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del Valle | Mauricio Otero | Autores |
La
copa de luz que la noche pura nombra (I)
Rosamel del Valle
Por
Mauricio Otero
Los poetas chilenos
más incomprendidos y camaradas íntimos de un calostro tan sustancial
como las estrellas que no han nacido, alumbran la noche de todos los tiempos con
una sinfonía de sombras y secretos de iniciados: Rosamel del Valle
y Humberto Díaz Casanueva. Ambos bardos vivieron largo tiempo en
Estados Unidos, en altas esferas donde tejían ramas doradas que ungieron
para siempre a los buceadores de lo oculto, único camino para conocer las
verdades últimas de la existencia y el género humano. Vates de la
tradición órfica, descendieron
a las profundidades, pálidos y desnudos y con dátiles en el alma,
como se debe viajar al Hades, a conversar con los muertos que nos sueñan
en mudez pabilante.
Su coraje y compromiso con los fuegos sacrificiales
aullando en la purificación de los vocablos mordientes y gemidos, los transportó
en el Hálito de niebla, como dos ríos desconocidos por los mortales
y el mundo. Dos sacerdotes puros, corderos de razón, blasfemos del bien
con antifaz: allí donde Hölderlin señaló el Destino
del Poeta verdadero: ajeno y en eterna soledad, único rito que la autenticidad
celosa soporta, lejos de las faramallas y las bobaliconas burguesías del
show fatuo.
Para ellos la vocación fue total e incondicional, sellada
en un claustro concentrado donde se entregaron al trance majestuoso y superior:
dialogar con la muerte, entender las causas primarias, aquellas que nos legó
la noche del Génesis. Guerreros Gigantes de Enoch en la lucha por librar
al Universo de La Amarga Condena de la Luz Bella , cuando los Dos Dioses Disputaron
el Reino del Alma, y uno perdió atacado por otros demonios mikaelianos
y se partió para siempre la Cabeza del Mundo entre Bien y Mal, el Mayor
General hizo que se odiaran dos colores en el Tablero de la Ley hasta ahora, dando
la incomprensión en el Árbol del que cuelgan cadáveres sentenciados.
El pacto mítico y esotérico, que en los anales antediluvianos
separó esas aguas de la Unidad , fue asumido por dos héroes chilenos
que vencieron a la Muerte y nos otorgaron la Luz Prometeica, liberándonos
de las cadenas de la moral y la injusticia. El hombre, lo sabían ellos,
había sido derrotado en su Más Cara Ambición, dominar la
Tierra para que fuera Fruto Eterno y Generoso. Aquel instante de eclosión,
cuando el Big Bang decidió que unos serían dichosos y otros desgraciados,
burgueses y pobres, dioses y humillados en el lagar de los astros.
Entre
medio de esas aguas leteales y abrahanicas, estos dos compañeros de lengua
soterrada, descifraron gran parte del Paraíso Perdido en el Egipto cifrado,
el Santo Grial, la espada templaria que venía a Liberar a la Humanidad
de la Culpa Original.
PRIMERA
SOMBRA: ROSAMEL DEL VALLE.
‘Hombre, mitad
sombra y mitad luz;
mitad túnel y mitad colina pensativa.
El ojo
que flota en lo obscuro es
demoníaco; el ojo que emerge en la
blancura
refleja la ternura y el amparo.
La oreja se aparta y huye, oreja incierta
y ávida. La boca es una larga herida.
La nariz corre burlona. La
cabellera cae
acariciada.’
Así
describió Humberto Díaz-Casanueva el retrato de Rosamel del Valle
hecho por el pintor cubano Mario Carreño. ( La Nación , 4 de septiembre
de 1960.) Con esta cita, la crítica chilena y coterránea María
Eugenia Urrutia, inicia su tesis ‘Rosamel Del Valle, poeta órfico’, 119
Págs., publicado por RIL, en Santiago de Chile, 1996, con el auspicio de
la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, DIBAM’. Cabe destacar que
este trabajo sobre el autor que monografiamos aquí fue pionero en el país
y se constituyó en un hito en el homenaje de tan colosal poeta injustamente
olvidado. Continuamos su vital Rescate, porque como usted convendrá con
nosotros, a veces el país duele por sus incomprensiones, mas la Potencia
Creadora es Inmortal y finalmente se impone.
Del Valle tuvo una extensa
producción de más de veinte volúmenes entre poesía,
ensayos y artículos, y fue funcionario de Naciones Unidas (1946-1962),
lo mismo que Díaz-Casanueva, no obstante su producción no ha sido
del todo conocida por su difícil hermetismo. Vicente Huidobro, el azor
quemado, lo respetó sobre todo, pues fue un heredero temprano del Padre
del Creacionismo. Su verdadero nombre era Moisés Gutiérrez, nacido
en Santiago el 13 de noviembre de 1901, y se bautizó Rosamel del Valle
por un primer amor de juventud, Rosa Amelia del Valle.
Hombre sacrificado,
debió integrarse rápidamente al mundo del trabajo, al morir su padre,
cuando el poeta contaba con 17 años, entrando a laborar de operario en
la imprenta La Ilustración, idéntico trabajo de otro grande chileno,
el narrador Manuel Rojas, que como Rosamel también sobrevivió gracias
a su labor de reportero. En 1923 conoce a Humberto Díaz Casanueva en la
Asociación de los Cuadros Obreros Artísticos de Chile, donde fue
invitado a dictar una conferencia sobre Gabriela Mistral. ‘Esa amistad duraría
toda la vida, y sería el comienzo de un diálogo constante entre
los dos poetas, cuyas obras han sido consideradas complementarias y coincidentes
en la dimensión metafísica y el hondo compromiso que ambos mantuvieron
con la poesía.’
Del Valle fundó la revista ‘Ariel’ en 1925,
lo recordó Homero Arce en un homenaje rendido en la Sociedad de Escritores
de Chile, el 26 de Noviembre de 1965. ‘Revista de arte nuevo, compañero-
le dijo Rosamel, mirándolo con sus grandes ojos y sonriendo. Arrasaremos
con las telarañas y con la apatía colectiva. Remeceremos las conciencias
con un manifiesto que pegaremos en todas las esquinas de Santiago’, anotaba la
proclama y seguía: ‘El movimiento de transición que gira en el pensamiento
de nuestra juventud intelectual comienza a detenerse. Los horizontes son más
claros. Hay caminos vastos encendiendo su llama original.
Las voluntades
sacuden su fiebre de humo y de sombra. Llegada ya la total renovación,
los espíritus tuercen las rutas sinuosas y emprenden, firmes y altos, la
marcha hacia los cantos nuevos que se dispersan entre el cielo, el mar y la tierra,
como montañas nuevas y abiertas al mundo”.
Se publicó en
ella el artículo ‘La celeste locura de Teresa Wilms’, insigne musa de la
bohemia chilena que huyera con Huidobro rumbo a Europa, para liberarse de la tiranía
familiar, provocando un escándalo de proporciones. Era la época
en que se juntaban con Pablo Neruda, Omar Cáceres, Julio Barrenechea, Angel
Cruchaga, en el Teatro Odeón, en calle Almirante Barroso al llegar a San
Pablo, y en otras ocasiones asistían como grupo a la Asociación
de Profesores de Chile para leer sus poemas.
Hasta que en 1944, publica
su libro ‘Orfeo’, obra en diez cantos, y ‘en 1946, la ONU solicitó a la
Embajada de Chile que enviara cinco funcionarios, y su amigo Díaz Casanueva
gestionó la inclusión de Rosamel, lo que cambiaría su vida.’
A su llegada a Nueva York, confiesa, ‘aquí me tiene…en esta ciudad que
es el mundo, la vida, el cielo y la tierra.’ Dice encumbrado en el piso 28 de
su hotel, ‘…con el terrible Empire State al centro. Me siento cerca de Chile y
del dios desconocido que existe por y para los poetas.’ Conoce a Therese Dulac,
que fuera su esposa, a quien dedica poemas como ‘Más que la muerte, el
tiempo’ y versos como ‘Contigo, no seré más el alfiler en el Infinito…’.
Y en 1962, presintiendo su partida de este mundo, decide acogerse a jubilación
y volver a Chile, que se puede leer en sus cartas: ‘Cuando podré poner
mis huesos a buen recaudo en esa soñada y esperada parcela donde espero
ver a los fantasmas de Platón y Virgilio, es decir, la Academia y el sembrado
Geórgico…’ ‘La naturaleza del hombre está hecha más que otras
cosas a la belleza de los cielos libres’.
Fallece en Santiago en la primavera,
el 22 de septiembre de 1965. La crítica ha señalado, entre otras
cosas, que Del Valle ‘se instala de lleno en las nuevas formas poéticas
de la poesía de la modernidad, asumiendo la desescritura de la poesía
tradicional, la negación de la lógica convencional y de las categorías
de espacio y tiempo.’ La ausencia de Dios, en una época marcada por la
devastación de la guerra (1938), se perfila en una constante búsqueda
de infinito, a través de modos no convencionales’, ‘el vacío ( )
se intenta llenar con la constante búsqueda poética y a través
de la vertiente órfica. El pensamiento órfico anhela llegar a un
conocimiento absoluto a través de la intuición directa de las cosas,
por oposición al pensamiento discursivo. Al mismo tiempo aspira a una visión
de totalidad mediante la unión de realidades opuestas.
El poeta
se perfila como un vate, visionario, cuya tarea está revestida de rasgos
de sacralidad y excepcionalidad.’ ‘La poesía hace suya una dimensión
profética, asumiendo los grandes temas metafísicos y buscando ciertas
coordenadas que están más allá de lo histórico y cotidiano,
tales como la visión de la muerte, la dimensión interna del tiempo,
el sentido de la existencia.’ Es un buceo ‘del mundo exterior como de las capas
profundas del ser, funciona como búsqueda ontológica, la penetración
de los dominios del sueño y del subconsciente, la preferencia de lo nocturno,
el hallazgo de imágenes oníricas, primigenias, la alusión
a la figura y mito de Orfeo y su tono oracular’, puesto que se trata de un culto
‘de misterios de la antigua Grecia, cuya fundación es atribuida a Orfeo,
caracterizada por la creencia en la vida de ultratumba y en la metempsicosis,
así como el particular régimen de vida a que se sometían
los que en ella se iniciaban.’
‘Consiste en penetrar en el misterio de
la muerte y romper los condicionamientos de la naturaleza en su doble sentido,
penetrar con vida donde sólo se penetra muerto y regresar de donde no cabe
el retorno’, indica Luis Gil en Transmisión Mítica, en 1975.
‘Augur, oracular, adivinador de mundos ocultos.’ Eco señala que ‘la verdad
es algo que habita entre nosotros desde el principio de los tiempos, pero lo hemos
olvidado.’ ‘Así pues, la revelación, la magia del subconsciente
colectivo haciendo del viejo mito un símbolo nuevo…tratando de iluminar
el destino del hombre actual.’ ‘Magia, aturdimiento, la disonancia, la interioridad
neutral y la irrealidad sensible’, señala Hugo Friedrich, ‘como así
mismo el imanentismo, la conciencia de la forma, lo metapoético, la búsqueda
de la trascendencia vacua.’ Óscar Cerruto, en el diario Argentina Libre,
definió a Rosamel como ‘un territorio aparte en la literatura chilena,
como una isla repentinamente surgida en el océano.
Su poesía
se alza solitaria, distinta, inconfundible a fuerza de ser desemejante a toda
otra. Sorprende por su belleza dramática’. Y Angel Cruchaga Santa María,
puso el acento en que para leerlo había que entrar en trance, y Eduardo
Anguita se mostraba perplejo ‘sin saber bien si este poeta era un ser que asciende
en el ejercicio de ‘nombrar’ el mundo y despertarlo o es una esencia infernal
que pretende anonadar la vida.’ Anguita sobre el libro ‘Poesía’
de Del Valle emite el siguiente juicio: ‘Esta obra es única en el idioma
castellano, tanto por su tema central como por la rigurosidad espacial-temporal
con que sus vivencias han salido a la luz.
La obra es uno de los trabajos
del hombre sobre la tierra más grandes de que haya constancia en la poesía
universal. Pienso en Rilke, Mallarmé, Hölderlin…’. Sobre su Orfeo,
Díaz Casanueva dice: ‘Ha llegado así a ‘los arquetipos mágicos’
que se encuentran en varios poetas modernos y que es la consecuencia del abandono
del individualismo y la sumersión en los sentimientos colectivos primordiales’.
Por su parte, Volodia Teitelboim: “como él lo recuerda, ‘amarga es el agua
que bebe el hombre solo’.
Quiere penetrar en vida en las márgenes
de la muerte, colocándose en una línea fronteriza, investigando
en la vigilia y el sueño sus relaciones ocultas o turbadoras”. Ricardo
Latcham, aduce que ‘la ausencia de Chile le permitió pensar con atrevimiento
sobre el mundo, en torno a traspasar sus intuiciones en un amplio y profundo registro
poemático’. Y agrega ‘ha podido revelarse y alcanzar el verdadero conocimiento
de su personalidad compleja: elaboración interior que Jung denominó
‘la autificación’ o ‘realización de sí mismo’”.
Y
Braulio Arenas, en 1965 afirma: ‘Elegante hasta el punto de adelgazar sus palabras
como para no comprometerlas en la feria de vanidades de la literatura.’ Hernán
del Solar, en un artículo del diario El Mercurio es tajante es denominarlo
‘un poeta de minoría, con una riqueza de imaginación, conocimiento
del idioma, de notoria capacidad…Siempre se le citaba entre nuestros poetas de
mayor altura. A Rosamel del Valle no se le entendía, además no tenía
anzuelo para atrapar a voluntades bien dispuestas a tratar de entenderlo.’ Del
Solar, de nuevo: ‘La primera sensación de los lectores era como una viva
inquietud, de hallarse de pronto en la frontera de un país nuevo’.
Y
Raúl González Figueroa en 1976 afirmó del autor de ‘Las
Llaves Invisibles’, que ‘¿el artífice de la magia’, ha muerto?
Solamente duerme’, y ‘conserva esas llaves en sus manos para entrar o salir de
su mágico mundo’. ‘Para entrar en el laberinto de su poesía, se
necesita estar provisto de una lámpara.’ ‘Toda su poesía es copa
pletórica de imágenes y donde los símbolos son una continua
aparición de burbujas’. ‘Es un ángel del simbolismo, un Baudelaire
de América’.
E Ignacio Valente en un artículo en El Mercurio,
en 1977, indica: ‘Los nombres de Rosamel del Valle y Humberto Díaz Casanueva
aparecen siempre unidos en el panorama de la vanguardia poética nacional
de este siglo. Poetas oscuros y difíciles ambos, marcados por un común
influjo surrealista, intentan a la vez de un modo que recuerda a Huidobro, crear
una poesía que sea también, y sobre todo, hija de la inteligencia,
y aún más, que sea una empresa de conocimiento metafísico
de la realidad’.
Enrique Anderson Imbert, agrega ‘Su versolibrismo va demoliendo
la arquitectura de la poesía hasta dejar al poeta en medio de ruinas nocturnas
cantando alucinaciones y misterios de su soledad’. José Ramón Heredia,
al notar que se está ante un hondo poeta: ‘…Su poesía es como el
bullir de un mundo extraño, en el cual el poeta, habitante único
y desesperado, en profunda soledad angustiosa, vive y se debate en un ansia de
conocimiento, queriendo descorrer los velos que ocultan los sellados misterios
del ser, su origen y sus destinos’.
Ya en 1930, en carta, Vicente Huidobro
le comenta: ‘Su estilo alcanza grados que nunca he visto en otro escritor de América
Latina’.
El mismo Del Valle: ‘He aquí que aparté la luz,
porque la luz me fastidiaba. Yo tenía mi sueño, una lámpara.
Y empecé a amar las tinieblas. Ningún ser humano se regocijó
tanto como yo en las tinieblas, ni nadie escuchó como yo la voz de la tierra.
Y canté hacia abajo, hacia lo hondo. Hacia lo sordo…¡Oh el regocijo
de mi corazón sumergido!’, reseña María Eugenia Urrutia,
tomado de Elina, Aroma Terrestre, 1983. Del Valle sostiene que ‘es evidente
que no vamos a la poesía en busca de trivialidades’. ‘¿Qué
tranquilidad posible sin el látigo de los fuegos surgidos entre nosotros,
…y cuyas llamas son parte esencial de nuestros pensamientos y de nuestra existencia
total?
Sin esto, la poesía resulta concreta, alentadora, agradable,
‘entretenida’… pero absolutamente inocua ante la secreta ansiedad que nos domina
día y noche y de nacimiento a muerte.’ ‘Para la glorificación de
la tranquilidad humana, tanto el novelista como el poeta…deben preocuparse de
una vez y para siempre de lo que el hombre ‘hace’ en el mundo. Y de lo que ‘NO
HACE’, ¿QUIÉN SE PREOCUPARÁ?’ Y concluye. ‘Regalemos esa
cobardía, antihumana, ese pavor por lo que viaja a la espalda, el rechazo
del profundo SUEÑO ILEGAL’. ‘Ojo que no me sobresalta, ojo perdido. No
puedo permitir que la realidad permanezca frente a mí con su rostro de
prisionera o de ahogada. Veo la voz que le crece, lo maravilloso como un signo…y
lo tomo en el acto.’ ‘Veo entonces, la absoluta libertad de los objetos o elementos,
desencadenándose y obrando por su cuenta en lo fantástico. Un rostro
con un ojo en la sien’. ‘Cuando el mundo sensible parece existir entre mi presencia
y lo que está demasiado próximo a mí (como decir, entre mi
ser y lo que lo que precede, lo que no puedo designar sino como bellos desastres)
abre su gran ventana y es necesario caer de rodillas ante tan extraña inundación
de enigmas flotantes, creo que la materia tiene entonces algo así como
parpadeo y que mueve sus cansadas células hacia un principio que acaso
sea su identificación con el fuego de los mitos…Su dominio empieza por
atraer las imágenes errantes y dispersas para después cercarlas
con su imán y reducirlas por fin a un cuerpo experimental y radiante’.
Novalis dijo ‘Lo mágico en la obra de arte es el uso arbitrario
del mundo de los sentidos’, y Del Valle pide que nadie le dé esa mano si
es incapaz de darle lustre, de inventarle un color y un calor que harán
estremecerla. Influido por Baudelaire, Blake, Lautréamont, Rubén
Darío, Dante, Miltón y Shakespeare, de hecho les rinde homenaje
en su poema ‘Puerta para no pasar’.
A la poesía la designa
como ‘la desprendida del sueño ilegal, cuando llega aterroriza, es una
vara ardiente que tiembla en cada mano. El poeta es un ser atento, en vigilia,
alerta, responsable, y todo cuanto pase por él hacia la poesía deberá
constituir la expresión de ese estremecimiento de una idea entre muchas
otras.’ Su videncia lo lleva a afirmar que ‘nada es más irreal que la existencia.
Mis venas, el mapa de la tierra dibujado a todo color por el ciego que cuida el
mar durante la noche.’ ‘Violencia creadora’, condice la voluntad en el proceso
de escritura, la planificación. Estaba cierto que ‘el lector es un aprendiz
de mago, alguien que tiende a romper su frente hacia los ritos de su propio abismo’,
al desciframiento, adelantándose a los postulados actuales de análisis.
Sentencia escrita en 1946 en su artículo ‘De La Mente Alegórica
o de la Poesía.’ Ese lector es aquel que se deja raptar de su sueño
cotidiano en ejercicios de un orden superior. ‘Saber escribir, eso se arregla.
Saber leer, he ahí la dificultad.’ Su libro ‘La visión comunicable’,
de 1956, está dedicado “ ‘a los poetas jóvenes, a ‘los poetas mayores’
y ‘al buen lector de poesía’ ”, mostrando la certeza de su capacidad, como
todo genio, consciente de su hacer.
Del Valle fue un adelantado, y de tal
manera, cumple con los principios estéticos de la lírica moderna
y la vanguardia latinoamericana.
Del Valle se instala en la corriente de
los escritores que escriben ‘cuando la noche del mundo extiende sus tinieblas’
(Sendas Perdidas, Heidegger, 1960), determinada por ‘la falta de Dios’,
por el ‘Dios muerto’ que anunció Nietzsche, y en su tiempo cíclico
de la poesía, donde siempre se está recomenzando, construyendo y
destruyéndose el poeta y la poesía.
Rosamel del Valle tal
vez fuera el más grande poeta chileno, (influido por el Neruda residenciario,
mundo que el vate de Isla Negra abandonó) incomprendido, creador, vanguardista,
investigador metafísico y de la poética, cuestionador, perplejizador
al penetrar en los misterios de la muerte, el dolor, el amor, la alucinación,
el tiempo alterado, el cosmos propio y sostenido por una teoría única
y explicativa o turbadora, ajena a la realidad, de cantos fúnebres que
santifican la tierra, dejan temblando una lira no oída jamás, con
cuerdas de sangre ofuscada en la esfera del ser que se hunde en la muerte y regresa
con el laurel de oro entre los dientes, mas llegan desamparados y santos como
Lázaros a contarte todo sobre las tinieblas de la noche’, como glosamos
en conjunto a Heidegger y T.S. Eliot, con los nervios estallados en pantalla,
pero esta vez venimos con todos los metales en busca del absoluto que habíamos
perdido, a devolver ese poco de infinito que latía en las cenizas enamoradas
y que tendrán sentido, y ya no caeremos al abismo como un pájaro
alicatado. Ahora los poetas venimos a ALUMBRAR EL MUNDO, y nuestra Lengua es Sacra
e Inmortal. Nada más subversivo que la poesía. El mundo es un inmenso
Cadáver de luna incandescente que se va hundiendo para siempre en el más
allá. ‘Porque el hombre que sueña es un peligro VIVO.’
Rosamel
del Valle:
MÁS
BELLO EL ÁRBOL QUE EL PARAÍSO
Recostada
sobre arenas mentales, invisible hora
Adornada de terrores, de secretos, de
páginas verdes por el alba.
Entre espumas del cuerpo, en constante
trabajo desde que la
noche se cierra,
a tientas entre las débiles
llamas que vienen de lo no siempre
olvidado.
Dulce animal de distintos
vestidos incorporados al sueño,
Propietario de olas, de selvas sumergidas,
de almacenes de corales,
Casi siempre a punto de morir en el pecho poético
del hombre,
Tan inclinado hacia el amor como que sientas palomas sobre sus
rodillas.
Me parece reconocer el aire que trae esas ondas, este ruido
de maderas.
Sueños construidos al borde de ciertas hojas que saben
sonreír,
Entre animales e insectos, entre nadadores terrestres,
Cerca
del abismo donde duermen los ángeles asesinados.
Entre climas mentales,
invisible tiempo,
Poseído de mis mensajes, de mis pruebas, de mis deseos
sobre espinas.
Sin celestes alarmas, sin el olor blanco de las leyes.
Dispuesto
a los llamados, a las nocturnas experiencias,
Al terror de las manos volcadas
sobre los objetos,
A la súbita fuga de las abejas de cenizas en los
sueños perdidos.
MAGIA
IRREGULAR
Cuando despierta la zona de los
países que nadan a oscuras
El ser entra en el frío que traen
las algas errantes,
El olor de los peces muertos entre coronas de azufre,
Al parecer sobre la tierra de joven edad que deja caer sus pestañas.
Punto de soles helados en el viaje del cuerpo con sus costumbres,
Por
fin casi próximo al sueño de alcoholes que estalla en mi lecho
de
sábanas verdes.
Las olas de la boca rompen sus trenzas de nidos.
Los
ojos ven pasar extrañas barcas sobre la sangre del pecho.
Los pies
tocan piedras quemantes, cabezas de bosques,
Apagados bosques de arañas
En la atmósfera de las piernas, entre el viento que me visita.
EL
MISTERIO CUMPLE AÑOS
a Humberto Díaz
Casanueva
Desde qué aguas y tiempo
y heridas de calor
Y fábulas y permanecer en acecho como el aceite
Dispuesto a dar vida y qué fatiga de la luz
Y qué celebración
de la sombra y qué andar
Sobresaltado y qué temor de lo que
sigue
Siempre, siempre con la helada furia de la hoja
Al verano y de la
ceniza al fuego, siempre, siempre
En el mismo peligro de cabezas celestes
y voces
Pegadas al vidrio húmedo y nocturno de hallarse
Y no ser
planta ni flor, ni existencia ni cuerpo,
Entre aires y sospechas y videncias
y sobre todo
Entre lo que permanece como estatua de dolor.
Como llanto
enemigo y paciencia de lámpara y nieve
Filuda y ojos obscuros dedicados
a su muerte y al frío
Que conduce y envejece con cejas de llama.
Desde
qué aguas oh estremecimiento continuado y amigo
De mi estremecimiento
y de lo que se nos escapa
Porque no somos de hierro, ni de oro, ni de temblor,
Ni de ceniza, ni de corriente desnuda, ni de párpado civil,
Ni
de punto de partida ni de llegada, ni de continuación,
Ni de permanencia,
ni de calor, ni de sombra, ni de luz,
Ni de existencia, ni de muerte.
Acaso
seamos la fábula y acaso seamos el aire
Pasajero y acaso lo que se
parece a la sangre
Seamos nosotros, de viaje permanente, y acaso
Por la
sangre de ahora habrá más sangre mañana
En las pupilas
y en el corazón del hombre
A quien turbamos el sueño y la permanencia
y la sombra
Que hace al lado de sí mismo y que es nuestra,
Como
el aire del mar es de los náufragos,
Como el peligro es de la seguridad,
Como la sed es de la muerte.
Algo nos
toca, oh amigo de fuego creciente y espada
En la noche de afán y de
fatiga y respiración
Por la costumbre de permanecer, aunque nuestra
vida
Salga de noche y seamos su lecho vacío y sin embargo
Su guía,
su sueño, su sed, su mensaje a lo obscuro,
Su iluminación de
los muertos y su regreso
Y su entrada en la habitación y su acto
De
volver a ser lámpara y carne y respiración.
Y
ahora con qué fuerza, oh misterio, oh amigo,
Te hago sitio en mi calor
y en mi angustia,
En mi cárcel de cielos derribados,
En mi iluminada
desesperación,
En mi ciudad de piel crispada,
En mi voz que ha
viajado cerca de tu lámpara
Y en las brasas de mi corazón, levantado
un día
Por tu mano de admirable calor.
INSCRIPCIÓN
EN LA PUERTA DEL TIEMPO
Nuestra esencia viene
de la tiniebla rasgada
En espada de noche y fuego invasor parecido a la sed,
Construida de ángeles ciegos y temblores y de la infinita ola
Amante
de lo terrestre sin límites y del olvido.
Pero una transparente llama
sigue a la sangre desde el tiempo
De un calor indestructible, de una voz dormida
a lo lejos
Tal vez donde el ángel sonámbulo destruye los sueños
O donde el espacio cierra sus ramas en un movimiento
De angustia terrible
y de rechazo a la sed.
Poder volver un día
al latido lejano, a la sumergida
Ola sin llanto donde el corazón bebía
su fuego en la copa
Nocturna y palpitante, como el pez en su agua.
Tan
vasta angustia sube y tanta permanencia alrededor.
Los tallos se obscurecen
en el terrestre sonido
Y la piedra echa ramas debajo de su muerte.
Inalcanzable
vapor errante y corona deshecha de agua,
No más bellos que el cuerpo
confundido en las sombras.
Pero las cabezas arden y las manos se sueltan no
más lejos
Que el oído de la tierra o que la boca del cielo.
Juntos en un solo relámpago abandonado… Qué esencia
Destruir
ya, qué abatido sueño recoger, qué lámpara
Guardar
en la tormenta de la noche sumergida.
Maravilloso
tiempo ¡oh fuego devorador! y maravillosa
Sangre y ceguera y necesidad
del abismo donde el ser perece
Entre ángeles y demonios todavía,
entre ritos,
Debajo de campanas y sepulcros sin alba para siempre.
Siempre,
siempre, a imagen y semejanza de la angustia
Siempre, siempre, a imagen y
semejanza de la terrible imagen.
Siempre, más que a imagen de la vida,
a semejanza de la muerte.
Amenazada existencia
tan cálida de sonidos, de movimiento
Sin fin, donde el sueño
de las cosas nos oye día y noche,
Donde el hombre nos oye, donde nosotros
nos oímos y donde
Lo que no es nuestra esencia nos oye y nos mira.
Sin embargo, terrible copa nocturna nos cae en la boca
Y aire de inmensa
hoguera nos desnuda al andar.
Abandonado cuerpo
de anillos calientes, imagen sola
De la voz ciega y devoradora y eterna, hay
una espada
Para la sed, hay una espada para el sueño.
¿Qué
se le oye decir? ¿Qué puertas abre? ¿Qué estremecimiento
Conduce? ¿Qué despierta en la lengua sin ojos de los muertos?
EL CORAZÓN
SUMERGIDO
XVIII
Venid, temblor de aire
caliente y mano iluminada,
A este clima de terror donde la noche de hierro
Sostiene su puerta entre lenguas de ceniza,
Apariciones y números
desprendidos de las hojas
Del mismo tiempo que no cede en su furia de sueño
penetrante.
Venid, venid, hábil cascada, venid corazón hecho
de anillos
Y realidad terrestre, sucesión de los ojos y derramada
Dicha
sin soledad como bajo un sol de largas olas.
Venid, venid que salgo de la
sombra en un ruido
De lámparas errantes en un blanco calor.
XX
…Pero ¿qué sábanas de
signos cortan la atmósfera?
¿Qué ejército de sombras
levanta las aguas?
¿Qué cabezas ocultas se desploman heridas?
¿Qué incendio lejano hace andar hojas de humo?
El tiempo
camina de rodillas sobre hierbas calientes
Y el corazón del hombre
en obscuro desastre
Siente venir la noche de súbito por sus venas,
Lentamente y pesada de lanzas en brillo y angustia.
¿De qué
inmenso trapecio cae la sombra pronta a devorar
La vislumbre de estrella muerta
que lo sostiene?
EL
HOMBRE DEVORADO
Largo y obscuro paso
sometido al rigor de un oleaje
De irresistible sangre vestida de gala y siempre
dispuesta
A recibir a los invitados del sueño y que surgen
Del
inmenso vapor terrestre cada noche y a cada sonido
Donde la piel oye crecer
sus plumas de terror.
No en vano, oh resplandor de las piedras y de las olas
Has vivido en mi sombra petrificada y huésped
Permanente de todo
lo que pasa sin ruido y de lo negro
Invisible y brillante en campanas disueltas.
No en vano y las voces del invierno sin pies
Nacían de mi espalda
en humareda de himno solo
Inconfundible y solo y oyéndose a sí
mismo y a lo lejos
Envuelto y devuelto en un eco de trueno caído en
el agua
deshecha también por sí misma.
II
Lo dice mi garganta tan herida para el hielo
y mi oído
Tan fijo en un punto inalcanzable pero de esencia
Desesperadamente
humana y no más dura que el aire
Ni más que el sonido, ni más
que el paso del hombre despierto.
Y no ha sido en vano oh tinieblas detenidas
en el eco
De mi corazón sumergido por su propio fuego
Y por sus
rigores atentos siempre a la memoria
De mi sangre pesada de sombras y de llamas,
De indescriptibles celebraciones y muertes-
¿Cómo respirar
otro sol y otros signos y otras brasas
Sino las que debían venir desde
mi propia caída?
¿Cómo destruir mi sed, mi fuerza, mi
rumor
Sin su verdadera e infinita proximidad?
VI
Próximo y resplandeciente quehacer
en el olvido
De grandes puertas y extensión deshabitada para el césped
Que el dragón de la noche hace crecer a lo lejos.
Todo tan cerca
del vapor de mis manos y del gemido
Y es que en el borde de sus copas donde
el tiempo se evade
Mi sangre es un rudo de tierra removida
Por brillantes
uñas de ángeles que llaman a las puertas
Inútiles y cerradas
del Paraíso perdido.
Memoria mía, amada tiniebla mía,
corona de lámparas degolladas
¿De qué cielo regresas,
de qué agua despiertas?
Me alejo de tu bosque o te mueves perdiéndote
Lentamente en la arena de mi olvido seguro,
Seguro de su barca debajo
del océano.
XV
Venid
ahora, oh tembloroso fuego robado por mí, venida
Ahora que la sangre
inunda la noche y la altura donde la estrella
Pavorosa crece en mí
rodeada de visiones y tijeras. Ahora
que ya no sueño ángeles
ni coros, dorados universos,
Pasos interrumpidos, silencios mortales, luces
entreabiertas.
¡Venid! Las lámparas de los muertos te hicieron
mío… Lo obscuro
Palpita y vive, mi piel se cubre de hojas y chispas,
mis ojos
Se hacen maravillosa debilidad, mi boca cría árboles
Y hasta cuando la terrible delicia del abismo abre sus aguas
Los espejos
profundos me apagan la sed, y me escucho.
¡Venid! El definitivo asombro
se despliega a lo lejos,
Entre secretas cadenas y estatuas de ojo ardiente.
Mío es por fin el calor. Mía es la cabellera que se corre
Noche
adentro en el sonido de un caballo de fuego.
*Poemas
de la antología ‘UN ORFEO DEL PACÍFICO’. ROSAMEL DEL VALLE. COLECCIÓN
ENTRE MARES. LOM EDICIONES, PRIMERA EDICIÓN, JULIO 2000. -
* MARÍA
EUGENIA URRUTIA. ‘ROSAMEL DEL VALLE, POETA ÓRFICO’. RIL EDITORES. PRIMERA
EDICIÓN, 1996. -