Zurita
Su batalla de la
memoria
Andrés Gómez Bravo
La Tercera Cultura, Sabado 15 de Diciembre de 2007
El poeta de Purgatorio publica dos nuevos libros: Las Ciudades de Agua e In Memoriam, acaso los más autobiográficos que ha editado. En ellos escribe de su detención en 1973, sus polémicas acciones de arte con el CADA, sus turbulentas relaciones amorosas, el Premio Nacional y el Parkinson. Por sus páginas desfilan amigos y enemigos, su familia, Diamela Eltit y Paulina Wendt. "Es el viejo intento de unir vida y literatura", afirma.
Una tormenta. Algo así se desató en el medio literario chileno hace siete años cuando Raúl Zurita recibió el Premio Nacional de Literatura. Entre el fuego cruzado de dimes y diretes salieron frases explosivas como: "Plagiario, oportunista, lameculo, ese fraude es capaz de vender a su madre con tal de aparecer". La cita es del poeta Fernando González Urízar y ahora Zurita, en un gesto provocativo, la recoge en In Memoriam, libro próximo a publicarse con el sello Tácitas. La declaración de González Urízar no es la única que aparece en el texto. Está también el poeta y abogado Hernán Montealegre, disparando: "Es una ignominia, una vergüenza darle el Nacional a un genuflexo de Lagos".
Zurita se ríe y dice que, más que provocar, con ello busca "devolver esas cosas al lugar donde deben estár: en la literatura".
A un año de la publicación de Los Países Muertos, el poeta vuelve con dos títulos nuevos: Las Ciudades de Agua, editado por el sello mexicano Era, y el mencionado In Memoriam. Y así como en Los Países Muertos satirizaba a la "farándula cultural", ahora
expone su historia y su memoria.
"No puedo partir de otra cosa, no porque mi vida sea especial, sino por el imperativo de trabajar con tu dato más inmediato. Es el viejo intento de unir vida y literatura. O no nombro o nombro, pero nunca voy a usar sobrenombres, con todos los riesgos y equívocos que pueda generar. Me costaría inventar personajes", afirma.
Así, por los textos aparecen sus padres; su pareja, Paulina Wendt, y sus ex: María Martínez, Diamela Eltit y Amparo Mardones, como también los poetas Juan Luis Martínez y Diego Maquieira. Y escenas reales: el bombardeo de La Moneda, su reclusión en un carguero en 1973, las polémicas acciones del CADA, las crisis amorosas y el Parkinson.
El 11-s
Ambos libros, junto con Los Países Muertos, forman parte de un proyecto mayor titulado Zurita, un volumen que ya suma 600 páginas y que culminaría la obra que comenzó en Purgatorio hace 30 años. Como nunca, en todo caso, su escritura es testimonial y utiliza una prosa que va "del lirismo a la máxima crudeza".
Hay escenas de violencia, como
este flashazo de 1973: "Canté la Canción Nacional y quise que no acabara nunca. Cuando terminó nos embolsaron sobre la cara nuestras propias chaquetas y nos hicieron correr entre dos filas de soldados. Mientras caía se me desprendió la chaqueta y vi el último culatazo. La punta de la culata me rompió los dientes y penetró en mi boca. La vi mientras se venía y luego el resplandor del golpe", escribe en In Memoriam.
Zurita tenía entonces 23 años, tres hijos y estaba separado. Pasó tres meses en las bodegas del carguero Maipo y salió "deshecho". Ya había tocado el tema en Anteparaíso, pero aquí lo enfrenta directamente. "Durante un tiempo no podía hablar de eso. Siento que ahora encontré una manera, un tono. No busco victimizarme. Es más bien hacer un tránsito por todo lo doloroso y precario de la existencia humana".
En estas páginas su historia se trenza también con las de otros: torturados, muertos y desaparecidos. Algo que es una marca en su obra. "Cada vez tengo una certeza más fuerte: a mí me tocó hablar de eso. Nunca voy a salir de esa experiencia. El golpe fue el hecho capital de mi vida", asegura.
La vida privada
Pero no todo es tan doloroso. Es capaz de reírse, por ejemplo, de sus performances con el CADA, grupo que integró en los 8o con Diamela Eltit, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo y Fernando Balcells. "La tipa me sacó las fotos mientras me la cascaba en una galería de arte y acabó mal. En fin, todo ese pajeo del arte bajo dictadura y bla bla bla", escribe.
¿Reniega de ese período? Dice que no. "Eramos unos tipos que tratábamos de hacer cosas y todas las hiper teorizaciones, las nellyricharadas son cómicas. Tengo el recuerdo de algo muy vital, pero el debate que se arma con eso me da risa".
No le hace gracia, sin embargo, recordar el escándalo por su señalada performance masturbatoria en una galería. "De eso me arrepiento. Mi intención era una y salió otra cosa. Fue un momento idiota".
Pero acaso las escenas más turbadoras son de su historial amoroso, por esa sensación de intimidad al desnudo. Como aquella en que Zurita regresa a la casa que compartía con Diamela Eltit, después de haber estado
con otra: "Retardé el regreso pensando qué decirle y llegué después del toque de queda. Estaba encerrada en la pieza y no la vi hasta el día siguiente. Era una carnicería. Se había cortado entera con una gillette y quemado las piernas con una plancha".
Y no sólo eso. El poeta recoge frases fuertes de su vida íntima. "Qué chucha te crees, dime de una puta vez qué chucha te crees -Eltit, D.". "¿Crees artista de mierda que te amo? -Mardones, A,". "Pero cómo Raúl me fuiste a hacer el perjuicio, pero cómo pudiste largarte así -M.M.".
"Son cosas fuertísimas, sí", dice Zurita. "Era imposible que no aparecieran mis separaciones. En la dictadura se mezclaron el amor, las rupturas, el toque de queda; lo público y lo privado. Y no creo en ese prurito burgués de 'no hablo de mi vida privada"'. Son frases que le quedaron grabadas y que escribió sin revancha, asegura. "No hay ningún ataque. Son personas que quiero mucho".
Como sea, Zurita vuelve a exponerse. "Ya a estas alturas es irreversible. Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer y qué diablos", dice, convencido de que la literatura "tiene que ser provocativa".