GONZALO ROJAS Y
LOS CHILENOS |
"Blancuseados y
arribistas
irremediables" |
por Ximena
Poó
.......... El poeta, que publica por
Hiperión y lo hará también con Visor a partir de agosto, parece
metamorfosearse en un tiempo circular y a un ritmo precioso. Tras
despedirse en Barajas, Gonzalo Rojas dice que en octubre volverá a
España..., regresará a soñar sobre las camas en que durmieron Lorca,
Buñuel y Dalí. Papeles, como Gonzalo Rojas los llama, que escribió en
los años 40, hoy los lee y es como si los hubiese escrito en los 80 o en
los 90. No pierden vigencia para él, amante de la vivacidad, la lucidez
y la palabra. Ha estado una treintena de veces en Madrid, y esta vez
viajó "para dialogar" en el primer taller literario de la poesía de 1999
en Casa de América y estar en la presentación de un libro que recoge un
paseo por su obra: "América es la casa y otros poemas",
promocionado por sus anfitriones en Madrid, no muy del gusto del poeta.
Es en Chillán donde lleva ahora último unos 120 cuadernos escritos a
mano, con sus "memorísticas". Mientras, en Europa cerró tratos: con
Visor, la más importante editora de poesa í junto con Hiperón en España
(que ya publica sus libros), ha firmado un contrato de autor para
publicar en agosto una antología de su obra en 300 páginas que él desde
Chile irá revisando con la rigurosidad que lo señala; en Alemania,
Reiner Kornberger traducirá para "publicación inmediata" un volumen
titulado "Gedichte", poesía. "¡Uno no tiene por qué caer en la condición
de minusválido! El famoso tiempo de los 20, 40, 80 es muy próximo". Y se
ríe entre ironías y honestas presunciones. Nada en él se extingue: "La
asfixia ideológica una la rechaza. Yo no me siento un poeta
desideologizado; me funciona el lado izquierdo; nací izquierdoso y me
siento en ello. Yo estoy por la utopía". Y leyó, con el salón principal
de Casa de América repleto y en silencio. Leyó hasta su más reciente
poema de amor: "La sutura". "¿No crees que fui un poco cruel en
ese poema?", dice días después, en un encuentro plácido y agudo,
vertical como el tiempo de sus poemas. Está inmerso y deseoso de
humanismo. Cree que Pinochet puede llegar a España y eso le reconforta;
la justicia, dice, tiene que llegar. Pero está lejos de ser un "poeta
oficial" y eso también le agrada.
.......... En Barajas, antes de partir hacia Chile
con un sobrepeso de treinta kilos en libros -"allá abajo" no están o son
muy caros- se para a pocos metros del agregado cultural en España,
Claudio Martínez, quien no lo fue nunca a ver ni llamó durante su
estadía en Madrid. El poeta se detiene con su carro lleno de maletas y
el agregado se da cuenta y no lo mira; no lo saluda y hasta hace caso
omiso cuando unos amigos de Gonzalo Rojas le piden que interceda por él
ante la línea aérea para que le rebajen el costo del sobrepeso. Su cargo
"oficial" podría ayudar. "¿No tiene tarjeta de viajero frecuente acaso?
¡Que saque algunos libros y se los lleve en la mano...!", dice el
diplomático. Y no lo saluda y se va. Gonzalo Rojas se da cuente, conoce
hasta a su padre que es de Chillán y dice: "¡Así son tantos en Chile! Y
él hasta me ha escrito cartas pidiéndome favores". Eso de creerse país
de poetas viene, dice en Casa de América, "tal vez porque nosotros somos
de allá abajo y tenemos una fisonomía entre geológica y geográfica
especial y nos vemos muy solos y muy nuevos; pero en toda América hay
gente muy valiosa". La narrativa tiene mayor audiencia, admite. La
poesía, no obstante, "se cuela por debajo de las puertas, por los
resquicios de puertas y de ventanas y de todas maneras opera e influye".
La narrativa no tiene "los vericuetos de la alta concentración expresiva
que la poesía tiene" y eso es lo que la hace " un tanto hermética". Hay
mucho de marketing en esta historia. Pero, hay poetas jovenes que dicen
del mundo hoy, en Chile, bastante y muy bien, como Elvira Hernández o
Armando Uribe, a quienes rescata entre las "cartas de navegación" que
suele leer y le dan pistas de otros que, no habiendo escrito ningún
verso, son poetas para él, como Roberto Matta.
-¿Se puede ser
fiel a una precisa visión del mundo desde "La miseria del hombre"
(1948), pasando por el "Contra la muerte", "Oscuro", "Transtierro",
"Críptico", "Del relámpago", "El alumbrado" hasta "Materia de
testamento" (1988), "Desocupado lector" (1990), "Las hermosas. Poesías
de amor" (1991) y "Río Turbio", de 1996?
-En cuanto a la
producción y el trabajo poético, no he progresado gran cosa desde mis
días juveniles. Y he sido fiel no sólo a la visión del mundo, una visión
bastante desencantada por lo demás..., pero también he sido fiel al
lenguaje. Si miras mi poema, por ejemplo, "Perdí mi juventud en los
burdeles", es para la risa porque fue escrito en la calle San Pablo,
frente al mercado viejo de Santiago. Había ahí un negocio de
putidoncellas, donde íbamos a jugar más a las cartas que al amor con mis
compañeros de la promoción del 38, y yo llego un día y me encuentro que
la moza bonita, la que más me gustaba a mí, en lugar de estar bailando
como lo hacía está tendida en el suelo, muerta. Ante eso me estremezco.
Ahí escribí "Perdí mi juventud en los burdeles"...
-Pero no
perdió el humor...
-La cosa mantiene un grado de humor muy
fuerte. ¡¿Cómo voy a perder mi juventud en los burdeles con 22 años?
!Pero, en todo caso, lo interesante es que con ese poema, a los 22 años,
que es muy clásico y está puesto en casi todos los idiomas, se da el
místico concupiscente que soy yo y que he sido siempre.
-¿Un
misticismo de doble rostro?
Sí, vuelto por un lado hacia lo sacro
y, por otro lado, hacia lo sensual, pero que es más bien una sensualidad
atada a lo sacro. Por eso, en mi lectura pública en Madrid, dije que
para entender la poesía amorosa no bastaba con leer ni a Darío, ni a
Bécquer ni a Neruda, exponentes de la poesía amorosa, sino a los
místicos españoles, a Juan de Yepes (San Juan de la Cruz), a Teresa de
Jesús..., porque esos, al fondo, conocían muy bien el cuerpo. Eran unos
poetas, que por muy santos que fueran, tenían un sentido muy claro del
cuerpo. Ellos podrían haber dicho lo mismo que yo he dicho después. "Hay
cuerpo / ¿quién fuera eternamente cuerpo?". ¡El encantamiento de estar
vivo!
-Aunque ese "encantamiento" se ha dado culturalmente de
un modo distinto en América Latina...
-Para nosotros, los hijos
de América, y que somos mestizos por supuesto, el mestizaje entero es
nuestro signo...,la maravilla del mestizaje, la Mistral es mestiza,
Neruda es mestizo, tiene cara de blanco, pero es bastante
amestizado.
-¿Y qué tiene Gonzalo Rojas de lafkenche?
-Yo también un poco...El mestizaje es una cosa sagrada, César
Vallejo era mestizo, Darío era mestizo...
-Pero el mestizaje
se niega en Chile ¿no cree?
-Es que los chilenos son
maniaticamente blancuseados y unos arribistas irremediables. ¡Le tenemos
miedo al miedo de lo genuinamente de allí Y no nos gusta que nos digan
indios o semi-indios. Entonces nos asustamos de países bellísimos y
fuertes como son el Perú, al norte de nosotros, de Bolivia y
especialmente México, y Ecuador también. Son países muy fuertes porque
en ellos funcionan el mestizaje, sobre todo en México ¡con un prodigio y
poder maravilloso!
-Octavio Paz, ¿blancuseado?
-El,
que parecía el más blanco de los últimos escritores, el más europeo en
ese sentido de blanco, era un mestizo. El laberinto de la
soledad es un libro de mestizos, de exaltación y de mirada en
el mestizaje. Yo creo eso sin obsesión, pero hay que dejarlo en claro
porque todo eso guarda relación con muchas cosas porque nosotros somos
del país y a la vez no somos. Estamos siendo montados en dos caballos,
uno blanco y otro aborigen.
-¿Cree que uno es de donde sus
afectos y sus odios son, sin llegar a ser chauvinista por supuesto?
-Y sin llegar a ser láricamente teilleriano no me parece que
debamos sobreinsistir en lo lárico, en lo te-lú-ri-co; lo telúrico y lo
lárico es una lata.
-Así hay otros como usted que optan por
ser "genealógicos".
- Por eso uno es genealógico y por eso ama y
entiende a España, porque uno es de todas partes. Y como Chile es un
país tan arrinconado y tan loco, al fondo uno es de ahí, pero es de
todas partes. ¡Es muy graciosos el pueblo porque nosotros chilenizamos
al mundo!
-Imagino que habiendo sido del surrealista grupo
Mandrágora debe conocer mucho a Carl G. Jung.
- Carl Gustav Jung
es una figura preciosa. Es un hombre con el cual nos entendemos muy
bien. No en vano un nazi a quien quiero tanto, y no importa que sea
nazi, Miguel Serrano, fue amigo de Jung, y Jung lo alojó en su casa.
Hace poco, en un homenaje que se hizo en Concepción estaban en la misma
tribuna, por un lado, Miguel Serrano y, por el otro, Volodia Teitelboim,
porque éramos de la misma promoción y además porque ése era el Chile
clásico.
-¿Qué hay hoy de ese clásico Chile?
-El
verdadero gran Chile, con esa capacidad de comprensión, de
entendimiento, de respeto, el Chile clásico hoy no se puede dar porque
el pinochetismo, el militarismo cortó esas relaciones tan hermosas que
se podían dar en ese tiempo.
-Una constante en sus escritos ha
sido una profunda búsqueda del padre en medio de una ausencia reflejada
en varios tonos, pasando por el humor, el erotismo, la mística. ¿Qué hay
de esa busqueda y ese viaje a Atacama, que se podría decir de
iniciación?
-La busqueda del padre es importante porque si lees
Pedro Páramo, de Juan Rulfo, en el fondo cuando uno sale, sale
siempre en busca del padre. Pero el padre es uno mismo; uno va en busca
de sí mismo, a la siga de una especie de absoluto y a la vez a la siga
del padre que es uno y que está autoengendrando, porque el hijo es el
padre. Uno está buscándose, buscando el mundo, dándole un sentido a la
cosa. Mi padre había sido minero (murió durante su primera infancia, en
Lebu) y no era raro que yo, no de un modo completamente lúcido, andaba a
la siga de aquello y fui a parar a los cerros de Chile.
-¿Y
esa búsqueda termina alguna vez?
- No, no termina nunca... No
tanto pasa con la madre, es curioso. Mi padre, tal vez porque murió tan
joven, es una figura más mítica todavía, y eso tiene que ver con mi
proyecto de pensar genealógicamente. Mi padre al morir nos dejó
distintas cosas a los ocho hermanos. A mí me tocó un caballo, un potro
colorado; y cuando muere el padre, todos lloraban; yo no lloré, estaría
muy nervioso, pero mi padre me había regalado un caballo y ese caballo
estaba pastando en un potrero frente al mar, ahí en Lebu. Cada vez que
pasaba frente a él me sentía bien, porque era como su presencia, como
una reencarnación del padre en ese animal. Después me roban el caballo y
yo caigo en el desamparo total, y ahí sí que entra para mí lo que se
podría llamar, más que el desamparo, la mutilación. Ahí entendí lo que
era la muerte... El caballo entra en mi mente y yo hago del caballo un
símbolo y ese símbolo aparece a lo largo de toda mi poesía más adelante.
Hay un poema relativamente nuevo que se titula "Al fondo de todo esto
duerme un caballo" ¡Ahí está todo...!
Rocinante, agosto de
1999