LA “MAFIA” DE LA PORTALES
Raúl Zurita
Me quiero referir en breve a un par de puntos de LC’s, publicado por Germán Carrasco en letras.s5.com. Este artículo las emprende en primer lugar contra lo que el denomina la mafia de la Universidad Diego Portales, culpable, entre muchas otras cosas, de haber montado una línea editorial que ha venido a hacer lo que, en primer lugar el Estado y su cacareada institucionalidad cultural, y las universidades chilenas no han hecho nunca o dejaron de hacer. A diferencia precisamente del Estado que se ha negado a reemprender una nueva Quimantú o a la creación de una editorial pública, que es lo que menos se le puede pedir a un país con dos premios Nóbel, y a diferencia también de la totalidad de las universidades chilenas, algunas con mucho más historia y posibilidades, comenzando por la Universidad de Chile que dejó que la Editorial Universitaria quedase reducida a su más mínima expresión, o de la Universidad Católica de Chile que simplemente en lo que respecta a la publicación literaria tiene índices vergonzosos, la Universidad Diego Portales ha llevado adelante una línea editorial que requería, antes que nada, una inmensa dosis de creatividad, de pasión literaria y, dada las penurias por las que pasa el libro en Chile, de valentía.
No sólo se está publicando una línea de poesía relevante, en ediciones de una ejemplar belleza y dignidad, sino que se ha empeñado en la tarea de reedición y rescate de libros que, o eran inencontrables o, si se encontraban, lo eran a precios exorbitantes. Sin ir más lejos, es lo que ha sucedido, y citando sumariamente, con Paseo Ahumada de Enrique Lihn, La greda vasija de Alberto Rubio, Los poemas del otro de Juan Luis Martínez, El Cristo de Elqui de Nicanor Parra, Sabor a mí de Cecilia Vicuña. A esta última se le imputa el delito de haber publicado esa obra con la Diego Portales, obra que primero fue censurada por la Universidad Católica de Valparaíso, y después ignorada por 34 años en Chile, sin que absolutamente nadie hubiese tenido ni la imaginación ni el interés ni, por último, la cultura para hacerse cargo de este libro crucial y emblemático. Que Carrasco quería que el libro fuese con papel hecho a mano y etc. etc. el asunto es que no estaba ni con papel reciclable ni no reciclable ni nada. La edición de Sabor a mí es una de las ediciones mejor logradas que he visto en mucho tiempo y es imposible que se hubiese hecho como se hizo si no se hubiera contado con la aprobación de su autora. En el campo del ensayo la lista es tan o más elocuente. Durante los últimos 30 años nadie se había hecho cargo en nuestro país de la obra de uno de los filósofos de la ciencia más relevantes de nuestro tiempo, como es el caso de Roberto Torretti, o de los últimos ensayos de Carla Cordua en el momento en que es claramente notoria su restricción en “El Mercurio”. Podría seguir. Hay un viejo dicho que dice que no hay que tapar el sol con un dedo. Entiendo que a alguien, a mí o a cualquiera, pueda no gustarle un autor o un libro de la Diego Portales o de donde sea, a mí tampoco me gustan todos los libros de poesía publicados por Hiperión, pero es Hiperión y por supuesto lo último que se me ocurriría es decir que su editor es mafioso.
Llamo la atención al uso de la primera persona del plural porque tienen relación con dos puntos en los que Germán Carrasco me alude. Deseo aclarárselos. El primero se refiere a la antología Cantares. Es absolutamente efectivo como lo señala él, que le pedí innumerables veces que me permitiese la inclusión de poemas de sus libros Calas y Clavados, le agrego más aún, estaba dispuesto a rogarle si es de hecho que no lo hice. Alejandro Zambra, sabiendo que preparaba esta antología, me entregó estos dos libros haciéndome reparar por primera vez en ellos (mis lecturas anteriores habían sido poco acuciosas). Desde entonces los consideré, como lo sigo considerando, imprescindibles para la nueva poesía que se está escribiendo. Frente a eso yo carezco de dobleces. Varios de esos poemas son obras maestras y lamento su ausencia. Finalmente me autorizó a que publicase uno que es el que encabeza dicha antología. Se lo agradezco.
Pero lo que sí me llama poderosamente la atención es que cuando se refiere a mí me margina de lo que él llama la mafia de la Portales que es el tema recurrente. No acepto esa “exoneración”, tan concreto como eso. Primero porque no sé si soy tan generoso, creo que es mucho más simple, se trata de que la “gran” poesía es mi vida y lo que me gusta, me gusta mucho, no puede gustarme un poco mucho, me gusta mucho-mucho o no me gusta, por eso le pedí tanto que me permitiese publicarlo. Y segundo, porque en esa supuesta mafia yo entonces vendría a ser uno de sus mafiosos principales, soy el profesor más antiguo de la Escuela de Literatura creativa, además, a diferencia de los otros escritores que enseñan allí, he publicado en su editorial. No, todo eso de la mafia de la Portales es una genuina fantasía y punto. Un lugarcito común más.
Pero hay otra cosa que me preocupa más que todo lo anterior porque sus consecuencias pueden ser fatales para el que las emprende. Es lo siguiente: siguiendo una costumbre muy criolla, Germán Carrasco hace en esta ocasión una serie de alusiones sin nombrar a quien se refiere, así por ejemplo alude a un poeta que gasta fortunas invitando a gente importante para aparecer, a otro que vive en bacanales de alcohol y cocaína, y etc. etc. Nos supone sagaces, pero creo que se equivoca, en sí las alusiones en este artículo como en cualquier otro carecen de interés. El problema no es eso, el problema es lo que se desata a partir de eso. No soy yo el más indicado para rasgar vestiduras respecto a la paz entre escritores, pero los nombres se ponen. Lo otro es la primera coartada del anónimo, y con ello se termina todo: ya no sólo se tratará del poeta enemigo, se tratará de liquidarlo liquidándole los hijos, la madre, lo que venga. Se tratará de que el poeta enemigo pierda su trabajo, su novia, su casa. Los nombres se dan precisamente porque con ello se declara que el hijo del poeta enemigo es tan sagrado como mi hijo, que el sustento del poeta enemigo es tan sagrado como mi sustento, que lo que más ama el poeta enemigo es tan sagrado como lo que yo más amo. Después matémonos, pero matémonos mirándonos a los ojos, con dignidad.