Redolés
Por José Miguel
Varas
..........Lo conocí en Londres. Era imperdonablemente joven, de una
flacura absoluta, un alfil de perfil en diagonal, delgado, famélico y
abrazado con "la menor". Uso sus propias palabras para mis propios fines. Era una especie
de fakir blanco, de ojos claros, con unos pocos pelos retorcidos cerca
de las comisuras de los labios y cerca de la barbilla, pelos que
parecían una manifestación de desaseo pero en realidad, aspiraban a
ser una barba incipiente, que se quedó en eso para siempre:
incipiente. Un fakir catalán. Pero hablaba en chileno y nada, en su
aspecto desamparado, sugería que fuese capaz de escribir los versos
que yo acababa de leer en su libro intitulado: NOTAS PARA UNA
CONTRIBUCIÓN A UN ESTUDIO MATERIALISTA SOBRE LOS HERMOSOS Y
HORRIPILANTES DESTELLOS DE LA (CABRONA) TENSA CALMA editado por la
Jota Exterior en Budapest. Era un libro irreverente y casi blasfemo.
En su contraportada aparecía el autor con el brazo pasado
familiarmente sobre los hombros de un Lenin afeitado, sin pera y
bigote, con la cara que tenía el 7 de noviembre de 1917. Debo advertir
que esto ocurría bajo la mirada paternal, benigna y mapuche del viejo
Trigo, que era el Encargado.
..........Mauricio me llevó a un pub en cuyo
segundo piso estuvo Lenin con sus camaradas del Comité Central,
adoptando resoluciones trascendentales, como de costumbre. Un agente
policial inglés que había logrado penetrar a la habitación, se ocultó
en un estante y desde allí siguió todo el desarrollo de la reunión.
Después informó a sus superiores que los pérfidos bolcheviques rusos
no se reunían en inglés, sino en ruso, por lo cual no pudo entender ni
una palabra.
..........En ese tiempo
Mauricio escribió su famoso Tango del Adiós en el que se supone
que alguna vez por Regent Street pasará el ejército rojo británico
cantando canciones revolucionarias, cuando los obreros británicos
salgan de los pubs a las barricadas, cuando los estudiantes crucen los
prados de Hyde Park sonriendo al ofrecer su sangre y salten a
encontrarlo, a decirle flaco we love your poetry, y yo (Mauricio) no
estaré. Y también escribió el poema de Las encomiendas, las
inmensas encomiendas que mandan las madres a sus hijos exiliados,
paquetes amarrados con mucha fuerza y grandes letras marcadas como si
las madres temieran que el avión perdiera el rumbo y las encomiendas
fueran a parar a manos de algún africano, costarricense o florentino
de parecido nombre al nuestro. Y el supersintético Milicos, que
sólo dice:
YA
PONGANSE TODOS ACÁ
YA
..........Me acordaba de todo eso en el viejo y desvencijado Teatro
Novedades, de Cueto Road al llegar a la Avenida Portales, en el Bello
Barrio. Sí, el viejo y desvencijado Novedades de las matinés
caliginosas de mi niñez, con serial, cómicas y dos películas y
chocolate caluguimenta, de las que uno salía con la cabeza abombada y
viendo persistentes culebrillas. Hoy en el escenario, el mismo
Redolés, más pelucón y desgreñado, con un peso y un volumen que a lo
menos duplican los que tenía en Londres y una polera roja con una gran
estrella amarilla en la zona pectoral (la bandera de Vietnam) tomaba
su guitarra eléctrica. Lo aclamamos, lo aplaudimos y lo vitoreamos con
el arrebato propio de los fans del rock, aunque en rigor yo no lo sea
y aunque en rigor yo fuera el más anciano de los espectadores que
repletaban la sala.
..........Redolés,
que además de poeta es autor e intérprete de rock (lo digo para los
poquísimos que lo ignoran), comenzó con una pieza delicada y melódica,
muy poco metálica, El Derecho de Vivir en Paz, un homenaje al
cantor y al tío Ho. Pero a continuación nos sometió a una agresión
auditiva atroz, con la estridencia de su instrumento, rascado en el
más puro estilo de los 70 en una catarata de sus poemas canciones de
todos los tiempos, como el Tango de la Cantante de Charing
Cross, que produce una risa nerviosa con los ojos anegados igual
que la verdadera historia de los Beatles chilenos: Lennon ya culiaba
cuando pa´todos ese verbo era sólo un sonido ignoto, MacCarthey tenía
una minita bien rica por ahí por Barroso con Alameda, su suegro era
dueño de un taller fotográfico FOTOLINDA, George visitaba
frecuentemente a un hindú que vivía frente a la Plaza Brasil y Ringo
trabajaba en un taller mecánico Recoleta abajo. Y otras muchas, como
Nadie dijo nada. Sí, pero ésta la escribió Pezoa Véliz y no
Redolés. Lo digo así con toda claridad porque hay algunos que no le
creen y le discuten a uno que tiene que ser de Mauricio y no le hacen
ni juicio a uno. La ignorancia es osada.
.........Nadie que no lo haya escuchado puede
imaginarse la manera de cantar de este poeta. Canta a grito pelado,
susurra, envuelve en poesía las peores ordinarieces, como decía mi tía
Ciela, pasa de un tono grave, de locutor, hasta un agudo que para los
pelos saltando a la garrocha cuatro octavas como si tal cosa. (Si se
hubiera dedicado a la ópera). Y el público saltaba, aplaudía,
vitoreaba, coreaba (se sabían la letra de sus poemas y de sus
canciones) y exigía Quien mató a Gaete. Esa noche en el
Novedades.
..........A ratos, dejaba la
eléctrica (por suerte) y se acompañaba con una acústica, un poco
contaminada de electrones, pero más bien acústica. Era un alivio. Pero
era mejor cuando recitaba simplemente. Digo yo que no soy de la era
del rock.
..........Creo haber sugerido
que Redolés no estuvo en Londres en visita turística. Estuvo exiliado,
después de casi dos años en la cárcel de Valparaíso, de sufrir y
presenciar golpes y torturas. A veces se pregunta qué será de un
torturador. Además polemiza con los etruscos, que lo quisieron
convertir en poeta oficial y ha demostrado que se puede decir viejos
culiaos en un poema. Este poeta está poseído de una especie de furor
humorístico, satírico, capaz de convertir cualquier cosa en poesía y
de producir los más tiernos poemas de amor, sin perder de vista dos o
tres cosas esenciales. Y aquí uno cesa, porque siente que sirve de
poco, ¡no sirve de nada!, hablar de la poesía y que mejor sería leer
sus poemas tal cual, a lo más acompañando sus versos con gestos y
miradas de inteligencia. Y publicarlos para que otros los lean. Eso.
en revista
Rocinante
junio 2000.