Entrevista
sobre "Los países muertos", de Raúl Zurita:
El
"Infierno" de Zurita
Por
Patricio Tapia
Artes y Letras de El Mercurio, domingo 21 de mayo de 2006
En el capítulo 14 del Éxodo bíblico se narra
la huida desde Egipto del pueblo judío, guiado por Moisés,
cuando se abre el Mar Rojo para permitirle el paso (y después
cerrarse, claro, aniquilando a sus perseguidores). En el primer epígrafe
de Los países muertos, el último y muy debatido
libro de Raúl Zurita, se lee: "Entonces se abrió
el mar frente a Chile. Éx. 14:22". Pero en esta segunda
travesía no sólo cambia el país, también
los rasgos del guía: ya no son los de Charlton Heston, sino,
probablemente, los del propio Zurita.
Travesías
A pesar de la discusión generada en torno a Los países
muertos, en realidad de él sólo se sabía
lo que el propio poeta ha dicho en entrevistas y, sobre todo, lo que
fue publicado en abril, como un adelanto, en el periódico The
Clinic. Allí figuraban una serie de personajes de la cultura
chilena -críticos, poetas, novelistas, editores, entre otros-
adjetivados de manera nada lisonjera: a varios se les dice "ballenas",
a un editor, "fleto"; a una crítica literaria la
llama "mesiánica" y a un crítico, "hueca".
"Son estampas", dice Zurita, "como en el Infierno de
la Divina Comedia". En esa otra travesía, la del Dante,
que inspira la de Zurita, aquél efectivamente se encuentra
en el Infierno con personajes, antiguos y también de su época.
Y como las notas en las ediciones de la Divina Comedia para entender
quiénes eran los personajes mencionados, Zurita incluye un
apartado de las suyas respecto de los por él referidos. Pero
eso no es todo el libro -todavía inédito-, sino su primera
parte, como sabemos quienes hemos tenido el incierto gusto de leerlo
entero. En la segunda parte se reedita íntegro Canto a su
amor desaparecido, con sus poemas tipográficamente dispuestos
como nichos. Y en la tercera, llamada "El nuevo estrecho",
se intenta un grado de exposición -tanto de Zurita como del
país- más radical, con una imaginería geográfico-anatómica
que, al parecer, proviene de una fotografía de Robert Mapplethorpe
allí reproducida (Mapplethorpe practicó y fotografió
sadomasoquismo y otras formas de sexualidad extrema, de manera que
se podrá deducir que no es una fotografía que destaque
por su dulzura).
La conversación tiene lugar en su casa. Él mismo nos
recibe, muy amablemente, en la puerta. Ofrece y sirve café
antes de que le tomen las fotografías. Al poeta apenas se le
nota la enfermedad de Parkinson que le aqueja, salvo por la rigidez,
a ratos, de sus extremidades. Es delgado y más bien menudo,
no podría ser Moisés, pero su rostro es imponente, largo,
con algo de profeta por su larga barba ya completamente gris. Durante
la conversación tiene, en general, una actitud alegre y cortés,
pero, al responder, desprende un aire serio, incluso dramático.
-Las diversas reacciones al libro parecen basarse en un adelanto.
¿Cree que cambie la percepción de él una vez
que se publique íntegro?
- "Yo creo que sí. Lo que se publicó fue un
fragmento pequeño de la primera parte de Los países
muertos. Cuando se vea en su conjunto, espero que se aprecien
los matices y que estos poemas son una indagación en las zonas
más duras y feroces sobre todo de uno mismo. En la tercera
parte de él emerge otro personaje, que es fundamentalmente
un tal Zurita, en un retrato despiadado y para mí en extremo
doloroso, pero también nos dice que los otros personajes que
van mirando esta visión de los países muertos son así
descritos porque el que escribe es el más descarnado en verse
a sí mismo. Y siento que allí se tocan límites
que no se habían tocado antes".
-Entiendo que el libro entero es parte de una obra mayor.
- "Es la parte central y probablemente la más dura
de un libro que llevo muchos años escribiendo, que se llama
Zurita, y que es una reescritura o continuación de La
vida nueva. Hay allí una imagen, una idea que parte de
las más antiguas cosmogonías, según la cual los
ríos descienden del cielo. Ese libro, que no está terminado,
ha sido mi máximo empeño como artista".
"Los países muertos incluye Canto a su amor desaparecido,
publicado en 1985 y reeditado en otras ocasiones, pero ahora se le
da su contexto. Allí están los nichos y aparecen los
personajes que pasan por el mar que se abre y ven los países
muertos. El libro es el antes y el después de Canto a su
amor desaparecido".
-El epígrafe de Los países muertos refiere, alterado,
el cruce del Mar Rojo según el Éxodo. ¿Cómo
se relaciona con el libro?
- "Efectivamente se parte de la idea de un mar que se abre
y por el cual se va atravesando. Pero lo que siempre me ha interesado
es algo que no está en el Éxodo y es qué pensaban
quienes iban pasando mientras cruzaban el mar. Eso es lo que yo quise
llenar. Ver a través de los ojos de aquellas personas que atravesaban
entre esas dos inmensas paredes de agua. Creo que lo más fascinante
de ese episodio es imaginar qué van pensando. Porque atravesar
ese mar que se ha abierto es enfrentarte a tu propia soledad, a tu
propio abismo. El mar se abre y entran estos personajes cuya mención
ha sido mal entendida por algunos: se ha hablado de un poema de la
ira. En realidad, son estampas de esas personas, como las hay en el
Infierno de la Divina Comedia".
-Lo más controversial, sin duda, es la mención de
esas personas, identificándolas claramente. ¿Por qué
ellas y no otras?
- "Esos personajes eran los que me decían algo. A
la mayoría no los conozco personalmente. Me parecieron significativos
en su momento, muchos de ellos tristemente significativos".
-¿No le extraña que llamar "telonero"
a Maquieira haya causado polémica, pues eso no pareciera ser
tan ofensivo?
- "Si él aparece es porque su persona me importaba.
Con Maquieira, como fue con Juan Luis Martínez, tengo un pacto
en la poesía y en la vida, que absolutamente nada puede romper.
Está forjada en demasiados poemas escritos prácticamente
juntos, en demasiados vislumbres, en demasiadas clínicas siquiátricas
también. Hay tipos a los que eso les resulta imposible entender,
que no lo entenderán nunca porque están afuera, no pertenecen
a esto. Es absolutamente imbécil ver en el libro una especie
de competencia entre nosotros como lo hizo Warnken, porque eso es
medir las cosas con un rasero demasiado bajo. Además, también
está en el libro mi cariño y admiración por otras
personas: como José Ángel Cuevas, que es uno de los
poetas más potentes de Chile".
- Pero a otros los moteja de una forma indudablemente insultante.
¿Es un ajuste de cuentas por malas críticas, comentarios
adversos o algo así?
- "No, son en general personajes menores que ahora serán
póstumos, no está mal, pero son sólo los personajes
de un poema. Yo pongo lo que para mí ellos representan. Lo
siento, pero no podía censurarme porque finalmente estoy hablando
de algo infinitamente más importante y arrasado que ellos:
el Chile de hoy. Pero insisto; yo no estoy afuera, el más maltratado
es el autor que va cruzando pegado a ellos e incluso, a veces, abrazado
a ellos".
- En el primer poema del libro se llama "títeres"
a Marín, Navia y Maquieira. ¿Son movidos por alguien?
En el adelanto figuraba Uribe en vez de Marín, ¿cuál
es la razón del cambio?
- "En realidad se les llama títeres culeados. Ese
primer poema, que se llama «Ma chi sei», es, claro, un
diálogo con Maquieira y siento que allí usé a
propósito algo de su fraseo. Los tipos se tratan de pendejos,
pero no se sabe bien quién se dirige a quién. A mí
me alucinó escribirlo, y verlo como un insulto es ver demasiado
poco. La razón del cambio de última hora es que mi editor
quiere mucho a Armando Uribe y me pidió que lo sacara de la
primera línea, y por qué no complacerlo. Marín
también estaba bien, es un tipo inteligente y lo tomé
prestado, él lo entendería".
-¿Hay algún afán de provocar o escandalizar?
Aparte de las menciones de personas, hay una fotografía de
Mapplethorpe que dista de ser delicada...
- "Cada vez que publico un libro de poesía en este páramo
neoliberal vuelvo a quemarme la cara. Nunca me ha movido el afán
de provocar. Esa ha sido una de las mayores mal interpretaciones de
lo que he hecho. Toda poesía al límite es motivo de
escándalo. Esta no es la excepción. Pero eso ha sido
más bien una consecuencia de la poesía que el motivo
de ella. La fotografía de Mapplethorpe es antigua, de 1978,
y muy conocida. Se incluye en la tercera parte del libro, la que termina
con el vislumbre del amanecer. Es, claro, una foto fuerte, que funciona
allí como un eslabón, como otro poema. En todo caso
yo entiendo el arte y la poesía como un asunto sin concesiones,
sin piedad, hacia uno mismo y hacia el medio. Ninguna felicidad ni
amor es posible si no se ha visto cara a cara esa dureza".
"Las páginas del libro consideran dos partes: la parte
de arriba, donde aparecen los personajes en relación finalmente
con la muerte, y la parte de abajo, que es la que mantiene la continuidad
no sólo del libro sino con la totalidad de lo que he escrito.
Allí figuran seres que transitan por zonas muy entumidas de
nuestro país, del país que se ha creado. No es provocar,
pero sí hacer una poesía al límite, viva, en
el límite de lo soportable, cuando menos lo soportable por
el autor".
"Lo que sí se puede ver con claridad es cómo algunas
lecturas hablan de los prejuicios del que lee, más que del
poema. Al leer poesía hay que hacer un esfuerzo por suspender
los propios prejuicios".
-Se dice de "Zurita" en las notas identificatorias que
sufre del mal de Parkinson, "que condicionó la obra final
del autor". ¿Cómo la condiciona?
- "Las dolencias, de una u otra forma, son un llamado y un
recordatorio de la pertenencia a la tierra. Como el nacer, que es
también un acto de dolor, la vuelta a ella es también
un proceso lleno de violencia y de estupefacción. Todo lo que
uno puede decir es mínimo ante lo que expresa la tierra. Los
poemas son los sueños que sueña la tierra. La presencia
permanente de mi cuerpo, las manos que se me rigidizan, me recuerdan
más hondamente esa relación y llamado".
-¿Qué opina de la egolatría?
- "Toda egolatría es un crimen porque te condena a
la soledad. Te hace ver a ti mismo y no ver el afuera. La egolatría
es la lápida de un poeta, su sentencia de muerte. Por el contrario,
lo primero que éste debe entender es que no es dueño
de lo que escribe y en seguida pagarles derechos de autor a las palabras
y luego al aire: nada de lo que expresa le pertenece. Sólo
se puede crear desde una posición de máxima pequeñez.
Son las cosas las que deben hablar a través de uno y no uno
a través de las cosas".
-Le pregunto porque si tiene un libro llamado Zurita, y en Los
países muertos hay tres poemas con ese título, se podría
pensar en cierto narcisismo...
- "Los poemas titulados "Zurita" en Los países
muertos son posiblemente los más duros del libro, y si
eso es narcisismo, entonces es un narcisismo al revés. Es un
ejercicio despiadado y para mí, en el límite. Aunque
el poema no es un confesionario, hay allí escenas muy dolorosas
de mi vida, de mi vida real, habladas sin ninguna compasión
por mí mismo".
-Para ser poeta, ¿hay que ser exagerado?
- "Si el arte es una compensación a las carencias;
al dolor, a las miserias que te tocaron, esa compensación tiene
que ser desmesurada. El arte no puede sino ser exagerado frente al
horror exagerado del mundo".
*
ALGUNOS DATOS
Raúl Zurita nació en Santiago en 1950. Estudió
Ingeniería Civil en la Universidad Técnica Federico
Santa María de Valparaíso. En la década del 70
realizó varios actos que provocaron polémica. Recibió
el Premio Nacional de Literatura el año 2000
Entre sus últimos libros se cuentan: "Poemas militantes"
(2000) e "INRI" (2003, ganador del Premio José Lezama
Lima 2006), además de los ensayos reunidos en "Los poemas
muertos" (México 2006)