..... -Uno siempre regresa al
lugar del crimen-, murmura Beatriz.
.....
Alejandra, a pocos metros, trata de enfocar un punto preciso,
el detalle de una aldaba antigua en la puerta de una casa azul. Dentro
de pocos minutos se irá el sol y todavía le quedan fotos por
hacer.
..... -Uno siempre regresa...-,
repite Beatriz, esta vez sin terminar de pronunciar la frase.
..... -Será otro de sus lapsus de ensoñación-,
piensa Alejandra. -Pero se le pasará pronto, es inofensiva.
..... Beatriz mastica a menudo frases que nadie
entiende, pierde la mirada entre las cosas, se toca la nariz casi con
desesperación -dice que es alergia- o toma algo entre las manos, una
flor, una hoja, una ramita que huele como si fuera ciega, y las
manosea hasta deshacerlas.
..... -Pero
se le pasa pronto, es inofensiva-, suele decir Alejandra a sus amigos
en su defensa, cuando la mirada un tanto inquieta de ellos la
preocupa.
..... -Para ser jueves el
puerto está lindo y el día epléndido, -comenta Beatriz, mirando ahora
el ancho de la bahía.
..... -¿Jueves?,
-pregunta Alejandra-, qué tiene que ver con que sea jueves. ¿Por
qué?-, insiste mientras cambia el rollo.
..... -Es un día horrible. No me levantaría nunca
los jueves. Los eliminaría, si pudiera, por decreto-, y comienza a
rascarse furiosamente la nariz.
.....
-Estás muy loca, estás loca de remate..., -murmura Alejandra y con una
sonrisa enfoca el detalle de un curioso candado de bronce.
..... Alejandra se apoya contra la baranda y
adapta el lente a la fugitiva luz. Ella siempre sueña con absorber,
succionar el sentido de las cosas, de los rostros, volverlos
diferentes desde su mirada. Ese soberbio anhelo omnividente de los
fotógrafos.
..... El viento le levanta
el pelo en una larga bóveda dorada. Ondea unos instantes en el aire
para tocar la cara de Beatriz.
.....
-¿Traicionaste alguna vez?
..... La
pregunta sorprende a Alejandra. Respira hondo, traga saliva y no
responde. Saca el dedo del obturador.
..... -O, puesto de otra manera, ¿has soñado que
matas algo o a alguien?
..... La rubia
gira y queda casi de frente a Beatriz. Instintivamente busca,
escondida detrás del lente, los ojos oscuros, extraños, de su amiga y
enfoca.
..... -Alguna vez. Quién no...,
-responde inquieta mientras espera el punto de vista preciso para
atrapar esa extraña belleza de Beatriz que suele confundirla. -Pero
sin resultados relevantes, añade. ¿Por qué la pregunta?
..... -Nada especial. ¡Odio los jueves!, -repite
Beatriz saliendo sin aviso de cuadro.
..... -¿A quién? ¿Qué mataste?, -pregunta
Alejandra ahora con aparente curiosidad. Contra su voluntad,
presintiendo el riesgo, comienza a entusiasmarse y mueve la cámara
instintivamente para encontrar la fotografía que aún no logra
hacer.
..... -Ya te dije. Nada, es solo
una pregunta.
..... Un grupo de gaviotas
pasa rasante por sobre las rocas. Alejandra l sigue. Apreta una y otra
vez... 6, 7, 8 veces el obturador.
.....
Beatriz tiene el pelo oscuro y los ojos tristes. De nuevo en el
objetivo, Beatriz lleva como fondo un día de sol y esto parece
molestarla. Esa luz que surge de lo más oscuro, esa luz que ella tiene
y que recién ahora Alejandra logra definir, entender. Esa errática
inteligencia, esas frases que parecieran no saber a donde van. Esa
Beatriz que comienza a acomodarse descaradamente entre sus
cejas.
..... -Hace un año, exactamente
aquí, en este mirador, cometí el crimen.
..... Beatriz sonríe. Lo repite, esta vez, lenta
y perfectamente entendible.
..... El
reloj Turri de Valparaíso marca las seis.
..... -Todo hombre mata lo que ama. Los valientes
con una espada, los cobardes con un beso-, susurra como si
cantara.
..... Alejandra, confundida,
trata de leer la intensidad de la luz en su cámara.
..... -No me gustan las baladas de cárceles y los
príncipes infelices... Uno siempre regresa, cuando ya no queda nada.
Ni pedestal, ni golondrina... Ni delitos o juicios pendientes. Es como
si jamás hubiese ocurido nada y las cosas no son más que una
pesadilla. Aquí, contra este muro, hace un año, Felipe me besó. ¿Me
besó? ¿Te acuerdas de Felipe?, -pregunta Beatriz y mordizquea aplicada
su dedo índice.
..... Mientras revisa
sin motivo el lente, Alejandra reconstruye en su memoria el rostro. El
pelo canoso y revuelto, sus ojos grises, siempre cautelosos y
astutos.
..... -¿Felipe? No muy bien-,
miente con propiedad. Aprovecha de despejarse un mechón de pelo que le
tapa el lente.
..... -Contra esa pared,
-dice Beatriz y señala un rincón-. Allí ocurrió. No recuerdo su
expresión, ¿me besó? No pude verlo, la luz de un viejo farol no me
dejaba ver. ¿Cerraría él los ojos? ¿Qué crees tú, Alejandra? Era muy
tarde y yo tenía tanto frío... No recuerdo siquiera si me tocó. Felipe
abrió los brazos y senti su indolencia, la frialdad completa, esa
típica manera de no estar que suele tener para todo.
..... Beatriz se frota la nariz. -Y pensar
Alejandra, que la gente dice que fue una puñalada que le di a Horacio.
La manera que tienen las personas de explicarse las cosas. ¿No? Creo
que después de besarnos bajamos hasta la playa. Pudimos incluso haber
hecho el amor, pero parece que yo debo haber preferido volver a dormir
al hotel. En esos días yo todavía era la novia de Horacio, pero
estábamos de vacaciones. Alejandra tú sabes. ¿Nunca leíste algo de
esto en los diarios?, -dice con profunda ironía. -Horacio jura que
hasta las piedras lo supieron y yo, yo casi no lo recuerdo, es tan
distinto el parámetro masculino... ¿No crees? Cuando una mujer besa,
cuando el hombre besa... En fin, no sé cuánto he pagado hasta hoy por
eso -y continúa-, es extraño que no lo hayas sabido.
..... Lentamente Beatriz se deja resbalar contra
la pared y se encoge en el suelo.
.....
La cámara descansa sobre el pecho de una Alejandra desconcertada. No
sabe a dónde quiere llegar Beatriz con toda esa palabrería. Incluso el
esfuerzo de volver a alzar el lente es demasiado para ella.
..... -¿Quieres hablar de eso?-, pregunta
Alejandra improvisando un ataque de coraje.
..... -Tal vez, - dice Beatriz levantando la voz.
Su nariz pequeña busca en el aire algo, quizás inspiración.
..... -Hay demasiadas cosas y no sé hasta qué
punto las tengo confundidas. Quizás, como todo, depende tanto de quién
y del cómo se cuente la historia... El correcto punto de vista. ¿No es
cierto, Alejandra? Tú ya sabes el lugar. Yo podría contarte el cómo.
Tal vez entonces podrías imaginar y hasta sentir lo que me pasaba en
esos días...
..... Beatriz se pone
ahora, lentamente, de pie. -Puedo hablarte muchas horas de Horacio,
que es el problema, y creo que no resolveriamos nada. Ya está todo
hecho. Alguien, ciertamente clavó un cuchillo esa noche y tantas
otras, alguien que anda por las calles, impune. ¿Cuánto costará una
mentira, Alejandra?
..... -Otra pregunta
de esas y te juro que te dejo aquí, - responde la rubia con
sequedad.
..... -¿Qué estaría haciendo
aquella noche Horacio? ¿Lo sabes, Alejandra?, -insiste-. Podría
hablarte tanto, pero no sé...
.....
-Dicho así, una mentira puede costarle a alguien la vida-, advierte
Alejandra mientras guarda la cámara en el estuche. -Creo que la
llegada de la noche te pone mal, diría que te agudiza la obsesión...
¿Vamos ya?
..... -Empieza a caminar
cerro abajo. Siente los pasos de Beatriz unos escalones más atrás,
casi con miedo de que se lance en una carrera loca y ruede por las
escaleras. Se siente responsable. Ha asistido de cerca a su lento
proceso de deterioro, a su pérdida abrupta de peso. Sabe que la
debilidad la obligó a encerrarse en un largo abrigo negro. Que es
receptora de cuanta bacteria existe en el aire. Que ha perdido la
capacidad de concentración en el trabajo. Ha sido testigo del
paulatino opacamiento de sus ojos y de la aparición de las canas.
-¿Qué sostiene a Beatriz?-, se pregunta Alejandra metiendo sus manos
en los bolsillos.
..... -Estoy cuidando
un cadáver, -piensa mientras bajan las largas escalinatas. -Esta manía
mía de siempre sacar a los ciegos a mear. Pude haber venido sola.
Pobre tipa, pero ya está-, se contesta entrando al primer café que le
parece decente como para encontrar un baño limpio.
..... Unos momentos más tarde, ya refrescada,
Alejandra encuentra a Beatriz sentada contra una ventana. En silencio
observa como mueve dos tazas de café y una copa de vino tinto sobre la
mesa. Beatriz busca la posición perfecta con dedicación casi
científica en el mantel a cuadros. Alejandra escucha la sirena de
algún barco y mira instintivamente hacia el mar, hacia el gran útero
que siempre le parece el puerto. Por la Avenida Brasil pasan los
trolley de la tarde, los ómnibuses Verde Mar.
..... -El baño era sucio, como todos los del
puerto -le dice y se sienta frente a ella. Pero la frase da lo mismo.
Beatriz continúa tratando de encontrar la exactitud imposible de las
tres piezas sobre el tablero. Decide romper la ceremonia y arrastra su
taza para tomar el café.
..... -Si A
miente a B -dice Beatriz- y B miente a C, luego C miente a A... teoría
de conjuntos, te lo enseñan en la primaria, con circulitos, que uno
ingenuamente llena de colores para tratar de entender lo elemental:
Que siempre nos mienten. No he pasado un solo día sin recordar el peso
exacto de mi crimen, -si como tal existió-, de las mentiras de
Horacio, de mis ridículos amores por él y del horrible asesinato de lo
nuestro, según declara. Lo más probable es que no haya sido en
absoluto importante para nadie... en fin. ¿Qué es un beso furtivo al
fin y al cabo? Pero yo parece que me convencí, y ese es el problema.
Si dicen que maté algo, o a alguien, debí tirar el cuchillo al agua,
sin huellas, estilo Polanski, eso sí.
..... -¿Dónde habrá estado esa noche Horacio? ¿Lo
sabré alguna vez, Alejandra?
..... -¡Que
sé yo dónde estaba Horacio! Tú sabes que no es santo de mi devoción.
¡Basta! Sabes que te hace mal seguir insistiendo con el tema. Tú sabes
mejor que nadie que pudo haber estado con cualquiera... no creas que
yo manejo más datos que tú...
.....
-Tengo que sacármelo de los huesos -dice Beatriz alzando el rostro.
Llora. Apreta las manos y por un instante, Alejandra puede sentir sus
deseos de romper la ventana de un golpe.
..... -Los puertos son todos iguales, con olor a
podrido y malos recuerdos -dice Beatriz mirando por la ventana. Alguna
vez vinimos juntos y me confesó que me quería. Creo que jamás se
perdonó esa declaración. Quizás no sabía que se podía querer tanto y
tuvo miedo.
..... Pasaron muchos meses
hasta que pude concluir que el amor sirve para casi todo. Cuando ya
había aprendido la lección fue como siempre, demasiado tarde. Lo
siento Alejandra, no quiero aburrirte con este cuento aburrido de la
mujer a destiempo en los brazos del hombre perfecto. Estoy en la etapa
de recuperación según mi sicólogo y me hace bien hablar de estas
cosas. Dice que la verdad, al transformarse en palabras, deja de hacer
tanto daño y debe ser cierto. Además, ¿no me era infiel casi todos los
días? Gracias por escucharme.
.....
Crece el silencio. Recién cuando Alejandra nota que en las
mesas comienzan a consumir alcohol en vez de café vuelve la vista
hacia la bahía enorme que empieza a convertirse en un joyero de luces.
Sobre el rostro de Beatriz se puede casi enumerar la prolija secuencia
del crepúsculo iluminándole la piel. En una reacción automática estira
la mano hasta el bolso donde guarda la cámara. Ahí está la foto que no
ha logrado hacer. Beatriz y la ventana, Beatriz con la cara húmeda y
la tarde que la agrede. Pero ya no hay luz suficiente.
..... -No, -dice Alejandra despacio-. Gracias a
ti por contarme...
..... -Contarte la
nada amiga. Ya te dije, es parte de la terapia. Tú siempre estuviste
cerca nuestro. ¿Qué estará haciendo Horacio ahora mismo? Es tan
absurdo saber lo que hace Felipe, sus rutinas, el alcance de sus
problemas o compromisos... tan fácil y casi ni lo conozco... en cambio
Horacio. ¿Qué crees tú que estará haciendo?
..... La pregunta cae al agua. Alejandra la mira
hablar, Beatriz existe a pesar de todo. Alejandra piensa en una niña
atrapada en un horrible abrigo negro, demasiado grande para dejarla
asomar y se pregunta cuántas veces la ha aplastado sobre la cintura de
Horacio, cuántas veces se ha frotado contra ese cuerpo tratando de
borrarla, de frente y de perfil, cuánto ha gritado en su habitación
que es una carita de nada, una chica inconsistente... y él permanece
en silencio, concentrado en no confundir los olores, los temas, los
rituales adquiridos en los largos años de oficio.
..... Beatriz sonríe y dice -la vida es tan rara
Alejandra... solo me queda la idea de que increíblemente puedo dormir
tranquila ¿No crees que es un premio extraño? Vamos, se está haciendo
tarde.
..... Con frío llegan hasta el
auto. Alejandra pone con cuidado el equipo y el bolso en el asiento
trasero.
..... Beatriz, se acomoda y
enciende un cigarrillo. Abre la ventanilla y comenta -¿Sabes?, alguna
vez, en mis delirios llegué a pensar que todas mis amigas habían sido
amantes de Horacio, que en cada una de ellas estaba escondida una
imagen, un detalle que conocían y que yo recogía en conversaciones
para torturarme sin pausa y luego recorría los portales de sus casas
buscando la evidencia... Frívolo, todos dicen que es un frívolo...
pero regresaba y me amaba, a su manera parece... Siempre regresó
cuando estaba cansado y necesitaba que yo lo dejara hablar hasta que
se nos cerraban los ojos en la madrugada. Es raro, lo único que tengo
después de tanto tiempo son unas fotos que alguién le sacó aquí en el
puerto, ¿te das cuenta?-. Beatriz apaga el cigarrillo lentamente e
introduce las manos en los bolsilos. -Solo contigo, -dice entonces,
-Alejandra, soy capaz de hablar de esto... estás limpia, a él jamás le
gustaron las rubias, jamás. Querida, has trabajado toda la tarde,
estás cansada y yo he hablado tanto... Si prefieres manejo
yo....
Dama en el
Jardín
Carolina
Rivas
Editorial Alfaguara. marzo
2001