por Antonio
Avaria
DAMA
EN EL JARDIN
Carolina
Rivas.
Alfaguara, Santiago, 2001,
213
páginas.
... El título de la breve
novela Tan triste como ella, de Juan Carlos Onetti, podría
aplicarse a la condición femenina en este bello libro de cuentos de
Carolina Rivas (1961). No figura una sola mujer, sino varias, pero
todas ellas tienen en común la infelicidad, la sensualidad retenida,
un cierto desapego emocional. También aparecen, y muy persuasivos,
ciertos hablantes masculinos, pero especialmente expuesta y lacerada
es la mujer.
... El estilo suele ser
simbólico, sin ataduras a la referencia concreta o a episodios
explicativos; casi emplea, a veces, el lenguaje de la leyenda. Tampoco
los decorados y ambientes son precisos y realistas; ignoramos si en
esas paredes hay cuadros, libros, ventanas, manchas; las alusiones a
detalles anecdóticos o reales son mínimas.
... El carácter femenino es observador, paciente
y sufriente. No hay estridencias o concesiones a la facilidad para
atraer al lector. Es por lo tanto una proeza la factura de estos
relatos con tan escasos materiales, sin ganchos ni recursos dramáticos
sorprendentes. Son cuentos breves, dotados de belleza lírica, de
escritura castigada. Ninguno se alarga más de la cuenta y se presiente
que la autora los ha pulido y dejado madurar, despojándolos de
hojarasca; a veces hasta echamos de menos un poco de ésta, para
rellenar vacíos. Es una literatura fina, de atmósferas ominosamente
suaves, pese a que los personajes no se sientan a la mesa, sino
arriba, o encima, en 1a mesa, suelen confidenciar (tan barbarismo como
vacacionar), dicen apretan por aprietan, y a un verbo intransitivo
como regresar, le regalan un complemento directo; bueno, pelillos de
la cola de un libro bien escrito, sin ripios ni lugares comunes, sin
excesos, con un cierto manierismo del buen decir y del buen actuar.
¿Son cuentos? Sí, indudablemente. Hechos de momentos, de sensaciones,
de relaciones sentimentales cotidianas.
...Pese a lo dicho, también se hace presente, en
sordina, lo excepcional. Una muchachita no opone resistencia a un
hombre que la desflora a la hora de la siesta, en una casa de amigos o
parientes. Esa experiencia de una violación reaparece en el libro,
como un secreto bien guardado, o un sueño inconsciente; la niña se
deja hacer, no se atreve a gritar o resistirse; así aprende a llorar.
La intervención de factores dramáticos es sutil, apenas esbozada.
Todos los asuntos son de subjetividades, de intermitencias del
corazón, de opacas infidelidades. No hay mucho amor, ni rotundo
desamor; son seres con el registro sincopado; hay un rico despliegue
de miradas, descripciones, visiones hacia la intimidad. Una de las
heroínas tiene una madre castradora, fuerte, que la empequeñece, la
debilita, le quita fuerza para vivir, para tener salud y
alegría.
---Carolina Rivas tendrá
que ampliar este registro deliberadamente frágil si quiere construir
en el futuro una novela, empresa literaria que forzosamente le exigirá
esfuerzos de objetivación, captura de amplias representaciones
plausibles de la realidad, desarrollo narrativo, esquemas dramáticos
de más largo aliento que estas estampas sentimentales de tan refinada
confección. La autora esquiva aquí con elegancia los escollos del
novelista. Cuidado, sin embargo, con las lecciones sabiondas, pues ya
Virginia Woolf nos enseñó que todo puede constituir el tema propio de
una novela: ... la vida es un halo luminoso, una envoltura
semitransparente (...) ¿No es acaso la tarea del novelista coger ese
espíritu cambiante, desconocido, ilimitado, con todas sus aberraciones
y complejidades y con la menor mezcla posible de los hechos exteriores
y ajenos?.
...Tristes, sensuales,
infelices, son estas mujeres jóvenes de Dama en el jardín,
título asimismo de un relato de finísimas observaciones. Más que pulso
narrativo, hay pintura traslúcida de estados de alma; el predominio
del sentimiento es ostensible en estos textos. Todo es tenue,
delicado, delicuescente, pero algo ocurre, algo se
escurre.
...Mariana, por ejemplo, es
un cuento excelente y sobrecogedor. El hablante sufre el desamor, o la
indiferencia, de su mujer, no entiende qué pasa, cómo pasa, cuándo
pasa, por qué pasa que su pareja ya no se desvive por él, ejecuta las
acciones de una buena esposa, da un beso reglamentario; qué
impotencia, qué perplejidad. En cuanto a ella, misterio; ignoramos si
tiene otra vida, si abandonará el hogar, si desaparecerá. Es un
terrible final abierto. Estas mujeres, aparentemente todas unas
señoritas, son bombas de tiempo. Carolina Rivas se preocupa de
hacerlas estallar fuera del libro, directamente en la cabeza del
fervoroso lector.
en El
Mercurio
Santiago de Chile, Sábado
16 de Junio de 2001