Raúl Zurita:
“Michelle Bachelet representa
a una derecha blanda”
Por Francisca
Aninat Ureta
Foto: Bárbara
San Martín
Revista Cosas N°
772 Chile, 28 de Abril de 2006
El poeta se refiere al desencanto
que siente por nuestro país, donde se percibe como un exiliado
y donde sus relaciones con el medio literario están cortadas.
Asimismo, dice que terminó desilusionado del gobierno de
Lagos.
Es intenso, Zurita. De su voz suave brotan palabras que queman, palabras
subversivas. Palabras que no mide. Siempre desafiante, nunca satisfecho.
Este controvertido Premio Nacional de Literatura, confiesa que a veces
se siente como si estuviera a punto de explotar. Los recuerdos de
un pasado tormentoso afloran una y otra vez.
Su nombre no deja a nadie indiferente. Cuando ganó el Premio
Nacional de Literatura, en el año 2000, se generó una
polémica de proporciones. Después de publicar “Los Poemas
Militantes” lo acusaron de ser el poeta oficial del régimen
de Ricardo Lagos; pero él permaneció inmutable, en lo
suyo: dirigiendo talleres de poesía, haciendo clases en la
Universidad Diego Portales y, sobre todo, escribiendo... escribiendo.
Hace dos años, su libro “INRI” fue publicado en España
y próximamente aparecerá en Inglaterra. A su vez, en
México se editó una antología de su obra, titulada
“Mi Mejilla en el Cielo Estrellado”.
En el 2005, participó en importantes encuentros de poesía
en Berlín, Londres, España y Corea.
Lo entrevistamos en su casa de Pedro de Valdivia Norte, donde vive
junto a Paulina Wendt, y los hijos de ella. Mientras se prepara un
café, el poeta nos cuenta que en la primera vuelta electoral
votó por Tomás Hirsch. El 15 de enero lo hizo por Michelle
Bachelet. “Esperé religiosamente las instrucciones de los amigos
comunistas y como ellos llamaron a votar por Bachelet, así
lo hice. Tengo la mejor idea de ella como persona y encuentro muy
valiosa su trayectoria. Sin embargo, lamentablemente estábamos
eligiendo entre una derecha dura y otra derecha más blanda;
yo me incliné por esta última”, dice.
Raúl Zurita se encuentra finalizando su último libro
de poesías llamado “Los Países Muertos”. “Cuando escribo,
siento que suspendo un poco la vida; ésa es la forma que tengo
de defenderme frente a un país y a una sociedad que rechazo.
Chile se ha vuelto un lugar poco solidario y bastante vacío
en muchos aspectos. Vivimos muy cómodos en nuestros hogares,
cuando un poco más lejos estamos frente a la desdicha, al desempleo,
a la pobreza, a la injusticia y a la falta de oportunidades”.
“Viviría feliz
en México”
–Entonces, ¿te desilusionaste del gobierno del Presidente
Ricardo Lagos?
–Lagos eligió una opción que significó mantener
las desigualdades. Continuó con un modelo heredado que me parece
absolutamente inhumano. Se habla con horror del populismo de nuestros
países vecinos y se dice que estos sistemas representan “pan
para hoy y hambre para mañana”, pero yo pienso que hay tanta
gente que prefiere el pan para hoy, por la sencilla razón de
que muchos no alcanzarán a tener hambre mañana.
–¿Reniegas de “Los Poemas Militantes” que escribiste guando
ganó Lagos y donde cifrabas todas tus esperanzas en ese gobierno?
–No, porque aún me siento ligado a esos poemas que representaron
al menos un sueño; la última esperanza. Aposté
a algo, aunque ahora esté profundamente desilusionado. En todo
caso, en “Los Poemas Militantes” planteo el permanente conflicto que
se produce entre el poder y la poesía, o el arte en general.
–Y en lo cultural, ¿qué rescatas?
–La gente que ha trabajado en este gobierno y que ha estado ligada
a los temas culturales son personas bien intencionadas. Pero es un
horror constatar que ellos perciben que la cultura debe estar ligada
a la industria. En países como Estados Unidos, la palabra industria
cultural no existe. Aquí hay una desmesurada ausencia de vuelo
y una total falta de encantamiento.
–¿Cuándo publicarás el libro “Los Países
Muertos”?
–Estoy terminando esta obra, en la que he tardado alrededor de seis
meses y que forma parte de “La Vida Nueva”. A través de esta
serie de poemas, doy cuenta de la pobreza cultural a la que me refería
anteriormente. No sé si publicaré este libro en Chile
o en el extranjero. Ultimamente he publicado todas mis obras en países
como España y México.
“Desgraciadamente, debo confesarle que hace tiempo que siento que
mis relaciones con el medio literario chileno están prácticamente
rotas. Esta situación ha sido algo permanente. Ha habido un
mal clima frente a mi persona y a mi obra. No diría que se
trata de envidia, pues ello puede parecer presuntuoso. Sin embargo,
muchas veces me he sentido como un exiliado en mi propio país.
No es que pretenda hacerme la víctima, pero ha habido demasiados
ataques y ninguneos.
Afortunadamente, he encontrado en otros países –como por ejemplo
en México– un lugar que podría considerar como mi patria.
Viviría feliz en México”.
–A ti te tocó vivir muy de cerca el alejamiento de Francisco
Javier Cuadra como rector de la Universidad Diego Portales. ¿Te
pareció, como a otros profesores, que él debía
dejar su cargo?
–No lo firmé. No creo en los linchamientos. No lo creo para
absolutamente nadie y frente a la salida de Cuadra volví a
recordar ese hecho básico. No creo en los justicieros de último
minuto, porque están más preocupados de su imagen que
de la justicia. Entiendo que la venganza está inscrita en lo
humano, pero debe llamársela como tal. Lo único que
se opone a la venganza es la compasión. Fuera de eso no hay
nada; a lo más oportunismo.
–Hace poco tiempo participaste junto a otros poetas en un recital
en la Escuela Militar. ¿Cómo te sentiste en un ambiente
donde, durante el gobierno de Pinochet, fuiste víctima de torturas?
–Fue un acto que tuvo una potencia tremenda. Quisimos que la poesía
se instalara en ese lugar que representó un terreno de dolor.
Anteriormente, he leído mis poemas en lugares como Villa Grimaldi
y esta vez sentí que debía leer parte de mi obra “Canto
a su Amor Desaparecido”, por su contenido. Creo que fue una actividad
bella, en donde se buscaba un pequeño gesto de reconciliación
mutua.
“Este recital fue muy atacado por algunos, pero no me preocupa. Para
mí, no fue fácil hacerlo, me costó recuperarme,
porque reviví los momentos en que fui torturado durante septiembre
de 1973 en un barco de la Compañía Sudamericana de Vapores.
Creo que estos actos poéticos contribuyen a crear conciencia
de hechos que son irremediables y que nunca se van a sanar. Son actos
eternos. Sólo buscamos que no se vuelvan a repetir y ésa
es la única razón por la que se realizan”.
–En tu libro “Anteparaíso”, Diamela Eltit escribió
que te arrojaste amoniaco en los ojos para cegarte. ¿Qué
piensas de este episodio que viviste?
–Obviamente que no lo volvería a hacer y entiendo que esto
sólo puede ser leído como un acto de demencia, pero
creo que la poesía y el arte deben dar cuenta de la intensidad
de la que los seres humanos pueden ser capaces. Pensé que si
el que era capaz de escribir poemas en los cielos de Nueva York no
los podía ver, era un acto mucho más bello y rotundo.
“Cuando no escribo vivo
con angustia”
–Tú escribiste en el desierto de Atacama la
frase “Ni pena ni miedo”. ¿Sientes que eso se ha cumplido en
ti?
–Esa escritura fue pensada en un momento en que en Chile lo que más
se sentía era pena y miedo. Hoy, en lo personal ojalá
eso no fuera así. A medida que pasan los años y que
uno va envejeciendo, se queda pegado con ciertas escenas. Siento que
el pasado es un presente perpetuo. El mismo momento en que tenía
5 años se funde con el instante en que te estás echando
ácido en los ojos y es, a su vez, el mismo momento de escenas
de profunda felicidad que también estoy viviendo. En un instante
se acumula todo. Por eso, a veces siento que voy a explotar. Además,
mi cuerpo ya no es el mismo, te pones rígido y lucho permanentemente
con un físico que me dice: “¡No! ¡Basta!”.
–¿Y cómo está tu salud?
–Hasta el momento, nada para el Auge, pero sí tengo algunos
problemas de los cuales no quiero hablar. Respecto de los padecimientos
físicos y de las enfermedades, ¡qué diablos!,
hay que elevarlo a rango de ecuación. La ecuación de
Roberto Bolaño: “enfermedad + literatura = enfermedad” no es
cierta. Enfermedad + literatura es igual a muerte, como lamentablemente
estamos ahora en condiciones de confirmarlo en su caso. Así
es que en el intertanto sólo nos queda definir la enfermedad
como una forma de belleza.
–Tú has señalado que los jóvenes
en Chile están escribiendo una poesía “extraordinaria,
audaz y política”. ¿De qué forma te has relacionado
con ellos?
–Siento admiración y estoy fascinado con los poetas jóvenes.
Hace muchos años que no emergía algo tan potente y creo
que los jóvenes están mostrando un país que oficialmente
no se quiere ver. Esto va mucho más allá de las denuncias
de un sistema económico, pues se abarcan todas la áreas
de la vida. En ellos existe audacia, fuerza y creatividad. Pero este
hecho no ha pasado por las editoriales ni por las librerías.
Los circuitos están cambiando. Todo sucede en la red. Es allí
donde se muestran y se comentan. Pero ellos también han sido
capaces de ser los gestores de sus propios libros y tienen sus propios
seguidores.
–¿Qué pasa con los jóvenes y
los medios de difusión tradicionales?
–Estos medios se han ido quedando atrás; les queda el prestigio
y no la vida. Los suplementos culturales tienen confinada la poesía,
sólo tienen espacio para los avisos publicitarios. Afortunadamente,
los jóvenes no nos necesitan para seguir con su oficio.
–¿Qué poetas jóvenes podrías
nombrar como ejemplo de este fenómeno?
–Entre las voces dominantes podría nombrar a algunos como Diego
Ramírez, Héctor Hernández, Gladys González,
Paula Ilabaca, Pablo Paredes... y tantos otros.
–Las editoriales tradicionales generalmente no publican
poesía porque ésta no se vende. ¿Qué te
parece eso?
–Me parece inaceptable que un país que tiene dos Premios Nobel,
aún no haya sido capaz de tener una editorial con apoyo estatal,
considerando la importancia de la poesía que actualmente se
está escribiendo. En su momento, le planteé este proyecto
a Agustín Squella y me fue pésimo. A nivel de Estado
no hay ninguna revista literaria; eso no pasa ni en países
como Bolivia, Perú o Colombia. Los poetas, a fin de cuentas,
deben luchar contra todo tipo de circunstancias adversas; entre ellas,
el anonimato y la pobreza.
–¿De qué forma vives el arte cuando
no estás escribiendo?
–Con angustia. Hay una frase de Baudelaire que me interpreta mucho.
A pesar de que era agnóstico, él le pedía a Dios
que lo dejara escribir un par de poemas más, “para no sentirme
inferior, incluso a aquellos que desprecio”. Por eso, yo pido lo mismo...
Ojalá pueda escribir todavía un par de poemas más.
Porque sé que esto irremediablemente se acabará...