Lámpara detrás del
muro
Sitiado de vellones en
movimiento
Imagen que la memoria me deja caer.
El tiempo nada
en un color de atmósfera
O vuelo de sombras despiertas,
Guiado
por lámparas de negro andar.
Las tribus aparentan descanso en tus
huesos.
Nada te es familiar si no viene
Desde la cascada de
ritos de la sangre desaparecida.
Piedras de lenguas habitan en tu
imagen de siempre,
Imperturbable cabeza de sonámbulo.
Vivo en
piel rayada por signos,
Historias de muertos en los laberintos
del pecho.
Fantasma con oído destrozado,
Fantasma con pies de
aureola,
Fantasma sentado en largas raíces,
Esperas bosques
ausentes y minerales de sueño,
Cascadas de cuello de garza
abandonada,
Raíces que leen su diario bajo tierra,
Angustia de
cielos colgantes que destruyen tu boca
Mientras el humo se
reclina en hojas de uñas ciegas,
Y pasan coronas de agua, coronas
de soles, coronas
De animales asidos a la sangre de los
años.
Habitante del alba prendida en tus cabellos,
Habitantes
de las mañanas que lamen viviendas y sueños,
Habitante de las
tardes, danza de gotas de hilo a hilo, gota a gota,
Y de la noche
con puertas de vidrio abiertas al miedo.
El misterio cumple
años
a Humberto Díaz
Casanueva
Desde qué aguas y tiempo y
heridas y calor
Y fábulas y permanecer en acecho como el
aceite
Dispuesto a dar vida y qué fatiga de la luz
Y qué
celebración de la sombra y qué andar
Sobresaltado y qué temor de
lo que sigue
Siempre, siempre con la helada furia de la
hoja
Al verano y de la ceniza al fuego, siempre, siempre
En el
mismo peligro de cabezas celestes y voces
Pegadas al vidrio
húmedo y nocturno de hallarse
Y no ser planta ni flor, ni
existencia ni cuerpo,
Entre aires y sospechas y videncias y sobre
todo
Entre lo que permanece como estatua y dolor.
Como llanto
enemigo y paciencia de lámpara y nieve
Filuda y ojos obscuros
dedicados a su muerte y al frío
Que conduce y envejece con cejas
de llama.
Desde qué aguas oh
estremecimiento continuado y amigo
De mi estremecimiento y de lo
que se nos escapa
Porque no somos de hierro, ni de oro, ni de
temblor,
Ni de ceniza, ni de corriente desnuda, ni de párpado
civil,
Ni de punto de partida ni de llegada, ni de
continuación,
Ni de permanencia, ni de calor, ni de sombra, ni de
luz,
Ni de existencia, ni de muerte.
Y acaso seamos fábula y
acaso seamos el aire
Pasajero y acaso lo que se parece a la
sangre
Seamos nosotros, de viaje permanente, y acaso
Por la
sangre de ahora habrá más sangre mañana
En las pupilas y en el
corazón del hombre
A quién turbamos el sueño y la permanencia y
la sombra
Que hace al lado de sí mismo y que es nuestra,
Como
el aire del mar es de los náufragos,
Como el peligro es de la
seguridad,
Como la sed es de la muerte.
Algo nos toca, oh amigo de
fuego creciente y espada
En la noche de afán y fatiga y
respiración
Por la costumbre de permanecer, aunque nuestra
vida
Salga de noche y seamos su lecho vacío y sin embargo
Su
guía, su sueño, su sed, su mensaje a lo obscuro,
Su iluminación
de los muertos y su regreso
Y su entrada en la habitación y su
acto
De volver a ser lámpara y carne y respiración.
Y ahora con qué fuerza, oh
misterio, oh amigo,
Te hago sitio en mi calor y en mi
angustia,
En mi cárcel de cielos derribados,
En mi iluminada
desesperación,
En mi ciudad de piel crispada,
En mi voz que ha
viajado cerca de tu lámpara
Y en las brasas de mi corazón,
levantado un día
Por tu mano de admirable calor.
Soldado de
Madrid
Idea de césped puesto a
prueba por rocío de azufre
En abrirse de profundo
resplandor.
Más pálido que la cera de las manos pero con
pupilas
De pecho abierto al extraño sacrificio y al
ojo
Extasiado y universal desde adentro, seguro.
En destino y
señal con rodillas de fuego recibido
Y devuelto como dedos
crispados en una rama,
Seguidos de rojos océanos creados sin
traición.
Sin el pan del hombre perverso,
Sin el agua del
disfrazado de noche y crimen,
Sin la voz en cuatro
pies.
Oh larga muerte necesaria
para vivir y necesaria
Defensa universal y sagrada copa de rocío
sin beber
Por ahora y jamás y sangre no dominada por ahora
Y
jamás y conciencia brillante sin corazón vencido
Por ahora y
jamás y espalda de sal lúcida no azotada
Por ahora y jamás y
hombros de fuego no destruidos
Por ahora y jamás y piel no hecha
para bocas
Asesinas por ahora y jamás y defensa del ser
No
igualada por ahora y jamás.
Imagen y presencia sin
obscuridad con el grito
En el aire de la sangre y en la flor y
coraza
De las armas del corazón terrestre.
Como en única
lumbre desesperada,
Como en único olor y pulso y respiración y
manos
Donde nacen las lámparas y el estremecimiento
Que
rechaza la muerte.
Qué vigilia penetrante por
los vivos y los muertos
Mientras el alba cae ceñida de
fusiles,
Mientras los hombres detienen el temblor
extranjero,
Mientras las mujeres apagan la luz de sus
cadáveres,
Mientras el mundo espera de pie en las puertas del
sueño.
Inscripción en la puerta
del tiempo
Nuestra esencia viene de la
tiniebla rasgada
En espada de noche y fuego invasor parecido a la
sed,
Construida de ángeles ciegos y temblores y de la infinita
ola
Amante de lo terrestre sin límite y del olvido.
Pero una
transparente llama sigue a la sangre desde el tiempo
De un calor
indestructible, de una voz dormida a lo lejos
Tal vez donde el
ángel sonámbulo destruye los sueños
O donde el espacio cierra sus
ramas en un movimiento
De angustia terrible y de rechazo a la
sed.
Poder volver un día al
latido lejano, a la sumergida
Ola sin llanto donde el corazón
bebía su fuego en la copa
Nocturna y palpitante, como el pez en
su agua.
Tan vasta angustia sube y tanta permanencia
alrededor.
Los tallos se obscurecen en el terrestre sonido
Y
las piedra echa ramas debajo de su muerte.
Inalcanzable vapor errante
y corona deshecha en el agua,
No más bellos que el cuerpo
confundido en las sombras.
Pero las cabezas arden y las manos se
sueltan no más lejos
Que el oído de la tierra o que la boca del
cielo.
Juntos en un solo relámpago abandonado... Qué
esencia
Destruir ya, qué abatido sueño recoger, qué
lámpara
Guardar en la tormenta de la noche sumergida.
Maravilloso tiempo ¡oh
fuego devorador! y maravillosa
Sangre y ceguera y necesidad del
abismo donde el ser perece
Entre ángeles y demonios todavía,
entre ritos,
Debajo de campanas y sepulcros sin alba para
siempre.
Siempre, siempre, a imagen y semejanza de la
angustia.
Siempre, siempre, a imagen y semejanza de la terrible
imagen.
Siempre, más que a imagen de la vida, a semejanza de la
muerte.
Amenazada existencia tan
cálida de sonidos, de movimiento
Sin fin, donde el sueño de las
cosas nos oye día y noche,
Donde el hombre nos oye, donde
nosotros nos oímos y donde
Lo que no es nuestra esencia nos oye y
nos mira.
Sin embargo, terrible copa nocturna nos cae en la
boca
Y aire de inmensa hoguera nos desnuda al andar.
Abandonando cuerpo de
anillos calientes, imagen sola
De la voz ciega y devoradora y
eterna, hay una espada
Para la sed, hay una espada para el
sueño.
¿Qué se le oye decir? ¿Qué puertas abre? ¿Qué
estremecimiento
Conduce? ¿Qué despierta en la lengua sin ojos de
los muertos?
El corazón
sumergido
I
Venid, agua de vientre
obscuro, raíz de la luz
En eternidad y vaso necesario para el
oído.
Venid, haz y corona de jóvenes chispas de aire
Y pupila
del hombre frío que empieza a invadir
Sombra y resplandor, nada y
violencia y sitio
Para el hueso y para la ansiedad de la
carne,
Transformada en pájaro de fuego y grano del
cielo.
Herido en su sangre y permanecer como el espanto
Que
habla con largas raíces en la boca y un rayo
En la mano del
corazón.
II
Es el hombre, una lámpara
en dos pies
Y dos alas y vidrio y tiniebla alrededor.
Abramos
los ojos, las sienes, los tallos, las piernas,
Las puertas del
cuerpo y de la obscuridad.