Mi cama nace en el extremo inferior izquierdo, donde el pie
se
aferra al borde externo del colchón, como ancla sumergida
en lo más profundo de mis zonas oscuras.
Alcanza las estrellas en el lado superior derecho, donde las
manos dejan volar los pensamientos más hermosos y donde
puedo jugar con la imaginación en forma leve.
A veces es tan ancha que no alcanza a cubrir las vueltas que
doy cada noche.
A veces tan angosta que me aprieta los sentidos
y me deja inmóvil e insomne.
De vez en cuando recibe alguna compañera imaginaria que
viene a ofrecerme los placeres del amor eterno.
Algunas tardes me sumerjo como en un mar violento, enredado
en alguna vieja película que permanecerá en mi
memoria.
Luce blanca y limpia, esperando ansiosa por contener mi
cuerpo cansado.
Se presenta brava e indócil, como temporal que ocasionalmente
me expulsa en consonancia con el reloj.
Recoge las palabras que sobran en mis poemas, atrapa los
sueños que caen desde el techo y comparte los dolores
de Los
Amantes de Estocolmo y otros libros apilados que esperan por
mí.
Es hoguera de los sentimientos y nubes de almohadas para mis
lamentos.
Dura como mis días de soledad. Blanda como mis sueños
más
profundos de felicidad.
Extensa como el desierto florido.
Acogedora como esa mujer que ya no está.
Es mi cama y a veces soy de ella.
Cobre de Chile
El salitre muerto y sepultado en un mercado de Europa,
resucitó convertido en cobre,
se vistió de lentos atardeceres y oscuras profundidades
en los
pueblos olvidados
haciendo soñar a los primeros mineros indígenas.
Formado en el remoto tiempo
con la música del viento y los rayos del sol socavando
la rubia
madre tierra, vivió entre sus voluptuosas grietas
que gimieron ásperas caricias erosivas.
Nacido de una penetración furiosa
que culmina día a día en orgasmos de dinamita,
eleva el sonido metálico del trueno
para luego reposar envuelto en humos y humedad
antes de iniciar el ritual de parto.
Aparece el rojizo cobre vaginal y virginal
que recorre historias fugaces de volcanes, nieve y lluvia en
desiertos que resplandecen de soledad,
esperando compasivamente una nueva penetración.
Se cubre el desierto de flores azules
brotando entre los sepulcros de los mismos mineros
que celebran entre explosiones de deleite,
el dolor expansivo de la roca fragmentada.
Y llegan las maquinarias feroces y hambrientas
haciendo correr a los obreros
junto a la tierra que sigue gozando y sufriendo,
con sus piernas abiertas entregadas
tristes y compasivas por esta lujuria que la va dejando vacía.
El mineral concentrado juega a bajar
juega a fundirse, juega a oxidar los sulfuros del resto de los
minerales
atrapado en una rueda de metal
desde donde lo enviarán en un barco a lugares desconocidos.
Baja el cobre disfrazado de país por el río Loa
vestido de trueno y de luces,
baja veloz en danza de luna
moldeado por los cauces y las huellas del tiempo.
Baja un ascensor por el cerro
soltando las raíces del barco que se aleja cargado,
reflejando en el invisible sol la despedida de colores
y en la ventana suspendida,
una madre piensa en el hijo que la abandonó.
Viajará el cobre para encender galaxias,
se ocultará en un Volvo último modelo
y regresará como jarro Made in Turkey,
luciendo un lluvioso traje verde.
Las acciones subieron en Wall Street
mientras explota una bomba en Irak
y se compran hilos de cobre
para iluminar los procesos que permitirán obtener más
cobre,
que cerró en alza esta vez.
Sin Piedad
Estaré ausente
como un ascensor en blanco y negro,
como los cerros que desaparecen de tu vista
y las imperdibles visitas del día sábado.
Estaré ausente
como esos techos antiguos y descascarados,
como los rieles amenazantes y desgastados
cerca de un café sin olor a café.
Estaré ausente
hasta que te duela mi ausencia,
hasta que te aplaste sin piedad el sonido
del sube y baja de los ascensores ausentes.
Corazón de Hojalata
Como el Mago de Oz se pasea la mujer engañosamente
silenciosa en su jaula de oro,
iluminando su lado oscuro con la música de Pink Floyd.
Es una sincronía planificada que empezó con el
tercer rugido
del león trayendo la paz de los niños que sustentaron
un sueño
que se fue formando en la desconfianza.
Son miles de tormentas surrealistas que terminan como un
gigante en el cielo volando con la magia de la luna que cae
sobre los amantes furtivos.
Es el dinero el que finalmente iluminará la fantasía
de esa
mujer que no es bruja, pero vuela lejos a buscar un amor que
jamás existió.
Es el lado oscuro de la luna que la ilumina cuando se escucha
su latir de hojalata.
Dos mundos ajenos que se sintonizaron durante años pero
que nunca se conocieron entre sí,
pues ella aunque se escucharan sus latidos,
no tenía corazón.
Resurrección
Al octavo mes resucité de entre los muertos
miré mis manos y vi que las marcas habían desaparecido
mis amigos me veían pasar y decían
ahí va el muerto sufriente,
pero no me veían realmente y lloraban por mí.
Caminé junto a ellos pero no me reconocían,
sólo cuando partí el pan y lo compartí
con mis hijos
uno de ellos dijo, hoy tus ojos están más blancos
y tus manos no llevan marcas.
Entonces me levanté y dije: hoy he resucitado,
visité el infierno, anduve por un túnel oscuro
y hoy vuelvo para amar y ser amado.