Golpeando
las puertas del cielo
Raúl
Zurita
El Mercurio, Domingo
2 de julio de 2006
Bob Dylan es a la poesía de la
segunda mitad del sigloXX lo que Ezra Pound fue a la primera. Al lado
de él las estrellas consagradas del oficio
de poeta, y no sólo los anglo: Ted Hughes, Seamus Heaney, pero
también Brodsky, Walcott e incluso la Szymborska parecen mausoleos.Su
apellido verdadero es Zimmerman, Robert Allen Zimmerman, y nació
el 41 en Minesota. Oírlo es conmocionante y de eso son testigos
millones -sin Dylan Los Beatles jamás habrían compuesto
el "Sgt. Pepper's"- pero leerlo lo es aún más.
Un autor de la generación beat lo calificó de shakespereano
y en realidad su manera de sacarle al habla común las resonancias
más hondas y amplias, más cómicas y desoladoras,
más oníricas y lúcidas, es la herencia de Shakespeare,
herencia que el castellano jamás ha podido suplir.
Con Dylan basta leer a un sólo personaje de los que aparecen
en la fila de la desolación para ya estar en la historia mayor,
empleando una palabra de moda hoy, para estar en el gran "canon":
Cenicienta, ella parece tan fácil
"Toma uno para conocer uno", y sonríe
poniendo sus manos en los bolsillos
de atrás
al estilo Bette Davis
Y llega Romeo, él está gimiendo
"Tú me perteneces creo"
Y alguien dice, "estás en el lugar incorrecto mi
amigo,
mejor te vas"
Y el único sonido que queda
después que las ambulancias se han marchado
es el de Cenicienta barriendo
en la fila de la desolación.
(On Desolation Row)
Por esa fila de la desolación van pasando finalmente todos,
la humanidad entera, porque la obra de Dylan, como Pound o el Finnegans
Wake de James Joyce, es también una gran cita de toda la
historia de la literatura, desde la Biblia hasta Dante, desde Chaucer
hasta Rimbaud, desde Melville hasta Keruac, con la particularidad
de que en su poesía ese inmenso patrimonio reaparece siempre
bajo la forma de los sueños. Entre miles de ejemplos está
el Sueño 115 de Bob Dylan, donde a partir del "Moby Dick"
de Melville se llega el descubrimiento de América. Las múltiples
escenas del Sueño 115 son tan intensamente cómicas como
desolladas, y no hay en la escritura de hoy una muestra mayor de desparpajo
y de libertad creativa. Su potencia radica en que esa libertad retrata
un mundo que no podemos sino reconocer como el nuestro o, al menos,
que no podríamos no reconocer como el nuestro si le hiciésemos
más caso a nuestros sueños:
Pero la cosa más divertida pasó
cuando estaba dejando la bahía
Vi tres carabelas en el camino
que venían en sentido contrario al mío
Le pregunté al capitán que cuál era su
nombre
y que por qué mejor no manejaba un camión
Me respondió, me llamo Colón
Solo le dije, "buena suerte".
( Bob Dylan's 115th Dream)
Está también "Highway 61 Revisited" y entre
cientos de otras canciones igualmente increíbles, alucinantes,
está una escena y la música de una película:
"Pat Garrett and Billy the Kid", de Sam Peckimpah. Un sheriff
ha sido herido de muerte, está de pie en medio de un río
que le llega a las rodillas y mira al frente mientras las lágrimas
comienzan a correrle por su cara. En la orilla una mujer también
lo mira y también las lágrimas empiezan a rodar por
su cara (es Katy Jurado). Ambos están inmóviles mirándose
y el azul del río se hace cada vez más intenso. De pronto
sube la música y la frase que se repite, a todo volumen, es
"golpeando, golpeando las puertas del cielo". Es Dylan,
es "Knocking on Heaven's Door". Jamás en mi vida
he envidiado más algo. Jamás en mi vida he querido tanto
ser otro. Jamás en mi vida he deseado tanto morir como de algo
así.