Me pregunto que
hará Mahfuz
en su habitación (a estas horas) cuando no relumbra
el sol
en sus ojos tristes.
Unos viejos barbiluengos juegan a las damas
injertados en los cuadros del tablero en el café Horiya.
Cuatro
extranjeros blondos (¿alemanes?) flirtean
con unos adolescentes de tez
obscura en la mesilla vecina.
Uno ríe y pide un cigarrillo a un cuarentón
bronceado
que también ríe.
Es febrero del 2002 y el cosmos
cuántico está allí mismo en Giza
en una tormenta de arena
en el Sakkara
virtualmente en el lugar de mi nacimiento y de mi muerte.
La
máscara dorada de un joven faraón me desconsuela
.....
porque era escaso su saber sobre el hechizo de Amón
que hilvana
el tiempo.
Qué hora es en este instante en El Missaha Square
cuando
hipan los camellos a un costado de Cheops y la Esfinge
y los creyentes se
arrodillan para alcanzar a Dios en sus plegarias.
Mohammed - el guía
- se expresa en un español cáustico
¡Qué importan
las tonalidades cervantescas en medio del páramo!
La noche es peligrosa
en Shubra Al Khaymah
y desvarío con las sombras
mientras los proxenetas
despojan de sus ajuares a las odaliscas del templo.
¡Alá Uajbar!
¡Alá Uajbar! suenan plañideros los altavoces
desde un
alminar de la Mezquita Azul.
Una vacuidad ante un Dios ausente o transitoriamente
sordo.
Un pastor irreverente aventura su rebaño en medio del tráfico
entre bocinazos y gritos.
Hace frío a estas horas en la ciudad del
Nilo verde.
Los muertos moran en la Citadel en un sólo condominio con
los vivos.
¡Alá Uajbar! ¡Alá Uajbar! rebota el clamor
de los devotos
en la Mezquita Azul desde el mismo minarete.
Vuelvo a preguntarme
entonces - qué hará Mahfuz
en su habitación (a estas
horas) cuando no resplandece el sol
en sus ojos tristes.