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    Patrimonio - 2006 | index | Rosamel 
      del Valle  | Mauricio Otero | Autores |
 
 
La 
  copa de luz que la noche pura nombra (I) 
  Rosamel del Valle 
Por 
Mauricio Otero
 
Los poetas chilenos 
más incomprendidos y camaradas íntimos de un calostro tan sustancial 
como las estrellas que no han nacido, alumbran la noche de todos los tiempos con 
una sinfonía de sombras y secretos de iniciados: Rosamel del Valle 
y Humberto Díaz Casanueva. Ambos bardos vivieron largo tiempo en 
Estados Unidos, en altas esferas donde tejían ramas doradas que ungieron 
para siempre a los buceadores de lo oculto, único camino para conocer las 
verdades últimas de la existencia y el género humano. Vates de la 
tradición órfica, descendieron a las profundidades, pálidos y desnudos y con dátiles en el alma, 
como se debe viajar al Hades, a conversar con los muertos que nos sueñan 
en mudez pabilante.
 
a las profundidades, pálidos y desnudos y con dátiles en el alma, 
como se debe viajar al Hades, a conversar con los muertos que nos sueñan 
en mudez pabilante. 
 Su coraje y compromiso con los fuegos sacrificiales 
aullando en la purificación de los vocablos mordientes y gemidos, los transportó 
en el Hálito de niebla, como dos ríos desconocidos por los mortales 
y el mundo. Dos sacerdotes puros, corderos de razón, blasfemos del bien 
con antifaz: allí donde Hölderlin señaló el Destino 
del Poeta verdadero: ajeno y en eterna soledad, único rito que la autenticidad 
celosa soporta, lejos de las faramallas y las bobaliconas burguesías del 
show fatuo. 
Para ellos la vocación fue total e incondicional, sellada 
en un claustro concentrado donde se entregaron al trance majestuoso y superior: 
dialogar con la muerte, entender las causas primarias, aquellas que nos legó 
la noche del Génesis. Guerreros Gigantes de Enoch en la lucha por librar 
al Universo de La Amarga Condena de la Luz Bella , cuando los Dos Dioses Disputaron 
el Reino del Alma, y uno perdió atacado por otros demonios mikaelianos 
y se partió para siempre la Cabeza del Mundo entre Bien y Mal, el Mayor 
General hizo que se odiaran dos colores en el Tablero de la Ley hasta ahora, dando 
la incomprensión en el Árbol del que cuelgan cadáveres sentenciados. 
El pacto mítico y esotérico, que en los anales antediluvianos 
separó esas aguas de la Unidad , fue asumido por dos héroes chilenos 
que vencieron a la Muerte y nos otorgaron la Luz Prometeica, liberándonos 
de las cadenas de la moral y la injusticia. El hombre, lo sabían ellos, 
había sido derrotado en su Más Cara Ambición, dominar la 
Tierra para que fuera Fruto Eterno y Generoso. Aquel instante de eclosión, 
cuando el Big Bang decidió que unos serían dichosos y otros desgraciados, 
burgueses y pobres, dioses y humillados en el lagar de los astros. 
Entre 
medio de esas aguas leteales y abrahanicas, estos dos compañeros de lengua 
soterrada, descifraron gran parte del Paraíso Perdido en el Egipto cifrado, 
el Santo Grial, la espada templaria que venía a Liberar a la Humanidad 
de la Culpa Original. 
PRIMERA 
SOMBRA: ROSAMEL DEL VALLE. 
‘Hombre, mitad 
sombra y mitad luz; 
mitad túnel y mitad colina pensativa. 
El ojo 
que flota en lo obscuro es 
demoníaco; el ojo que emerge en la 
blancura 
refleja la ternura y el amparo. 
La oreja se aparta y huye, oreja incierta 
y ávida. La boca es una larga herida. 
La nariz corre burlona. La 
cabellera cae 
acariciada.’ 
Así 
describió Humberto Díaz-Casanueva el retrato de Rosamel del Valle 
hecho por el pintor cubano Mario Carreño. ( La Nación , 4 de septiembre 
de 1960.) Con esta cita, la crítica chilena y coterránea María 
Eugenia Urrutia, inicia su tesis ‘Rosamel Del Valle, poeta órfico’, 119 
Págs., publicado por RIL, en Santiago de Chile, 1996, con el auspicio de 
la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, DIBAM’. Cabe destacar que 
este trabajo sobre el autor que monografiamos aquí fue pionero en el país 
y se constituyó en un hito en el homenaje de tan colosal poeta injustamente 
olvidado. Continuamos su vital Rescate, porque como usted convendrá con 
nosotros, a veces el país duele por sus incomprensiones, mas la Potencia 
Creadora es Inmortal y finalmente se impone. 
Del Valle tuvo una extensa 
producción de más de veinte volúmenes entre poesía, 
ensayos y artículos, y fue funcionario de Naciones Unidas (1946-1962), 
lo mismo que Díaz-Casanueva, no obstante su producción no ha sido 
del todo conocida por su difícil hermetismo. Vicente Huidobro, el azor 
quemado, lo respetó sobre todo, pues fue un heredero temprano del Padre 
del Creacionismo. Su verdadero nombre era Moisés Gutiérrez, nacido 
en Santiago el 13 de noviembre de 1901, y se bautizó Rosamel del Valle 
por un primer amor de juventud, Rosa Amelia del Valle. 
Hombre sacrificado, 
debió integrarse rápidamente al mundo del trabajo, al morir su padre, 
cuando el poeta contaba con 17 años, entrando a laborar de operario en 
la imprenta La Ilustración, idéntico trabajo de otro grande chileno, 
el narrador Manuel Rojas, que como Rosamel también sobrevivió gracias 
a su labor de reportero. En 1923 conoce a Humberto Díaz Casanueva en la 
Asociación de los Cuadros Obreros Artísticos de Chile, donde fue 
invitado a dictar una conferencia sobre Gabriela Mistral. ‘Esa amistad duraría 
toda la vida, y sería el comienzo de un diálogo constante entre 
los dos poetas, cuyas obras han sido consideradas complementarias y coincidentes 
en la dimensión metafísica y el hondo compromiso que ambos mantuvieron 
con la poesía.’ 
Del Valle fundó la revista ‘Ariel’ en 1925, 
lo recordó Homero Arce en un homenaje rendido en la Sociedad de Escritores 
de Chile, el 26 de Noviembre de 1965. ‘Revista de arte nuevo, compañero- 
le dijo Rosamel, mirándolo con sus grandes ojos y sonriendo. Arrasaremos 
con las telarañas y con la apatía colectiva. Remeceremos las conciencias 
con un manifiesto que pegaremos en todas las esquinas de Santiago’, anotaba la 
proclama y seguía: ‘El movimiento de transición que gira en el pensamiento 
de nuestra juventud intelectual comienza a detenerse. Los horizontes son más 
claros. Hay caminos vastos encendiendo su llama original. 
Las voluntades 
sacuden su fiebre de humo y de sombra. Llegada ya la total renovación, 
los espíritus tuercen las rutas sinuosas y emprenden, firmes y altos, la 
marcha hacia los cantos nuevos que se dispersan entre el cielo, el mar y la tierra, 
como montañas nuevas y abiertas al mundo”. 
Se publicó en 
ella el artículo ‘La celeste locura de Teresa Wilms’, insigne musa de la 
bohemia chilena que huyera con Huidobro rumbo a Europa, para liberarse de la tiranía 
familiar, provocando un escándalo de proporciones. Era la época 
en que se juntaban con Pablo Neruda, Omar Cáceres, Julio Barrenechea, Angel 
Cruchaga, en el Teatro Odeón, en calle Almirante Barroso al llegar a San 
Pablo, y en otras ocasiones asistían como grupo a la Asociación 
de Profesores de Chile para leer sus poemas. 
Hasta que en 1944, publica 
su libro ‘Orfeo’, obra en diez cantos, y ‘en 1946, la ONU solicitó a la 
Embajada de Chile que enviara cinco funcionarios, y su amigo Díaz Casanueva 
gestionó la inclusión de Rosamel, lo que cambiaría su vida.’ 
A su llegada a Nueva York, confiesa, ‘aquí me tiene…en esta ciudad que 
es el mundo, la vida, el cielo y la tierra.’ Dice encumbrado en el piso 28 de 
su hotel, ‘…con el terrible Empire State al centro. Me siento cerca de Chile y 
del dios desconocido que existe por y para los poetas.’ Conoce a Therese Dulac, 
que fuera su esposa, a quien dedica poemas como ‘Más que la muerte, el 
tiempo’ y versos como ‘Contigo, no seré más el alfiler en el Infinito…’. 
Y en 1962, presintiendo su partida de este mundo, decide acogerse a jubilación 
y volver a Chile, que se puede leer en sus cartas: ‘Cuando podré poner 
mis huesos a buen recaudo en esa soñada y esperada parcela donde espero 
ver a los fantasmas de Platón y Virgilio, es decir, la Academia y el sembrado 
Geórgico…’ ‘La naturaleza del hombre está hecha más que otras 
cosas a la belleza de los cielos libres’. 
Fallece en Santiago en la primavera, 
el 22 de septiembre de 1965. La crítica ha señalado, entre otras 
cosas, que Del Valle ‘se instala de lleno en las nuevas formas poéticas 
de la poesía de la modernidad, asumiendo la desescritura de la poesía 
tradicional, la negación de la lógica convencional y de las categorías 
de espacio y tiempo.’ La ausencia de Dios, en una época marcada por la 
devastación de la guerra (1938), se perfila en una constante búsqueda 
de infinito, a través de modos no convencionales’, ‘el vacío ( ) 
se intenta llenar con la constante búsqueda poética y a través 
de la vertiente órfica. El pensamiento órfico anhela llegar a un 
conocimiento absoluto a través de la intuición directa de las cosas, 
por oposición al pensamiento discursivo. Al mismo tiempo aspira a una visión 
de totalidad mediante la unión de realidades opuestas. 
El poeta 
se perfila como un vate, visionario, cuya tarea está revestida de rasgos 
de sacralidad y excepcionalidad.’ ‘La poesía hace suya una dimensión 
profética, asumiendo los grandes temas metafísicos y buscando ciertas 
coordenadas que están más allá de lo histórico y cotidiano, 
tales como la visión de la muerte, la dimensión interna del tiempo, 
el sentido de la existencia.’ Es un buceo ‘del mundo exterior como de las capas 
profundas del ser, funciona como búsqueda ontológica, la penetración 
de los dominios del sueño y del subconsciente, la preferencia de lo nocturno, 
el hallazgo de imágenes oníricas, primigenias, la alusión 
a la figura y mito de Orfeo y su tono oracular’, puesto que se trata de un culto 
‘de misterios de la antigua Grecia, cuya fundación es atribuida a Orfeo, 
caracterizada por la creencia en la vida de ultratumba y en la metempsicosis, 
así como el particular régimen de vida a que se sometían 
los que en ella se iniciaban.’ 
‘Consiste en penetrar en el misterio de 
la muerte y romper los condicionamientos de la naturaleza en su doble sentido, 
penetrar con vida donde sólo se penetra muerto y regresar de donde no cabe 
el retorno’, indica Luis Gil en Transmisión Mítica, en 1975. 
‘Augur, oracular, adivinador de mundos ocultos.’ Eco señala que ‘la verdad 
es algo que habita entre nosotros desde el principio de los tiempos, pero lo hemos 
olvidado.’ ‘Así pues, la revelación, la magia del subconsciente 
colectivo haciendo del viejo mito un símbolo nuevo…tratando de iluminar 
el destino del hombre actual.’ ‘Magia, aturdimiento, la disonancia, la interioridad 
neutral y la irrealidad sensible’, señala Hugo Friedrich, ‘como así 
mismo el imanentismo, la conciencia de la forma, lo metapoético, la búsqueda 
de la trascendencia vacua.’ Óscar Cerruto, en el diario Argentina Libre, 
definió a Rosamel como ‘un territorio aparte en la literatura chilena, 
como una isla repentinamente surgida en el océano. 
Su poesía 
se alza solitaria, distinta, inconfundible a fuerza de ser desemejante a toda 
otra. Sorprende por su belleza dramática’. Y Angel Cruchaga Santa María, 
puso el acento en que para leerlo había que entrar en trance, y Eduardo 
Anguita se mostraba perplejo ‘sin saber bien si este poeta era un ser que asciende 
en el ejercicio de ‘nombrar’ el mundo y despertarlo o es una esencia infernal 
que pretende anonadar la vida.’ Anguita sobre el libro ‘Poesía’ 
de Del Valle emite el siguiente juicio: ‘Esta obra es única en el idioma 
castellano, tanto por su tema central como por la rigurosidad espacial-temporal 
con que sus vivencias han salido a la luz. 
La obra es uno de los trabajos 
del hombre sobre la tierra más grandes de que haya constancia en la poesía 
universal. Pienso en Rilke, Mallarmé, Hölderlin…’. Sobre su Orfeo, 
Díaz Casanueva dice: ‘Ha llegado así a ‘los arquetipos mágicos’ 
que se encuentran en varios poetas modernos y que es la consecuencia del abandono 
del individualismo y la sumersión en los sentimientos colectivos primordiales’. 
Por su parte, Volodia Teitelboim: “como él lo recuerda, ‘amarga es el agua 
que bebe el hombre solo’. 
Quiere penetrar en vida en las márgenes 
de la muerte, colocándose en una línea fronteriza, investigando 
en la vigilia y el sueño sus relaciones ocultas o turbadoras”. Ricardo 
Latcham, aduce que ‘la ausencia de Chile le permitió pensar con atrevimiento 
sobre el mundo, en torno a traspasar sus intuiciones en un amplio y profundo registro 
poemático’. Y agrega ‘ha podido revelarse y alcanzar el verdadero conocimiento 
de su personalidad compleja: elaboración interior que Jung denominó 
‘la autificación’ o ‘realización de sí mismo’”. 
Y 
Braulio Arenas, en 1965 afirma: ‘Elegante hasta el punto de adelgazar sus palabras 
como para no comprometerlas en la feria de vanidades de la literatura.’ Hernán 
del Solar, en un artículo del diario El Mercurio es tajante es denominarlo 
‘un poeta de minoría, con una riqueza de imaginación, conocimiento 
del idioma, de notoria capacidad…Siempre se le citaba entre nuestros poetas de 
mayor altura. A Rosamel del Valle no se le entendía, además no tenía 
anzuelo para atrapar a voluntades bien dispuestas a tratar de entenderlo.’ Del 
Solar, de nuevo: ‘La primera sensación de los lectores era como una viva 
inquietud, de hallarse de pronto en la frontera de un país nuevo’. 
Y 
Raúl González Figueroa en 1976 afirmó del autor de ‘Las 
Llaves Invisibles’, que ‘¿el artífice de la magia’, ha muerto? 
Solamente duerme’, y ‘conserva esas llaves en sus manos para entrar o salir de 
su mágico mundo’. ‘Para entrar en el laberinto de su poesía, se 
necesita estar provisto de una lámpara.’ ‘Toda su poesía es copa 
pletórica de imágenes y donde los símbolos son una continua 
aparición de burbujas’. ‘Es un ángel del simbolismo, un Baudelaire 
de América’. 
E Ignacio Valente en un artículo en El Mercurio, 
en 1977, indica: ‘Los nombres de Rosamel del Valle y Humberto Díaz Casanueva 
aparecen siempre unidos en el panorama de la vanguardia poética nacional 
de este siglo. Poetas oscuros y difíciles ambos, marcados por un común 
influjo surrealista, intentan a la vez de un modo que recuerda a Huidobro, crear 
una poesía que sea también, y sobre todo, hija de la inteligencia, 
y aún más, que sea una empresa de conocimiento metafísico 
de la realidad’. 
Enrique Anderson Imbert, agrega ‘Su versolibrismo va demoliendo 
la arquitectura de la poesía hasta dejar al poeta en medio de ruinas nocturnas 
cantando alucinaciones y misterios de su soledad’. José Ramón Heredia, 
al notar que se está ante un hondo poeta: ‘…Su poesía es como el 
bullir de un mundo extraño, en el cual el poeta, habitante único 
y desesperado, en profunda soledad angustiosa, vive y se debate en un ansia de 
conocimiento, queriendo descorrer los velos que ocultan los sellados misterios 
del ser, su origen y sus destinos’. 
Ya en 1930, en carta, Vicente Huidobro 
le comenta: ‘Su estilo alcanza grados que nunca he visto en otro escritor de América 
Latina’. 
El mismo Del Valle: ‘He aquí que aparté la luz, 
porque la luz me fastidiaba. Yo tenía mi sueño, una lámpara. 
Y empecé a amar las tinieblas. Ningún ser humano se regocijó 
tanto como yo en las tinieblas, ni nadie escuchó como yo la voz de la tierra. 
Y canté hacia abajo, hacia lo hondo. Hacia lo sordo…¡Oh el regocijo 
de mi corazón sumergido!’, reseña María Eugenia Urrutia, 
tomado de Elina, Aroma Terrestre, 1983. Del Valle sostiene que ‘es evidente 
que no vamos a la poesía en busca de trivialidades’. ‘¿Qué 
tranquilidad posible sin el látigo de los fuegos surgidos entre nosotros, 
…y cuyas llamas son parte esencial de nuestros pensamientos y de nuestra existencia 
total? 
Sin esto, la poesía resulta concreta, alentadora, agradable, 
‘entretenida’… pero absolutamente inocua ante la secreta ansiedad que nos domina 
día y noche y de nacimiento a muerte.’ ‘Para la glorificación de 
la tranquilidad humana, tanto el novelista como el poeta…deben preocuparse de 
una vez y para siempre de lo que el hombre ‘hace’ en el mundo. Y de lo que ‘NO 
HACE’, ¿QUIÉN SE PREOCUPARÁ?’ Y concluye. ‘Regalemos esa 
cobardía, antihumana, ese pavor por lo que viaja a la espalda, el rechazo 
del profundo SUEÑO ILEGAL’. ‘Ojo que no me sobresalta, ojo perdido. No 
puedo permitir que la realidad permanezca frente a mí con su rostro de 
prisionera o de ahogada. Veo la voz que le crece, lo maravilloso como un signo…y 
lo tomo en el acto.’ ‘Veo entonces, la absoluta libertad de los objetos o elementos, 
desencadenándose y obrando por su cuenta en lo fantástico. Un rostro 
con un ojo en la sien’. ‘Cuando el mundo sensible parece existir entre mi presencia 
y lo que está demasiado próximo a mí (como decir, entre mi 
ser y lo que lo que precede, lo que no puedo designar sino como bellos desastres) 
abre su gran ventana y es necesario caer de rodillas ante tan extraña inundación 
de enigmas flotantes, creo que la materia tiene entonces algo así como 
parpadeo y que mueve sus cansadas células hacia un principio que acaso 
sea su identificación con el fuego de los mitos…Su dominio empieza por 
atraer las imágenes errantes y dispersas para después cercarlas 
con su imán y reducirlas por fin a un cuerpo experimental y radiante’. 
Novalis dijo ‘Lo mágico en la obra de arte es el uso arbitrario 
del mundo de los sentidos’, y Del Valle pide que nadie le dé esa mano si 
es incapaz de darle lustre, de inventarle un color y un calor que harán 
estremecerla. Influido por Baudelaire, Blake, Lautréamont, Rubén 
Darío, Dante, Miltón y Shakespeare, de hecho les rinde homenaje 
en su poema ‘Puerta para no pasar’. 
A la poesía la designa 
como ‘la desprendida del sueño ilegal, cuando llega aterroriza, es una 
vara ardiente que tiembla en cada mano. El poeta es un ser atento, en vigilia, 
alerta, responsable, y todo cuanto pase por él hacia la poesía deberá 
constituir la expresión de ese estremecimiento de una idea entre muchas 
otras.’ Su videncia lo lleva a afirmar que ‘nada es más irreal que la existencia. 
Mis venas, el mapa de la tierra dibujado a todo color por el ciego que cuida el 
mar durante la noche.’ ‘Violencia creadora’, condice la voluntad en el proceso 
de escritura, la planificación. Estaba cierto que ‘el lector es un aprendiz 
de mago, alguien que tiende a romper su frente hacia los ritos de su propio abismo’, 
al desciframiento, adelantándose a los postulados actuales de análisis. 
Sentencia escrita en 1946 en su artículo ‘De La Mente Alegórica 
o de la Poesía.’ Ese lector es aquel que se deja raptar de su sueño 
cotidiano en ejercicios de un orden superior. ‘Saber escribir, eso se arregla. 
Saber leer, he ahí la dificultad.’ Su libro ‘La visión comunicable’, 
de 1956, está dedicado “ ‘a los poetas jóvenes, a ‘los poetas mayores’ 
y ‘al buen lector de poesía’ ”, mostrando la certeza de su capacidad, como 
todo genio, consciente de su hacer. 
Del Valle fue un adelantado, y de tal 
manera, cumple con los principios estéticos de la lírica moderna 
y la vanguardia latinoamericana. 
Del Valle se instala en la corriente de 
los escritores que escriben ‘cuando la noche del mundo extiende sus tinieblas’ 
(Sendas Perdidas, Heidegger, 1960), determinada por ‘la falta de Dios’, 
por el ‘Dios muerto’ que anunció Nietzsche, y en su tiempo cíclico 
de la poesía, donde siempre se está recomenzando, construyendo y 
destruyéndose el poeta y la poesía. 
Rosamel del Valle tal 
vez fuera el más grande poeta chileno, (influido por el Neruda residenciario, 
mundo que el vate de Isla Negra abandonó) incomprendido, creador, vanguardista, 
investigador metafísico y de la poética, cuestionador, perplejizador 
al penetrar en los misterios de la muerte, el dolor, el amor, la alucinación, 
el tiempo alterado, el cosmos propio y sostenido por una teoría única 
y explicativa o turbadora, ajena a la realidad, de cantos fúnebres que 
santifican la tierra, dejan temblando una lira no oída jamás, con 
cuerdas de sangre ofuscada en la esfera del ser que se hunde en la muerte y regresa 
con el laurel de oro entre los dientes, mas llegan desamparados y santos como 
Lázaros a contarte todo sobre las tinieblas de la noche’, como glosamos 
en conjunto a Heidegger y T.S. Eliot, con los nervios estallados en pantalla, 
pero esta vez venimos con todos los metales en busca del absoluto que habíamos 
perdido, a devolver ese poco de infinito que latía en las cenizas enamoradas 
y que tendrán sentido, y ya no caeremos al abismo como un pájaro 
alicatado. Ahora los poetas venimos a ALUMBRAR EL MUNDO, y nuestra Lengua es Sacra 
e Inmortal. Nada más subversivo que la poesía. El mundo es un inmenso 
Cadáver de luna incandescente que se va hundiendo para siempre en el más 
allá. ‘Porque el hombre que sueña es un peligro VIVO.’ 
Rosamel 
del Valle: 
MÁS 
BELLO EL ÁRBOL QUE EL PARAÍSO 
Recostada 
sobre arenas mentales, invisible hora 
Adornada de terrores, de secretos, de 
páginas verdes por el alba. 
Entre espumas del cuerpo, en constante 
trabajo desde que la 
noche se cierra, 
a tientas entre las débiles 
llamas que vienen de lo no siempre 
olvidado. 
Dulce animal de distintos 
vestidos incorporados al sueño, 
Propietario de olas, de selvas sumergidas, 
de almacenes de corales, 
Casi siempre a punto de morir en el pecho poético 
del hombre, 
Tan inclinado hacia el amor como que sientas palomas sobre sus 
rodillas. 
Me parece reconocer el aire que trae esas ondas, este ruido 
de maderas. 
Sueños construidos al borde de ciertas hojas que saben 
sonreír, 
Entre animales e insectos, entre nadadores terrestres, 
Cerca 
del abismo donde duermen los ángeles asesinados. 
Entre climas mentales, 
invisible tiempo, 
Poseído de mis mensajes, de mis pruebas, de mis deseos 
sobre espinas. 
Sin celestes alarmas, sin el olor blanco de las leyes. 
Dispuesto 
a los llamados, a las nocturnas experiencias, 
Al terror de las manos volcadas 
sobre los objetos, 
A la súbita fuga de las abejas de cenizas en los 
sueños perdidos. 
 
MAGIA 
IRREGULAR 
Cuando despierta la zona de los 
países que nadan a oscuras 
El ser entra en el frío que traen 
las algas errantes, 
El olor de los peces muertos entre coronas de azufre, 
Al parecer sobre la tierra de joven edad que deja caer sus pestañas. 
Punto de soles helados en el viaje del cuerpo con sus costumbres, 
Por 
fin casi próximo al sueño de alcoholes que estalla en mi lecho 
de 
sábanas verdes. 
Las olas de la boca rompen sus trenzas de nidos. 
Los 
ojos ven pasar extrañas barcas sobre la sangre del pecho. 
Los pies 
tocan piedras quemantes, cabezas de bosques, 
Apagados bosques de arañas 
En la atmósfera de las piernas, entre el viento que me visita. 
 
EL 
MISTERIO CUMPLE AÑOS 
a Humberto Díaz 
Casanueva 
Desde qué aguas y tiempo 
y heridas de calor 
Y fábulas y permanecer en acecho como el aceite 
Dispuesto a dar vida y qué fatiga de la luz 
Y qué celebración 
de la sombra y qué andar 
Sobresaltado y qué temor de lo que 
sigue 
Siempre, siempre con la helada furia de la hoja 
Al verano y de la 
ceniza al fuego, siempre, siempre 
En el mismo peligro de cabezas celestes 
y voces 
Pegadas al vidrio húmedo y nocturno de hallarse 
Y no ser 
planta ni flor, ni existencia ni cuerpo, 
Entre aires y sospechas y videncias 
y sobre todo 
Entre lo que permanece como estatua de dolor. 
Como llanto 
enemigo y paciencia de lámpara y nieve 
Filuda y ojos obscuros dedicados 
a su muerte y al frío 
Que conduce y envejece con cejas de llama. 
Desde 
qué aguas oh estremecimiento continuado y amigo 
De mi estremecimiento 
y de lo que se nos escapa 
Porque no somos de hierro, ni de oro, ni de temblor, 
Ni de ceniza, ni de corriente desnuda, ni de párpado civil, 
Ni 
de punto de partida ni de llegada, ni de continuación, 
Ni de permanencia, 
ni de calor, ni de sombra, ni de luz, 
Ni de existencia, ni de muerte. 
Acaso 
seamos la fábula y acaso seamos el aire 
Pasajero y acaso lo que se 
parece a la sangre 
Seamos nosotros, de viaje permanente, y acaso 
Por la 
sangre de ahora habrá más sangre mañana 
En las pupilas 
y en el corazón del hombre 
A quien turbamos el sueño y la permanencia 
y la sombra 
Que hace al lado de sí mismo y que es nuestra, 
Como 
el aire del mar es de los náufragos, 
Como el peligro es de la seguridad, 
Como la sed es de la muerte. 
Algo nos 
toca, oh amigo de fuego creciente y espada 
En la noche de afán y de 
fatiga y respiración 
Por la costumbre de permanecer, aunque nuestra 
vida 
Salga de noche y seamos su lecho vacío y sin embargo 
Su guía, 
su sueño, su sed, su mensaje a lo obscuro, 
Su iluminación de 
los muertos y su regreso 
Y su entrada en la habitación y su acto 
De 
volver a ser lámpara y carne y respiración. 
Y 
ahora con qué fuerza, oh misterio, oh amigo, 
Te hago sitio en mi calor 
y en mi angustia, 
En mi cárcel de cielos derribados, 
En mi iluminada 
desesperación, 
En mi ciudad de piel crispada, 
En mi voz que ha 
viajado cerca de tu lámpara 
Y en las brasas de mi corazón, levantado 
un día 
Por tu mano de admirable calor. 
 
INSCRIPCIÓN 
EN LA PUERTA DEL TIEMPO 
Nuestra esencia viene 
de la tiniebla rasgada 
En espada de noche y fuego invasor parecido a la sed, 
Construida de ángeles ciegos y temblores y de la infinita ola 
Amante 
de lo terrestre sin límites y del olvido. 
Pero una transparente llama 
sigue a la sangre desde el tiempo 
De un calor indestructible, de una voz dormida 
a lo lejos 
Tal vez donde el ángel sonámbulo destruye los sueños 
O donde el espacio cierra sus ramas en un movimiento 
De angustia terrible 
y de rechazo a la sed. 
Poder volver un día 
al latido lejano, a la sumergida 
Ola sin llanto donde el corazón bebía 
su fuego en la copa 
Nocturna y palpitante, como el pez en su agua. 
Tan 
vasta angustia sube y tanta permanencia alrededor. 
Los tallos se obscurecen 
en el terrestre sonido 
Y la piedra echa ramas debajo de su muerte. 
Inalcanzable 
vapor errante y corona deshecha de agua, 
No más bellos que el cuerpo 
confundido en las sombras. 
Pero las cabezas arden y las manos se sueltan no 
más lejos 
Que el oído de la tierra o que la boca del cielo. 
Juntos en un solo relámpago abandonado… Qué esencia 
Destruir 
ya, qué abatido sueño recoger, qué lámpara 
Guardar 
en la tormenta de la noche sumergida. 
Maravilloso 
tiempo ¡oh fuego devorador! y maravillosa 
Sangre y ceguera y necesidad 
del abismo donde el ser perece 
Entre ángeles y demonios todavía, 
entre ritos, 
Debajo de campanas y sepulcros sin alba para siempre. 
Siempre, 
siempre, a imagen y semejanza de la angustia 
Siempre, siempre, a imagen y 
semejanza de la terrible imagen. 
Siempre, más que a imagen de la vida, 
a semejanza de la muerte. 
Amenazada existencia 
tan cálida de sonidos, de movimiento 
Sin fin, donde el sueño 
de las cosas nos oye día y noche, 
Donde el hombre nos oye, donde nosotros 
nos oímos y donde 
Lo que no es nuestra esencia nos oye y nos mira. 
Sin embargo, terrible copa nocturna nos cae en la boca 
Y aire de inmensa 
hoguera nos desnuda al andar. 
Abandonado cuerpo 
de anillos calientes, imagen sola 
De la voz ciega y devoradora y eterna, hay 
una espada 
Para la sed, hay una espada para el sueño. 
¿Qué 
se le oye decir? ¿Qué puertas abre? ¿Qué estremecimiento 
Conduce? ¿Qué despierta en la lengua sin ojos de los muertos? 
 
EL CORAZÓN 
SUMERGIDO 
XVIII 
Venid, temblor de aire 
caliente y mano iluminada, 
A este clima de terror donde la noche de hierro 
Sostiene su puerta entre lenguas de ceniza, 
Apariciones y números 
desprendidos de las hojas 
Del mismo tiempo que no cede en su furia de sueño 
penetrante. 
Venid, venid, hábil cascada, venid corazón hecho 
de anillos 
Y realidad terrestre, sucesión de los ojos y derramada 
Dicha 
sin soledad como bajo un sol de largas olas. 
Venid, venid que salgo de la 
sombra en un ruido 
De lámparas errantes en un blanco calor. 
XX 
…Pero ¿qué sábanas de 
signos cortan la atmósfera? 
¿Qué ejército de sombras 
levanta las aguas? 
¿Qué cabezas ocultas se desploman heridas? 
¿Qué incendio lejano hace andar hojas de humo? 
El tiempo 
camina de rodillas sobre hierbas calientes 
Y el corazón del hombre 
en obscuro desastre 
Siente venir la noche de súbito por sus venas, 
Lentamente y pesada de lanzas en brillo y angustia. 
¿De qué 
inmenso trapecio cae la sombra pronta a devorar 
La vislumbre de estrella muerta 
que lo sostiene? 
 
EL 
HOMBRE DEVORADO 
Largo y obscuro paso 
sometido al rigor de un oleaje 
De irresistible sangre vestida de gala y siempre 
dispuesta 
A recibir a los invitados del sueño y que surgen 
Del 
inmenso vapor terrestre cada noche y a cada sonido 
Donde la piel oye crecer 
sus plumas de terror. 
No en vano, oh resplandor de las piedras y de las olas 
Has vivido en mi sombra petrificada y huésped 
Permanente de todo 
lo que pasa sin ruido y de lo negro 
Invisible y brillante en campanas disueltas. 
No en vano y las voces del invierno sin pies 
Nacían de mi espalda 
en humareda de himno solo 
Inconfundible y solo y oyéndose a sí 
mismo y a lo lejos 
Envuelto y devuelto en un eco de trueno caído en 
el agua 
deshecha también por sí misma. 
II 
Lo dice mi garganta tan herida para el hielo 
y mi oído 
Tan fijo en un punto inalcanzable pero de esencia 
Desesperadamente 
humana y no más dura que el aire 
Ni más que el sonido, ni más 
que el paso del hombre despierto. 
Y no ha sido en vano oh tinieblas detenidas 
en el eco 
De mi corazón sumergido por su propio fuego 
Y por sus 
rigores atentos siempre a la memoria 
De mi sangre pesada de sombras y de llamas, 
De indescriptibles celebraciones y muertes- 
¿Cómo respirar 
otro sol y otros signos y otras brasas 
Sino las que debían venir desde 
mi propia caída? 
¿Cómo destruir mi sed, mi fuerza, mi 
rumor 
Sin su verdadera e infinita proximidad? 
VI 
Próximo y resplandeciente quehacer 
en el olvido 
De grandes puertas y extensión deshabitada para el césped 
Que el dragón de la noche hace crecer a lo lejos. 
Todo tan cerca 
del vapor de mis manos y del gemido 
Y es que en el borde de sus copas donde 
el tiempo se evade 
Mi sangre es un rudo de tierra removida 
Por brillantes 
uñas de ángeles que llaman a las puertas 
Inútiles y cerradas 
del Paraíso perdido. 
Memoria mía, amada tiniebla mía, 
corona de lámparas degolladas 
¿De qué cielo regresas, 
de qué agua despiertas? 
Me alejo de tu bosque o te mueves perdiéndote 
Lentamente en la arena de mi olvido seguro, 
Seguro de su barca debajo 
del océano. 
XV 
Venid 
ahora, oh tembloroso fuego robado por mí, venida 
Ahora que la sangre 
inunda la noche y la altura donde la estrella 
Pavorosa crece en mí 
rodeada de visiones y tijeras. Ahora 
que ya no sueño ángeles 
ni coros, dorados universos, 
Pasos interrumpidos, silencios mortales, luces 
entreabiertas. 
¡Venid! Las lámparas de los muertos te hicieron 
mío… Lo obscuro 
Palpita y vive, mi piel se cubre de hojas y chispas, 
mis ojos 
Se hacen maravillosa debilidad, mi boca cría árboles 
Y hasta cuando la terrible delicia del abismo abre sus aguas 
Los espejos 
profundos me apagan la sed, y me escucho. 
¡Venid! El definitivo asombro 
se despliega a lo lejos, 
Entre secretas cadenas y estatuas de ojo ardiente. 
Mío es por fin el calor. Mía es la cabellera que se corre 
Noche 
adentro en el sonido de un caballo de fuego. 
  

 
*Poemas 
de la antología ‘UN ORFEO DEL PACÍFICO’. ROSAMEL DEL VALLE. COLECCIÓN 
ENTRE MARES. LOM EDICIONES, PRIMERA EDICIÓN, JULIO 2000. - 
* MARÍA 
EUGENIA URRUTIA. ‘ROSAMEL DEL VALLE, POETA ÓRFICO’. RIL EDITORES. PRIMERA 
EDICIÓN, 1996. -