.......... A los 36 años, Armando Roa Vial se ha
internado en casi todos los géneros literarios.
.......... Cuatro poemarios, dos textos de
narrativa, tres antologías poéticas y otra inclasificable ("La
invención de Chile", a medias con Jorge Teillier), varios
ensayos y traducciones de autores como Pound, Browning o Shakespeare
urden el universo de publicaciones de este multifacético creador,
cuyos tópicos han girado -y siguen girando- en torno a la muerte, el
dolor y el sinsentido de la existencia.
.......... Es más: a fines de este año su
catálogo se verá incrementado con dos nuevos títulos: una antología de
poetas ingleses y norteamericanos de postguerra, y el libro "Fundación
mítica del reino de Chile".
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El trabajo más reciente, lanzado el mes pasado, de este abogado de
profesión -con estudios en música, para más señas- es una antología de
textos anglosajones de los siglos VI al IX, de autores en su mayoría
anónimos. "El amor por las letras anglosajonas lo adquirí gracias a un
encuentro que tuve cuando chico con Borges", dice con
naturalidad.
-Háblame de ese
cruce con Borges.
-Borges era de una sencillez increíble,
quitado de bulla, muy irónico. Me acuerdo que de repente empezó a
recitar en un idioma rarísimo. A mí me gustó mucho el sonido. Y cuando
terminó me dijo que era anglosajón antiguo.
-¿Crees que hoy
tu diálogo con Borges hubiera sido muy distinto?
-Por supuesto.
Entonces yo era un ignorante, un adolescente. Pero aun así me
deslumbraba ese contraste entre este personaje un poco ciego, torpe, y
la enorme nostalgia de un mundo épico que había en sus
cuentos.
-En tus textos
sueles mezclar distintos géneros. ¿Por qué?
-El encasillamiento
de los géneros literarios me parece extremadamente sospechoso. El
mismo Borges en sus relatos realizaba una mezcla entre ensayo y
cuento. Yo le pregunté qué eran sus cuentos y Borges los definió como
una suerte de ensayos sobre ciencia ficción teológica.
-A estas
alturas, ¿te parece posible la innovación en la
literatura?
-Para mí, la literatura es un juego permanente de
diálogo. Pero no sólo con autores inmemoriales, sino también con el
mundo contemporáneo. El movimiento poético inglés, por ejemplo, retoma
la antigua tradición anglosajona y replantea el uso de la
coloquialidad, la ausencia de rima o la aliteración en poesía. Así
comprendes que en Chile hay mucha complacencia. Cuando se dice que
fulano es revolucionario porque ha hecho tal y tal cosa, uno descubre
que no es tan así.
-¿A quién te
refieres?
-En Chile existe una suerte de manía por la
originalidad. Pero la originalidad pura, ese pequeño Dios, no existe.
Desde luego hay mucha originalidad en la poesía local, pero ésta parte
de una tradición. Si lees "Residencia en la tierra", los
préstamos de Quevedo o de Rimbaud a Neruda son muy grandes. Con
Nicanor Parra ocurre lo mismo. Él toma cosas de la poesía inglesa a
tajo y destajo.
-Pero no trata
de pasar gato por liebre.
-No, Nicanor es un tipo honesto, pero
él no ha inventado la pólvora: lo suyo lo hicieron mucho antes autores
ingleses y norteamericanos. Y así ha sido la historia de la gran
poesía.
Gesto generoso
-Tú formaste
parte de la "Antología de la poesía joven chilena", de Francisco
Véjar. ¿Cómo te ves frente al resto de los compilados?
-Es muy
difícil hacer un comentario general sobre eso, porque yo soy una
persona solitaria, no soy del tipo de escritores que pertenecen al
sindicato. Eso me carga. Hay voces interesantes, como las de Jaime
Huenún, Germán Carrasco, Javier Bello o el mismo Véjar. Y con algunos
existen afinidades que tienen que ver, por ejemplo, con la importancia
de la traducción.
-¿Por qué para
ti es tan importante la traducción?
-Porque es como un juego
de desdoblamiento. Traducir es ponerse en el lugar del otro, abrirse a
otros sentimientos. Uno ocupa un lugar subterráneo ahí. Borges decía
que la traducción es un gesto de generosidad. Vivimos en un mundo
donde los escritores se transforman en profesionales y hacen un gremio
muy autorreferente. El ejercicio de la traducción apunta a tarjar,
precisamente, ese exceso de autorreferencias.