por Fernando
Emmerich
.......... Henry James mencionaba el atractivo de las "amadas"
dificultades que se le pueden presentar a los escritores (a los
escritores como Henry James) al redactar una obra novelesca. Esas
dificultades también pueden existir para los lectores para leer una
novela. ¿Cuántas cabezas habrá quebrado el Ulises de
Joyce?
.......... Suelo hacer clases de literatura en la Universidad Santa
María. Procuro engatusar a mis alumnos proponiéndoles la lectura de
libros que a su calidad literaria y viviseccional unan una cautivante
amenidad. Pero me he topado con estudiantes cuyo intelecto prefiere
afrontar los desafíos de lo difícil. Uno, desechando por fáciles mis
ofertas de adjudicación de lecturas, me presentó una contrapropuesta
atemorizante: La divina comedia. Se la acepté y me embromé, porque
para calificarle el correspondiente control, mientras él leía La
divina comedia yo tuve que releerla, tan olvidada la tenía tras mi
incipiente lectura, a mis catorce años, en la traducción de Bartolomé
Mitre (los argentinos tuvieron una vez un Presidente de la República
que tradujo La divina comedia, lo que quizás lo hizo pensar que podía
acometer otras empresas igualmente difíciles, tales como gobernar a
sus compatriotas, sin considerar que en el dintel de la Casa Rosada
tambien podría estar inscrita la advertencia dantesca: "Lasciate ogni
speranza, voi ch´entrate").
.......... Ese alumno está ni que pintado para leer a Guimaraes Rosa.
.......... Los escritores comunes y corriente usan el lenguaje para
comunicarse con sus lectores. Guimaraes Rosa lo usa como un cerco
espinoso que deja pasar sólo a unos pocos.
.......... Intente usted leer, si no lo ha hecho ya, su novela Gran
sertón: veredas, y verá con la chichita que se está curando. Como
acertadamente informa la contratapa de la edición que tengo en mis
manos (Campo General y otros relatos, Fondo de Cultura
Económica, 2001), "los relatos de Joao Guimaraes Rosa (1908-1967)
evocan las tierras desoladas y casi incomunicadas del estado de Mina
Gerais".
.......... El gran autor brasileño recorrió en su juventud, a caballo, y
debido a su profesión de médico, aquellos vastos y remotos espacios
que más tarde registraría magistralmente en su libros.
.......... Así se familiarizó con los dialectos locales, las anécdotas y
las supersticiones, pero sobre todo conoció profundamente al hombre de
aquella región para luego caracterizarlo en personajes que, vivaces o
contradictorios, oscuros o enternecedores, resultan siempre
fascinantes. Guimaraes Rosa obtuvo el reconocimiento internacional con
la novela Gran sertón: veredas, que por su complejidad, su
variedad de experimentos lingüísticos y técnicas narrativas, de
palabras inventadas, de monólogos ininterrumpidos, fue comparada con
el Ulises de James Joyce.
.......... Lo que el lector podrá comprobar afrontando las dificultades
que presenta esta "prosa renovadora", original, endiablada, elíptica,
contraventora como ella sola.
.......... Pero una vez adentro, superadas las barreras, acostumrado a
esta prosa jamás leída ni oída anteriormente, ¡qué historias, qué
personajes, qué ambientes, qué escritor! Me hace pensar en la metáfora
de Goethe, que compara la forma, el exterior de un poema con los
vitrales de un templo. Mirando desde afuera, a través de los densos
vidrios multicolores, todo parece oscuro adentro. Y así lo ve el
filisteo. Sin embargo, ya en el interior, cómo se ilumina todo y se
llena de sentido y de belleza, los mármoles y el oro, las imágenes,
los púlpitos, los altares, las columnas, las bóvedas...
......... Este médico y diplomático convertido en escritor publicó poco.
Una gran novela y un puñado de relatos. Pero eso le bastó para que
muchos lo consideren el mayor narrador brasileño del siglo
veinte.
.......... Las selecciones nunca dejan satisfecho a todo el mundo. En
ésta de Valquiria Way para el Fondo de Cultura Económica echo de
menos, entre otros, a "Los hermanos Dagobé", cuento antológico, para
mi gusto el mejor de Guimaraes Rosa. Pero desde luego ello no
desmerece esta selección, que puede permitir ir perdiéndole el miedo y
tomándole el pulso a una obra intrincada pero absorbente, y
aventurarse después en ese fascinante laberinto verbal, poblado de
bandoleros y demonios, que es Gran sertón: veredas.
Revista de
Libros
6 de julio de 2002