La muerte como argumento imaginario o metafísico suele ser
un tema recurrente de la poesía y de distintas expresiones
del arte. Borges señaló en una serie de entrevistas
al cumplir sus ochenta años, que
fueron transcritas en el libro Borges El Memorioso, que el
destino del hombre está inacabado mientras no se concretara
la salida del laberinto, de su propio laberinto. Esta sinuosidad alegórica
importa las quimeras o ilusiones del individuo y cada uno de ellos
interpreta y constituye un nuevo laberinto; que, como suele suceder,
se recorre y se sale airoso de él, pero en otras ocasiones
el sujeto se enmaraña con trabas y tropiezos y entonces la
única redención a mano, aparenta ser la muerte. Este
desenlace resulta, en esta ocurrencia, redentor, legítimo,
porque deja de ser un enigma para quien lo padece, no obstante que
sigue siendo una sombra hermética e inescrutable para el resto.
Sin embargo, una muerte artificiosa, surgida de un argumento falaz,
para afrentar a una persona vigente, no responde a este esqueleto,
es un ataque sórdido y bestial.
Hace unos días, alguien quiso apropiarse del fulgor de mi existencia
y declaró mi defunción a través de la confidencia
engañosa, anónima y oscura que permite el cyber cosmos-
y por medio de esta senda provocó incertidumbre y desconsuelo
en mis amigos y mis familiares.
Pero, por qué esta contumacia, por dejarme muerto a las puertas
de La Serena, en un viaje imaginario para rendirle honores a la longevidad
de Nicanor Parra después de una colisión brutal y fantaseada,
por qué esta alevosía de defunción aparente que
dejo a mi teléfono llevadero atiborrado de llamadas, intentando
sustraerme del abismo azaroso de la muerte y como un autómata,
respondiendo: "Si soy yo...vivo, como debo estar - según
mi certidumbre".
Sin embargo, la reincidencia de la negación de mi existencia
y la necesidad de refutar mi caducidad frente al vacío me impuso
la duda. ¿Estaba yo realmente vivo o comenzaba a soñar
la existencia desde la muerte? ¡Qué extraño! mi
visión transrreal de la materialidad me apresaba en una dimensión
inmanejable.
Ya han pasado las horas y ha terminado el desfase y la espectralidad
de esa proclamación funesta de mi muerte. No obstante no puedo
negar, que de alguna manera, he nacido de nuevo, o simplemente, he
resucitado para estar, otra vez, caminando a través de los
mismos senderos de este largo laberinto que es mi propia vida, a la
que sigo teniendo derecho por la eventualidad obstinada del destino
que me puso en esta senda que aún no concluye, o mejor dicho,
creo que no ha concluido por ahora.
LA MUERTE NO COINCIDE CONMINGO
Sergio Badilla Castillo
(poema inédito)
No he muerto porque siempre he estado vivo
Nadie me nombra en la lista de obituarios
en los diarios de este miércoles
sólo el inmundo mail de un facineroso
¿Es posible? Estoy vivo, más impetuoso que nunca
yendo de un lado a otro
Los maltrechos no discurren se mezclan en la mugre
y disparan sus cartuchos indecentes desde la lejanía
así no queda el rastro de sus pezuñas
Ay de los que creen que se muere fácilmente en un topetazo
a las puertas de la Serena
Os equivocáis rufianes
mis sentidos se expanden aún en estos días
y percibo los desperezos del alba
excelente todavía
.............. Sin embargo, quiero
precisar hoy la manera
...................de fastidiarme
..............bufando tal fuera
un bisonte.
No he muerto
en la imprecisión de este cosmos asombroso
..............porque siempre he
estado vivo:
......los que me maten quizás
asesinen
un fragmento de esta naturaleza
con su asqueroso revolver
pero les dejo en claro
que no he muerto / por ahora /
..............porque siempre he
estado vivo.