Teófilo
Peña Barreto: Redencionismo social
Ricardo
Musse Carrasco
Esta voz enuncia y denuncia: Habla
en representación de los sin voz, -mejor dicho- de los socialmente silenciados.
Entonces lo escrito se convierte en el hablar desbordado de una marginada colectividad.
El tono de exhortación, determinista y convocante de los poemas se logra
debido a que los versos se hilvanan como contundentes sentencias. Éstas
constriñen y encierran la doctrina de la confrontación:
"Venid
como la masa en su sangre,
unida, directa en su fragmento,
desnuda, ferviente
con la vida,
de frente, de pie, con su pecho combatiente,
valiente, fragorosa,
resuelta con la muerte".
El
lenguaje atravesado, en sus más profundos cauces expresivos, por una intencionalidad
social hace suyo -con visión secularizada- el vocabulario religioso. Este
contexto de palabras, en consecuencia, está vaciado -haciéndolo
plenamente terrenal- de contenido "trascendente". La función
del lenguaje es convertirse solamente en una comunicativa concreción verbal:
"…
en la resurrección del nuevo siglo.
La buena nueva brillará
en cada rostro…"
"Ama a tu pueblo…
y siente la utopía
que retorna sonriente
a fluir en tu sangre renovada…"
Sin
embargo, ¿No es justo profesar reparos sobre la redención del pueblo?
¿No existen individuos obsecuentes al deshumanizante influjo del sistema?
¿Se les engloba por el hecho de proceder de una común extracción
social?. El utopismo que se proclama tiene que ser selectivo con sus destinatarios
(aunque esto parezca una ideológica herejía): Al pueblo al cual
se le convoca se le tiene que "purificar" primero, para luego juntar
a los "escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo (de la tierra)
hasta el otro".
Otra arista del lenguaje es la que configura una
elaboración que trasunta un metafórico contenido. Con mayor énfasis
en poemas de la "Ciudad de polvos muertos" -incluido en su primer poemario-;
a los objetos, sucesos y panoramas de la realidad les son abolidos su concreción,
para trasmutarse en nociones (entretelones de lo real) cuya revelación
no pierde, empero, su fáctica resonancia:
"Ciudad
de arena y polvos muertos;
de silencios descansando en el ojo del cadáver…
Existencias torturadas en los negros presagios
de la muerte…".
En
el trabajo poético "Elegías para la noche que no muere"
(segunda realización escritural), los versos estructurados en cuartetos
y tercetos advierten continencia formal, como una manera de imponerse una disciplina
retórica. El poeta rebusca palabras, dotadas de una poetizable resistencia
-ásperamente disonantes-, que rimen; aunque en una tensa realización
sintáctica. Empero, la perfección formal de los sonetos -si está
dentro de una agenda escritural prioritaria- pueda que vaya alcanzándose
gradualmente.
Desde este punto de vista -no en su temática, pues
en ella subyace aún la concepción de una literatura social alimentada
por los problemas colectivos- se han "aristocratizado" los procedimientos
de realización estética, desmasificando -por lo tanto- los poemas
de su inmediata interpretación:
"Las
campanas suenan frágiles y moribundas
en el quebranto insigne de los
muros
cortejo aciago de las horas vagabundas…".
En la poética
de Teófilo Peña el influjo vallejiano infiltra su contenido estilístico:
"En cada ciudad donde marchen los presentes
con la humana muerte del
cadáver,…"
"Ya va a llegar
el día
de la unidad fundamental entre los hombres
de la tierra
libre, bendita en sus cosechas,
de la naturaleza pródiga en sus frutos,…"
"Venid ciudadanos del mundo
a estas nuevas lides,
a las nuevas coyunturas
a las nuevas iras santas…"
Teófilo
Peña evidencia su pertenencia a esa estirpe de poetas (Víctor Mazzi,
Leoncio Bueno, Julio Nelson, Julio Carmona, entre otros) cuya escritura es el
espacio textual -y trinchera verbal- de las voces marginadas: Tributario de una
ideología literaria de contienda, su "redencionismo social" como
tendencia poética se sostiene firmemente sobre la fe en los grande proyectos
colectivos orientados hacia la transformación social, deviniendo -entonces-
en una persuasiva sociopoética reivindicativa.