"Encantador
era mi barrio", de Fidias López (Colección Atenea, 2007)
NOSTALGIA
DE UN BARRIO
Reinaldo
Edmundo Marchant
Escritor
El hombre
es de un barrio o no es de ninguna parte. Benditos eran aquellos barrios de entonces,
que eran la identidad y el carácter de la persona. Que era el lugar donde
se crecía y se preparaba para dar los saltos al vacío, esos saltos
a la vida incierta, que siempre está en la vereda de enfrente o a la vuelta
de esquina, con los colmillos afuera, esperando a los distraídos.
El
barrio era la geografía de un pueblo y sus habitantes, con los viejos almacenes,
las panaderías, aquel
zapatero hundido entre las suelas, los locos dando vueltas, el personaje sin nombre
que pernoctaba en la intemperie, el brujo que veía la suerte, las putas
que asomaban al atardecer, y los chinchineros que rompían el letargo con
la música popular.
El atorrante tenía dos patrias: su país
natal y el barrio que lo vio nacer.
Permanecer en un barrio era como estar
en una novela. Se era un personaje de hechos sorprendentes, de amores a veces
imposibles. Jamás un pobre murió de hambre en un barrio. Tampoco,
nadie murió en la soledad miserable. De los muertos y enfermos, el barrio
se encargaba. Y el barrio era una comunidad espontánea, donde la solidaridad
se manifestaba en la desgracia y en la gloria.
Sin embargo, apareció
la modernidad y terminó con los barrios.
Ahora existen lugares donde
se habita, no donde se vive. Se acabaron los vecinos, las cancha de fútbol,
los cines, la carnicería y la pequeña placita. Nunca más
se volverán a jugar partidos clásicos y populares. Las camisetas
que identifican al barrio, que era la primera selección que se defendía,
la liquidaron las vías exclusivas, las nuevas carreteras, los TAG y todas
esas otras mierdas inhumanas.
En Uruguay y Argentina los barrios han sido
declarado patrimonio cultural. Allá es un orgullo pertenecer a los barrios.
Acá no sólo los han tumbado de forma terrible, sino resulta políticamente
incorrecto, socialmente mal visto, reconocer los orígenes de donde uno
proviene.
Este libro, "Encantador era mi barrio", de Fidias
López (colección Atenea, 2007), tiene esa riqueza: el autor,
con un lenguaje llano, coloquial, lleno de sentimientos y anécdotas, rememora
el corazón del barrio Euclides, los primeros pasos que dio, esa larga parentela
que era su propia familia, pero también los vecinos, sus amigos, la escuela
y los profesores, las buenas y malas épocas, la gratitud de un hombre que
descubrió valores y un sentido a su vida, que luchó, trabajó
en innumerables oficios, que estudió y logró un título profesional,
que escribió este libro para no abandonar el barrio de entonces, para no
abandonar a sus raíces, y también, quizás, para que nadie,
en nombre de la modernidad, extinga esas raíces espirituales que lo formaron.
En
libro trasunta un hecho poéticamente bello: Fidias López nunca ha
abandonado su infancia. La infancia de las calles de tierra y del mundo que soñaba.
"Encantador
era mi barrio" es, por sobre todo, una hermosa historia de amor. De amor
por su compañera, por la gente que lo acompañó, y, finalmente,
una historia de amor de él mismo, de Fidias López Valenzuela, que
le ganó al olvido. Ese olvido donde quedaron tantos personajes que pulularon
por el barrio de San Miguel, y que él ahora, muchos años después,
rescata para continuar caminando y para que la frágil memoria la siga recordando
por siempre.