UN NEGRO
CANARIO
(Cuento)
Es
interesante el oficio de araña de rincón. Por lo general tenemos el
privilegio de notar mejor las peculiaridades de los bebedores, tanto
los congénitos como los de ocasión, que suelen creer que ahogar las
penas es una frase que debe aplicarse si no a diario, por primera vez
alguna vez.
..... Pero las penas nadan
con un estilo envidiable. Es por eso que busco los rincones apartados
para estudiar en silencio los progresos de las mías.
..... Llego al bar por la tarde para esquivar,
como tantos, el retorno inevitable al departamento, un par de cuadras
más hacia el Parque. Soy un bebedor educado, casi a la antigua gracias
a la buena escuela heredada de mi padre, que insistía en que jamás un
hombre decente debe llevar una mancha de alcohol en la camisa o la
corbata. Sólo cuando el calor es sofocante me permito desabrochar el
primer botón para descansar el cuello y así poder observar mejor a la
concurrencia.
.... Han pasado los años y
pudiera decirse que soy parte del decorado general, un poco oscuro y
ajado también, pero digno, sin duda.
..... Participo de la manada ya sin cuestionarme,
como alguna vez, la devoción por beber que me naciera del desencanto
absoluto de haber perdido algo, alguien, tontamente, como sólo se
pierden las cosas importantes.
.....
Saludo con la cabeza al viejo Felipe Riera que se acerca a la
mesa inmediatamente a la izquierda de la entrada mientras pide media
botella de vino. Unos minutos más tarde llega su primo Hernán Santa
María, el abogado, cargando varias carpetas llenas de legajos que,
pienso a veces, corren más riesgo entre estas paredes que en
Tribunales.
..... Felipe es un tipo
agradable. Alguna vez hemos conversado y me ha mostrado los poemas que
escribe, graciosos, sin duda, llenos de una frescura poco común en
estos días. Santa María, en cambio, no es santo de mi devoción
particular. Algo rancio le afecta la mirada cuando observa a contraluz
su vaso de gin-tonic en una exploración autista que ni la
clarividencia de Aníbal, el mozo de los días de semana, ha sido capaz
de dilucidar.
..... El resto, lo de
siempre. Llegarán todos a ocupar sus lugares, unos antes que otros,
como cuando el cielo ya se ha llenado de estrellas y recién entonces
nos damos cuenta que es noche cerrada.
..... "Este lugar parece un museo", me ha
comentado Aníbal alguna tarde cuando el silencio todavía es un refugio
tibio en esta esquina.
..... El barman
repasa aplicado la barra con un paño húmedo levantando huellas de
copas y conversaciones que quedan pegoteadas sobre la madera: un
brindis improvisado, quizás alguna confesión o una ironía de la noche
anterior. Es lo único que sobrevive del frágil testimonio de cierto
parroquiano romántico o del discurso de un despechado sin remedio
desapareciendo sin destino entre un manojo de hilachas.
..... Me viene a la memoria la figura gruesa de
Azteca Muñoz cantando a voz en cuello "Maravilloso corazón,
maravillossso...", interrumpiendo cualquier diálogo posible,
interrumpiendo quizás a Sara, pero todavía no he hablado de
ella.
..... Azteca, desfinado y
melancólico por siempre ahogado en su vodka solo, insistiendo en que
la vida es una mala broma y otras banalidades por el estilo.
"Maravilloso corazón, maravillossso", me resuena a veces en el
oído mientras camino las lentas cuadras de regreso a casa.
..... "Yo creo que acá andan todos medios locos",
me confidencia Aníbal llenándome la copa con generosidad. "igual hay
gente buena, un poco triste pero buena... Las cosas que uno se
entera", dice suspirando, con ojos conspiradores. "A veces hasta un
golpe me he llevado, por casualidad, claro. ¿Alcanzó a estar usted esa
noche, no hará más de una semana? ¿Supo lo de ...?"
..... Paladeo mi vino mientras me cuenta las
intimidades de una historia que poco o nada me interesa, pero que lo
convierte en portador de un suceso que sé es boca de muchos, pero que
insisto, no me interesa.
..... "...y le
prometo que lloraba, yo lo vi...", finaliza con la bandeja abrazada y
la cadera contra la mesa. Un soldado en posición de descanso, pienso.
Pienso también que para infidelidades y demases, me sobra con las
mías.
..... Sara debe ser la única que
se resiste a naufragar entre estas paredes. Poco se sabe de ella,
además de su delgadez extrema y que canta con voz ronca. Alguna noche
me ha tocado asistir a su ceremonia y suelo acompañarla cuando
cierran, para caminar hasta la avenida donde toma un autobús solitario
que transita todavía a esas horas de la madrugada.
..... A veces gira el rostro al subir y creo ver
una lágrima resbalándole del lado derecho al izquierdo como una
cicatriz de agua que le estropea el maquillaje. Tiene la piel
transparente y unas suaves ojeras como una acuarela de vino tinto. A
veces me besa rápido cerca de la boca. Otras, cuando su mano suelta la
mía, tiemblo un poco.
..... Vive hacia
el sur, es claro.
..... Pero ha sido
sólo en ocasiones especiales. Por lo general no la encuentro y me dan
las doce conversando con algún joven escritor perdido en la pradera
editorial o con el buen amigo dibujante en la barra, siempre
imaginando que debemos ser una agrupación de gárgolas rescatadas por
error de alguna cornisa. Si hay poca gente, prefiero quedarme en mi
mesa, la de la esquina derecha, tomando notas para algún artículo que
tenga que escribir. En fin, el vino siempre ha sido un buen analista
del sistema.
..... Hacia el fondo del
local la arquitectura se empeñó, quizás por un error del calculista,
en configurar un curioso dintel de madera de roble donde suelo enfocar
los ojos buscando de vez en cuando una palabra en fuga. Lo habitual es
que sea el mínimo escenario donde Sara improvisa cada tanto una
canción.
..... Se acerca desde la puerta
del fondo con los hombros descubiertos, interrumpiendo por una
fracción de minuto las conversaciones, mostrando una palidez soberana
y larga que encalla en un par de guantes negros trenzados en un nudo
de dedos largos atrapados en un micrófono antiguo.
..... Sara canta tangos y no confunde ni olvida
una palabra jamás. Me sorprende su capacidad de retener tanta memoria
ajena. Es algo que le ocupa la garganta en frases no dichas, en un
dolor profundo que pareciera arrastrar desde hace siglos y que
confieso me conmueve, aunque sea incapaz de admitirlo frente a
ellos.
..... Sé que no le piden que lo
haga, ni siquiera le pagan por hacerlo. Es casi una obra de caridad,
arma de doble filo sin duda, pero imposible de evitar.
..... Si fuera creativo imaginaría que ella
también perdió algo importante alguna vez y que en cierta manera el
local se ha hecho cargo del asunto, pero no lo soy, evidentemente, y
me sumo al coro de indolentes casi convencido de que no es mi
problema.
..... Sara canta y eso
duele.
..... A su alrededor, un enjambre
de cables desconectados a propósito para no escucharla, la acechan,
casi un racimo de víboras lamiéndole el vestido. Lo hemos decidido
así, para proteger nuestro silencio a toda costa.
..... Dicen que fue Samuel, el mismo Samuel Roth,
el de la bendita idea. Una noche comentó que Sara le recordaba mucho a
una novia inglesa que tuvo alguna vez, una de aquellas que pudo ser la
madre de sus hijos. "No quiero siquiera verla. Escucharla, menos.
¿Están todos locos?", preguntó, enumerando a continuación una serie de
sentencias lapidarias acerca de los café-concert y la decadencia total
del arte en este fin de siglo. Para terminar, citó con propiedad una
frase de rigor absoluto: "No hay caso con ustedes. Son una tropa de
románticos inútiles". Sostuvo su whisky en alto y, con la dignidad de
un príncipe etíope, selló su condena.
..... Nadie se opuso, un poco por indiferencia o
por no hacer del tema un conflicto personal con Samuel. Fue así que
Sara pasó casi sin darse cuenta a la categoría de "non
grata".
..... Confundida por las voces,
sonrió nerviosa detrás del micrófono y, con un resto de patético
decoro, siguió hasta terminar de cantar "Sur", con un registro que la
Rinaldi le hubiera pedido prestado.
..... Dicen que fue Roth, creo, o así me lo
contaron. Yo no estaba esa noche ahí, pero ni de eso estoy muy seguro
y en rigor, no tiene ya la más mínima importancia.
..... Sara ha seguido cantando.
..... Cuando lo hace, sólo nos estremecemos un
poco y bebemos apurados el resto de los tragos que bajan por la
garganta hasta hincharnos los vientres: enormes y azules globos
húmedos.
..... Me pregunto a veces si
ella habrá provocado alguna confidencia sobre la barra o si alguien,
además de mí, piensa por su culpa con nostalgia en algo que ni
siquiera adquiere una forma definida en el recuerdo. Confirmo que a
navajazos he borrado tanta cosa inútil y la odio un poco por
recordármelas.
..... Quizás alguna vez
le preguntaré a Aníbal al respecto. Seguramente sabrá algo que
terminará por convertirla en un animal tan intrascendente como
yo.
..... Insisto en mi aversión hacia
ella, pero curiosamente se me pasa cuando la veo recoger sus cosas,
buscándome con los ojos en una complicidad torpe que sólo me llevan la
mano al bolsillo para pagar su cuenta y a tomarla del brazo mientras
guardo mis papeles.
..... Al salir,
Felipe nos brinda un guiño, mientras Hernán nos saluda interrumpiendo
la científica contemplación de su vaso. Creo ver en sus expresiones
una suerte de aradecimiento por sacarla de ahí, un pacto tácito al que
se suma Aníbal, que nos sostiene gentilmente la puerta. Adentro
permanecen Samuel y los otros, a buen reguardo de nosotros,
entibiándose el alma, bebiendo juntos hasta que el ruido de las sillas
acomodándose sobre las mesas les recuerde que también deben irse. Como
siempre, prefiero no sospechar siquiera lo que hablan.
..... La noche nos recoge con indolencia y
caminamos en silencio hasta que la abandono en el triste ómnibus del
cual ya he hablado.
..... Bebo una
última copa y pienso con temor que quizás Sara sea la única que late
todavía entre las mesas donde todos navegamos indiferentes. Alguna vez
he considerado la posibilidad remota de sacarla pronto de aquí,
llevarla lejos, tal vez conmigo, no estoy muy seguro por qué... y que
no vuelva. Quizás porque algún día, pronto, lo sé, se va a dar cuenta
de que nadie la escucha, que nadie necesita nada, ni despertar ni
recordar. Quizás comprenda al fin, que no hay lugar posible aquí para
canarios como ella y quién sabe si no reflexione al fin y no regrese
más. Será recién entonces cuando yo, definitivamente, pueda empezar a
olvidarla.