de la trastienda y desenmascarando, en la obra, la  hostilidad y crudeza del país que habitamos.
           Como se advierte hay varias voces que  coinciden en que una zona relevante de la narrativa de Díaz Eterovic consolida  el canon del neo policial latinoamericano agregando aspectos ligados a la  sociedad chilena en crisis, a la desigualdad económica, a los autoritarismos y  a las democracias inconclusas.
          
              LA  RESISTENCIA DE UN NOSTALGICO
           El foco de estudio se centrará en la  lectura de “La oscura memoria de las armas”, como una novela en la que  Heredia,  se instituye como un sujeto eminentemente  nostálgico  y utópico que  construye en la obra una imagen identitaria  de nación desencantada, al mostrarnos un país en crisis por la transición a la  democracia tras la dictadura militar y el advenimiento o imposición del sistema  neoliberal que lo insta a mantenerse estoico, a  resistir en un Chile actual desmemoriado al  que enfrenta  con su mirada  irreverente  en la necesidad vital  de dar la batalla incansable por la  justicia y la verdad y de no sucumbir junto  al mundo que se  desploma.
           Con una innovadora propuesta en la trama,  Díaz Eterovic se arriesga con un detective de ingenio cáustico, que es un  sujeto temerario y dispuesto a todo con el objeto de dar finalmente con la verdad,  develando en el camino instancias de injusticia, corrupción y ambiciones  desmedidas.[2]  El oscuro detective Heredia, a juicio de  Guillermo García Corales[3],  es un ser solitario, desilusionado de la existencia y poseedor de un discurso  lacónico, sarcástico y contestatario. Esa desilusión que le es característica  tiene su origen en cómo Díaz Eterovic ha estructurado a este detective bajo un  evidente perfil sentimental y melancólico.
          
              HEREDIA:  UN PERSONAJE ANCLADO AL PASADO.  
           Dentro de las investigaciones en la línea  de la narrativa policial el Doctor en Estudios Americanos de la Universidad de  Santiago de Chile, Clemens Franken Kurzen, citó a Kristeva con el objeto de  encuadrar a Heredia en la definición de sujeto nostálgico:
          
             Un individuo que vive condenado al deseo y al recuerdo.  Marginado de la verdadera vida, exiliado de la felicidad, y que padece de una  condena perpetua que implica la obsesiva búsqueda de algo perdido que nunca  encontrará de nuevo, con lo cual el yo que sufre la pérdida jamás puede  resignarse[4].
          
          La idea de la nostalgia o el dolor por  aquello que no está es un tópico que circunda la obra toda. Desde las primeras  páginas observamos incluso que es el mismo protagonista quien se autodenomina  como el “caballero de la triste figura” (Eterovic  23) , comparándose con Alonso Quijano en su esencia idealista y al mismo  tiempo melancólica de ver el mundo pues es un individuo contemplativo y  filosófico. Claramente el detective es un ser inestable psicológica y  emocionalmente, que en palabras de Kristeva se encontraría en “eterna protesta”[5] contra sí mismo y contra el mundo en el que vive. El autor del libro al ser  entrevistado da claras razones por las cuales el detective Heredia padece de  nostalgia, señalando que el personaje (al igual que el autor) es un sujeto  aferrado a una época que parecía ser más transparente, donde había más  posibilidades de creer en utopías, y de pensar que el mundo podía cambiar. Esto  se comprueba en los dichos del mismo autor cuando señala:
          
             “[…]Yo tenía 15 o 16 años en los 70 y estábamos recogiendo  toda esa cosa maravillosa de la década de los 60. Pensábamos que de ahí en  adelante íbamos a ser protagonistas de una época de muchos cambios, no sólo  políticos, sino también en la manera de relacionarse, en la música, en la  literatura y todo eso se nos cortó de repente. Empezamos a vivir otro cuento  bastante diferente. Entonces creo que la nostalgia de Heredia es aferrarse a  ese sueño, a esa posibilidad de poder participar en una sociedad más viva y  alegre.[6]
          
          En el amplio sentido de la palabra, Heredia  parece estar en constante caída libre, pendiendo de un paracaídas destinado al  naufragio pues choca con una realidad que es lo opuesto a lo que imagina o  vehementemente desea.
           En “El sol negro: depresión y melancolía”  Julia Kristeva afirma que el sujeto nostálgico se caracterizaría por vivir:
          
             Una vida insufrible, cargada de penas cotidianas, de tragos  amargos, de desconsuelo solitario, a veces abrasador, otras, incoloro y vacío.  En suma, una existencia sin vigor, aunque en ocasiones exaltada por el esfuerzo  realizado para continuarla o naufragar a cada instante. (Kristeva 10)
          
           Es decir, en su espacio de intimidad, desde  su ventana y junto a su amigo y socio Simenon en el pequeño departamento de  calle Aivillú, observa con melancolía    el paisaje desolador de la ciudad de Santiago y cavila acerca del paso  del tiempo, la fugacidad de la vida, la levedad del ser y la miseria humana  intentando dar un giro a la realidad, contribuyendo con su afán idealista y haciendo  el bien en pos de un mundo desahuciado.
           En “La oscura memoria de las armas” (2008),  el protagonista pone en evidencia la dificultad que significa la perdida de la  juventud  y el cansancio de los años .  Siguiendo con el trazo temático respecto a la nostalgia, en el siguiente  fragmento el detective dirá:
          
              “[…]Me despertaba una  leve nostalgia por la agilidad de mis veinte años y mi cabellera que llegaba  hasta los hombros, mi cabello era firme y abundante pero las canas que lo  matizaban me obligaban a recordar que las hojas del calendario habían ido  cayendo con su inevitable rigor”. (Eterovic 13). 
          
          Heredia es dueño de un discurso  eminentemente reflexivo, poético y existencialista por lo cual asume que el  tiempo trascurre inevitable y avasalladoramente. A esta idea de la nostalgia,  agregará “[…]También extrañaba las correrías por la ciudad para encontrar  fragmentos de verdad tan efímeros como el resplandor de estrellas fugaces que a  veces cruzaban el sucio cielo de la ciudad de Santiago. (12). En este  tramo se puede apreciar cómo el detective se conmueve por el paso del tiempo y  por la dificultad que implica luchar por la igualdad y la verdad en un mundo  inhóspito, vacío de esperanzas y tenebroso.
           Con respecto a las relaciones humanas, por  ejemplo, el protagonista dialoga con Simenon y dice “[…] la ciudad impone una  vida rápida e impersonal, sin muchas oportunidades para los sentimientos “(16)  frase con la que no solo hace referencia al individualismo de las personas en  la actualidad sino que también da paso a la apertura de  una temática densa y punzante que ha  recorrido la obra literaria de muchos autores contemporáneos que abordan el  tema de la dictadura militar , cuestionando, interpelando y reconstruyendo  desde la imaginación relatos definidos como ficcionales pero con  indudables elementos referenciales orientados  hacia el rescate que se realiza en torno a las vivencias  de los muchos chilenos que sufrieron la  opresión y el mutismo servil ante las clases hegemónicas del poder en Chile. 
           Como diría García Corales “[…]la melancolía  se reafirma en los tiempos de crisis”[7] y  Heredia se estremece con esta realidad, siente impotencia hacia la impunidad y  se refiere al tema, diciendo “[…]La muerte silencia todo. Víctimas y culpables  cubiertos por la misma tierra o azotados por la misma lluvia que deslava las  lápidas hasta que no queda nada.” (Eterovic 31).  Con este juicio de valor, con este discurso  de protesta el detective se compromete y solidariza, pues como lo señala en más  de una ocasión el dinero no es lo que mueve su ser sino la búsqueda de la  verdad y la justicia lo que lo movilizan en su actuar. 
           El sentimiento de impotencia que le provoca  el escenario de violencia y de inequidad que vive el país se demostrará cuando  agrega “[…]el tiempo borra las huellas del golpe artero, el eco del grito, la  crueldad del ejecutor. Demasiado olvido, y ¿el dolor?, y ¿la humillación? y ¿el  miedo?  (31). “[…]Miedo  enquistado en la piel de un país que oculta sus verdades tras una capa de mentiras  consensuadas”. (49) y con esta última frase nos da a entender su repudio hacia  el sistema y a un país que aparenta el orden y la prosperidad cuando en cambio  vive el caos y la mediocridad de una organización que es capaz de albergar bajo  un mismo espacio de convivencia a torturados y torturadores que se mueven como  fichas de un ajedrez dominados por un poder superior que a diestra y siniestra  los ubica y reacomoda a su beneficio.
           Finalmente podemos afirmar que la búsqueda  incesante de lo perdido, que es como define nostalgia Julia Kristeva, podrá  verse en la totalidad de la novela, es transversal pues el protagonista padece  de un estado angustioso y anhelante que lo obliga en cada momento a reflexionar  y tomar partida ante la injusticia y la carrera avasallante que le impone la  vida.
          
              LA  COMUNIDAD IMAGINADA DE HEREDIA 
           El estado de ánimo oscuro y nostálgico de  este solitario protagonista emerge de sus vagabundeos por las siniestras  arterias de un Santiago marginal y precario y de su   rechazo absoluto y radical al sistema social  político y económico. García Corales sostiene que Heredia se irrita y  entristece por los gestos posmodernos del contexto socio-político[8].  Este peculiar investigador no usa teléfono celular, ni tarjetas de crédito ni  va de visita a los centros comerciales, tampoco mira televisión y sólo en  ocasiones escucha la radio pues argumenta que en las noticias se trasmiten  sandeces.   Bajo su lupa vemos como transita por los  sinuosos callejones de una urbe en decadencia, de un laberinto que describe  como tétrico y despiadado. A todas luces el detective es un sujeto atípico, y  que construye y pone en evidencia una imagen de sociedad con muchas fracturas y  carencias. En esta perspectiva es necesario señalar cómo es que este detective  instituye una imagen de nación doliente y derrotada por la cual siente tanto  pesar. Heredia es adepto a la disidencia y a la denuncia del sistema hegemónico  dominante y controlador. Ello explica su rechazo al presente, su malestar, y su  alteración e indignación ante el contexto de represión y de violación a los  derechos humanos lo cual lo obliga a instalarse en una suerte de imaginario que  finalmente cae en lo grotesco y frustrante. En la búsqueda de un concepto de  país o de nación, Ignacio Álvarez en el texto “Novela y nación en el siglo XX chileno”  siguiendo la definición de Benedicta Anderson de comunidad imaginada y los  aportes que Grínor Rojo propone que la nación se instituye como artefacto  cultural, como una construcción de identidad cambiante capaz de definir y  situar al ser humano (Cfr. 28). Este concepto al que Álvarez otorga un marcado  acento cultural al nombrarlo también como representación, sirve de fundamento  para el postulado de que lo que hace Heredia es, en el fondo, construir o  erigir una identidad nacional, a nuestro juicio, creando una imagen de patria  derrocada política, económica y socialmente. 
           Bajo esta configuración de nación,  entendida como comunidad imaginada y como construcción identitaria, haremos el  ensamble con la noción o representación desilusionada que Heredia, el  protagonista de la novela a analizar, sostiene al poner en evidencia una ciudad  truculenta. Ejemplo de ello es cuando hace mención a cómo los victimarios de  los crímenes cometidos en la dictadura se encuentran impunes viviendo en la  ciudad, tranquilamente sin ser castigados “[…] Los tipos que se dedicaron a  torturar hoy están bien escondidos. Callados tienen más oportunidades de no ir  a la cárcel” (Eterovic 61).  A ello, agrega “[…] La impunidad sigue vigente  (70) y con ello reafirma no sólo su posición crítica y contestataria frente a  los sucesos mencionados, sino que además refuerza la imagen fraudulenta y  decadente del país. Una patria precaria y con las contradicciones propias de  una dictadura que se propuso instalar el neoliberalismo con la promesa del auge  financiero, escenario concreto donde la utopía mostraría sus logros, lástima  que el resultado final es, a los ojos de Heredia un carnaval patético compuesto  por mendigos, vendedores callejeros de productos “made in Taiwan” y travestis.
          
             “[…]La  oscuridad agitaba sus alas sobre las veredas mal iluminadas. […] Las tiendas en  las que vendían artículos eléctricos, relojes, joyas de ínfima calidad y videos  tenían sus cortinas metálicas cerradas y a lo largo de la calle algunos  cartoneros atesoraban los desechos. […] Los perros olfateaban la basura  buscando restos de comida al igual que los vagabundos. (Eterovic 107-108) 
          
          El protagonista devela estas imágenes  crueles, paródicas, ácidas y al mismo tiempo violentas   para  representar o simbolizar la miseria y la degradación de los desempleados, de  los vendedores ambulantes, de los sujetos que tras el golpe militar fueron  parte de un territorio en constante disputa y supervivencia. A  esto agrega   el alcoholismo como moneda cotidiana ante la  falta de oportunidades “[…]En la calle, las manos extendidas de los borrachitos  que pedían monedas para comprar el yogurt de uva o el cartoné que necesitaban  para dejar de tiritar. (171) y la prostitución:
          
             “[…]Había una masa espesa de sudores, humo de cigarrillos y  vahos alcohólicos. A mi alrededor, personajes de una tragedia cotidiana. Tipos  cansados, mal vestidos y con el inconfundible estigma del fracaso en la mirada.  Y mezclados, entre ellos, las pelusas que vendían cigarrillos y las putangonas  viejas que merodeaban como tiburones a punto de atacar a un grupo distraído de  bañistas (207) 
          
          La condición de calle es también un  fenómeno que en la novela se muestra como una de las consecuencias de la  pobreza y que padecen muchos habitantes de la ciudad. Esta atmósfera fomenta el  clima de la violencia y la incredulidad en la buena fe y en la solidaridad de  las personas. Así se demuestra cuando apunta “[…]Un anciano se me acercó y me  pidió unas monedas para pagar la hospedería donde arrojaba sus huesos cada  anochecer, me miró asombrado” (76).  Con  el desamparo como telón de fondo es admisible que los sujetos adquieran esta  conciencia descreída hacia la humanidad sin embargo es justo allí en donde  nuestro investigador escarba intentando resignificar la realidad.
           Finalmente, y frente a toda reprobación del  protagonista a la organización social y al sistema valórico imperante, que pone  de manifiesto el desatino y la falta de cordura, lo vemos decir “[…] En la  radio, una mezcolanza de nombres y cifras en las que valía lo mismo un gol, el  aumento de la cesantía, una corbata italiana y la muerte de unos niños.  Proteste en voz alta. (203), constituyéndose esta cita   como  muestra de la superficialidad y sandez de la humanidad, la falta de táctica o  liviandad con que se abordan los conflictos y la poca capacidad para  discriminar entre los sucesos realmente importantes y contingentes que afectan  al país haciendo un ataque directo y violento, con una crítica social corrosiva,  pero al mismo tiempo melancólica que da cuenta de una realidad degradada, muy  lejos de un espléndido sueño y más bien un infierno en la tierra.
          
              QUIMERA  DE UN PAIS QUE SE FUE  
           El concepto de utopía etimológicamente hablando  significa “lo que no está en ningún lugar”. En el texto Utopía, creado por el  inglés Tomas Moro se hace mención a una comunidad ficticia cuya organización  política, económica y cultural contrasta en muchísimos aspectos con las  comunidades contemporáneas tan alejadas de la perfección y pureza de la que el  autor habla.  Heredia es un detective  utópico que defiende la vieja quimera de vivir en un mundo mejor, con más  justicia social y con menos sufrimiento. Esta es la razón por la cual cae  constantemente en la desilusión, pues con sus códigos éticos irrefutables se  mantiene fiel a los ideales del amor, la honestidad, la justicia y la  solidaridad [9] y  con ello tiende a darse de bruces una y otra vez con la realidad que es tan  distinta a lo que él imagina. Ya que, según su criterio, existe un país que  enarbola las banderas del exitismo descuidando o ignorando que la prosperidad económica,  o al menos el deseo de que ello así sea, convive con la delincuencia y la  baratija.
           Ahora bien , así como la nostalgia es un  tema repetitivo , la resistencia también , es la otra cara de la moneda que  pone el detective frente a la adversidad y es un rasgo que notamos también  a lo largo de todo el texto , por ejemplo  cuando dice “[…]No estaba pensando en mis honorarios, el principal misterio  parece ser su hermano” (Eterovic 21) y  reafirma la idea de no estar interesado en el dinero sino en el acto solidario  de ayudar al otro y  de detenerse a  pensar en la humanidad y  cual caballero  andante, da la lucha, y anhela contribuir a la sociedad agregando  “[…]Mi trabajo era hurgar en la memoria de  las personas y seguir creyendo en la ilusión de un futuro mejor” (71) y aquí,  especialmente, da cuenta de un suceso real, de la utopía social en la que creía  la generación del proyecto de la Unidad Popular, que, en el fondo, aspiraban a mantener  vigente esa ilusión, porque creían que dentro de ella había valores esenciales  por los cuales vibrar y dar la pelea.
           En consecuencia, de lo anterior, Heredia, que  es un derrotado, pero con un fuerte impulso ético-utópico piensa que en este  mundo debemos dar la lucha, llevar el fuego dentro que mantiene la esperanza,  no sólo pensar en forma individual sino comunitaria para dar la reyerta frente  al aplastante deterioro que revela la ciudad. Así, por ejemplo, argumenta  “[…]No  podía dejar de creer en la incansable esperanza que cada mañana me impulsaba a  acercarme a la ventana a ver si el sol seguía en su lugar (107). Este hombre  alicaído cavila constantemente sobre la creación de un mundo más humano e  intenta hacer de su trabajo una contribución a la sociedad diciendo “[…]Aunque  no tenía una abultada cuenta corriente sentía el discreto orgullo del hombre  que vuelve a casa con la satisfacción del trabajo cumplido” (76) y con esto da  cuenta de su afán solidario y desinteresado, aferrado al mundo anterior a la  modernidad[10] , como sostendría  García Corales , sin  tantas argucias como luces de neón y los McDonald’s.
           Así, Heredia, cual caballero de la triste  figura, con quien él mismo se compara haciendo alusión a don Quijote de la  Mancha, se delinea en la novela como un personaje nostálgico, lector voraz,  aventurero y tremendamente idealista. La comparación con el caballero  andante tendrá su fundamento cuando el detective agrega hacia el final del texto “[…] Soy  demasiado consiente de la realidad y los demás viven en un sueño de idiotas del  que no quieren despertar” (Eterovic 241)  y como ya lo señalaba Kristeva unos párrafos  más arriba, la obsesiva búsqueda de algo perdido que nunca encontrará de nuevo  es lo que le duele y acongoja, esa pérdida es de lo que jamás puede resignarse. 
           El hecho de no desertar es la clave de su  atractivo, en palabras de García Corales Heredia insiste, aunque sea por una pequeña  dosis de verdad y justicia, aunque se mantenga solo en la oscuridad y sus  sueños se hundan en las arenas movedizas de la derrota[11].
           La necesidad perentoria de la novela de  Díaz Eterovic por instalar un personaje que encarne los valores de una nación  perdida, fragmentada primero por los sangrientos hechos posteriores al golpe de  1973 y luego a la instauración de una democracia cargada de pactos de silencio,  convierten esta novela en la alegoría de una utopía perdida que vale la pena  reivindicar (para el personaje) a pesar del lastre innegable de la realidad.
          
              CONCLUSIONES 
          En La  oscura memoria de las armas Ramón Díaz Eterovic construye a un personaje  que está enfermo de nostalgia  de vivir  en un país, que desde su óptica  , establece  y describe como derrotado  y en el cual  se siente ajeno y en ocasiones, abatido.
           Heredia , evoca  épocas de antaño y mira hacia atrás con la tristeza  de ver perdida la vieja idea de un mundo más justo y fraterno. En oposición a  ello , muestra una imagen de nacion que surge al alero de las fatales  consecuencias  de la dictadura  y el sistema de gobierno neoliberal imperante   , graficadas en el texto,  como un circo desvirtuado, que representa la  decadencia y la miseria a  la que el  hombre se ve enfrentado.
           En este escenario el detective  arremete y se configura como un disidente frente a la realidad y el modelo  impuesto, no claudicando a sus principios esenciales de justicia, solidaridad y  verdad sino más bien intentando torcerle la mano al destino dando la pelea con  su ética inquebrantable y su enorme afán idealista.
           La novela funciona como una  caja de resonancia pues realiza una crítica  punzante de la condición humana   exponiendo y testimoniando,  con  un discurso profundamente ligado al contexto político, a la reflexión  filosófica y al pensamiento crítico del transcurrir tiránico, la  implantación lacerante del modelo neoliberal,  lo chabacano de la dictadura militar y su tentativa  al servicio de la represión. Ejes temáticos  que se vienen haciendo ruido en la literatura desde hace tiempo y que funcionan  como alarmas  contra el olvido y la  desmemoria.
          
           
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          NOTAS
          
            
            
            
              [3] García Corales ha estudiado a  profundidad la novela negra de Díaz Eterovic. Ha escrito varios artículos  críticos, entre ellos “Las crónicas de Heredia sobre el chile actual en las  novelas neo policiales”. En este escrito se hace hincapié en el personaje  nostálgico de Heredia como producto de la crisis social política que en la  novela se retrata. 
                  http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v15/garciacorales.html.
             
            
            
              [5] Díaz Eterovic en su novela cita con  frecuencia a diversos autores de la literatura universal. Entre ellos hace alusión  al libro “El Quijote de la Mancha”, cuando llama Doncella a Griseta ,  su amante (como si se tratara de Aldonza  Lorenzo) y se autodenomina como el caballero de la triste figura. Es importante  señalar que el autor se compara con el caballero andante pues está a favor de  los ideales por los que luchaba el viejo Alonso Quijano, personaje epónimo de  Miguel de Cervantes y Saavedra.
             
            
            
            
            
              [9]   Idea  extraída del artículo “Ramón Díaz Eterovic como representante de la novela  negra chilena” Clemens A. Franken Kurzen
             
            
            
           
           
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          REFERENCIAS
          - Álvarez, Ignacio (2009), Novela y nación en el siglo XX  chileno: Ficción literaria e identidad. Santiago Ediciones: Universidad Alberto  Hurtado.
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