25 de junio 1984.
Comida con Juan
Rulfo en casa de Vicente y Alba Rojo. Preocupaciones de Juan, problemas
que lo agobian a estas alturas en que debería tener todo resuelto.
Acostumbrado a tratar con fantasmas, los seres de la vida real son para
él menos manejables que los que tan admirablemente ha puesto en su lugar
en la ficción, y a través de la ficción en la mente de tantos lectores
suyos en el mundo, que por su parte han hecho de él una fantasía, un ser
inasible y lejano en un México igualmente remoto. Pero la realidad es
más dura; en ella las puertas no se atraviesan a voluntad sin abrirlas
y, cuando se abren, los problemas está allí, irrespetuosos, indiferentes
a la fama y el prestigio literarios. ¿Cómo es Juan Rulfo?, me preguntan
a veces los lectores suyos lejanos, y yo trato de describirlo como el
ser humano natural y de carne y hueso que he conocido siempre; pero
ellos se empeñan en no creerlo y entonces prefiero hablar de su obra o
contar alguna anécdota a fin de calmarlo, ya que no de
conmoverlos.
..... En
abril de 1980 María Esther Ibarra me hizo las siguienes preguntas para
un semanario mexicano: "¿Que revela la obra de Juan Rulfo y cómo debe
ubicarse, un cuarto de siglo después de su creación? ¿Qué influencias
han ejercido El llano en llamas y Pedro Páramo en la producción de los
escritores de habla española?" Mi respuesta:
.............. No creo que en cuanto a mí pueda
hablarse de influencia de libro a libro. Es obvio que lo que Rulfo
escribe es muy diferente de lo que yo hago. Pero si puede hablarse de
influencia en muchos otros órdenes o, tal vez mejor, de coincidencias
respecto a la apreciación de la literatura, del oficio. La mesura de
Rulfo, que debería ser una influencia general, la falta de prisa
de sus primeros años y su reacia negativa posterior a publicar libros
que no considera a su propia altura, son un gesto heroico de quien, en
un mundo ávido de sus obras, se respeta a sí mismo y respeta, y quizá
teme, a los demás. Hasta donde pude, traté de recibir su influencia y de
imitarlo en esto. Pero la carne es débil.
.....
Rulfo es un caso único. Se puede detectar una escuela o una corriente
kafkiana o borgiana; pero no la rulfiana, porque no tiene imitadores
buenos. Supongo que éstos no han comprendido muy bien en dónde reside el
valor de su maestro. ¿Cómo imitar algo tan sutil y evasivo sin caer en
la burda repetición de lenguaje o las situaciones que presentan El
llano en llamas o Pedro Páramo? Los imitadores no constituyen
necesariamente una escuela.
.....
Pero volviendo
al propio Rulfo, una de sus grandes hazañas consiste en haber demostrado
hace veinticinco años que en México aún se podía escribir sobre los
campesinos. Entonces se pensaba con razón que éste era un tema demasiado
exprimido y, al mismo tiempo, que el objetivo del escritor debía ser la
ciudad, la gente de la ciudad y sus problemas. O Joyce o nada. O Kafka o
nada. O Borges o nada. Cuando todos estábamos efectivamente a punto de
olvidar que la literatura no se hace con asfalto o con terrones, sino
con seres humanos, Rulfo resistió la tentación del rascacielo y se puso
tercamente (tercamente es la palabra, me consta) a escribir sobre
fantasmas del campo; pero tan bien, con tanta verdad literaria que puede
decirse que eran los hombres del campo los que escribían a
Rulfo.
..... En
ese tiempo se creyó equivocadamente que Rulfo era realista cuando en
realidad era fantástico. En un momento dado Kafka y Rulfo se estrechaban
la mano sin que nosotros, perdidos en otros laberintos, nos diéramos
cuenta. Ni nosotros ni nuestra buena crítica, que creía que lo
fantástico estaba únicamente en las vueltas de tuerca de Henry James.
Pero los fantasmas de Rulfo están vivos siendo fantasmas y, algo más
asombroso aún, sus hombres están vivos siendo hombres. ¿Cómo puede haber
escuelas rulfianas a la altura de Rulfo?.