1. Hablando de dioptrías, Mafalda era la ciega
y yo el
ciego, compartíamos
la misma música arterial,
y cerebral,
llorábamos de risa
ante el espectáculo de los dos espejos, el
dolor
nos hace cínicos, este Mundo
decíamos no es yámbico sino
océanico por comparar
farsa y frenesí: gozosa entonces mi desnuda
me
empujaba riente como jugando al límite
del barranco casi
fuera de la cama
alta de Pekín, como apostando
a la peripecia de
perder de
dinastía en dinastía, cada vez
más y más al borde del
camastro
de palo milenario y por lo visto nupcial, cada vez
más
lejos del paraíso de su costado
de hembra larga de tobillo a pelo
entre exceso
y exceso de hermosura y todo, ¡claro! por amor
y
más amor, tigresa ella
en su fijeza de mirarme lúcida,
fulgor
contra fulgor, y yo
dragón hasta la violación imantante,
¡diez
minutos sin parar, espiándonos,
líquidamente fijos,
viéndonos por dentro
como ven los ciegos, de veras, es
decir
nariz contra nariz, soplo contra soplo,
para inventarnos
otro Uno centelleante
desde el mísero uno de individuo a individua,
a tientas,
costillas abajo! -El que más
aguanta es el que sabe
menos, pudiera acaso
decir el Tao.
................... Este Mundo
repetíamos y
acabámos sin más
no es yámbico sino oceánico. Otras veces
llovía
duro, lo que más llovía
eran lágrimas.
.......................... Ma-fal-da, digo ahora
entrecortado,
y esto va en serio,
¿qué habrá sido de
Mafalda?
2. Pues de cuantas amé, amé a Mafalda,
y que me despedacen
las estrellas!, la amé
volandera en la lluvia de la Diagonal,
bufanda al viento,
de una Concepción que yo no más me sé, la
esperé
ahí anclado y desollado hasta que volviera la
Revelación
cuya encarnación
se da una sola vez, bajé al
Inferno
de la costumbre, a
mis años de galeote en USA bajé,
entre doctos
y mercaderes, no hubo para mí en el plazo
más que
mi Beatrice Villa sin arcancielo, cumbre
y cumbre hasta la
asfixia,
ni tersura paridora al itálico modo,
ni otra ni otra,
ni esbeltez comparable,
ni olorosa a la velocidad de ser,
ni
pensamiento de diamante,
ni exacta de exactitud de mujer, ¡Frida
acaso
que fue Diego hasta el fin!
3. Otros la amaron pero
yo la vi,
otros la amarán sin
alcanzar nunca a verla,
otros y otros dirán que la
durmieron
entre las sábanas del placer, nadadora y libertina
en
el oleaje de las tormentas,
madona de las siete lunas dirán por
despecho,
cambiantes cada 28
8 de sus días
terrestres,
tornadiza y veloz, ;déjenla intacta como es,
que
escriba su bitácora de vuelo interminable para mí,
que arda y arda
en
mi corazón, que dance su danza de
danzar,
libérrima!
4. Y en cuanto a mí,
¿cómo lo diría Matta?, consíguete una
vida de 80 años porque la vida empieza a los 70,
así al morir
ya se sabe
Je m’en fous, Roberto: palabras perdedoras,
puras
palabras, vejeces de palabras malheridas.
No hubo tiempo entre
nosotros,
nunca hay tiempo ni distancia, todo es posible entre dos
locos
que se ven a cada instante.
Relámpago es lo que hubo esa
vez de Concepción de Chile
y nada más que relámpago,
figura de
lo instantáneo hubo de lo que pende
el Mundo, y eso está
escrito.
La amo, ¿y qué?
Soy el ciego que ama a su ciega.
de Gonzalo Rojas: Río
Turbio
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