Humilde, sin las pretensiones de señorío de otros escritores
latinoamericanos, llegó un día, Elvio Romero
a la Radio Nacional de Suecia, donde yo trabajaba, acompañado
de un grupo de compatriotas que vivían exiliados en Estocolmo
y que como
él sabían lo que era la transtierra debido a la larga
dictadura de Stroessner. Me saludó como si nos hubiésemos
conocido de siempre y la plática surgió espontánea
a pesar de su mesura.
Era un hombre más bien discreto, que en lugar de hablar más
bien escuchaba.
Departimos largo rato sobre Pablo Neruda, a quien Elvio Romero admiraba,
tal vez, más que ningún otro poeta latinoamericano,
tanto por su fuerza poética como por su compromiso. Durante
la entrevista, aludió, reiteradamente, lo que significaba vivir
fuera de su país, no poder estar con su gente, con su cultura
bilingüe y todo aquello que necesita un creador para nutrirse
de realidad, de materialidad. consanguínea
Con sólo 21 años había tenido que alejarse de
su tierra y ese episodio, tan importante en su vida, marcó
con evidencia su poesía.
Inicialmente residió en Presidencia Roque Sáenz Peña
(Chaco), y allí su residencia se transformó en un alero
permanente para muchos otros escritores que abandonaban el Paraguay
de la intolerancia. Después de unos años decidió
establecerse en Buenos Aires, donde estaba ya su amigo Augusto
Roa Bastos y desde esta gran urbe comenzó a trascender
hacia otras latitudes como una de las voces poéticas más
destacadas de las letras latinoamericanas.
Al despedirse, luego de más de una hora y media de conversación,
Elvio Romero nos regaló la antología poética
que le había publicado la editorial Losada, la misma en la
que publicaba Neruda. En una de las primeras páginas estampó
una pequeña dedicatoria que reza ¨"A Carlos (el jefe
de la sección) y a los amigos de la radio...Cordialmente...Elvio
Romero. Debo confesar que por la admiración que yo siempre
sentí por este poeta digno, el libro quedó en mis manos
y me lo traje, con las escasas posesiones que había reunido
en mis años de exilio, a Chile. Hoy , al saberlo muerto, hojeo
las páginas de este libro y no deja de impresionarme su textura,
algunos poemas gloriosos como Chaco, por ejemplo...Ah CHACO, arena,
plancha de acero seca, piel de tigre cebado con las órbitas
muertas!...y pienso que su magia poética sigue teniendo un
vigor palpitante, que es justamente lo que sucede con los grandes
vates.
Elvio Romero fue, el rapsoda del linaje guaraní. En una gran
parte de sus textos se advierten las figuras taciturnas y palpables
de los ascendientes originarios del "palmar y el horizonte":
los toba, los sanapaná ñandeva, los nivaklé o
los ayoreos que divagan con sus florestas y están enredados
en el ensueño de la palamera azul. Lo único que me resta
decir parafraseando a Elvio es: "Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra es como dar vuelta una lágrima..."
Santiago, 20 de mayo de 2004