ACTO DE
PRESENCIA (cuento)
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.......... Se te acabó el impulso de respirar esa tarde, y caíste
total y absoluto sobre la alfombra, cerca de la cama.
.......... El ruido inquietó las cosas que
llevabas en los bolsillos; la billetera se apretó en dos y la
fotografía de una mujer se recogió triste entre las tarjetas de
visita. La agenda quedó inútil, el calendario agonizó, y tu mano no se
estiró lo suficiente para encender la luz.
.......... Iban a pasar muchas horas antes de que
alguien te encontrara y te recogieran en vilo varios brazos para
elevarte sobre una mesa rectangular y angosta, partir en dos el centro
del cuerpo, abrirte algo más que la camisa buscando la razón lógica
para morirse así, tan de golpe.
..........
Cuando tengan la ficha completa y te hayan zurcido la
superficie plana y oscura, te llevarán a un lugar muy
tranquilo.
.......... Es ahí donde yo
entro en esta historia, llorando para siempre frente a tus ojos
cerrados.
.......... Algunos pensarán
que fui tu mujer y se apartarán para hacerme lugar. Como voy a estar
con sombrero, no van a tener nunca la certeza de reconocerme y
especularán nombres que no conozco.
.......... Pediré ordenar tus cosas, abriré tus
cajones, espiaré tus libretas, tan segura como una madre y nadie podrá
detenerme.
.......... Luego voy a
caminar lenta en el cortejo, un poco más atrás de tus padres, que
apenas si se sostendrán ellos mismos de tanta pena que
empujan.
.......... Sí, atrás y de
frente me vas a sentir, paso a paso sobre el barro que estará
ensuciando mis zapatos. Tú, adentro, a salvo, limpio y brillante,
hinchado de algodones que te sujetan las orejas, y yo nerviosa,
jugando una y otra vez con un alfiler en el bolsillo, pinchándome los
dedos en una obsesiva actitud de dolor.
.......... Tendrás ganas de levantarte. Voy a ver
cómo se te aprietan las manos. Alguien, sé que va a suceder, va a
mirarme de reojo, algo inquieto, levantando las cejas. Es porque voy a
estar disimulando una sonrisa y lo va a notar. Pero accidentalmente
voy a tropezar, apoyándome en el primer hombre que encuentre, para que
se trague su error. ¡Imaginarse que no tengo nada que ver en este
entierro!
.......... Tengo que
asegurarme. Tomar todas las precauciones hasta verte desaparecer,
obtuso bajo la tierra, ojalá más profundo que lo normal, bien adentro
para que nadie escuche cómo te reías de mí, de mi cuerpo desarmado o
cuando no abrías la puerta, cuando no sólo era tu risa la que sonaba y
eran dos, con el eco que me dolía hasta los huesos. Yo, que presentía
este final.
.......... Nunca me
equivoco. Fue el corazón que no te resistió más, dijeron los médicos.
Te lo dije tantas veces, pero no escuchaste a una amante vieja, nadie
nos escucha después.
.......... Pero
ahora sé que me estás prestando atención. Luchas por salir a abrzarme.
Recién ahora te das cuenta de que te sigo siendo fiel.
.......... Todo ha terminado. La tarde empieza a
refrescar y te cubren varios metros de tierra húmeda.
.......... Aquí quedo yo y nadie más, a punto de
desaparecer del cementerio y para siempre. Una despedida a solas para
desvanecerme un poco contigo, antes de que alguien encuentre a la
otra, la de la billetera, con un canal muy fino entre los ojos,
delgado como un alfiler, clavada sobre la almohada de su
cama.
Dama en el
Jardín
Carolina
Rivas
Editorial Alfaguara. marzo
2001