"Pretérito
presente" de Carlos Iturra
Catalonia,
2005
EL
OFICIO DE FABULAR
Reinaldo
Edmundo Marchant
Carlos Iturra apareció
en el medio literario nacional pasado de la mitad de los años ochenta,
con una obra que tuvo una excelente acogida, "Otros cuentos",
un conjunto de relatos que le significó el reconocimiento máximo
de la crítica -sí, entonces había y existía la crítica
literaria-, por la estética y estructura lograda de sus cuentos, por ser
una nueva voz que se presentaba de la mejor forma, causando asombro por su cuidadoso
y refinado lenguaje, trabajado a modo de orfebre. En aquella época,
bastaba leer del muy joven escritor "Una gota de inmortalidad", para
descubrir el talento promisorio, la perfecta construcción de la historia,
la personal visión de mundo del autor, el aplomo, destreza y seguridad
en el lenguaje que utilizaba.
Posteriormente, publicó la novela "Por
arte de magia" (1995), "¿La convicción o la duda?
Aforismos bajo sospecha" (1997), y "Paisaje masculino"
(1998), obra literaria que también obtuvo una gran acogida en el medio
nacional.
Con "Pretérito presente" -Catalonia, 2005-,
Carlos Iturra regresó en gloria y majestad, con un notable oficio de fabular
en el siempre difícil género del cuento, y se alzó con dos
apetecidos galardones, el Premio Municipal de Literatura y el Premio Consejo del
Libro a la Mejor Obra Literaria. Es, precisamente, con este libro donde este escritor
logra la aclamación definitiva, consagrándose como uno de los mayores
cuentistas que actualmente escriben en Chile, por el sólido manejo de las
técnicas de este género, una narrativa claramente superior, "literaria"
a más no poder, donde sus personajes son vitales, que viajan fluidamente
desde lo fantástico hasta lo real, todo a través de un discurso
brioso, abundante en símbolos, imágenes, una simbiosis que transmite
desolación y alegría en sus personajes, porque evidentemente estamos
en presencia de un buen narrador, de alguien que conoce los procesos de creación
literaria, de un escritor que sabe contar, que entretiene y mantiene la atención
de principio a fin, y lo hace sin recurrir a elementos retorcidos o a frases para
el bronce: su tono es auténtico, a veces dramáticamente verdadero,
y eso se siente.
Los dieciséis relatos que integran "Pretérito
presente" tienen un feliz dejo de maestría, el añorado
oficio de fabular bien; hay en ellos belleza, amor masculino, audacia, miedos,
celos, una armazón de las circunstancias humanas más profundas,
hechos agradables y sorprendentes, argumentos intrincados pero fascinantes, retablo
de piezas que terminan por encajar gracias a un estilo directo, que tiene su perplejidad
y una serena prisa literaria.
Carlos Iturra ofrece, sin duda, un conjunto
de cuentos - Pretérito presente, Segundas verdades, Los crímenes
perfectos del juez Iriarte, El hijo ajeno, Sueño de vampiros, Punto de
sublimación, por nombrar sólo a algunos- que rayan en la perfección,
que quizás en muchos años no se publicaba en el país. Aquello
se manifiesta desde el primer relato, "La misteriosa muerte de Mateo Silva",
donde destaca de inmediato con una prosa consumada, inteligente, que atrapa, introduce
en un mundo donde ilustra, con elegantes pinceladas y observa, bajo el microscopio,
desde una aséptica posición en el laboratorio, la dulce como intrincada
atmósfera de la historia.
Se sabe que las selecciones de cuentos
no tienen la misma calidad y altura. No es fácil encontrar el equilibrio
en un libro que reúna una determinada cantidad de relatos de sobresalientes
méritos. Y esta es la excepción de "Pretérito presente":
todos los cuentos son parejos en su calidad, y eso se nota en todo momento y a
lo largo de la obra. Sin afectaciones, ni artificios retorcidos, Iturra narra
más de lo que señala, dice más de lo que podría insinuar,
sin caer jamás en alardes de conocimientos - estudió derecho y filosofía-,
sino buscando acertar con la palabra precisa, dejando en el paladar el sabor de
estar frente a una buena taza de café.
Faltan palabras para calificar
este excelente libro. Carlos Iturra se revela definitivamente como un narrador
consumado, dominador absoluto del género del cuento, con una aguda imaginación,
versátil en las temáticas, elaboración perfecta y pluma maestra,
que se expresa de espalda a academias y convicciones ajenas al arte, en la tardanza
que se da para publicar estos relatos brillantes, donde las frases son las que
deberían ser y la economía del lenguaje es un traje hecho con colores
y elegancia, donde nunca sobra nada.