EL RETORNO DE 
          ROSAMEL
          
            
            
              | UN ORFEO DEL 
                PACIFICO Rosamel del 
                Valle
 Lom Ediciones
 Santiago, 2000
 246 págs.
 | OBRA POETICA Rosamel del 
                Valle
 J. C. SAEZ Editor
 Santiago, 2000
 390 
págs.
 | 
          por Alejandro Zambra
Taller de Crítica 
          Mariano Aguirre
          ..... 
          En 1930 Vicente Huidobro, legítimamente deslumbrado por la lectura de 
          la obra País blanco y negro, escribe desde París a su joven 
          autor, Rosamel del Valle: "lo felicito con toda la sinceridad que 
          siempre me ha caracterizado y que tantos enemigos me ha valido. Su 
          libro tiene páginas sencillamente admirables. Es increíble que tan 
          joven haya logrado Ud. una maestría semejante. ¡Qué seguridad en sus 
          trazos, qué riqueza de gama!". La legitimación de la poesía de Rosamel 
          del Valle (Curacaví, 1901 - Santiago 1965, nacido Moisés Gutiérrez y 
          rebautizado asi en honor a un amor de la adolescencia: Rosa Amelia del 
          Valle) no provino, sin embargo de estos golpecitos en la espalda de 
          Huidobro (el sincero), ni de su productiva amistad con Humberto Diaz 
          Casanueva, o de su inclusión en la justamente mítica Antología de la 
          poesía chilena nueva (1935) preparada por Eduardo Anguita y Volodia 
          Teitelboim. En rigor, la poesía de Rosamel del Valle, por motivos tan 
          oscuros como diversos (motivos que en ocasiones tomaron los nombres de 
          Raúl Silva Castro o Alone), no ha ingresado a nuestra historia 
          literaria (a nuestro pequeño y laureado canon), permaneciendo, 
          en cambio, en la caótica y fértil charla de los poetas (en las 
          bibliotecas particulares de algunos de ellos, los más jovenes, es 
          posible hallar hermosas y cuidadas ediciones de las fotocopias de su 
          obra). Este escenario ha sido violentamente modificado por la 
          publicación de la antología Un Orfeo del Pacífico y la 
          (in)esperada aparición de una Obra Poética del autor en dos 
          volúmenes.
..... Se trata de trabajos de 
          características disímiles. La antología preparada por Hernán 
          Castellano- Girón puede ser objeto de las críticas habituales a 
          cualquier trabajo que implique alegir textos de un corpus contundente 
          y macizo: faltan poemas importantes (sobre todo de la producción final 
          del autor), y otros son inustamente fragmentados para "hacerlos caber" 
          (libros como Orfeo y El Sol es un pájaro cautivo en el 
          reloj acusan la merma). En cambio, no sobra absolutamente nada. El 
          prólogo dl propio Castellano-Girón resulta útil para comprender el 
          valor intrínseco de publicar esta poesía en el contexto de 
          comienzo/fin de milenio, aunque su escritura, a medio camino entre la 
          exégesis y el manifiesto, resulta algo confusa en ocasiones. La 
          edición de Sanhueza cierra el gesto que la antología de Castella-Girón 
          propone: en el prólogo Sanhueza contextualiza la poesía de Rosamel, 
          entregando herramientas para su comprensión y, con alguna dosis de 
          elegante sarcasmo ( se lee entre líneas que los académicos no han 
          valorado esta obra por considerarla "difícil"), vindica el lugar que 
          cabe a esta poesía en la literatura chilena contemporánea. La edición 
          es implecable: las notas son relegadas al final de los volúmenes (de 
          modo que no interrumpan la lectura, cosa que inevitablemente ocurre 
          con la antología de Castellano-Girón), se publica una buena cantidad 
          de material hasta hoy inédito (aun cuando se deja constancia de que 
          aun hay muchos textos dando vueltas) e incluso siguiendo una sabia 
          tradición de los editores norteamericanos se añade un índice de 
          "páginas cuyo final es final de estrofa".
..... En todo caso, ambos libros cumplen con el 
          objetivo básico de acercar esta poesía a sus lectores. Leyéndolos 
          conocemos (reconocemos) a un poeta que supo incorporar la lectura de 
          las vanguardias históricas (las lecciones de Breton y del propio 
          Huidobro) y, a la vez, perfilar una obra decididamente personal. El 
          autor pertenece a esa familia de creadores que, como Rimbaud, 
          manifiestan su inconformidad y rebeldía ante la disociación 
          tradicional entre arte y vida, y sospechan, en general, de todo 
          reduccionismo. La poesía de Rosamel busca obsesivamente la 
          comunicación entre el mundo y el ser humano, a través de una estética 
          de la videncia que muchas veces conduce al poeta a un saludable 
          desarreglo de los sentidos.
..... Con la 
          publicación de Orfeo (1944) esta obsesión del autor se hace 
          presente como un proyecto bastante definido: explicar (por ambigua o 
          paradójica que resulte tal empresa) la existencia del hombre a través 
          del mito. Se trata de un poema caudaloso y monumental, serio, que 
          Rosamel reescribirá una y otra vez en el resto de sus libros, acaso 
          releyendo el mito y su propio poema con una mayor soltura de cuerpo, 
          aproximándose más y mejor al espíritu de la música que en su supuesta 
          obra magna. Desde El joven Olvido (1949) surge en esta 
          escritura cierto humor melancólico y violento (nacido muy 
          probablemente de la residencia del autor en Nueva York, desde 1946, 
          como corrector de prebas para la ONU y de su lúcida lectura de Eliot), 
          que obras posteriores como La visión comunicable, El corazón 
          escrito y Adiós enigma tornasol, corroboran y extreman. El 
          poeta se convierte progresivamente en un callejero, un 
          habitante de la urbe moderna que se dirige hacia aquellos sectores 
          opacos, desconocidos o, por el contrario, excesivamente centrales de 
          la vida citadina para participar allí del rito, es decir, de la 
          manifestación concreta aunque profundamente transformada, profana y 
          degradada, del fundamento mítico. Poemas como "Aleluya por una 
          joven negra en Harlem" (primer caso de poema-gospell-dionisiáco, 
          que algunos poetas, hoy por hoy, han adoptado como himno) muestran la 
          plenitud del artista-observador, que enfoca los detalles, los mínimos 
          gestos, para mostrar el carnaval, dialogando en el poema, redundando, 
          multiplicándose.
..... "Debo estar 
          cubierto de escamas. Vengo de ese ruido/ Que hacen las personas apenas 
          nombradas en las conversaciones/ o esas que salen a las calles más 
          solas que el olor a farmacia", escribe Rosamel en un poema de 1957, 
          acaso adelantando el lirismo quebrado de Enrique Lihn en La pieza 
          oscura y Pena de extrañamiento. Más que el conjetural efecto 
          retroactivo que Un Orfeo del Pacífico y Obra Poética 
          produzcan, interesa la recuperación de cierto tipo de libertad que 
          obras como la de Rosamel del Valle representan: la valentía de una 
          escritura que, para comunicar, no teme replantearse, contradecirse, 
          irse y regresar.
          
en Revista 
          Rocinante
Enero de 
      2001