Róger
Santiváñez Vivanco: Exteriorismo coloquialista
Ricardo Musse Carrasco
A través de esta poesía las palabras -agresivamente tiernas- se
cotidianizan en un prosaísmo pleno (dentro de un entretejido
estructural, aunque irregular, con vivencial conmoción semántica)
nombrando referencias inmediatas, objetos mínimamente despojados -por
las manos transfiguradoras de la poesía- de su "objetividad", personas
de carne y hueso dentro de esas coordenadas que también nos pertenecen
irremediablemente:
Exteriorismo coloquialista, reflejo de entornos socioperiféricamente
descarnados:
"¿Quién grita así como la Ronca?
Críspulo,
el viejo alcantarilla
nombres que pronuncio con amor
y nadie
sale a responderme.
Ahora me limpio el sudor y cojo un pedazo
de
masa y me lanzo hasta el fondo del horno de Manolo
quisiera
mancharme de harina las espaldas
pero debo contentarme con cantar a
la puerta del garage
de la calle junín, donde vi por primera vez
el sexo
de una mujer. Divino Don de la poesía Gracias te doy
por dejar que Camila me cache con su clítoris
dorado".
Róger "juega" a prolongar el verso-desafiándose, en continua tensión
de desafinación, al borde de la estridente desestructuración -,
asumiendo el alto riesgo de colapsar los bordes, instaurándole una
existencia metasintáctica (reflejo de sus desaforados impulsos): No
esperemos que, visualmente, el verso revele su sentido en su habitual
horizontalidad, pues ahora se eslabona en una concatenación
pluri(versa)versística:
"…este poema tal vez
esta diluyéndose en la
soledad de los que andan buscando
una calle una fiesta que no
va a ningún paraíso tampoco
al infierno a la nada azul de donde aún
no hemos vuelto
mar de luna de cuerpos arrastrándose en el
hueco
de eterna sepultura vallejo dixit quién es
aquel
que ayer no más decía el verso azul y la canción
profana
mi abuela mamá maría me leía estos poemas…".
El código poético de "Roy Santiváñez" ha atravesado diferentes
registros: Desde el conversacionalismo (enunciaciones emanadas, a flor
de piel, de las urbes) con un expresionismo sórdido y muy cercano a las
normas lingüísticas "urderground", pasando por el "fraseo", buscando el
endógeno ritmo versístico, pues la poesía -sentencia el poeta- "no es
más que lenguaje ultracargado de sentido y sonido", hasta el argot del
lumpen nocturno de Lima ("la supercoloquialidad de esas voces frescas en
que vibra la chispa de la nueva poesía") para -finalmente- desembocar en
un lenguaje neobarroco/neobarroso.
En Santiváñez se evidencia en todos sus niveles, al decir de José
Antonio Mazzotti, una barroquización superlativa del lenguaje, un
cuestionamiento de la misma escritura y del sujeto poético. Se revela
-además- un poetizar catárticamente esquizoide: Róger Santiváñez quiebra
"toda alianza con la concepción del poeta como comunicador".
En los poemas -la mayoría de las veces- los versos se suceden
fílmicamente, movidos alrededor del eje evocador de los latidos,
diversiformes, sus escenas parecen desarrollarse en subjetivas
locaciones, cuyas situaciones dentro del entramado, se argumentan
vivencialmente dentro del panorama vital de nuestra existencia:
"a esta hora de la tarde en que me
encuentro
solo contigo y comprendo que el oxígeno,
el suero, las
agujas rompiendo tus dulces venas
son también los días reunidos
en que paseábamos bajo lo algarrobos frente
al Mercado Viejo,
una manzana de sol dorando
la belleza de las gentes/Piura
Viento
de las seis besa el corazón de Aníbal
como él besó la tierra
caliente, llámalo
hacia la vida, recuérdale a las muchachas
cuerpo-cántaro de agua fresca, dile que tú
has superado todos
los controles del hospital
haciendo el amor a enfermeras
irascibles
y que ahora estás acariciando su cabello
lacio
aunque él no pueda darse cuenta y duerma dominado
por la
fiebre y la diabetes/¿Cómo habrá pasado
la noche? En este último
verso del poema
sé que parto al hospital y voy a reemplazar al
viento".