TRES POEMAS
De
Gonzalo Rojas
Editorial El
Kultrún,
Valdivia, 1996.
por MARCELO CODDOU
.......... En la portada de esta
plaquetre aparece un impresionante primer plano de dos ojos que demandan
la más absoluta atención a la actitud de verse, de entablar un diálogo
en profundidad entre quien observa y es observado: se trata de la
fotografía La femme visible de Max Ernst. En la contraportada se cita un
fragmento de un texto de A. Porchia que postula un ver sin fisuras de la
“infinidad”, de lo “singular”, de la “nada”, de la “perfección”. Entre
ambas exigencias de atención se despliega un discursò lírico que
calificaríamos como totalmente plasmado: el constituido por tres poemas
que son cinco que son uno solo. Y en ese/esos texto/s la actitud básica
asumida por el yo lírico es precisamente -como en el marco recién
descrito-, la del intento de encuentro con una amada a la que ve como
otros no la han visto y con quien, por un instante fugaz -el de un
relámpago-, se ven, hasta que tal proceso culmina en un
adiós.
......... Ya en el poema de apertura,
“Cama con espejos”, esa dimensión es vital: en él el mandarín se
mira a sí mismo y mira “a las muchas y muchas hijas del cielo
consumidas entre las llamas en esos espejos lascivos”, mas todo en
un espacio que es el de lo “alto”, de lo “hondo” y del “origen”. Del
eros trascendido, como siempre -o casi siempre-, en este poeta que no
trepida en llamarse a sí mismo “místico turbulento”. Igual acontecerá en
el segundo texto, central en la plaquette, el “Rock sinfónico”, en el
que la nueva pareja intensifica esa búsqueda cumplida en un espiarse que
les significa “verse por dentro/como ven los ciegos, de veras,
es decir/ nariz contra nariz, soplo/ contra soplo”
para inventarse entre ellos “otro Uno centelleante”.
.......... Los poemas que componen el
pequeño libro son independientes y solidarios al mismo tiempo. Permiten
la lectura individual de cada uno de ellos, pero también se abren a un
diálogo de cuya polifonía surge la unidad mayor que los enlaza. Lo
fragmentario de las partes -tres poemas, poemas a su vez con
subdivisiones-, conjuga con lo trabado con que se ofrece su presencia,
hasta constituirse en un solo todo abarcador. Nada diferente de lo que
acontece con la producción ya conocida de Rojas, en la que es posible
entender cada uno de sus libros como un conjunto cerrado y concluso en
sí mismo, y/o como momentos de un proceso en permanente e inacabada
apertura: la que le permite ese juego textual, tan suyo, que significa
hacer hablar poemas de vieja data con otros posteriores. Rojas descree
de la productividad lineal, lo que le lleva a incorporar en cada
libro nuevo suyo textos de plazos muy diversos. Hay una urdimbre,
un hilo de amarra entre poemas escritos en la mocedad con los de la
madurez y del presente. Su obra entera es un solo todo girante sobre sí
mismo. Es lo que vuelve a suceder en este breve poemario: a “Cama con
espejos” (de 1971), vienen a agregársele textos novísimos que, en su
conjunto, proyectan sobre el más antiguo una luz que contribuye a su
mejor comprensión, del mismo modo que, y de manera recíproca, aquél
permite entender a éstos. Igual pasa con “Rock para conjurar el
absoluto”, el poema de cierre, aparecido por primera vez en Desocupado
lector, libro de 1990.Gonzalo Rojas ha llegado aquí
a la perfección suma en la disposición de su escritura.
.......... Como en un mundo
concentracionario estricto, nos entrega todo lo suyo que ha venido
construyendo a lo extenso de una vida cumplida en una búsqueda de
plasmación de su pensamiento poético. Ante el desafío que debe haberle
significado plantearse un escrito que sea algo así como una especie de
síntesis, de obra in nuce de su trabajo, llega a este resultado rotundo,
en que nada falta, nada sobra. Están las preguntas, están las respuestas
que abren a nuevas preguntas.
......... Durante 50 años exactos (en
1946 se termina de escribir La miseria del hombre), Gonzalo Rojas ha
procurado armar un volumen que encierre, en su apretazón difícil, lo que
conforma parte significativa de su visión poética del mundo. Lo intentó
en textos relativamente abundosos: Del relámpago, Antología de aire,
Cinco visiones, Lo logra aquí, en este pequeñísimo volumen. En él se
dan lo que son constantes de su quehacer de poeta: ese descreer en la
productividad lineal, lo que le hace moverse en una circularidad; un
ahondar en lo que ha sido inquirir persistente en su poesía, “¿Qué se
ama cuando se ama?“; y un llevar a extremo la lectura del mundo que
ha venido haciendo a lo largo de toda su obra: “de la putrefacción a
la ilusión”. En la poesía de Rojas hay muchos ejes temáticos, pero
el central es sólo uno: Eros y Tánatos en la configuración de la poiesis
. Desde la complejidad de cada instancia procura acercarse al
de(s)velamiento de la Unidad que signifique un entender en lo hondo el
diálogo entre las multiplicidades de lo disperso: “el profundo
parentesco entre las cosas”. Núcleo generador del discurso lírico,
en todas sus instancias, lo constituye la búsqueda -en las dimensiones
del eros trascendido-, de quien venga a significarle la Revelación, esa
misma que ya le había sido dada (“Vocales para Hilda”, “Asma
es amor”) y que el poeta, en la figura de su hablante, debe
reconocer que no puede repetírsele, pues “su encarnación se da una
sola vez”.
.......... El hablante
lírico anda a la búsqueda de lo que Beatrice fuera para Dante. Por ello
se atreve a comparaciones: Frida Khalo y Diego Rivera; Matilde y Sábato;
Lou Andreas-Salomé y (los no mencionados explícitamente) Rilke,
Nietszche, Freud. Pero su amada del momento se limita a ser
“besadora”. El desencuentro se da en un proceso: a la figura de
la amada primero se la desfigura y luego se la transfigura. Aparece con
nombre real (Mu-fa-l-da) pero después, ya que “lo cercano siempre se
aleja y hay cosas/ que pertenecen y otras que sin más/no
pertenecen”, se acepta que “no hay (...)/ nombre, nunca
hubo nombre”. Pero como ella fue una Beatrice del instante, queda
para siempre inmortalizada en esta poesía de amor. “No es cierto que
los poemas de amor se escriban únicamente a los 20 años”, afirmó
Gonzalo Rojas en la presentación de su libro en Valparaíso, para luego
reiterar, en actitud no poco desafiante: “Yo los sigo
escribiendo”. Y es que él sabe, con Henrich Böll, que “un artista
deja de ser tal sólo cuando comienza a temer los
riesgos”.
.......... El vie-joven Gonzalo Rojas
sigue arriesgándose en una escritura en la que hay poemas de amor, con
desollamiento y todo, tan logrados como los hubo en su etapa inicial y
los ha habido a lo largo de una obra de más de 50 años. Es lo que
resulta de una actitud ética y existencial -que va más allá del
desencadenante biográfico del libro: “hay que vivir muerto de amor o
marcharse del planeta”. Lo dice quien escribiera ese libro capital
de la poesía erótica de nuestro tiempo, Las hermosas, de 1991,
del que Río turbio viene a significar culminación. Por ahora
culminación.
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letras.s5.com ; proyecto patrimonio, Crítica : Tres poemas , por
Marcelo Coddou
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