Vizcacha en la
Sorbona
Guimaráes Rosa: Gran Sertón:
Veredas
.....
El sertón (sertáo en el original) es una palabra sin traducción
posible; alude a un enorme altiplano que abarca la tercera parte de
Brasil: desde su centro -el estado de Goias- se extiende al oeste
hacia el Matto Grosso, al este hasta Bahía, al norte hacia la cuenca
del Amazonas. Joáo Guimaráes Rosa (1908, médico civil y militar,
diplomático de carrera, actual ministro plenipotenciario) nació en el
borde sur del sertón: Minas Gerais. Desde allí, pasó muchos años de su
vida al acecho del monstruo, se internó en él, desmenuzó sus humores,
le ganó una cuota nada despreciable de secretos para la causa de la
literatura. Salió de allí con un conocimiento profundo de su gente:
vaqueros seminómades que se desplazan con el clima, criminales que
"viven su cristo-jesús apartados del palo de la autoridad".
..... Suma de las antípodas e inventario cercano
a la manía del detalle, es Riobaldo, el personaje central que reina a
sus anchas en Gran sertón: veredas. Ya viejo, casi sabio y
finalmente aquerenciado, le narra a un oyente anónimo sus correrías
hacia principios de siglo, enrolado en una cuadrilla armada al mando
de distintos jefes, que luchan entre sí por el predominio. Un día
cualquiera, por una especie de razón ciega y algo metafísica, cuando
llega a ser uno de los que mandan en su región, Riobaldo se retira de
la aventura, del peligro como estado natural, y pierde en parte el
sentido de la existencia. Recuperar este sentido recordándolo todo en
forma inexorable y reflexionando filosóficamente sobre la disyuntiva
límite del hombre en el sertón -y por lo tanto en el mundo-, es una de
las razones de este libro.
..... Lo
otro, la corriente subterránea y "científicamente" compilada, es esa
especie de síntesis -por momentos magistral- entre el dialecto de
Minas Gerais, las expresiones recónditas del sertón, y una
desfiguración pertinaz del portugués culto. Por todo esto, la prosa se
hace cada vez más intrincada y parsimoniosa; el lenguaje, dominado por
la pasión filológica, le quita verosimilitud a las dos convenciones
claves: que hable Riobaldo -casi analfabeto- en lugar de Guimaráes
-casi un aristócrata- y que a Riobaldo lo escuche un "doctor" joven,
inexperto, con tanta paciencia y voluntad de silencio.
..... Lo cierto es que, antes de lanzarse a
escribir Gran sertón (obra a la que él mismo considera su
"testamento espiritual") Guimaráes había mantenido una relación no muy
freceunte con la literatura: un libro de poemas Magma
(premiado por la Academia de Letras de Brasil en 1936),
Saragana (nueve relatos, 1946) y Corpo de baile
(aparecido al mismo tiempo que Gran sertón, en 1956). Es como
si toda su vida hubiera estado dirigida a escribir un libro definitivo
sobre la tierra y los hombres que lo hechizaron desde la infancia: de
ahí que Riobaldo, además, llegue a ser héroe épico a la manera de la
tradición caballeresca española, hombre dominado por un sentido
religioso de la existencia.
..... En
Gran sertón todo torna a ser dicho, se retoman las ideas más
o menos universales de la contingencia humana; cada tres o cuatro
páginas vuelve a detenerse el motor épico-lingüístico de Riobaldo y
resurge la cita, la definición: "Todo el mundo está loco. Usted, yo,
nosotros, todas las personas. Por eso es por que se necesita
principalmente de la religión: para desenloquecerse, desenlocar". Se
define una y otra vez el sertón, a pesar de que todo sería sertón: "es
donde manda quien es fuerte, con las astucias". Se explica, en
esencia, lo que significa la juventud: "es tarea para desmentirse más
tarde"; el equilibrio: "uno llega donde el enemigo también quiere";
Dios: "viene viniendo, nadie lo ve. Como Él actúa es como la ley de lo
suavecito... ataca bonitamente". Y en la simbiosis Guimaráes-Riobaldo
no sólo convive el fervor "poético" hacia el paisaje inventariado sin
omisiones, sino que, como veredas (que son bosquecillos de palmeras en
las cañadas del sertón), aparecen también onomatopeyas: "el i-ah del
viento"; palabras inventadas: "exhalarrastrar, disquiriendo";
proverbios de corte popular, indianismos y términos esotéricos que el
traductor (esforzado y consecuente) sólo pudo descifrar gracias a que
vivió una temporada en contacto personal con Guimaráes.
..... La lectura atenta de Gran sertón
es una empresa intelectual aparte: exige dedicación, fe en la voz que
se escucha y humildad. La crítica especializada brasileña
-impresionada por el desafío- comparó insistentemente este libro con
el Ulises, de James Joyce, dado que en las dos obras existía
una nítida intención filológica. Sin embargo, Guimaráes, al revés del
gran dublinense, no abre caminos, no deja participar al lector bajo
ningún concepto. Monumento al fin, compendio de las corrientes
literarias tradicionales, Gran sertón acaso sirva para ubicar, sobre
el pedestal donde descansa, las palabras finales de Riobaldo: "Cierro.
Ya ve usted. Lo he contado todo"; o inclusive una confesión reciente
-y casi obvia- del propio Guimaráes: "Estoy contra el tiempo y en
favor de la eternidad"
(Seix
Barral, 1967; 468 págs. 1.925 pesos).
en
Primera Plana Nº 228
9 de mayo de
1967