Los
poetas suelen rechazar la condición puramente verbal de la
poesía: la poesía, en su calidad de creación
literaria pura, inerte. Rimbaud quiso cambiar la vida. Terminó
por abandonar la poesía y transformarse en comerciante, ¿traficante?,
en Abisinia. Maiakovski trató de convertir la poesía
en instrumento de la revolución. Vicente Huidobro fue un inventor
incesante de actos poéticos. Pablo Neruda, encerrado en la
cárcel estéril de Residencia en la tierra ("sus
listas de sonido, sus lúgubres barrotes"), se propuso
unir después sus "pasos de lobo a los pasos del hombre"
(Reunión bajo las nuevas banderas).
Hay que comprender, hay que tratar de comprender, abandonando la
sonrisa del observador
frío, la actitud del poeta que intenta trasladar el dominio
de la poesía al reino de los hechos
tangibles. "¡Piedad para nuestros errores! ¡Piedad
para nuestros pecados!" (Apollinaire). En 1979,
Raúl Zurita publica su primer libro de poemas, Purgatorio.
Describe un purgatorio verdadero y la
difícil salida a través de la poesía y del amor,
el amor que mueve el mundo y las demás estrellas. El
poeta no ha tenido el privilegio de bajar al Hades o al infierno,
para regresar y contar la experiencia,
pero habla desde un sitio semejante al infierno, una réplica
suya reconocible. Es probable que el
infierno, para Zurita, sea un estado anterior al lenguaje.
En junio de 1982, Zurita se siente en condiciones de dar a conocer
su versión de La Vida Nueva. La escribe en el cielo de la ciudad
de Nueva York. Cada una de las frases del poema mide entre siete y
nueve kilómetros de largo. El procedimiento me recuerda la
propaganda comercial, arrastrada por aviones viejos, como en este
caso, y subrayada por el sonido horrible, literalmente infernal, de
los altavoces. En el caso de Zurita, sin embargo, es antipropaganda,
trascendencia o, por lo menos, voluntad de trascendencia, silencio
de las esferas. Otra vez nos encontramos con el tema del amor que
mueve las esferas.
Como
el poeta no conoció el nfierno real, ni en la versión
pagana de Homero ni en la cristiana del Dante, sólo consigue
acceso a un anteparaíso. En Anteparaíso, Chile
adquiere un rango metafísico, semejante al que ya se insinuaba
en Purgatorio. Ese desierto de Atacama de Purgatorio, encontrado
"nel mezzo del cammin", en la mitad desierta, árida,
dolorosa, prefiguraba esa extraña entidad mítica que
es el Chile del libro siguiente.
Así como en la antigua retórica y en los argumentos
de la teología, el método poético de Anteparaíso
suele ser dual. Dicotomías que desembocan en una síntesis
posible, imaginaria, delirante. Los pastos frente a los desiertos,
los desiertos cubiertos de pastos. En la síntesis, florecen
los desiertos. La humillación extrema del ser amado se transforma
en humildad y pureza. Resucitan los muertos y reverdecen los milenios.
Es una poesía llena de insinuaciones milenaristas, apocalípticas.
Purgatorio y Anteparaíso: poemas de amor "cuasi-teológico".
Sin hablar con pretensiones de crítico de poesía, pienso
que la obra de Zurita en la poesía chilena es bastante anómala
y bastante excéntrica, en el sentido literal, no peyorativo,
de esta última palabra. Es, como Neruda, un poeta del espacio
natural y del tiempo, que toca, de un modo más deliberado que
Neruda, ciertos temas propiamente religiosos. Su lenguaje, sin embargo,
está casi en las antípodas de la retórica nerudiana.
Se acerca, en cambio, a esa condición algo matemática,
algebraica, de la lengua de Vicente Huidobro.
En cualquier caso, la poesía de Zurita tiene escaso parentesco
con la tradición gongorina-modernista del grueso de la poesía
en castellano. Procede a base de proposiciones que tienen apariencia
de proposiciones lógicas, con un eco notorio de Wittgenstein,
pero que corresponden a
una lógica enloquecida y delirante. A través de la asepsia
del lenguaje y de la insistencia en algunas imágenes muy decantadas,
obsesivas, amplias, eleva el paisaje a la categoría de visión.
Visión o espejismo. El espejismo es propio de los desiertos,
y todo parte, en esta poesía, de una mirada fija en un desierto-purgatorio.
No simpatizo con la manía comparativa, emulativa, competitiva,
de la inmensa mayoría de los críticos chilenos de todas
las épocas. Tiene prioridad la necesidad de reflexionar, analizar,
dejar un espacio al tiempo. La poesía chilena reciente me parece
interesante, estimulante, diversa. Es una poesía que siempre
parte, curiosamente, de una posición extrema: revisión
extrema de la historia, agresión, rechazo del pasado, visión
última. ¿Poesía escatológica? Algunos
poetas están enfrentados a la historia, en diálogo con
personajes del siglo XVII. Escriben poemas salpicados de denuestos
arcaizantes, como si quisieran exorcizar sombras coloniales e inquisitoriales.
"¿Qué has sabido de los cuerpos relapsos,/ de los
sospechosos huidos y de los relajados/ en efigie...?" (Diego
Maqueira).
Zurita, indiferente a la historia, clava su mirada en un desierto,
un purgatorio, y empieza a desarrollar visiones, imágenes monumentales,
grandes espacios. Una visión se desprende de la
otra en sucesión lógica enloquecida.
Leer Purgatorio y Anteparaíso es una experiencia interesante,
importante, enriquecedora, actual, aun cuando se plantee perfectamente
al margen de la actualidad inmediata.