APOLOGIAS y RECHAZOS
(1979)
Ernesto Sabato
SOBRE ALGUNOS MALES DE LA EDUCACIÓN
Pretensiones del
Enciclopedismo
En el
dilatado repertorio de mi ignorancia ocupan un lugar destacado los
reinos vegetal y animal, hasta el punto de poder considerarme como un
negativo del profesor Buffon. Profeso ese género de conocimientos que
consiste en distinguir a primera vist un caballo de una cabra, un
eucalipto de un plátano. Pero más allá de esas categorías diáfanas se
extiende la ambigua región de las cacacias y el misterioso territorio
de los cotiledones y fanerógamas. Alguien ha dicho que la cultura es
lo que queda cuando se ha olvidado la erudición. No sé si me he
convertido en un hombre culto, pero puedo garantizar que ya olvidé en
forma casi total lo que me inyectaron a lo largo de mis estudios
primarios y secundarios, como paradójico resultado de querer
enseñarnos todo. De los infinitos puntas y cabos que memoricé sólo me
han quedado el cabo de Buena Esperanza y el cabo de Hornos,
seguramente porque a cada paso aparecen en los periódicos. De la
maraña de Grosso Chico y Grosso Grande, Acevedo Díaz y Picasso Cazón,
Seignobos y Malet, Cabrera y Medici, entreverados en mi subconsciencia
con la Emulsión de Scot (del que sí recuerdo nítidamente al sujeto con
capote marinero y un bacalao al hombro, en virtud del mecanismo
estudiado por el Dr. Pavlov), se me aparecen como en un confuso sueño
paracrónico las líneas punteadas de la expedición al Alto Perú, gente
que camina de perfil entre pirámides, barbudos que llevan de una
cuerda a toros alados, enigmáticas palabras como la ya mencionada
cotiledón y otras como metacarpio, nombres como Pepino el Breve de no
sé qué siglo, y un señor de bigotes que, con expresión indiferente y
gemelos en los puños, muestra el aparato descubierto en su vientre
abierto.
..... Hace muchos años,
mientras recorríamos la Patagonia en un jeep, el ingeniero forestal
Lucas Tortorelli me explicaba el dramático avance de la estepa en cada
incendio de bosques, y la defensa que cumplen los cipreses: duros y
estoicos, aguantando la adversidad, cubriendo a sus camaradas como una
legión suicida de retaguardia. Entonces pensé lo que podría llegar a
ser la enseñanza de la geografía si se la vinculara con la lucha de
las especies, a la conquista de los mares y continentes, a una
historia del hombre patéticamente unida a las condiciones terrestres.
No es pura imaginación mía, estoy recordando a maestros que alcanzaron
a transmitirnos algo de la epopeya humana; una historia que no
resultaba una mecánica (e inútil y triste y justamente olvidable)
retahíla de hombres y fechas, sino el formidable fresco de naciones
que se levantaron sobre sus propias precariedades, como Venecia de sus
pantanos para lanzarse a la conquista de su grandeza.
..... Pero no sólo se trata de la repúblicas e
imperios, sino de la totalidad de la cultura como conquista del
hombre, como aventura del pensamiento y la imaginación: desde el
invento de la rueda hasta la filosofía, desde los primeros signos
inventados por los seres humanos para comunicarse hasta las más
sutiles creaciones de la música. Aventura que el discípulo debe
sentirla como tal, en un combate emocionante contra las potencias de
la naturaleza y de la historia. No enciclopedismo muerto, ni catálogo,
ni ciencia hecha, sino conocimientos que se van haciendo cada vez en
cada espíritu, como inventor y partícipe de esa historia milenaria. No
información sino formación. "Saber de memoria es no saber", aseveraba
Montaigne. Únicamente así puede lograrse ese hombre culto que
constituye el ideal de una comunidad, no ese individuo polimático que
conoce muchas "modalidades de las cosas", según la expresión de Max
Scheler, ni tampoco el que únicamente es capaz de dominar y predecir;
porque aquél es un simple erudito, y éste un puro hombre de ciencia,
sino quien detenta un conjunto de elásticos sistemas que confieren la
intuición, el dominio y la valoración de la realidad.
..... No estoy desdichadamente hablando del
pasado. Hace poco leí la clase escrita de un alumno aplazado porque
había olvidado no sé qué porcentaje de esa famosa lista de puntas y
cabos. También he ojeado un prestigioso texto de literatura que
actualmente se usa en nuestros colegios, y sólo en el capítulo
dedicado al siglo XVIII español recorre un catálogo de nombres por
cuya ignorancia yo sería castigado por un profesor puntilloso: Diego
de Torres, Emilio Lobo, Ramón de la Cruz, García de la Huerta, Cadalso
y Vázquez, Álvarez Cienfuegos, Juan Gallego, Manuel José Quintana,
Lista y Aragón, Félix Reinoso. José María Blanco y José Marchena; con
sus correspondientes fechas de nacimiento y muerte, con los títulos de
sus libros, libros que nadie de mi conocimiento conoce, sin que por
eso sufra su condición de persona culta. El resultado lo conocemos:
casi jamás el profesor corriente puede llegar a los últimos capítulos,
o, como se dice en la jerga, "no puede desarrollar el programa", con
lo que el chico queda sin conocer a los escritores contemporáneos, que
son los que mejor podrían hacer prender en sus espíritus el amor por
la literatura, porque son los que le hablarían en el lenguaje más
cercano a sus angustias y esperanzas; motivo por el cual habría que
enseñar la literatura al revés, empezando por los creadores de nuestro
tiempo, para que más tarde el alumno llegue a apasionarse por lo que
Homero o Cervantes escribieron sobre el amor y la muerte, sobre la
desdicha y la esperanza, sobre la soledad y el heroísmo.
..... Y no pretender enseñarlo todo, enseñar
pocos episodios y problemas, desencadenantes, estructurales. Y pocos
libros, pero leídos con pasión, única manera de vivir algo que si no
es un cementerio de palabras. Porque el seudoenciclopedismo está
siempre unido a la enseñanza libresca, que es una de las formas de la
muerte. ¿Acaso no hubo cultura antes de la invención de Gutemberg? La
cultura no sólo se transmite por los libros: se transmite a través de
todas las actividades del hombre, desde la conversación hasta los
viajes, oyendo música y hasta comiendo. En el Hyperión de
Longfellow leemos que "una simple conversación mientras se come con un
sabio es mejor que diez años de mero estudio libresco". Y dice "wise",
es decir "sabio" en el sentido que a veces lo es un campesino
iletrado, en el sentido en que los franceses dicen "sage", para no
confundir con ese "savant" que no puede hablarnos sino de silicatos o
resistencia de materiales. La sabiduría es algo diferente, sirve para
convivir mejor con los que nos rodean, para atender a sus razones,
para resistir en la desgracia y tener mesura en el triunfo, para saber
qué hacer con el mundo cuando los "savants" lo hayan conquistado, y,
en fin, para saber envejecer y aceptar la muerte con grandeza. Para
nada de eso sirven las isotermas y logaritmos, cuyo valor en el
dominio de la naturaleza es indudable y necesario: la verdadera
educación tendrá que hacerse no sólo para lograr la eficacia técnica
sino también para formar hombres integrales. Me estoy refiriendo a la
enseñanza primaria y secundaria, no a la especializada que
inevitablemente deben impartir las facultades. Estoy hablando de esa
educación que debería recibir el ser humano en sus etapas iniciales,
cuando su espíritu es más frágil, ese instante que para siempre decide
lo que va a ser: si mezquino o generoso, si cobarde o valiente, si
irresponsable o responsable, si lobo del hombre o capaz de acciones
comunitarias. Problemas morales, o en todo caso espirituales; pero
también y en definitiva prácticos, pues el desarrollo de una nación
necesita en primer término de esos valores, ya que sin ellos tendremos
lo que aquí ofrecemos en los últimos años: odio y destructividad,
sadismo y cobardía, despreciativo dogmatismo y ferocidad. Y, en última
instancia, incapacidad para levantar una nación grande, que no puede
construirse sin esos atributos espirituales.
Los Mitos del
Rigor
Severamente se
advierte al chico eso de los 4º de temperatura, ceñudamente se le
recuerda lo de los 45º de latitud y duramente se lo castiga si llega a
olvidarse de la destilación, con el resultado que la víctima aprende
de memoria la correcta definición de un kilo, pero ignora, en cuanto
pasen algunos años (o al día siguiente), que en buen romance un kilo
es lo que pesa un litro de agua. En la práctica, no sólo llega a
ignorar la rigurosa definición sino que termina por no saber
nada.
..... Newton definía la masa como
"cantidad de materia". A pesar de sus defectos, es la única que puede
ser intuida por un chico, y hasta por un hombre culto, que sólo debe
conocer de esa manera conceptos tan abstractos y alejados de su mundo.
Bertrand Russell no vacila en partir de esa definición en su ABC
of Relativity. Nadie ignora, y mucho menos semejante
epistemólogo, que es precaria y a la larga tautológica, pero es la
única escalera didáctica que permite acceder al concepto riguroso.
Cuando yo enseñaba física, tuve que luchar contra profesores que eran
más papistas que Bertrand Russell. En tal caso cabían dos reproches:
que ese rigor quedaba automáticamente aniquilado en la mente del
alumno; y segundo, que no se comprendía por qué entonces después de
dar la ilustre y perfecta definición, seguía edificando buenamente la
física elemental sobre los erróneos conceptos de espacio y tiempo
denunciados por Einstein. Pero qué digo: hasta la intuitiva palabra
"fuerza" debería desterrar esos puristas. Como eso resulta
impracticable, se la sigue sensatamente empleando, como en la lengua
cotidiana seguimos hablando de la "salida" del sol ya que de otra
manera sería imposible abrir la boca.
.....
El profesor Burali-Forti, en Una quetione sui numeri
transfiniti, da una definición del número 1 que aquí no puedo ni
transcribir, porque exige, entre numerosos paréntesis y corchetes,
hasta tres letras griegas. Este distinguido matemático la da con plena
razón en su tratado superior. El profesor que en la enseñanza
secundaria practica el rigorismo debería hacerla obligatoria, con lo
que ningún muchacho entendería lo que es. Pero, ¿para qué? Si todo
muchacho y hasta cualquier chiquilín "sabe" lo que es un 1.
..... En un libro de la profesora francesa
Lucienne Félix, ahora en boga, se nos advierte contra el mal uso de
conceptos básicos, y pone el ejemplo del ángulo, que todo el mundo
sabe lo que significa: desde un albañil que segura y honestamente
levanta una casita, hasta una persona culta no especializada. Craso
error: imprudentemente ignora que es "un par ordenado de semirrectas o
de sus vectores al que se asocia como medida no un número sino el
conjunto de números que difieren entre sí, en un múltiplo de 2
pi"
..... Bueno, caramba, está bien que
demos nociones de conjuntos a los bebés, pero que no se nos vaya la
mano. Me imagino que en este libro, dedicado a los profesores que
deben enseñar los nuevos métodos en las escuelas, se trata de poner en
guardia contra los peligros de la intuición cotidiana; pero a no
exagerar, porque de lo contrario el alumno terminará por ignorar
siquiera lo que sabe ese albañil que sin embargo es capaz de levantar
una casa que no se viene abajo.
.....
Con esmero epistemológico, la profesora Félix, nos pone otro ejemplo
que muestra los peligros a que se halla expuesto un alumno que se deja
adormecer por la tradición y la rutina: "dos y dos son cuatro", afirma
a cada paso. Pero, se pregunta la profesora Félix. ¿qué significa esa
candorosa conjunción y y ese atropellado verbo son?
Se trata de expresiones ambiguas que deben ser extirpadas. Y pone el
ejemplo de 2 trozos de manteca que se echan en una sartén caliente, a
las que en seguida se les agrega otras 2. "¿Serán en total 4 trozos?,
pregunta con acerada ironía la profesora. Es cierto que no, lo sabe
cualquier ama de casa. Pero a mi vez le pregunto a la profesora Félix
por qué hay que llegar al concepto de 4 mediante trozos de manteca
sobre sartén caliente y no con meras, corrientes y perdurables
bolitas.
..... Cabe recordar aquí el
apotegma de Rousseau: "Muchos se atienen a lo que los hombres deben
saber, sin considerar lo que los discípulos están en condiciones de
aprender".
El Fetichismo del
Programa
Hablé antes sobre
la necesidad de enseñar pocos hechos pero claves, desencadenantes. El
surgimiento de las comunas italianas en el proto-Renacimiento podría
servir, por ejemplo, para que el alumno viviera la interrelación de
los acontecimientos en apariencia más dispares. Un fenómeno
estrictamente religioso como la Primera Cruzada fue el detonante de un
gigantesco y complejísimo proceso, al promover el comercio con el
Oriente y el poderío de esas ciudades medievales. Así surge la ciudad
moderna y la mentalidad utilitaria, en que todo se cuantifica. En un
sistema en que el simple transcurso del tiempo multiplica los ducados,
en que "el tiempo es oro", es natural que se lo mida cuidadosamente, y
por eso durante el siglo XV los relojes mecánicos invaden a
Europa.
..... El espacio también se
cuantifica. La empresa que fleta un barco cargado de valiosas
mercancías no va a confiar en esos encantadores grabados con grifos y
sirenas: necesita cartógrafos, no poetas. El artillero requiere
matemáticos que calculen los ángulos de tiro; también el ingeniero que
construye canales y diques, máquinas de hilar y de tejer, bombas para
minas; el constructor de barcos, el cambista, el ingeniero militar que
proyecta fortalezas.
..... El artista
surge del artesano, y muchas veces es la misma persona, y es natural
que lleve alarte sus preocupaciones técnicas. Según Alberti, el
artista es "ante todo un matemático", un investigador de la
naturaleza, un técnico. Así irrumpe también la proporción. El
intercambio con el Cercano Oriente provocó la inmigración de los
eruditos griegos que vivían en Constantinopla, y con ella el retorno
de las ideas pitagóricas. De este modo, en las prósperas comunas
italianas resurge Platón y el misticismo numerológico de
Pitagoras.
..... Nada muestra mejor el
espíritu del tiempo que la obra de Luca Pacioli, especie de almacén de
ramos generales, en que se encuentran desde los inevitables elogios al
duque hasta las proporciones del cuerpo humano, desde las reglas de la
contabilidad por partida doble hasta la trascendencia metafísica de la
Divina Proporción.
..... ¿Qué muchacho
no se apasionaría por semejante aventura del hombre en la
historia?
...... Sólo los grandes
profesores se atreven a enseñar de este modo, porque hacerlo implica
violar el famoso programa, que debe ser desarrollado meticulosamente
hasta que la superioridad no lo modifique. Y, entonces, los cambios
sólo sirven por lo general para la confección sobre medida de los
nuevos textos que "se ciñen" (la expresión no me pertenece) a los
flamantes programas, lo que de paso significa más negocios para las
editoriales y más dolores de cabeza para un pueblo crecientemente
empobrecido. Porque otro de nuestros más prestigiosos fetiches es el
del texto a medida, que nos deja pensativos cuando recordamos que en
Inglaterra se usó el texto de Euclides hasta la semana pasada. Después
de todo, un cambio de ministerio no puede alterar la suma de los
cuadrados de los catetos.
.....
Naturalmente, ni el enciclopedismo ni el seudorrigor de que hablé
antes son males estrictamente argentinos: pertenecen al sistema de
educación del que surgió el nuestro. También el fetichismo del
programa pertenece a ese conjunto de males universales, que no por ser
universales dejan de ser males. Este último responde a esa tendencia a
conferir valor mágico a lo que está impreso, como forma tal vez de
compensar psicológicamente las precariedades de la enseñanza real: si
esta hipótesis que formulo es correcta, podemos apostar que en
Abisinia los programas deben ser más espectaculares que os nuestros.
Vinculado a este mecanismo compensatorio, se imagina que basta
mejorarlos para beneficiar la educación, lo que equivale a suponer que
un vino es mejor cuando se lo vende en envase más lujoso. Con el peor
programa del mundo, Platón podría haber dado un insuperable curso de
filosofía en Uganda; así como, de inverso modo, un programa de
filosofía concebido por Platón se achicaría automáticamente hasta la
exacta estatura del profesor en esa desdichada región.
La Mayéutica
El ser humano aprende en la medida en que
participa en el descubrimiento y la invención. Debe tener libertad
para opinar, para equivocarse, para rectificarse, para ensayar métodos
y caminos, para explorar. De otra manera, a lo más, haremos eruditos y
en el peor de los casos ratas de biblioteca y loros repetidores de
libros santificados. El libro es una magnífica ayuda, cuando no se
convierte en un estorbo. Si Galileo se hubiese limitado a repetir los
textos aristotélicos (como uno de esos muchachos que ciertos
profesores consideran "buenos alumnos"), no habría averiguado que el
maestro se equivocba sobre la caída de los cuerpos. Y esto que digo
para los libros también vale para el maestro, que es bueno cuando no
es un obstáculo; lo que parece una broma pero es una de las
calamidades más frecuentes.
..... En el
sentido etimológico, educar significa desarrollar, llevar hacia fuera
lo que aún está en germen, realizar lo que sólo existe en potencia.
Esta labor de partero del maestro muy raramente se lleva a cabo, y tal
vez es el centro de todos los males de cualquier sistema
educativo.
..... Platón pone al asombro
como fuente de la filosofía, es decir del conocimiento. Y debería ser
por lo tanto la base de toda educación. Parecería que el asombro no
debe ser suscitado, pues surge ante lo desconocido. ¿Y qué más
desconocido que el universo, que la realidad, para alguien que
comienza? Por paradójico que parezca, no es así, y casi podría
afirmarse que es más fácil que se asombre un espíritu desarrollado o
superior que uno precario. La persona común va perdiendo esa cualidad
primigenia que tiene el niño, porque es embotado por los lugares
comunes, hasta que llega a no advertir que un hombre con dos cabezas
no es más fantástico que un hombre con una sola. Volver a admirarse de
la monocefalia, o sorprenderse de que los hombres no tengan cuatro
patas, exige una suerte de reaprendizaje del asombro.
..... Ya sea que el chico vaya perdiendo esa
capacidad, ya sea que pocos seres la tengan en alto grado, lo cierto
es que nada de importancia puede enseñarse si previamente no se es
capaz de suscitar el asombro. Vivimos rodeados por el misterio;
vivimos suspendidos entre aquel doble infinito que aterraba a
Pascal, todo es fantástico y hasta inverosímil y sin embargo el hombre
de la calle raramente se sorprende, mediocrizado por la enseñanza
repetitiva, por el sentido común, y ahora, finalmente, por la
televisión. Ya ni los propios niños se admiran de ver a un hombre
caminar por la Luna, cuando un físico sabe que es absolutamete
descomunal y casi milagroso. Para qué hablar de otros misterios:
¿Existe esta máquina con que escribo? ¿Por qué soñamos? ¿De qué modo
recordamos hechos pasados y dónde estaban guardados? ¿El mundo del día
es más real que el de las pesadillas?
.....
Hay que forzar al discípulo a plantearse los interrogantes. Hay
que enseñarle a saber que no sabe, y que en general no
sabemos, para prepararlo no sólo para la investigación y la
ciencia sino para sabiduría, pues, según Scheler, el hombre culto es
alguien que sabe que no sabe, es aquel de la antigua y noble docta
ignorantia, el que intuye que la realidad es infinitamente más
vasta y misteriosa que lo que nuestra ciencia domina. Una vez el
alumno en esta disposición espiritual, lo demás viene casi por su
propio peso, pues de ahí nacen las preguntas y sólo se aprende aquello
que vitalmente se necesita. Ahí es dónde de nuevo se requiere la labor
mayéutica del maestro, que no debe enseñar filosofía, sino, como decía
Kant, enseñar a filosofar. Porque el saber y la cultura son a la vez
una tradición y una renovación, de tal modo que en algún momento
el discípulo puede convertirse en renoador; momento en que el maestro
genuinamente grande habrá de revelar su suprema calidad, aceptando ese
germen creador que tan a menudo surge en las mentes juveniles, no sólo
porque son más frescas sino porque son más audaces. No sé qué
profesores tenía Galileo en el momento en que se le ocurrió subir a la
torre para tirar abajo dos piedras y a la vez la teoría de
Aristóteles; si eran malos, se habrían irritado por aquel crimen; si
eran maestros de verdad, se habrán alegrado de aquella sagrada
rebelión. Porque en el extremo opuesto del demagógico profesor
muchachista está el estólido y autoritario profesor que supone un
saber petrificado para siempre, inmóvil, para siempre idéntico a sí
mismo. Es el profesor que ve en el alumno a un enemigo potencial, no a
un hijo que debe amar; el que practica una disciplina siniestramente
coercitiva, muchas veces para ocultar su ignorancia y sus debilidades;
el que únicamente sirve para fabricar repetidores y memoristas, que
castiga en lugar de formar y liberar; el que califica de "buen
alumno" al mediocre que acata sus recetas y se porta bien. Tipo de
profesor que al fin ha encontrado su tierra de promisión en los países
totalitarios, en los que el saber y la cultura son reemplazados por
una ideología.