CAROLINA RIVAS
 
 


DAMA EN EL JARDÍN

MORIR DE MAÑANA
(cuento)




..........
Ella aparece un día, muerta de miedo sobre la vereda. El cuerpo endureciéndose a cada minuto, el rostro transparente, casi celeste mirando todo lo que la sepulta. Ella murió y el miedo se le escapa por la sien derecha ensuciándo con una mancha oscura un par de baldosas, y un mechón largo de pelo.
.......... Ella está mirando hacia arriba y nadie se acerca para cerrarle los párpados. Columnas de piernas aceleradas desvían un par de metros el paso y miran en línea recta hacia delante. No la ven deshaciendo sus huesos bajo el sol; tendrá que evaporarse o dejar que el calor le funda el cuerpo estrecho contra el pavimento.
.......... En su mente, justo detrás de las cuencas, todos los que habitaban en ella están quietos. Ahí, enorme, se extiende un telón, un espacio en blanco donde su último pensamiento quedó suspendido... ahí espera a alguien que fue llamado por ella antes de morir, uno al que quiso abrazar antes de apretar el gatillo, un par de ojos oscuros que no la miran, (que se miran a sí mismos dentro de la retina de ella).
.......... Antes de decir adiós, cerró los ojos y abrazó al hombre con dificultad, se estiró más allá de sus fuerzas para alcanzarlo. Se mantuvo así unos instantes y sintió las manos de él que la sostenían. Ella quiso decirle que iba a morir... imaginó la indolencia con que él escucharía las tres palabras dichas casi en susurro.
.......... La mujer sumergida hasta el fondo de su inconciencia, alcanzó a sentir cómo el cuerpo le latía y el ruido la llenó de placer.
... .. ... Muy despacio descendió desde su sueño y sonrió.
.......... Con cuidado, recogió la imagen fija en su piel para sepultarla luego en el lado triste de sus ojos; se deshizo de él que seguía mirando hacia adelante.
.......... Disparó, y la bala pequeña fue atravesando sin obstáculo a lo ancho de su frente, abriéndole paso a todos los otros que todavía vivían adentro de ella, dejándoles libre la salida.
.......... El hombre que permanecía atrapado en la retina, trató en vano de escabullirse con ellos, pero no pudo... una débil cortina de agua le impidió el paso.
.......... La mañana estaba abriéndose recién cuando ella terminó de morir. Lo hizo sin ruido, sin llamar la tención. Un cadáver bello que estaba al paso; una escultura colocada por error en el museo equivocado.
......... Así permanecieron muchas horas, hasta que una sombra se detuvo al lado del único cuerpo muerto de trsiteza sobre la vereda, y, sin ceremonia alguna, le bajó los párpados.

 

Dama en el Jardín, portada
Dama en el Jardín
Carolina Rivas
Editorial Alfaguara. marzo 2001

 

 
 

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