Más allá de la polémica
Raúl Zurita: ''La poesía
se defiende sola o no la defiende nadie''
Por Ximena Jara
El Mostrador, 31 de
Enero del 2006
El poeta acaba de ganar el
premio José Lezama Lima, entregado por Casa de las Américas,
en el género poesía. A punto de publicar su poemario
INRI en Inglaterra y Estados Unidos, habla de crucifixiones
y memoria, reivindica sus controvertidos Poemas militantes
y asegura que su poesía habla por sí misma.
Raúl Zurita no tenía idea. Se enteró
hace muy poco, después de que los resultados se anunciaran
públicamente, de que uno de los premios más tradicionales
de la región, el Casa de las Américas, en el género
de poesía –llamado José Lezama Lima- le había
sido otorgado, por su libro de poemas INRI. La obra fue publicada
en Chile en el 2003, y será editada
en inglés, en Inglaterra y Estados Unidos. La argumentación
del jurado es que se trata de "la conmovedora parábola
de un universo de valores humanos cuyos enemigos no pudieron destruir,
en el que las voces de Neruda y Huidobro parecen escucharse".
El poeta dice sentirse feliz porque ‘es un premio muy fuerte en la
historia de la literatura latinoamericana’. También, probablemente,
haya algo de orgullo de que sus obras se defiendan solas fuera de
Chile, especialmente con la animadversión de la que ‘goza’
entre algunos círculos literarios. Eso, por supuesto, no lo
dice, aunque sí asume que ha sido ‘maltratado’ por el medio
local.
Zurita parece tener la rara capacidad de generar polémica
con todo lo que hace; incluso con lo que no hace exactamente él,
puesto que Cantares, una antología de poesía
joven de la que fue editor, también desató una guerra
de declaraciones en la que el autor de Anteparaíso fue
extrañamente mordaz para defender a los jóvenes que
participaban del volumen. Extrañamente, porque frente a críticas
personales, ha reaccionado de modo bastante más paciente.
Una de sus obsesiones, persistente a lo largo de toda su carrera,
ha sido la materialización de la poesía. De diferentes
modos –la mayoría controvertidos- ha hecho ‘hablar’ su sentir
poético. Se ha quemado el rostro con hierro como modo de protesta,
ha escrito versos en el cielo de Nueva York y en el desierto de Atacama.
Hoy, uno de sus proyectos más ambiciosos –sin tiempo definido,
pero omnipresente en sus sueños- es escribir, en los acantilados
de la costa norte –entre Arica e Iquique- una serie de más
de 20 versos, como una suerte de entrada a Chile desde la palabra.
La crucifixión
irreversible
Iesus Nazarenus Rez Iudaeorum -INRI-, es la ironía
con la que, bíblicamente hablando, los soldados romanos coronaron
la muerte de Jesucristo. La inscripción –Jesús de Nazaret,
rey de los judíos, pretendía ser un epitafio burlesco,
pero terminó siendo una verdad. Es en esta doble dimensión
–dolorosa y esperanzadora- que funciona el título de Zurita,
que habla de otra ‘pasión’: la de los miles de muertos y desaparecidos
de la dictadura, a quienes está dedicado el libro.
-En INRI hay una alusión directa al tema de la crucifixión.
¿Es una figura poética o una constatación real?
-Es una figura poética y una sensación real, pero sobre
todo esto último. Independiente de todo, nosotros vivimos sobre
cementerios, y finalmente los paisajes han tenido una piedad de la
que los seres humanos hemos sido incapaces, al acoger todos esos cuerpos.
-INRI es la inscripción final después de la muerte
y, en el caso cristiano, antes de la resurrección. ¿Te
parece que después de este Chile crucificado hay un Chile resucitado?
-En el poema no se dice. En el poema se dice que hay un sueño
de la resurrección, pero no es así, están muertos,
y eso es un acto irremediable. Precisamente por eso, porque el pasado
es rotundo e incambiable, hay que tenerlo siempre presente. Cuando
se hacen esos actos de absoluta monstruosidad, no se reparan con el
tiempo; no se reparan nunca. Cargamos con esta historia de hechos
que no tienen remedio. La única forma de asumir eso es mirarlo
permanentemente, porque igual va a reaparecer. El holocausto no mitiga
su horror con ninguna reparación.
-¿Pero puede abrirse luego una nueva etapa? Te lo pregunto
pensando en que en Argentina recientemente las madres de la Plaza
de Mayo dejaron de hacer sus históricas marchas de los jueves,
como modo de colaborar en los procesos impulsados por Kirchner. Eso,
de alguna manera, marca un antes y un después.
-Creo que no hay un antes y un después. Entiendo perfectamente
la conducta de los familiares de las víctimas, pero precisamente
lo terrible de estas cosas es que son irremediables y marcan a las
comunidades para siempre. Gran parte de las sociedades están
siempre pegadas en ese momento. Por eso es tan fuerte decir ‘nunca
mas’; si creyéramos que tiene remedio, sería posible
que se volviera a cometer. No tiene remedio.
“He sido bastante
maltratado
-El premio Lezama Lima confirma tu reconocimiento en el extranjero.
¿Sientes que esta valoración es más potente que
la que se hace de ti intramuros?
-Sucede que vivimos en una isla: estamos aislados políticamente
del resto de América Latina, de los sueños, pasiones
y cruces de América Latina. Estamos en nuestra isla neoliberal,
y en ella nos maltratamos. Lo veo como un signo de nuestro aislamiento,
de nuestro no querer ver que América Latina persiste en su
ética reivindicativa y revolucionaria. El neoliberalismo nunca
va a ser un sueño de los pueblos, porque es demasiado pequeño.
-Me refería al reconocimiento literario que puedes tener
entre tus pares.
-En general he sido bastante maltratado, pero tampoco quiero hacer
alarde de eso. El mismo INRI fue –salvo maravillosas excepciones-
bastante maltratado. Es como si me estuvieran diciendo: ‘mira, esas
cosas ya pasaron, ¿por qué persistes en la tragedia?’
Yo, sin embargo, siempre he sentido que esa poesía pertenece
a la corriente utópica de América Latina, que todavía
sueña condiciones mejores. En general, aquí he sido
objeto mucho más de ataques o escarnios que de buenas palabras,
al punto que a veces me he sentido casi un exiliado aquí; pero
qué diablos, ésa no ha sido la realidad que me ha acompañado
en otras partes. Siento que se está interpretando algo que
es más vasto que nuestras fronteras o nuestro país.
-En general no te has defendido tanto como has defendido a otros.
Estoy pensando en la furiosa reivindicación que hiciste de
Cantares una antología de poetas jóvenes.
-Es tonto defenderse mucho uno mismo. La poesía se defiende
sola o no la defiende nadie. Salir en defensa de mis cosas es absurdo;
como cualquier ser humano me puedo herir, sentir o deprimir por lo
que uno puede considerar como incomprensión, pero cuando veo
algo que me conmueve, me maravillo. Los poetas nuevos me parecen impresionantes,
porque revelan un Chile que no se quiere ver, que no es oficial, y
que es mucho más denso complejo, verdadero.
-Hablando de lo oficial; la crítica a tu obra se ha hecho
mucho más aguda a partir del 2000 y de tu adhesión a
Lagos. ¿Estás arrepentido de haber titulado esos poemas
del modo en que los titulaste, y que se entendiera como se entendió?
-Les puse Poemas militantes, y me parece un gran título.
Además, tiene una profunda nostalgia, porque la gran historia
latinoamericana es la historia de una militancia: cuando se puso el
sueño de una sociedad nacional; eso es lo que yo entiendo por
militante. “Somos los soldados derrotados de una causa invencible”,
dijo Ernesto Cardenal, y yo adscribo.
La traducción
del paisaje
-Siempre has hablado al paisaje en tu poesía. Tienes, además,
un proyecto de hacer un “Diálogo con Chile”, interviniendo
concretamente el paisaje. ¿Cómo va eso?
-Estas cosas cosas se hacen de pronto, pero no dependen mucho de la
voluntad. Lo único que puede hacer uno con estos proyectos
de grandes dimensiones es tenerlos siempre presentes. Su materialización
es algo de mucha envergadura; sólo te puedo decir que estoy
ahí.
-¿Pero todavía está el sueño de hacer
esas inscripciones en los acantilados?
-No se me va a quitar hasta el día en que me muera. Y la idea
es que se haga, en eso estoy, pero tampoco puedo forzar el mundo.
-De dónde nace esta fijación con la ‘acción
poética’, por decirlo de algún modo? Te lo pregunto
por la idea de materializar la poesía en el mundo concreto.
-De repente las palabras aparecen como algo muy impotente frente a
los hechos. Sin embargo, es probablemente todo lo que tenemos. A mí
siempre me han emocionado aquellas obras que se niegan a reconocer
los límites de sus posibilidades. No es racional, pero es una
pasión que me lleva a ver estos paisajes escritos, que dicen,
que hablan; como si lo único que uno fuese –sin ostentaciones-
es una suerte de intérprete de los sueños que sueña
la tierra. Que la voz que habla sea la expresión de esos sueños,
de algo que está allí, y de lo cual traduzco tan poco,
apenas pequeños fragmentos, palabras que emergen. Son casi
obras de la tierra; cuando hice la escritura del desierto sentí
que era una obra del desierto, y no mía.