ERNESTO SABATO
 
 


ABADDON EL EXTERMINADOR

ERNESTO SABATO

(texto escogido)



lunes a la noche

Pasé un día malo, querido B., me están sucediendo cosas que no puedo explicar, pero mientras tanto y por eso mismo trato de aferrarme a este universo diurno de las ideas. La tentación del universo platónico! Más grande es el tumulto interior, más tremendas son las presiones que nos acosan, más nos sentimos inclinados a buscar un orden en las ideas. Siempre me pasó eso, pero deberia decir que siempre pasa eso. Fijate en el célebre griego armonioso con que nos llenaron la cabeza en el colegio secundario: es un invento del siglo XVIII, y forma parte de ese arsenal de los lugares comunes en que encontrarás también la firma de los británicos y el espíritu de medida de los franceses. Las mortíferas y angustiosas tragedias griegas bastarían para aniquilar esa tontería si no tuviéramos pruebas más filosóficas, y particularmente la invención del platonismo. Cada uno busca lo que no tiene, y si Sócrates busca la Razón es precisamente porque la necesita con urgencia contra sus pasiones: todos los vicios se leían en su cara, recordarás? Sócrates inventó la Razón porque era un insensato y Platón repudió al arte porque era un poeta. Lindos antecedentes para estos propiciadores del Principio de Contradicción! Como ves, la lógica no sirve ni para sus inventores.
Conozco bien esa intención platónica, y no porque me la hayan contado. La sufrí primero cuando era un adolescente, cuando me encontré solo, en una realidad sucia y perversa. Entonces descubrí ese paraíso, como alguien que se ha arrastrado por un estercolero encuentra un transparene lago donde limpiarse. Y muchos años más tarde, como joven militante comunista en Bruselas, pensé que la tierra se abría bajo mis pies, cuando conocí los horrores del stalinismo. Huí a París, donde no sólo pasé hambre y frío en el invierno de 1934 sino desolación. Hasta que encontré a aquel portero de la École Normale de la rue d´Ulm que me hizo dormir en su cama. Cada noche tenía que entrar por una ventana. Robé entonces en Gibert un tratado de cálculo infinitesimal, y todavía recuerdo el momento en que mientras tomaba un café caliente abrí temblorosamente el libro, como quien entra en un silencioso santuario después de haber escapado, sucio y hambriento, de una ciudad saqueada y devastada por los bárbaros. Aquellos teoremas fueron recogiéndome como delicadas enfermeras recogen el cuerpo de alguien que puede tener quebrada la columna vertebral. Y, poco a poco, por entre las grietas de mi espíritu destrozado, empecé a vislumbrar las bellas y graves torres del universo platónico.
Permanecí en aquel reducto del silencio mucho tiempo. Hasta que me descubrí un día escuchando (no oyendo, sino escuchando, ansiosamente escuchando) el rumor de los hombres, allá fuera. Empezaba a sentir la nostalgia de la sangre y de la suciedad, porque es la única forma en que podemos sentir la vida. Y qué puede reemplazar a la vida, aun con su pena y su finitud? Quiénes y cuántos se suicidaron en los campos de concentración?
Así estamos hechos, así pasamos de un extremo al otro. Y en estos amargos tiempos de mi existencia, en varias ocasiones volvió a tentarme aquel territorio absoluto, jamás pude ver un observatorio sin sentir la nostalgia del orden y la pureza. Y aunque no deserté de esta batalla con mis monstruos, aunque no cedí a la tentación de reingresar a un observatorio como un guerrero a un convento, a veces lo hice vergonzosamente, refugiándome en las ideas: a medio camino entre el furor de la sangre y el convento.

(páginas 121 a 123)

 

REPORTAJE

-Está satisfecho con lo que ha escrito?
-No soy tan canalla.
-Quién es Ernesto Sabato?
-Mis libros han sido un intento de responder a esa pregunta. Yo no quiero obligarlo a leerlos, pero si quiere conocer la respuesta tendrá que hacerlo.
-Puede adelantarnos la primicia de lo que está escribiendo en estos momentos?
-Una novela.
-Tiene ya título?
-Generalmente lo sé al final, cuando terminé de escribir el libro. Por el momento tengo dudas. Puede ser EL ÁNGEL DE LAS TINIEBLAS. Pero quizá ABADDÓN, EL EXTERMINADOR.
-Caramba, un poco abrumadores, no?
-Sí.
-Me encantaría pudiese contestarme algunas preguntas: qué piensa del boom latinoamericano? cree usted que el escritor debe estar comprometido? qué consejos daría a un escritor que se inicia? a qué horas escribe? prefiere los días de sol o los nublados? se identifica con sus personajes? escribe sus propias experiencias o inventa? qué piensa de Borges? debe tener el artista una libertad total? son beneficiosos los congresos de escritores? cómo definiría su estilo? qué piensa de la vanguardia?
-Vea, amigo, dejémonos de tonterías y de una vez por todas digamos la verdad. Pero, eso sí: toda la verdad. Quiero decir, hablemos de catedrales y prostíbulos, de esperanzas y campos de concentración. Yo, por lo menos, no estoy para bromas.
porque me voy a morir.
El que sea inmortal que se permita el lujo
de seguir diciendo pavadas.
Yo no: tengo los días contados (pero qué hombre, amigo periodista, no tiene los días contados, dígame: con la mano sobre el corazón)
y quiero hacer un balance
para ver qué queda de todo eso
(mandrágoras o escribanos)
y si es cierto que los dioses son más valederos
que los gusanos
que pronto han de engordar con mis despojos.
Yo no sé, no sé nada (para qué lo voy a engañar).
no soy tan arrogante ni tan tonto
como para proclamar la superioridad de los gusanos.
(Quede eso para ateos de barrio.)
Le confieso que el argumento me impresiona
pues el cajón
el coche fúnebre
y esos grotescos implementos de la muerte
son visibles tetimonios de nuestra precariedad.
Pero quién sabe, quién sabe, señor periodista.
Pudiese ser que los dioses no condescendieran a rebajarse tanto, no accedieran a la baja demagogia
de hacerse groseramente comprensibles,
y nos esperaran con siniestros espectáculos,
luego que el último discurso fuese pronunciado
y nuestro solitario cuerpo
para siempre abandonado a sí mismo
(pero, anote, abandonado de verdad, no con esos imperfectos, anhelosos y en definitiva inútiles abandonos que la vida nos proporciona) aguarde el ataque innumerable
de los gusanos.
Hablemos, pues, sin miedo
pero también sin pretensiones
sencillamente
con cierto sentido del humor
que disimule el lógico patetismo del asunto.
Hablemos de todo un poco.
Quiero decir:
de esos problemáticos dioses
de los evidentes gusanos
de los cambiantes rostros de los hombres.
No sé gran cosa de estos curiosos problemas
pero lo que sé lo sé de verdad
pues son experiencias mías
y no historias leídas en los libros
y puedo hablar del amor o del miedo
como un santo de sus éxtasis
o un mago de teatro (en una reunión casera, entre gente de confianza)
de sus trucos.
No esperen otra cosa
no me critiquen luego, no sean perversos, caramba.
Ni mezquinos.
Les advierto: sean más modestos
pues también ustedes están destinados (tralalá, tralalá, tralalá)
a alimentar a los gusanos antes mencionados.
De modo que, con excepción de los locos y de los invisibles dioses (tal vez inexistentes)
todos los demás harán bien en escucharme si no con respeto por lo menos con condescendencia.
-Muchos lectores se preguntan, señor Sabato, cómo es posible que usted se haya dedicado a las ciencias físico-matemáticas.
-Pues nada más fácil de explicar. Creo haberle ya contado que huí del movimiento stalinista en 1935, en Bruselas, sin dinero,sin documentos. Guillermo Etchebehere me dio alguna ayud, él era trotkista, y durante un tiempo pude dormir en el altillo de la École Normale Supérieure, rue d' Ulm. Me acuerdo como si fuera hoy. Una cama grande, pero en aquel tiempo no había calefacción, yo entraba por la ventana a las diez de la noche y me acostaba allí, en la cama doble del portero, gran tipo, pero era un invierno atroz y no había calefaccón así que poníamos muchas capas de L' HUMANITÉ encima y cada vez que nos dábamos vuelta se oía el crujido de los diarios (lo estoy oyendo), yo estaba en un gran caos y muchas veces caminando al borde del Sena pensé en matarme, no vaya a creer, pero me daba pena por el pobre Lehrmann, el portero alsaciano, que me daba algunos francos para comer un sándwich de esos largos y café con leche, era una fallada, comprende, así que fui tirando hasta que no di más y con muchas precauciones me robé de Gibert un tratado de análisis matemático de Borel y cuando en un café comencé a estudiarlo, mientras afuera hacía frío y yo tomaba un café caliente, comencé a pensar en aquellos que dicen
que este mercado en que vivimos
está formado por una única sustancia
que se transmuta en árboles, criminales y montañas,
intentando copiar un petrificado museo
de ideas.
Aseguran
(antiguos viajeros, escrutadores de pirámides, individuos que en sueños lo han entrevisto, algún mistagogo) que es una pasmosa
colección de objetos inconmovibles y estáticos: inmortales árboles, petrificados tigres,
junto a triángulos y paralelepípedos.
Y también un hombre perfecto,
formando con cristales de eternidad,
al que torpemente quiere parecerse
(el dibujo de un niño)
un montón de partículas universales
que antes eran sal, agua, batracio,
fuego y nube,
excrementos de toro y de caballo,
vísceras podridas en campos de combate.
De modo que (siguen explicando esos viajeros, aunque ahora con levísima ironía en los ojos) con esa inmunda mezcla
de basura, tierra y restos de comida,
purificándola con agua y sol,
cuidándola anhelosamente
contra los despreciativos y sarcásticos poderes
de las grandes fuerzas terrestres
(el rayo, el huracán, el mar enfurecido, la lepra) se intenta un burdo simulacro
del hombre de cristal.
Pero aunque crece, prospera (le van bien las cosas, eh?)
de pronto empieza a vacilar
hace esfuerzos desesperados
y finalmente muere
como ridicula caricatura,
volviendo a ser barro y excremento de vaca.
Si no logra al menos la dignidad del fuego.
-Desea agregar algo a este reportaje, señor Sabato? Alguna preferencia en teatro o música? Algo sobre el compromiso del escritor?
-No, señor, gracias.

(páginas 240 a 244)


 Abaddon el extermindor, foto.

ABADDON EL EXTERMINADOR
ERNESTO SABATO
SEIX BARRAL , 477 páginas
La imagen corresponde a la Sexta edición argentina febrero de 2000.

 

ERNESTO SABATO nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911, hizo su doctorado en física y cursos de filosofía en la Universidad de La Plata, trabajó en radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura. Ha escrito varios libros de ensayo sobre el hombre en la crisis de nuestro tiempo y sobre el sentido de la actividad literaria -así, Uno y el Universo (1945), Hombres y engranajes (1951) El escritor y sus fantasmas (1963) Apologías y rechazos (1979)-, y tres novelas cuyas versiones definitivas se honró en presentar Seix Barral al público de habla hispana en 1978: El túnel en 1948, Sobre héroes y tumbas en 1961 y Abaddón el exterminador en 1974 (premiada en París como la mejor novela extranjera publicada en Francia en 1976). Escritores tan dispares como Camus, Greene Y Thomas Mann, como Quasimodo y Piovene, como Gombrowicz y Nadeau han escrito con admiración sobre su obra. En 1983, fue elegido Presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, creada por decisión del Presidente de la República Argentina, Raúl Alfonsín. Fruto de las tareas de dicha comisión fue el sobrecogedor volumen Nunca más (Seix Barral, 1985), conocido como "informe Sábato". En 1984, Ernesto Sábato obtuvo el Premio Cervantes. En 1989 el Premio Jerusalem. El volumen Entre la letra y la sangre (Seix Barral, 1989) reuné sus conversaciones con Carlos Catania. Lo mejor de Ernesto Sábato (Seix Barral, 1989) es un reader cuya selección, prólogo y comentarios, estuvieron a cargo del autor.

de la contratapa
fotografía de Barbara Klemm

 

 
 

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