... - Yo siempre lo dije-, opinaba Don Raúl el de la ferretería,
mientras bajaba las persianas del local. -Esa no pasa de la esquina.
-Sorbió con la naríz y eructó, como si con eso escupiera las palabras
exactas que no sabía aplicar al caso.
... A eso de las once y media, en la misma cuadra, Alonso caminaba
por sobre los comentarios de Don Raúl. En su cabeza sobrevivía una
sola idea: que de no llegar a tiempo, o tendría la certeza y
entonces...www.letras.s5.com
... Sin hacer el menor ruido, subió las escaleras del edificio para
quedarse muy quieto frente a la puerta. La música de radio, la risa de
ella, ese murmullo tan conocido por los que han palpado la piel ajena,
era inconfundible. Al otro lado de la cerradura, su cama estaba
tomada, su mujer gemía al mismo compás que un saxofón, entre sábanas
propias, deslizándose por todas las formas del placer.www.letras.s5.com
... Alonso apretó los puños. Quizo hundirlos en la pared gritando,
echar abajo la puerta y verla... puta, puta de mierda. Yo que me saco
la cresta para darte todo lo que querís, a mí, yo que me reía del
Flaco, cuando me decía que te habían echado el ojo hace rato...
grandísima puta... me lo juraste... que ibai a cambiar... que cuando
te casarai ... Con las manos todavía apretadas, desistió, ya no sabía
qué sentir.
... Bajó nuevamente a la calle y caminó en recta hacia la plaza.
Se recostó sobre el pasto todavía tibio de alguna pareja vespertina y
cerró los ojos. En su bolsillo encontró tanteando, el último resto de
hierba que le quedaba. Un cigarrillo delgado que encendió sin
preocuparse por revisar el horizonte. Esto también se lo debía al
Flaco, pensó, mientras comenzaba a adormilarse en un lento mecerse
entre las copas de los árboles. Lento, el recuerdo le vino a aparecer
entre los ojos. En esa misma plaza le habían mirado juntos el culo a
la Flora, alzado sobre dos piernas gruesas y duras debajo de la falda
estrecha. El se lo advirtió después, esa no se iba con largas... que
ten cuidado Alonso...www.letras.s5.com
... Y ella, ahora con otro... pero qué se podía esperar, si la
misma noche que la conoció, se lo llevó a la cama así no más...
moviéndose como si fuera loca, apretando y besando a ese Alonso que se
dejó recorrer, incrustado entre las caderas anchas, escuchando la voz
aguda pidiendo siempre más...
... Enamorado definitivamente, él la llevó a su casa, mejor dicho
a la pieza que le arrendaba a Don Raúl en los altos.
... Al principio fue tajante, que mujeres no, que son un problema.
Pero ante la amenaza del Registro Civil el jueves siguiente por la
mañana, hasta el último vecino se calló.
... (Alonso divisó entre los árboles a su mujer enrando a la
Catedral de Santiago que era lo más grande que podía imaginar, vetida
entera de blanco, un coro enorme sonando a su paso). Pero fue con uno
rosado que le prestaron y demasiado maquillada. Hasta se le corrió el
rimel cuando lanzó el ramito de plástico que fue a darle casi en la
cara a una vecina. A la tonta se le dió con que tenía que llorar. Y
parece que esa noche se meneó menos en la cama y Alonso pensó que era
la emoción. Un poco desencantado se durmió después... y la soñó más
bonita.
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... Don Raúl sintió
los pasos de su inquilino mientras levantaba las persianas. -Buenos
días Alonso-, dijo, pero el otro no contestó. Volvió a subir las
escaleras y esta vez si entró a la pieza. Caminó hasta la ventana y
abrió de golpe las cortinas para despertarla. Se sentía solo la
respiración de la mujer, un olor rancio y conocido. Desde las sábanas,
ella asomó despeinda y lo vió acercarse. El, agarrándola fuerte y
desesperado por los hombros, gritó: ¡Cuánto sacaste anoche mierda
¿CUANTO?, que tengo que pagarle al Flaco. ¡Cuánto!
... La Flora sonrió, diciendo a medio dormir todavía: -No gritís
tanto y suéltame, será mejor, que el Flaco te dejó hasta saludos y
recado de que no le debíai ná.
Para amarte
mejor
Carolina Rivas
(cuentos)
Editorial Mosquito Comunicaciones
Impreso en
Chile. 1990