PREFACIO
Hablar de Literatura Femenina es inmiscuirse en un universo íntimo
donde intuición y sensibilidad son las características principales ya que
las mujeres estamos provistas de estos dones innatos dados por la
naturaleza. Nosotras en esencia somos delicadas, esto no es sinónimo de
debilidad ni empobrecimiento intelectual. Es cierto que lloramos y si lo
hacemos es porque somos más sensibles y el poeta escribe a partir de las
sensaciones y de las emociones, de esos sentimientos internos que nublan
cualquier capacidad de razonamiento. Aunque después estos primeros
atisbos deban ser revisados desde el punto de vista racional.
Por ser más delicadas y frágiles en contextura física hemos sido
desvalorizadas, esclavizadas y relegadas al yugo de ser amas de casa o
cortesanas, sin considerar que tanto la mujer como el hombre están
provisto de un alma racional y de espíritu que se unen en un cuerpo que
se diferencia sólo en el sexo.
Para seguir edificándonos, es necesario conocer la historia y el
legado de nuestras antepadas, quienes a pesar de existir y aportar en la
construcción de la sociedad fueron ignoradas. Lamentablemente, nuestra
ausencia en el mundo exterior, se debe a que hemos sido desvalorizadas
por la moral y las costumbres construidas por los héroes que luchaban en
defensa o conquista de una región.
BREVE RESEÑA HISTÓRICA
Hasta el siglo XI todo gira en torno a la fuerza y la propiedad en el
poder de las armas y una mujer no puede ejercer el derecho feudal porque
no puede defender su territorio. Con el tiempo comienza a desarrollarse
la vida mundana, se difunde la cultura, por lo que las mujeres de clases
privilegiadas se dedican a la conversación, a las artes y letras.
Comienzan a inmiscuirse en el universo masculino de la literatura como
también de la política. Son animadoras, consejeras, al ir conociendo el
mundo exterior, comienzan a crearse nuevos espacios donde irá
desenvolviéndose a través del tiempo. Aparece una especie: la actriz y
es en 1545 cuando se ve por primera vez la presencia de una mujer en el
escenario.
Las costumbres siguen siendo severas, a pesar de tener una cierta
libertad e independencia, continúan atadas al núcleo de la familia. Se
les exige ser correctas y fieles, obediencia absoluta al marido, cuidar
los hijos y dedicarse al hogar, además deben ser recatadas,
permaneciendo siempre en el anonimato. Un ejemplo de ello es la Duquesa
de Newcastle, quien a finales del siglo XVII escribe: “las mujeres viven
como cucarachas o como lechuzas y mueren como gusanos”, por expresar sus
sentimientos fue insultada y rechazada, tuvo que encerrarse en su hogar
por temor a mayores agresiones en su contra.
En el Renacimiento las doctrinas Platónicas resaltan al amor y a la
mujer, con esto deja de ser objeto de intercambio, ahora se transforma
en Musa, en un objeto para la fantasía masculina. Ella se ha convertido
en inspiración, en fauna, santuario, en algo digno de ser amado y
venerado, pero no deja de ser una cosa a merced de un sujeto que le
canta y la hunde por ser la maldición de la carne. Se le continua
exigiendo, ahora debe ser algo bello, saludable, joven, debe ser la
pureza y el florecimiento de la vida, por lo que deberá ocultar su
fealdad y envejecimiento, para continuar siendo un trofeo.
A través del siglo XIX, comienza a conquistar el dominio de su
cuerpo. En 1843 la Sra. Beecher-Stowe escribe “La Cabaña del Tío Tom”,
levantando la opinión en favor de los negros, luego viene el apoyo al
movimiento feminista por parte de Emerson y Lincoln. En 1867 Stuart Mil
pronuncia en el parlamento inglés el primer alegato en favor del voto de
la mujer, y en 1878 se funda el Congreso Internacional de los Derechos
de la Mujer. Con pasos agigantados y no faltos de castigo y muerte
comienza la mujer a vivir su condición de ser humano, hasta llegar a la
Revolución Feminista. Se gesta un nuevo escenario, el ser oscuro y
diabólico que venía desde la mitología al relato del génesis, comienza a
defenderse del eterno pecado impuesto.
Después de ser un engendro diabólico, pasa a ser sacrilizada,
idealizada como Madre, destinada siempre solo al eterno imaginario, es
etiquetada en los discursos como el bello sexo o el hada del hogar, pero
en lo cotidiano sigue sin derecho sobre si misma. Todo ser que nace para
ser libre y es esclavizado termina por derribar a sus custodios y a los
barrotes que lo encierran, aunque éstos sólo sean de viento. Es quitado
el velo a las endemoniadas-diosas-santas-brujas-hechiceras-madres,
quedando al descubierto el rostro de una especie llamada mujer, quien
empezará a plantearse el mundo de otra forma, y a transgredir lo dado
buscando otra dimensión donde fundar un sitio intimo para reconstruirse
como individuo.
En este escenario aparece Virginia Woolf, con su obra “Un Cuarto
Propio” donde reflexiona sobre una imaginaria hermana de Shakespeare,
nos dice que se imagina que mientras él aprendía en el colegio un poco
de latín, gramática, lógica, su hermana permanecía en el hogar sumida en
completa ignorancia; mientras él cazaba, recorría los campos, y se
acostaba con mujeres de la vecindad, ella fregaba y remendaba bajo la
vigilancia de sus padres. Contemporánea a Woolf está Simone de Beauvoir
(1908-1986) con su obra El Segundo Sexo (1949), ensayo que se convirtió
en referente del naciente Movimiento Feminista.
REALIDAD HISPANA
Mirando ahora al mundo hispano, se tiene a Leonor López de Córdoba,
quien en el siglo XV escribió la primera autobiografía en lengua
castellana, centrándose en lo personal, lo cotidiano y privado. Hace una
reflexión sobre su propia identidad, parándose frente al mundo para
cuestionar su existencia.
Por otro lado, la Mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) es
la primera feminista del Continente Americano. Fue hija de padre Español
y madre criolla, fiel realidad de muchos hijas e hijos de este
continente. Su obra es fiel testimonio de como la creación mujeril puede
vencer la rudeza y monopolio del sistema patriarcal, pero hubo de pagar
caro tal osadía. Es condenada por el Obispo de Puebla y obligada a dejar
su obra. Para un poeta que lo obliguen a dejar su obra y renunciar a
escribir es atentar contra su vida, porque ha sido en este arte donde ha
encontrado la manera de manifestar y exteriorizar los diversos universos
que transitan por su alma.
Sin ofender a su Dios, Sor Juana buscó una forma de retirarse de la
vida, para ello se suicidó lentamente exponiéndose a la peste que
asolaba la Ciudad atendiendo a las hermanas enfermas del convento. La
desolación de su existencia por la incomprensión e injusticia la llevó a
escribir con su propia sangre en la palma de su mano: “Yo, la peor de
todas”.
LITERATURA DESPUÉS DE LOS 60
La literatura femenina colonial se ha conservado porque se desarrolló
en los conventos siendo de corte ético religioso. A través del tiempo se
comienza a hablar desde la perspectiva del vencido, de la opresión, es
así como en tono de denuncia y protesta sobresalen notablemente:
Gabriela Mistral, Teresa de la Parra, Claudia Lars, Delmira Agustini,
Rosario Castellanos, Silvina Ocampo, Alfonsina Storni; Juana de
Ibarbouru. En la década de los 60 este pequeño escenario logra inmiscuir
a otras mujeres como a Claribel Alegría, Rosario Ferré, Dulce María
Loynaz, pero el gran despegue lo produce Isabel Allende en 1982, con la
novela “La Casa de Los Espíritus”.
Recordemos que la Revolución Sexual del 68 sirvió para destruir
mitos, obteniendo las mujeres independencia económica y espiritual, el
punto culminante de toda esta lucha lo constituye la escritora mexicana
Angeles Mastreta, con su novela “Mal de Amores” (1995) ganadora del
prestigioso premio literario “Romulo Gallegos”.
La realidad femenina en los países andinos es diferente, ya que tiene
un alto índice de población indígena y pobreza, no se tiene la
experiencia de Europa que fue victimizada por la tiranía dictatorial y
censura viril. La literatura femenina latinoamericana habla desde la
perspectiva del vencido, de la opresión, se comienza a mirar las
crónicas de la conquista y colonización, reivindicando lo marginado, con
esto se entra a desmentir la versión oficial del patriarcado.
Después de mirar un poco el pasado y elaborar un pequeño bosquejo
sobre nuestra actualidad podemos concluir que el mundo cultural estuvo
por más de 4 mil años bajo el dominio del hombre, quien tuvo tiempo de
elaborar códigos, establecer símbolos y recrear un lenguaje. Construyó
su forma de escribir como cualquier principiante, poco a poco fue
elaborando técnicas, pasando por diversos estilos, buscando siempre una
forma diferente donde poder recrear su mundo, y esto lo hizo
tranquilamente.
Pero la literatura femenina no alcanza a tener doscientos años, y se
le obliga a tener la misma experiencia adquirida por los hombres. A esta
nueva forma de expresión se le puso el apellido de “Femenino”, como si
debiera forzosamente diferenciarse de la literatura que hasta este
momento ha sido universal, es decir la masculina. Tal vez la intimidad
denunciada sea lo que haya molestado, ese mundo íntimo que llegaba sólo
a la puerta del jardín, ahora trasciende y llega a lo público, para
exclamar a viva voz el maltrato físico y psicológico que se ha ejercido
sobre la mujer.
En relación a este tema no puedo dejar de mencionar, el Libro “Ibamos
a ser reinas” de la Licenciada en Ciencias de la Información por la
Universidad Complutense de Madrid, Nuria Varela. Su libro narra la
violencia ejercida en contra de la mujer, a través de testimonios
reales. Cuenta con el prólogo de la escritora Marcela Serrano, quien
dice: “ Finalizo la lectura y permanezco inmóvil, en silencio,
arrinconada en una esquina de la habitación, como si cualquier
movimiento, el más mínimo, pudiese traerme el dolor de las otras, no
sólo a mis ojos, también a mi cuerpo, ese cuerpo en donde se materializa
la desigualdad milenaria, allí donde han asestado la injusticia por un
solo motivo: por ser el cuerpo de una mujer”.
Se ha tomado lo escrito por mujeres como un estilo, una forma nueva,
que pronto pasará. Pero este nuevo lenguaje lo comenzó a escribir la
parte silenciada de la humanidad, como todos sabemos el ser humano
aprende por imitación, y fue por imitación que la mujer comenzó a
escribir, para luego tomar su voz y crear su propia conciencia
literaria. A pesar de esta gran libertad de expresión, ahora la crítica
dice que ya es tema del pasado escribir cosas de mujeres, como si fuera
algo obsoleto que ellos escriban cosas de hombres.
A la literatura femenina no se le ha dado tiempo de tener en forma
reposada su evolución, no ha tenido infancia ni adolescencia, su proceso
ha sido rápido y vertiginoso como el tiempo en el cual vivimos, quizás
esto se deba a que las mujeres aprendemos rápido, lo que a ellos demoró
veinte siglos, nosotras lo aprendemos en menos de trescientos años.
Se ha manifestado toda una revolución en el lenguaje poético, es así
como la sangre, concepto ligado netamente a los campos de batalla y al
poder del más fuerte, con el discurso femenino forma parte de algo
íntimo y pudoroso como lo es el flujo menstrual, ahora pasa a ser
metáfora de fertilidad y vida. Otras de las formas es unir el mundo
externo (política, vida urbana y de las grandes ciudades) con el mundo
interno de Ella donde se gesta la intimidad, lo delicado y lo fuerte,
como también el terror y el desgarro que produce vivir.
En la mujer el dolor se convierte en una espada de doble filo, Ella
siempre se duele dos veces. Acostumbrada a los dolores propios de su
naturaleza experimenta también un desgarro espiritual, que la lleva a
cuestionar su existencia en una tierra donde ha tenido que luchar
históricamente contra la fuerza opresora de la racionalidad, para
desenvolverse en un mundo que también le pertenece.
ESCRITURA HISPANA
En algunas féminas la sensibilidad se convierte en un desgarro
continuo perforando sentimientos y existencia. Sobre este escenario la
poesía de la Poeta Argentina Alejandra Pizarnik, deja de ser un goce, la
soledad y el silencio se apoderan de su palabra, llevándola a una
completa enajenación, por este motivo tuvo que ser internada en
diferentes ocasiones. Cierto día su mundo onírico fue más atrayente y
terminó por suicidarse, no sin antes habernos legado una poesía privada,
susurrada al oído, que nos obliga a replantearnos la vida a partir de
nuestra intimidad.
Si bien Pizarnik no fue repudiada ni enclaustrada en un convento, ni
apartada de la tuición de sus hijas por su personalidad rebelde y por
oficiar de escritora, lo fue la Poeta chilena Teresa Wilms Montt, quien
escribe en forma apasionada los diversos universos que afloran de su ser
íntimo con un lenguaje directo y sincero donde aflora tanto el dolor
como la ironía al desacralizar con su pluma algunos mitos. Logró ser una
precursora al intuir y profetizar la perspectiva de género con un
lenguaje lleno de elegancia. Su vida a comienzos del siglo XX fue un
continuo enfrentamiento con la sociedad al inmiscuirse en un terreno que
estaba vedado a las mujeres.
Pero no todo es dolor y desgarro, la literatura femenina
latinoamericana aplica el humor, existe una ironía al rebelarse contra
los mitos, fobias, cuentos de hadas, dando así un sello auténtico. En
este contexto tenemos a la poeta chilena Teresa Calderon quien se burla
del sacramento de la boda al decir “ Hasta que la muerte nos separe”, /
y como brillaba en su mano el puñal”. Analiza la condición humana del
alma de la mujer, en un estilo donde recrea la intimidad el humor y el
dolor. Por otro lado la Argentina Griselda Gambaro se vale del mito para
hacer una deconstrucción-construcción con “Antígona” escrita por
Sófocles, dando lugar a una nueva tragedia llamada “Antígona Furiosa”
representándola superior a Creonte, y haciéndola renegar de Dios.
Gambaro en su relectura cuestiona la interpretación oficial, dando lugar
a un mito que revaloriza la voz que ha sido marginada.
REALIDAD DE OTRAS INTELECTUALES
Después de este pequeño y resumido análisis por la Literatura
femenina, cabe señalar que Muchas otras mujeres han contribuido con su
pluma a interrumpir el monólogo patriarcal impuesto. Pero no sólo en la
literatura Ellas se han desenvuelto, a lo largo de la historia también
han nacido mujeres dotadas de genialidad, como es el caso de la Alemana
Emily Noether (1882-1935). a quien se le negó el ingreso a la
Universidad en el año 1900, siendo aceptada sólo como oyente. A pesar de
todos los obstáculos está considerada como la creadora del álgebra
moderna y como la base sobre los trabajos de relatividad. Otro caso es
el de la reconocida física Lisa Meitner, por sus investigaciones sobre
el protactinio. Trabajó con Otto Hahn, galardoneado con el Premio Nobel
de Química, pero a Ella no se le reconocieron los aportes.
Como hemos visto el patriarcado de la razón pierde exclusividad en la
época moderna. El objeto marginado y silenciado ha cobrado vida propia.
“El síndrome de Frankenstein” aparece de nuevo, lo creado se vuelve
contra su creador, como bien dice Luisa Posada en “Pacto entre Mujeres”.
Otro campo que está siendo analizado es la teología, ya que las Teólogas
Feministas proponen una reinterpretación del Evangelio y las Sagradas
Escrituras. Por ejemplo, Carol Christ propone descubrir y adorar no a
Dios sino a la Diosa al decir: “Encontré a dios en mi misma y la amé
ferozmente”. Con esto el poder salvador está sólo en ella misma y no en
la imagen masculina impuesta.
Se pone bajo sospecha la historia sacra, quedando al descubierto que
la palabra de Dios no está dirigida exclusivamente al hombre. La Iglesia
ha sido duramente atacada por las Teólogas Feministas ya que la
consideran cómplice y eje principal de la opresión de la mujer. El
cristianismo es atacado por glorificar el sufrimiento. Dios Padre
efectúa la muerte de su propio hijo, en este punto una Diosa Madre
habría dado la vida por salvar al hijo que llevó en sus entrañas. Quizás
con este cambio en la cruz la historia habría cambiado su curso y no
habrían muerto tantas brujas ni parturientas bajo la bendita mano
masculina del inquisidor.
Esta expansión en el tema responde a la necesidad de conocer y
reconocer nuestra historia genérica, ya que aún existe una ausencia y
desvalorización en los programas educacionales, los estudiantes
continúan recibiendo una historia fragmentada, legada por el patrimonio
masculino.
NUESTRAS METAS FINALES
Ahora retomando nuestro tema principal de la literatura femenina,
ésta ha sido mirada como un Boom, una fotografía rápida, un movimiento
que puede pasar de moda. Pero si damos otra lectura podemos deducir que
la literatura pasada de moda bien podría ser la masculina. Lo importante
es que las palabras hablan, tienen vida propia, y todo escrito debe ser
valorizado única y exclusivamente por su contenido. Cada autora y autor
es un cosmo donde habita lo femenino, lo masculino y lo homosexual,
donde el yo poético se desdobla para buscar lo real o imaginario.
El legado de ser educadoras y formadoras intuitivas de la especie
humana, debe servirnos para humanizar el sistema y la globalización,
para ello se debe continuar construyendo espacios donde desenvolvernos e
identificarnos como individuas. Uno de estos espacios es la literatura,
aquí debemos edificar códigos a partir de la intuición y de la
intimidad.
Así como la intuición es a la mujer, la razón es al hombre y el arte
es la fusión de lo intuitivo y racional donde no cabe el afán de poder y
el dominio sobre el otro. La intuición está sobre la razón ya que es un
conocimiento certero que está en nuestro espíritu, por lo tanto, es algo
íntimo y esta intimidad llevada a la literatura debe ser, tener y leerse
con un lenguaje universal.
La Literatura Femenina requiere ser analizada y valorizada por su
contexto histórico, es un legado que ha sido incomprendido por el código
lingüístico imperante y ha debido someterse a una cultura establecida,
la cual debe asumir que la mujer escribe, como es obvio, desde su
condición sexuada.
Para reivindicar al género femenino, los programas educacionales
deberían enseñar la historia de la mujer como persona humana y no como
género. De esta forma mujer y hombre serán reconocidos y valorados por
los aportes que cada cual entregue a la sociedad, sin el sometimiento al
falocentrismo del poder, así las futuras generaciones podrán formar y
asumir una mentalidad nueva, donde intuición, intimidad y razón sean
leídos y valorados con “Igualdad en su Diferencia” como decía la
filósofa Simone de Beauvoir.