SOBRE HEROES Y
TUMBAS
(texto escogido)
III
INFORME
SOBRE CIEGOS
¡Oh, dioses de la noche!
¡Oh, dioses de las
tinieblas, del incesto y del crimen,
de la melancolía y del
suicidio!
¡Oh, dioses de las ratas y de las cavernas,
de los
murciélagos, de las cucarachas!
¡Oh, violentos, inescrutables
dioses
del sueño y de la muerte!
I
¿Cuándo
empezó esto que ahora va a terminar con mi asesinato? Esta feroz
lucidez que ahora tengo es como un faro y puedo aprovechar un
intensísimo haz hacia vastas regiones de mi memoria: veo caras, ratas
en un granero, calles de Buenos Aires o Argel, prostitutas y
marineros; muevo el haz y veo cosas más lejanas: una fuente en la
estancia, una bochornosa siesta, pájaros y ojos que pincho con un
clavo. Tal vez ahí, pero quién sabe: puede ser mucho más atrás, en
épocas que ahora no recuerdo, en períodos remotísimos de mi primera
infancia. No sé. ¿Qué importa, además?
.... Recuerdo perfectamente, en cambio, los
comienzos de mi investigación sistemática (la otra, la inconsciente,
acaso la más profunda, ¿cómo puedo saberlo?). Fue un día de verano del
año 1947, al pasar frente a la Plaza Mayo, por la calle San Martín, en
la vereda de la Municipalidad. Yo venía abstraído, cuando de pronto oí
una campanilla, una campanilla como de alguien que quisiera
despertarme de un sueño milenario. Yo caminaba, mientras oía la
campanilla que intentaba penetrar en los estratos más profundos de mi
conciencia: la oía pero no la escuchaba. Hasta que de pronto aquel
sonido tenue pero penetrante y obsesivo pareció tocar alguna zona
sensible de mi yo, algunos de esos lugares en que la piel del yo es
finísima y de sensibilidad anormal: y desperté sobresaltado, como ante
un peligro repentino y perverso, como si en la oscuridad hubiese
tocado con mis manos la piel helada de un reptil. Delante de mí,
enigmática y dura, observándome con toda su cara, vi a la ciega que
allí vende baratijas. Había cesado de tocar su campanilla; como si
sólo la hubiese movido para mí, para despertarme de mi insensato
sueño, para advertir que mi existencia anterior había terminado como
una estúpida etapa preparatoria, y que ahora debía enfrentarme con la
realidad. Inmóvil, con su rostro abstracto dirigido hacia mí, y yo
paralizado como por una aparición infernal pero frígida, quedamos así
durante esos instantes que no forman parte del tiempo sino que dan
acceso a la eternidad. Y luego, cuando mi conciencia volvió a entrar
en el torrente del tiempo, salí huyendo.
..... De ese modo empezó la etapa final de mi
existencia.
..... Comprendí a partir de
aquel día que no era posible dejar transcurrir un solo instante más y
que debía iniciar ya mismo la explotación de aquel universo
tenebroso.
..... Pasaron varios meses,
hasta que un día de aquel otoño se produjo el segundo encuentro
decisivo. Yo estaba en plena investigación, pero mi trabajo estaba
retrasado por una inexplicable abulia, que ahora pienso era
seguramente una forma falaz del pavor a lo deconocido.
..... Vigilaba y estudiaba los ciegos, sin
embargo.
..... Me había preocupado
siempre y en varias ocasiones tuve discusiones sobre su origen,
jerarquía, manera de vivir y condición zoológica. Apenas comenzaba por
aquel entonces a esbozar mi hipótesis de la piel fría y ya había sido
insultado por carta y de viva voz por miembros de las sociedades
vinculadas con el mundo de los ciegos. Y con esa eficacia, rapidez y
misteriosa información que siempre tiene las logias y sectas secretas;
esas logias y sectas que están invisiblemente difundidas entre los
hombres y que, sin que uno lo sepa y ni siquiera llegue a sospecharlo,
nos vigilan permanentemente, nos persiguen, deciden nuestro destino,
nuestro fracaso y hasta nuestra muerte. Cosa que en grado sumo pasa
con la secta de los ciegos, que, para mayor desgracia de los
inadvertidos tienen a su servicio hombres y mujeres normales: en parte
engañados por la Organización; en parte, como consecuencia de una
propaganda sensiblera y demagógica; y, en fin, en buena medida, por
temor a los castigos físicos y metafísicos que se murmura reciben los
que se atreven a indagar en sus secretos. Castigos que, dicho sea de
paso, tuve por aquel entonces la impresión de haber recibido ya
parcialmente y la convicción de que los seguiría recibiendo, en forma
cada vez más espantosa y sutil; lo que, sin duda a causa de mi
orgullo, no tuvo otro resultado que acentuar mi indiganción y mi
propósito de llevar mis investigaciones hasta las últimas
instancias.
..... Si fuera un poco más
necio podría acaso jactarme de haber confirmado con esas
investigaciones la hipótesis que desde muchacho imaginé sobre el mundo
de los ciegos, ya que fueron las pesadillas y alucinaciones de mi
infancia las que me trajeron la primera revelación. Luego, a medida
que fui creciendo, fue acentuándose mi prevención contra esos
usrpadores, especie de chantajistas morales que, cosa natural, abundan
en los subterráneos, por esa condición que los emparenta con los
animales de sangre fría y piel resbaladiza que habitan en cuevas,
cavernas, sótanos, viejos pasadizos, caños de desagües, alcantarillas,
pozos ciegos, grietas profundas, minas abandonadas con silenciosas
filtraciones de agua; y algunos, los más poderosos, en enormes cuevas
subterráneas, a veces a centenares de metros de profundidad, como se
puede deducir de informes equívocos y reticentes de espeleólogos y
buscadores de tesoros; lo suficiente claros, sin embargo, para quienes
conocen las amenazas que pesan sobre los que intentan violar el gran
secreto.
..... Antes, cuando era más
joven y menos desconfiado, aunque estaba convencido de mi teoría, me
resistía a verificarla y hasta a enunciarla, porque esos prejuicios
sentimentales que son la demagogia de las emociones me impedían
atravesar las defensas levantadas por la secta, tanto más
impenetrables como más sutiles e invisibles, hechas de consignas
aprendidas en las escuelas y los periódicos, respetadas por el
gobierno y la policía, propagadas por las instituciones de
beneficencia, las señoras y los maestros. Defensas que impiden llegar
hasta esos tenebrosos suburbios donde los lugares comunes empiezan a
ralear más y más, y en los que empieza a sospecharse la
verdad.
..... Muchos años tuvieron que
transcurrir para que pudiera sobrepasar las defensas exteriores. Y
así, paulatinamente, con una fuerza tan grande y paradojal como la que
en las pesadillas nos hacen marchar hacia el horror, fui penetrando en
las regiones prohibidas donde empieza a reinar la oscuridad
metafísica, vislumbrando aquí y allá, al comienzo indistintamente,
como fugitivos y equívocos fantasmas, luego con mayor y aterradora
precisión, todo un mundo de seres abominables.
..... Ya contaré cómo alcancé ese pavoroso
privilegio y cómo después de años de búsqueda y de amenazas pude
entrar en el recinto donde se agita una multitud de seres, de los
cuales los ciegos comunes son apenas su manifestación menos
impresionante.
II
Recuerdo muy bien aquel 14 de junio: día frígido y lluvioso.
Vigilaba el comportamiento de un ciego que trabaja en el subterráneo a
Palermo: un hombre más bien bajo y sólido, morocho, sumamente vigoroso
y muy mal educado; un hombre que recorre los coches con una violencia
apenas contenida, ofreciendo ballenitas, entre una compacta masa de
gente aplastada. En medio de esa multitud, el ciego avanza violenta y
rencorosamente, con una mano extendida donde recibe los tributos que,
con sagrado recelo, le ofrecen los infelices oficinitas, mientras en
la otra mano guarda las ballenitas simbólicas: pues es imposible que
nadie pueda vivir de la venta real de esas varillas, ya que alguien
puede necesitar un par de ballenitas por año y hasta por mes: pero
nadie, ni loco ni millonario, puede comprar una decena por día. De
modo que, como es lógico, y todo el mundo así lo comprende, las
ballenitas son meramente simbólicas, algo así como la enseña del
ciego, una suerte de patente de corso que los distingue del resto de
los mortales, además de su célebre bastón blanco.
..... Vigilaba, pues, la marcha de los
acontecimientos dispuesto a seguir a ese individuo hasta el fin para
confirmar de una vez por todas mi teoría. Hice inumerables viajes
entre Plaza Mayo y Palermo, tratando de disimular mi presencia en los
terminales, porque temía despertar sospechas de la secta y ser
denunciado como ladrón o cualquier otra idiotez semejante en momentos
en que mis días eran de un valor incalculable. Con ciertas
precauciones, pues, me mantuve en estrecho contacto con el ciego y
cuando por fin realizamos el último viaje de la una y media,
precisamente aquel 14 de junio, me dispuse a seguir al hombre hasta su
guarida.
..... En la terminal de Plaza
de Mayo, antes de que el tren hiciera su último viaje hasta Palermo,
el ciego descendió y se encaminó hacia la salida que da a la calle San
Martín.
..... Empezamos a caminar por
esa calle hacia Cangallo.
..... En esa
esquina dobló hacia el Bajo.
..... Tuve
que extremar mis precauciones, pues en la noche invernal y solitaria
no había más transeúntes que el ciego y yo, o casi. De modo que los
seguí a prudente distancia, teniendo en cuenta el oído que tienen y el
instinto que les advierte cualquier peligro que aceche sus
secretos.
..... El silencio y la soledad
tenían esa impresionante vigencia que tienen siempre de noche en el
barrio de los Bancos. Barrio mucho más silencioso y solitario, de
noche, que cualquier otro; probablemente por contraste, por el
violento ajetreo de esas calles durante el día; por el ruido, la
inenarrable confusión, el apuro, la inmensa multitud que allí se agita
durante las horas de Oficina. Pero también, casi con certeza, por la
soledad sagrada que reina en esos lugares cuando el Dinero descansa.
Una vez que los últimos empleados y gerentes se han retirado, cuando
se ha terminado con esa tarea agotadora y descabellada en que un pobre
diablo que gana cinco mil pesos por mes maneja cinco millones, y en
que verdaderas multitudes depositan con infinitas precauciones pedazos
de papel con propiedades mágicas que otras multitudes retiran de otras
ventanillas con precauciones inversas. Proceso todo fantasmal y mágico
pues, aunque ellos, los creyentes, se creen personas realistas y
prácticas, aceptan ese papelucho sucio donde, con mucha atención, se
puede descifrar una especie de promesa absurda, en virtud de la cual
un señor que ni siquiera firma con su propia mano se compromete, en
nombre del Estado, a dar no sé qué cosa al creyente a cambio del
papelucho. Y lo curioso es que a este individuo le basta con la
promesa, pues nadie, que yo sepa, jamás ha reclamado que se cumpla el
compromiso; y todavía más sorprendente, en lugar de esos papeles
sucios se entrega generalmente otro papel más limpio pero todavía más
alocado, donde otro señor promete que a cambio de ese papel se le
entregará al creyente una cantidad de los mencionados papeluchos
sucios: algo así como una locura al cuadrado. Y todo en representación
de Algo que nadie ha visto jamás y que dicen yace depositado en Alguna
Parte, sobre todo en los Estados Unidos, en grutas de Acero. Y que
toda esta historia es cosa de religión lo indican en primer término
palabras como créditos y fiduciario.
..... Decía, pues, que esos barrios, al quedar
despojados de la frenética muchedumbre de creyentes, en horas de la
noche quedan más desiertos de gente que ningún otro, pues allí nadie
vive de noche, no podría vivir, en virtud del silencio que domina y de
la tremenda soledad de los gigantescos halls de los templos y de los
grandes sótanos donde se guardan los increíbles tesoros. Mientras
duermen ansiosamente, con píldoras y drogas, perseguidos por
pesadillas de desastres financieros, los poderosos hombres que
controlan esa magia. Y también por la obvia razón de que en esos
barrios no hay alimentos, no hay nada que permita la vida permanente
de seres humanos, o siquiera de ratas o cucarachas; por la extremada
limpieza que existe en esos reductos de la nada, donde todo es
simbólico y a lo más papeloso; y aun esos papeles, aunque podrían
representar cierto alimento para polillas y otros bichos pequeños, son
guardados en formidables recintos de acero, invulnerables a cualquier
raza de seres vivientes.
..... En medio,
pues, del silencio total que impera en el barrio de los Bancos, seguí
al ciego por Cangallo hacia el Bajo. Sus pasos resonaban apagadamente
e iban tomando a cada instante una personalidad más secreta y
perversa.
..... Así descendimos hasta
Leandro Alem y, después de atravesar la avenida, nos encaminamos hacia
la zona del puerto.
..... Extremé mi
cautela: por momentos pensé que el ciego podía oír mis pasos y hasta
mi agitada respiración.
..... Ahora el
hombre caminaba con una seguridad que me pareció aterradora, pues
descartaba la trivial idea de que no fuera verdaderamente
ciego.
.... Pero lo que me asombró y
acentuó mi temor es que de pronto tomase nuevamente hacia la
izquierda, hacia el Luna Park. Y digo que me atemorizó porque no era
lógico, ya que, si ése hubiese sido su plan desde el comienzo, no
había ningún motivo para que, después de cruzar la avenida, hubiese
tomado hacia la derecha. Y como la suposición de que el hombre se
hubiera equivocado de camino era radicalmente inadmisible, dada la
seguridad y rapidez con que se movía, restaba la hipótesis (temible)
de que hubiese advertido mi persecución y que estuviera intentando
despistarme. O, lo que era infinitamente peor, tratando de prepararme
una celada.
..... No obstante, la misma
tendencia que nos induce a asomarnos a un abismo, me conducía en pos
del ciego y cada vez con mayor determinación. Así, ya casi corriendo
(lo que hubiera resultado grotesco de no ser tenebroso), se podía ver
a un individuo de bastón blanco y con el bolsillo lleno de ballenitas,
perseguido silenciosa pero frenéticamente por otro individuo: primero
por Bouchard hacia el norte y luego, al terminar el edificio del Luna
Park, hacia la derecha, con quien piensa bajar hacia la zona
portuaria.
..... Lo perdí entonces de
vista porque, como es natural, yo lo seguía a cosa de media
cuadra.
..... Apresuré con desesperación
mi marcha, temiendo perderlo cuando casi tenía (así o pensé entonces)
buena parte del secreto en mis manos.
..... Casi a la carrera llegué a la esquina y
doblé bruscamente hacia la derecha, tal como lo había hecho el
otro.
..... ¡Qué espanto! El ciego
estaba contra la pared, agitado, evidentemente a la espera. No pude
evitar el llevármelo por delante. Entonces me agarró del brazo con una
fuerza sobrehumana y sentí su respiración contra mi cara. La luz era
muy escasa y apenas podía distinguir su expresión; pero toda su
actitud, su jadeo, el brazo que me apretaba como una tenaza, su voz,
todo manifestaba rencor y una despiadada indignación.
..... ¡Me ha estado siguiendo! -exclamó en voz
baja, pero como si gritara.
.....
Asqueado (sentía su aliento sobre mi rostro, olía su piel húmeda),
asustado murmuré monosílabos, negué loca y desesperadamente, le dije
"señor, usted está equivocado", casi caí desmayado de asco y de
prevención.
..... ¿Cómo podía haberlo
advertido? ¿En qué momento? ¿De qué manera? Era imposible admitir que
mediante los recursos normales de un simple ser humano hubiese podido
notar mi persecución. ¿Qué? ¿Acaso los cómplices? ¿Los invisibles
colaboradores que la secta tiene distribuidos astutamente por todas
partes y en las posiciones y oficios más insospechados: niñeras,
profesoras de enseñanza secundaria, señoras respetables,
bibliotecarios, guardas de tranvías? Vaya a saber. Pero de ese modo
confirmé, aquella madrugada, una de mis intuiciones sobre la
secta.
..... Todo eso lo pensé
vertiginosamente mientras luchaba por desasirme de sus
garras.
..... Salí huyendo en cuanto
pude y por mucho tiempo no me animé a proseguir mi pesquisa. No sólo
por temor, temor que sentía en grado intolerable, sino también por el
cálculo, pues imaginaba que aquel episodio nocturno podía haber
desatado sobre mí la más estrecha y peligrosa vigilancia. Tendría que
esperar meses y quizás años, tendría que despistar, debería hacer
creer que aquello había sido una simple persecución con objetivo de
robo.
..... Otro acontecimiento me
condujo, más de tres años después, sobre la gran pista y pude, por
fin, entrar en el reducto de los ciegos. De esos hombres que la
sociedad denomina No Videntes: en parte por sensiblería popular; pero
también, con casi seguridad, por ese temor que induce a muchas sectas
religiosas a no nombrar nunca la Divinidad en forma
directa.
III
Hay una
fundamental diferencia entre los hombres que han perdido la vista por
enfermedad o accidente y los ciegos de nacimiento. A esta diferencia
debo el haber penetrado finalmente en sus reductos, bien que no haya
entrado en los antros más secretos, donde gobiernan la Secta, y por lo
tanto el Mundo, los granes y desconocidos jerarcas. Apenas si desde
esa especie de suburbio alcancé a tener noticias, siempre reticentes y
equívocas, sobre aquellos monstruos y sobre los medios de que se valen
para dominar el universo entero. Supe así que esa hegemonía se logra y
se mantiene (aparte del trivial aprovechamiento de la sensiblería
corriente) mediante los anónimos, las intrigas, el contagio de pestes,
el control de los sueños y pesadillas, el sonanbulismo y la difusión
de drogas. Baste recordar la operación a base de marihuana y de
cocaína que se descubrió con los colegios secundarios de los Estados
Unidos, donde se corrompía a chicos y chicas desde los once a doce
años de edad para tenerlos al servicio incondicional y absoluto. La
investigación, claro, terminó donde debía empezar de verdad: en el
umbral inviolable. En cuanto al dominio mediante los sueños, las
pesadillas y la magia negra, no vale ni siquiera la pena demostrar que
la Secta tiene para ello a su servicio a todo el ejército de videntes
y de brujas de barrio, de curanderos, de manos santas, de tiradores de
cartas y de espiritistas: muchos de ellos, la mayoría, son meros
farsantes; pero otros tienen auténticos poderes y, lo que es curioso,
suelen disimular esos poderes bajo la apariencia de cierto
charlatanismo, para mejor dominar el mundo que los rodea.
..... Si, como dicen, Dios tiene el poder sobre
el cielo, la Secta tiene el dominio sobre la tierra y sobre la carne.
Ignoro si, en última instancia esta organización tiene que rendir
cuentas, tarde o temprano, a lo que podría denominarse Potencia
Luminosa; pero, mientras tanto, lo obvio es que el universo está bajo
su poder absoluto, poder de vida y muerte, que se ejerce mediante la
peste o la revolución, la enfermedad o la tortura, el engaño o la
falsa compasión, la mistificación o el anónimo, las maestritas o los
inquisidores.
..... No soy teólogo y no
estoy en condiciones de creer que estos poderes infernales puedan
tener explicación en alguna retorcida Teodicea. En todo caso, eso
sería teoría o esperanza. Lo otro, lo que he visto y sufrido, eso son
hechos.
..... Pero volvamos a las
diferencias.
..... Aunque no: hay mucho
todavía que decir sobre esto de los poderes infernales, porque acaso
algún ingenuo piensa que se trata de una simple metáfora, no de una
cruda realidad. Siempre me preocupó el problema del mal, cuando desde
chico me ponía al lado de un hormiguero armado de un martillo y
empezaba a matar bichos sin ton ni son. El pánico se apoderaba de las
sobrevivientes, que corrían en cualquier sentido. Luego echaba agua
con la manguera; inundación. Ya me imaginaba las escenas dentro, las
obras de emergencia, las corridas, las órdenes y contraórdenes para
salvar depósitos de alimentos, huevos, seguridad de reinas, etcétera.
Finalmente con una pala removía todo, abría grandes boquetes, buscaba
las cuevas y destruía freneticamente: catástrofe general. Después me
ponía a cavilar sobre el sentido general de la existencia, y a pensar
sobre nuestras propias inundaciones y terremotos. Así fui elaborando
una serie de teorías, pues la idea de que estuviéramos gobernados por
un Dios omnipotete, omnisciente y bondadoso me parecía tan
contradictorio que ni siquiera creía que se pudiese tomar en serio. Al
llegar a la época de la banda de asaltantes había elaborado ya las
siguientes posibilidades:
..... 1º Dios
no existe.
..... 2º Dios existe y es un
canalla.
..... 3º Dios existe, pero a
veces duerme: sus pesadillas son nuestra existencia.
..... 4º Dios existe, pero tiene accesos de
ocura: esos accesos son nuestra existencia.
..... 5º Dios no es omnipresente, no puede estar
en todas partes. A veces está ausente ¿en otros mundos? ¿En otras
cosas?.
..... 6º Dios es un pobre
diablo, con un problema demasiado complicado para sus fuerzas. Lucha
con la materia como un artista con su obra. Algunas veces, en algún
momento logra ser Goya, pero generalmente es un desastre.
..... 7º Dios fue derrotado antes de la Historia
por el Principe de las Tinieblas. Y derrotado, convertido en presunto
diablo, es doblemente desprestigiado, puesto que se le atribuye este
universo calamitoso.
..... Yo no he
inventado todas estas posibilidades, aunque por aquel entonces así lo
creía; más tarde, verifiqué que algunas habían constituido tenaces
convicciones de los hombres, sobre todo la hipótesis del Demonio
triunfante. Durante más de mil años hombres intrépidos y lúcidos
tuvieron que enfrentar la muerte y la tortura por haber develado el
secreto. Fueron aniquilados y dispersados, ya que, es de suponer, las
fuerzas que dominan el mundo no van a detenerse en pequeñeces cuando
son capaces de hacer lo que hacen en general. Y así, pobres diablos o
genios, fueron por igual atormentados, quemados por la Inquisición,
colgados, desollados vivos; pueblos enteros fueron diezmados y
dispersados. Desde la China hasta España, las religiones de estado
(cristianos o mazdeístas) limpiaron el mundo de cualquier intento de
revelación. Y puede decirse que en cierto modo lograron su objetivo.
Pues aun cuando algunas de las sectas no pudieron ser aniquiladas, se
convirtieron a su turno en nueva fuente de mentira, tal como sucedió
con los mahometanos. Veamos el mecanismo: según los gnósticos, el
mundo sensible fue creado por un demonio llamado Jehová. Por largo
tiempo la Suprema Deidad deja que obre libremente en el mundo, pero al
fin envía a su hijo a que temporariamente habite en el cuerpo de
Jesús, para de ese modo liberar al mundo de las falaces enseñánzas de
Moisés. Ahora bien; Mahoma pensaba, como algunos de estos gnósticos,
que Jesús era un simple ser humano, que el Hijo de Dios había
descendido a él en el bautismo y lo abandonó en la Pasión, ya que si
no, sería inexplicable el famoso grito: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?" Y cuando los romanos y los judíos escarnecen a
Jesús, están escarneciendo una especie de fantasma. Pero lo grave es
que de este modo (y en forma más o menos similar, pasa con las otras
sectas rebeldes) no se ha revelado la mistificación sino que se ha
fortalecido. Porque para las sectas cristianas que sostenían que
Jehova era el Demonio y que con Jesús se inicia la nueva era, como
para los mahometanos, si el Príncipe de las Tinieblas reinó hasta
Jesús (o hasta Mahoma), ahora en cambio, derrotado, ha vuelto a sus
infiernos. Como se comprende, ésta es una doble mistificación: cuando
se debilita la gran mentira, estos pobres diablos la
consolidaban.
..... Mi conclusión es
obvia: sigue gobernando el Príncipe de las Tinieblas. Y ese gobierno
se hace mediante la Secta Sagrada de los Ciegos. Es tan claro todo que
casi me pondría a reír si no me poseyera el pavor.
Sobre Héroes y
Tumbas
Ernesto Sabato
Seix Barral 1998.
Séptima edición
argentina.