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TEXTO
ESCOGIDO
Himno del Angel
Parado en una Pata NOVELA 1996
La casa de la Rubia Mireya quedaba justo enfrente de la
iglesia. Y en ella los fines de semana funcionaba un salón de baile
con un potente parlante en la calle. ..... En las noches de malón, la voz de Enrique
Guzmán vociferndo a todo volumen el Rock de la Cárcel o los
chillidos de Brenda Lee saltando su endemoniado palo de escoba,
apagaban por completo el susurro adagioso del anciano pastor leyendo
plácidamente el Sermón de la Montaña. O hacían perder el tono
ritual de los piadosos himnos con que en esos momentos se invocaba al
Señor por el fuego de Pentecóstes. Por lo mismo, su muy consagrado
padre, un martes a la hora de la reunión, poco tiempo después de que
su madre muriera, le había prohibido terminantemente juntarse con los
hijos de esos satanases de enfrente. Pero la orden paterna le había
llegado demasiado tarde, porque sólo dos días antes, él se había
enamorado de manera fulminante, por el derecho y el revés, de la única
hija de aquellos satanases; la bella satancita de ojos verdes
fulgurantes y una deliciosa actitud provocativa en sus mohínes
aniñados. ..... El enamoramiento había
ocurrido una tarde arrebolada, en el momento en que él, junto a una
gran columna de hermanos, venía llegando de la prédica. Era día
domingo. Y la congregación de aquella vez era mucho mayor que la
normal. Un grupo de misioneros ciclistas, que venía sembrando la
semilla del evangelio desde la lejana ciudad de Arica, recorriendo la
extensión del desierto a pura fuerza de pedal y fe, había llegado a
Antofagasta por la mañana, y por la tarde se había unido a la
predicación domnical. Como el conglomerado de hermanos era excesivo,
el Pastor los hizo dividir en cinco grupos, para dee se modo abarcar
el mayor número de calles posible. El grupo principal había quedado
liderado por el propio Pastor y los demás, por los hermanos más
ancianos de la iglesia. Él quedo en el grupo comandado por su padre.
Cada uno de los grupos debía hacer por lo menos cuatro calles y luego
encaminarse hacia el punto de convergencia. La idea era reunirse a
tres cuadras de la iglesia, en una calle de mar a cerro, para luego
bajar cantando todos juntos en una sola y gran columna. ..... Aquella tarde, los hermanos y hermanas
parecían todos rebosantes de la gracia de Dios. Habían predicado la
Palabra más inspirados que nunca, habían repartido más tratados
evangelizadores que en toda la semana y, bajando por calle Peñuelas,
encaminados ya directamente hacia la iglesia en una gran procesión
interminable, el "Venid, pecadores, Jesús os salvará", marcial
himno de guerra de los predicadores, resonaba en el aire glorioso y
espeluznante. Todos cantaban como tomados por el Espíritu Santo, como
si fuese el propio día del juicio final, el esperado día de la
majestuosa segund venida del Señor. Una estival brisa de júbilo hacia
ondear el largo cabello de las hermanas jóvenes y un crepúsculo rojo,
grande, bíblico, cuyos resplandores se reflejaban en las brillantes
bicicletas de los misioneros, un crepúsculo que en el horizonte del
mar semejaba un apocalípsis en tecnicolor y cinemascope, los hacía
sentir como marchando de frente hacia la mismísima gloria de
Dios. ..... La cristiana algarabía que
llevaban aquella tarde había hecho que un excitado grupo de niños, y
algunos adultos, los siguieron por las calles hasta las puertas mismas
de la iglesia, bajo cuyo atrio se había aglomerado un gentío aún mayor
de inconversos. De modo que al llegar al templo, siempre cantando a
voz en cuello (él jamás había cantado con tanto fervor), fueron
ingresando a la nave en medio de una muchedumbre extrañada de ver a
tanto canuto junto provocando tal rebullicio. Y fue ahí entonces,
cuando las paredes del templo ya retumbaban conlas voces de los
hermanos que hacían de punta de lanza, cuando él, que marchaba en la
mitad de la columna, la vio. Sus ojos fueron atraídos casi físicamente
por el brillo burlón de aquellos dos alfilerillos verdes que se
clavaron en ellos. Ahí, apoyada en una de las pilastras del pequeño
atrio, en una pose infantilmente provoctiva, estaba la Rubia Mireya
mirándolo.
HIMNO DEL
ANGEL PARADO EN UNA PATA Hernán Rivera Letelier Novela
(1996) La imagen corresponde a la Cuarta Edición de Editorial Planeta
Chilena S.A. agosto de 1999.
..... Cuando a fines de
1994 se publicó La Reina Isabel cantaba rancheras, el
hecho fue saludado como un acontecimiento excepcional en
nuestra literatura. La novela recreaba un mundo olvidado -y en
alguna medida francamente proscrito- en la narrativa chilena
de las décadas más recientes: el de los estratos populares,
con sus personajes, sus dramas, su acontecer cotidiano; en
este caso concreto, la vida en las oficinas salitreras.
Complemento insólito y hasta exótico: que el escritor que nos
contaba estas historias fuera alguien perteneciente a este
medio soial. Y algo más, el libro no sólo mostraba esta
realidad desde su entraña más íntima, sino que lo hacía
revelando aspectos nuevos y un tratamiento distinto al sesgo
por lo general doctrinario que hasta entones era propio de la
novela considerada proletaria. ..... Himno
del ángel parado en una pata se inscribe en una línea
similar a la novela anterior, sólo que ahora aquel mundo está
examinado a partir de la mirada de un adolescente, de su dura
pero exultante lucha por la supervivencia, su aprndizaje dl
amor, la cita en los sueños y en la vigilia con una tenaz
fantasmagoría: los ángeles innumerables del obsesivo
repertorio bíblico familiar. Todo esto en el interior de una
historia intensa y conmovedora, el drama pero también la
picaresca, la esperanza y la fuerza de quien se alza sobre los
despojos de la salitrera abandonada para reclamarle al ángel
el derecho a marchar sobre sus dos pies.
de la
contratapa
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HERNAN
RIVERA LETELIER nació en Talca en 1950, pero se declara
pampino inequívoco, porque ya antes de aprender a andar su
vida transcurría a la vera del desierto, de oficina en oficina
salitrer: Algorta, donde hace sus estudios primarios, y María
Elena y luego Pedro de Valdivia, en las que trabaja largos
años como obrero. Había sido ya ascendido a empleado -una vez
que logra completar la enseñnza media- cuando "Pedro", llamada
así en el lenguaje coloquial de los calicheros, cierra
definitivamente sus puertas en 1995, y dee entonces emigrar a
Antofagasta, siguiendo el mismo itinerario del personaje de
esta novela. ...... Cultivó
originalmente la poesía, género en el que logró algunas
distinciones, aunque, sobre todo, antes de incursionar en la
novela su nombre ganó cierta notoridad como cuentista. Ha
publicado: Poemas y pomadas (1988), Cuentos breves y
cuentos de brevas (1990). Relatos suyos han aparecido en
varias antologías. Su obra consgratoria fue La Reina Isabel
cantaba rancheras, distinguida en 1994 con el Premio de
Novela del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, galardón
que vuelve a obtener en 1996 con Himno del ángel parado en
una pata (presentado al concurso con el título "Angel
triste comiendo flores marchitas"), lo que ratifica la
calidad de Rivera Letelier com novelista de excepción de la
narrativa chilena d la décad del ' 90.
de la
contratapa
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