SANTIAGO.- Es casi
una década lo que se demoró en publicar (o decidirse a ello), pues
tenía acumulados textos de distintas experiencias y etapas de su vida
y de las que observaba. Pero, Carolina Rivas (1961, Chile) vio un
puente entre los manuscritos: el afecto narrado en cuento, "género del
que nuestro país no tiene cultura", asegura.
Algunos de ellos incluidos
en antologías (Relatos y resacas, Voces de eros, por
ejemplo) y premiados, como la mención honrosa en Revista Paula 1999.
"Me permitieron ordenarlos, corregirlos, y fue un gran regalo de este
año", sostiene la autora, desde su oficina en el Consejo Nacional del
Libro y la Lectura, y no de su casa, en las cercanías del cerro Santa
Lucía.
Hay una frase que se repite en dos cuentos: "Me llevas hasta el
fondo de la cama donde el amor no se escribe con letras"...
¿inspiración personal o salió de algún texto u otra
persona?
"Esa frase sale en dos cuentos que están interconectados. Tiene
que ver con la trama del cuento, la emoción del protagonista, una
metáfora, una imagen, de lo que ocurre con los protagonistas. En
Para amarte mejor es una mujer a quien le enseñan a leer, a
aprender, hay una intención del otro de educar, para que ella tenga
más posibilidades. Ella crece pero él sigue siendo él mismo, y ve que
hay lugares donde las palabras no corren. En Puertas adentro,
como corolario, ella escribe, las palabras empiezan a tener sentido,
pero él no escucha ni gusta que le lean".
Abordas el amor en
distintos niveles de relación, y surge la pregunta: ¿hay que
entregarse sin pensarlo o andar con mucho recelo?
"No quiero hablar como si
hubiese un mensaje. Definitivamente el tema es de los afectos
globales; hay cuentos que no tienen que ver con la relación de pareja,
afectos serán siempre fuente inagotable para generar historias. Cada
uno de los cuentos, independientes de la trama, son cruzados por lo
afectivo, filiales, entre hermanos, dentro de la amistad. El tema
afectivo presente no necesariamente es erótico, descarnado; hay
historias comunes y corrientes, en varios cuentos hay muchas voces
masculinas, hay un trabajo de no revelar al narrador
masculino".
Varios cuentos hablan de amor-muerte, ¿explicas tal puente como
parte de lo fragmentario, repentino, que puede ser ese
sentimiento?
"Nunca lo había pensado así, por lo débil o fragmentario. En
Acto de presencia, hay una escena muy triste en que la
protagonista está haciendo cosas que no son suyas, de su edad, un
poquito esa cosa de te lo dije, te estás muriendo. En el texto
Morir de mañana está la muerte de un sentimiento, conlleva lo
que tú decías, es una gran metáfora en que matas todas las imágenes,
dejar morir amores prescindibles, y el único, el que provoca la
muerte, en la lágrima, queda para siempre y con ella, en un cadáver,
en la vereda".
Y agrega la autora, con pareja y sin hijos: "En
Amores que matan no hay una muerte propiamente tal, es otra
metáfora, a mí me mataste, me pusiste el gorro, es coloquial.
Es un asesinato por la espalda, donde también hay un juego, en que
dicen no recuerdo botado el cuchillo al agua, ni visto en los
diarios. Es el concepto de haber matado".
Usas el clásico recurso del
final sorprendente, como un símil de lo que ocurre en ocasiones de
amor...
"Es
una cosa infinita, me encanta el tema de la pareja, cómo se construyen
las relaciones de las personas. Uso el final efectista, como en el
primer cuento (Dama en el jardín) con una resolución al más
puro estilo de los maestros... pero no sé si los amores son también
así, dan para todo. Puertas que se abren de formas distintas,
acercamientos de las personas, el hombre del cual sospecho, la mujer
que me está abandonando, son problemas en que se esconde su verdadero
sentimiento".
Tu forma de narrar es
lineal, de pocos puntos apartes. No hay diálogos entre los personajes,
si es que no salen de sus mismas reflexiones, o de las
tuyas.
"Son historias íntimas, pero eso de lo autobiográfico te diría
que los primeros cuentos que escribí eran bastantes desfachatados,
irresponsables, escribía cosas del alma, de corazones sangrantes,
tenían su rédito por lo sincero que eran. Con el correr de los años,
me hice más meticulosa, de narrar desde la observación el
comportamiento, que es tremendamente interesante".
Y recuerda
Carolina Rivas un cuento ambientado en Buenos Aires, ciudad donde
residió durante su juventud: "El narrador es testigo, debe hacerse
cargo de la ex polola deshecha que dejó su hermano, participa como
observando y ayudando, reflexiona lo que observa, hay un compromiso,
un diálogo".
También incluyes a la
naturaleza, más allá de la manoseada primavera, ¿por qué si es tan
intimista?
"No
es solamente conocimiento de las flores, que le dan cuerpo, olor,
aromas a los textos, muchos cuentos son en espacios amplios, con
cielos, jardines, playas; tampoco están desesperadamente descriptivos,
permite al lector visualizar un aire literario, espacio abierto,
algunos textos también son en espacios cerrados, son pocos, pero
quiero que la gente respire, camine, se olvide de la oficina, que se
devuelvan a buscar algo... la realidad de cualquier persona. Además
dime que no son preciosas las azaleas, el otoño, lleno de hojas, los
parques. Hay mínimas pautas para la imaginación del
lector".
Tras este libro, ¿hay un receso o ya estás trabajando en
algo?
"Estoy trabajando en una novela, debo llevar unas 29 páginas,
es lento pero una interesante investigación histórica de ciertos
personajes del milenio pasado. Son cuatro personajes emblemáticos,
cada uno monstruo de la música, el arte... no te puedo contar mucho,
pero he leído cuanta biografía y material hay de ellos, y los he
llevado al tiempo presente con nombres de pila y una relación curiosa
que sucede entre ellos. Habrá un personaje que le dará unión a la
historia, para hacerla más cercana, naif, en una dinámica
distinta".
en emol.com
Miércoles 18 de Abril de
2001