El universo dantesco del poeta delirante
Por Naín Nómez
Crítico y Académico USACH
La Tercera Cultura, Sábado 15 de Diciembre de 2007
La producción de Raúl Zurita está fuertemente vinculada a la publicación en 1979 de Purgatorio, su primer libro. La aparición de esta obra no puede separarse del contexto en que surge: la clausura del momento más oscuro de la dictadura y el inicio de un período de gran desarrollo en la poesía nacional, a pesar de la censura imperante, período que se inicia con La Nueva Novela de Juan Luis Martínez, Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui de Nicanor Parra y París, Situación Irregular de Enrique Lihn, en 1977.
La filiación que la obra de Zurita tuvo con estas y otras publicaciones poéticas, no rebate el hecho de que Purgatorio se constituyó en un acontecimiento literario, al margen de las anécdotas o intertextualidades biográficas que lo relacionan con su detención y su mejilla quemada y al margen también de panegíricos desmedidos y críticas resentidas. El libro supera la noción tradicional de texto, para convertir el cuerpo individual en cuerpo social y explorar las posibilidades traumáticas del dolor.
Anteparaíso (1982) retoma el tema bíblico y literario con un sentido de esperanza. Como un gran friso el espacio geográfico (cordillera, campo, mar) se corporiza para simbolizar una vida que ha sido avasallada por la dictadura y desplegar un nuevo horizonte que da sentido a una realidad renovada. Verso, página, fotografía, lectura, situación, espacio en blanco y silencio, se entrecruzan en un texto que quiere ser un proyecto de vida individual, colectivo y nacional. El poeta continuó este intento positivo con Canto a su Amor Desaparecido (1985) y El Amor de Chile (1987). La Vida Nueva (1994) será un proyecto un tanto fallido, por su carácter excesivamente monumental, de retomar el foco de la épica agonística de los primeros libros.
INRI (2004) y Los Países Muertos (2006) dan una nueva vuelta de tuerca a su producción. Si bien en el segundo aparecen algunas referencias circunstanciales a personajes y sucesos históricos que la crítica consideró malévolos, en ambos parece recobrarse el poeta visionario y delirante del primer período. La Pasión de Cristo, las víctimas de la represión, el paisaje redimido y los cuerpos que emergen de su oscuridad, conforman una sinfonía apoteósica que busca recontar la historia de Chile al estilo del poeta, haciendo un memorial del paisaje humano y geográfico. En síntesis, un poeta que en sus alturas poéticas ayudó a clausurar una buena parte de la lírica anterior; aunque como en todo poeta, sus desniveles lo han hecho blanco de críticas tan desmesuradas como su dantesco universo escritural.