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De paso entre las ruinas
Transtierra, de Sergio Badilla Castillo, Santiago de Chile 2013, Aura Latina, 60 p.
Por Sergio Infante
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Este nuevo libro del poeta Sergio Badilla Castillo nos conduce a distintos lugares del planeta. A la variedad de escenarios, urbanos en su mayoría, se suma el hecho de que estos territorios pueden superponerse y hasta transparentarse, o se muestran fragmentados como si la realidad de nuestro mundo –porque es nuestro mundo– conformara una taracea. A este fenómeno espacial se le suma muchas veces otro análogo pero de tipo temporal, donde hechos ocurridos en cualquier punto del pasado irrumpen en nuestro presente y permiten que el hablante los nombre. No se trata de una mera evocación desde fuera de esos hechos, se participa en ellos como si también se estuviera allí. Sin duda, con esta simultaneidad espacio-temporal nos hallamos muy lejos de la representación mimética, en este texto de notable coherencia discursiva.
Por la actitud del hablante, su tendencia a recorrer, parecería que nos encontráramos con una suerte de flâneur. Pero a diferencia del flâneur definido por Walter Benjamin [1], el creado por Badilla ya no pertenece a la Modernidad, sino que a una etapa posterior, aquella que Enrique Dussel ha llamado Transmodernidad [2]. Desde la perspectiva del hablante, el presente se ve casi siempre velado por el humo de las guerras (“No arrojen bombas contra Alepo que hay inocentes en todas partes”, 24) o por una atmósfera dejada por la catástrofe y las ruinas (“Abandono el hotel del rancio imperio inglés en Calcuta hacia Benares/ y las ratas aún me acompañan con Buda en silencio hacia la calle”, 47). En medio de esto aparecen imágenes que atañen a lo más personal (“No me da igual quedarme abandonado a estar en el olvido”, 32), a lo afectivo (“Rebecca. ¿Qué enredaderas se adhieren al cuerpo/ al car el sol en la familia entrañable?”, 11), y a lo erótico ( “y tus piernas desnudas tropezaron con las mías en esa vieja trinchera./ Era mi propia desnudez frente a la hermosura de tu cuerpo/ cuando las rocas adquirían los colores del fuego”, 51).
Los territorios que van quedando a la luz se sitúan en diversas latitudes del planeta. Pertenecen en el mayor de los casos al mundo real, aunque también hay los que se mezclan con mundos imaginarios, especialmente de la literatura. El poeta Badilla mediante el juego intertextual permite que su flâneur recorra, observe y haga parte de estos últimos con pleno desparpajo. Esta voz trashumante –predominantemente lírica, que como gran parte de la poesía de las últimas décadas no está exenta de lo narrativo– posee entre sus rasgos más peculiares una marcada heterogeneidad cultural. Así, si bien esta voz emplea, por lo general, un registro culto, este no solo se combina con otros más coloquiales y hasta populares sino que también con otras lenguas: inglés (15,16, 29, 45), italiano (17, 48) alemán (54, 55), finés (11), latín (14), sueco (38), rumano (19); incluso aquellas que utilizan otros sistemas gráficos, como el árabe (24), el hebreo (41) y el japonés (27). Sin duda aquí se le ha sacado provecho al patrimonio heredado de Pound. Debe subrayarse no obstante que, desde un punto de comunicativo, poco importa que el lector comprenda o no lo que dicen esas expresiones ajenas al castellano. Transtierra, el título del libro –y, en cuanto tal, un indicador temático– es suficiente para hacernos comprender el sentido –dentro del poema– de aquellos versos extranjeros: semánticamente funcionan como paralelismos sinonímicos de Transtierra; palabra que además aparece en varios de los poemas, formando una puesta en abismo. Singulares ecos del título de un libro que, dicho sea de paso, es la expresión más acabada del Transrealismo, la poética formulada por Badilla Castillo. Y en la cual ha venido trabajando durante años, como puede apreciarse en los siguientes planteamientos:
[…] percibí que la realidad se tornaba aparente, o dicho de otro modo, para hacerse presente estaba sujeta a una multiplicidad de tramas que yo las había vivido, soñado o simplemente imaginado. Estos contextos se cruzaban, se entrelazaban, se relativizaban o eran meros productos de la imaginación cargada de planos superpuestos, pluridimensionales; inmediatos o distantes, en las texturas poéticas.
De allí entonces que discurrí que la mente tenía, en total medida, el manejo volitivo del universo, o más claro, de la inmensidad del cosmos lírico. Así yo estaba en condiciones de alterar el tiempo, haciéndolo asincrónico (proceso o efecto que no ocurre en completa correspondencia temporal con otro proceso u otra causa); ácrono, (fuera del tiempo); ucrónico (se da por supuesto acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder) o abiertamente paracrónico (suponer acaecido un hecho después del tiempo en que sucedió) (Badilla Castillo, 2004).
El hablante, en su condición de flâneur, es a todas luces fronterizo (“Soy un hombre en cada esquina de la tierra con unos hijos/ extranjeros y una jerga alucinada”, 19). Su identidad trasciende una pertenencia de rasgos definidos a priori. Si alguna vez esa pertenencia mostró una nitidez que parecía condicionar su visión sobre todas las cosas, la experiencia del propio transitar le ha ido restando fuerza a ese punto de partida, se ha ido transformando en algo distinto:
Mi nombre es un rumbo que mengua […] Estaré en Esmirna o en un hotel de Gotemburgo./ O es que la urbe cierra sus aldabas con una noche oculta, /Un taxi espera y su ronquido esquiva la quietud de las tinieblas/ y desde el mar llega un nauta con un sextante bajo el brazo/ con un perfil similar al de mi padre viejo/ Escucho su voz y espero que su resonancia aumente:/ la vida es encorvada como el espinazo de un longevo capitán de barco./ Estaré en Esmirna o en un hotel de Gotemburgo/ o es simplemente mi rumbo que mengua (36-37).
Este debilitamiento del origen, la sensación de que el hablante, por las características de su voz y por su condición de flâneur, ya no es de ninguna parte que no sea la transtierra, lleva al lector a preguntarse sobre cuál es realmente el lugar de enunciación de los poemas de este libro. Sin desconocer el hecho de que el poeta Badilla Castillo vive actualmente en Chile, el hablante de este poemario se sitúa en otro plano, o mejor dicho en otros planos. En su voz costaría mucho escuchar una dicción identificable como chilena, no corresponde a ninguna de las tantas dicciones que se pueden distinguir en ese país tan escindido en lo social. Tampoco es posible identificar la mirada del hablante con los puntos de vista que provienen de los discursos hegemónicos, de origen cristiano occidental, herederos de los implantados en Chile ya en la Colonia, ni a visiones, entre otras la marxista, que buscan suplantar la vieja mirada colonial por otra que, sin embargo, no renuncia a su condición eurocéntrica. Esto no quiere decir que la visión de nuestro flâneur esté en el otro extremo y haga suya alguna perspectiva propia del mundo indígena. La visión del hablante es simplemente fronteriza.
Una forma sencilla de entender lo fronterizo es la siguiente:
El pensamiento fronterizo es aquel que genera una doble crítica, se aleja de las contraposiciones dicotómicas, exterior-interior, para posicionarse críticamente tanto frente al fundamentalismo occidental como el de un país periférico (a menudo resultado de procesos nacionales tras las experiencias coloniales y como modo de ubicarse en el marco de fuerzas internacionales). Ello implica posicionarse ante ambas tradiciones de pensamiento, “y, simultáneamente desde ninguna de ellas” (María Iñigo Clavo y Rafael Sánchez-Mateos Paniagua, 2007).
Es esta situación de fronterizo lo que más distingue al flâneur de Badilla Castillo del inevitablemente eurocéntrico descrito por Walter Benjamin. En el poema “Un plato de lentejas en la vieja Providencia”, leemos:
Todo es demasiado incierto y nada es evidente/ por eso soy agorero y ando con los bolsillos llenos de amuletos/ y por momentos aparto los ojos de las sombras.// Una antigua duda me persigue con sus dientes afuera/ mientras yo envejezco indiferente […] Quizá no me dé cuenta y aún sea un Pithecantropus/ Erectus y necesite hacer un homenaje a los ancestros/ y recuerde a Estocolmo a la hora de almuerzo con un plato de lentejas (28-29).
En esta cita se aprecia que lo racional queda invadido de manera natural por lo emocional, vestigios de la razón de la Modernidad aparecen mestizados por otros que provienen del pensamiento mágico. La vieja duda que persigue al hablante está formulada de manera tal que hace añicos la mímesis y la linealidad occidental. No quiere decir con ello que se haya regresado al mundo antiguo. Se trata de la mirada fronteriza que evidencia una dimensión diferente, quizá no sospechada y quizá, en una lengua occidental, solo posible de expresar con el auxilio de la poesía.
Sin ánimo de exponer aquí la génesis de lo fronterizo en el hablante de Transtierra, nos atrevemos a formular que el origen de este se debe sobre todo a la experiencia de la diáspora vivida por Badilla Castillo durante la dictadura en Chile. Sin dejar de considerar una posible influencia de los estudios antropológicos realizados por este autor, además de otras lecturas tanto en el campo académico como en el de la poesía, pensamos que la creación de este hablante con sus rasgos de flâneur fronterizo –que por lo demás ya conocíamos de La mirada temerosa del bastardo (2003)– obedece a pulsiones incubadas en los peregrinajes del exilio, en su caso Buenos Aires, Bucarest y Estocolmo, alimentadas después en los viajes periodísticos o a eventos poéticos o simplemente por curiosidad de ver nuevos mundos, y que no pararon con el retorno a Chile en los 90; por el contrario parecen multiplicarse.
La globalización intensa y abarcadora que caracteriza a nuestra actualidad ha contribuido enormemente a que esto pueda ocurrir: el flâneur de Badilla Castillo solo es viable en el contrapunto de lo global y lo local y en las simultaneidades propias de la globalización, de ahí la vigencia de esta poesía. Hay que advertir que esto no significa en modo alguno que Transtierra equivalga a globalización.
Cabe preguntarse, cómo aparecen, en sus detalles, los entornos recorridos en la Transtierra. Partamos por mencionar algunos títulos de los 29 poemas que conforman el libro:
“I.-La morada de los dioses rancios” (11), “II.-Una despedida de juventud tal un callejón sin salida” (13), “IV.-Como un asteroide que ha perdido su curso” (17), “VII.-En las colinas de Bashīta hacia el ocaso” (23), “XII.-Estación final a un exiguo e infeliz extravío” (32), “XV.-La noche es hermética en la ciudad perdida” (38), “XVI.-Alzadura de los hogares en la obscena vejez” (39), “XVIII.-El día del Juicio final” (43), “XXII.-Era la posguerra” (49), “XXIII.-Es probable que la sobriedad me sofoque todavía”, “XXV.-Ciudad saqueada” (53), “XXVI.-El cometa inútil no aflora a medianoche” (54), “XXIX.-Esa tierra cenicienta” (58).
En la lectura de estos títulos es posible advertir una mirada crítica y pesimista ante un mundo en decadencia, marcado por la guerra, el sinsentido o el suicidio. También los títulos, de alguna manera, anuncian que el hablante no se sitúa en un plano superior ni mira todo esto con piedad de misionero ni rompe en alardes mesiánicos. Por el contrario, se involucra y se reconoce en esos mundos que se desmoronan ante sus ojos. Sin quedarse frío frente a esas realidades, tiende a ser estoico y poco dado a la imprecación a pesar de que funge de visionario (“Pierdo el control de los milagros y de sus incongruencias/ y paso a ser un profeta tardío entre tanto profeta itinerante”, 19).
En el cuerpo de los poemas, los desplazamientos del flâneur revelan tanto lo evidente como las caras ocultas de la Transtierra, lo presente con lo pasado, lo público con lo personal, todo se conecta. En los intersticios, no queda mucho lugar para los huertos cerrados ni para los paraísos, no pasan de ser contados jirones de nostalgia y de leve melancolía.
De paso entre las ruinas el fronterizo flâneur, hablante en los poemas, alter ego de Badilla Castillo, va dejando el rastro de la condición humana. Hallamos en esas huellas por la Transtierra la evidencia concreta y actualizada de ese nacer hacia la muerte planteado por Heidegger. Es tema de varios versos y aparece magníficamente sintetizado en el poema que cierra el libro:
XXIX. Esa tierra cenicienta// Remorderme fue para mí un aullido de horror en el abismo/ la suciedad de mis harapos tras una ráfaga de viento/ o el sonido torpe de una metralleta en una/ aldea en guerra. Los pájaros olvidarían su rumbo en las autopistas/ anidarían sombríos en la quietud de un rascacielos./ Era la transtierra después de todo./ Una de aquellas formas tras la fijeza del sueño de una/ madre muerta en un hospital al lado del océano./ Era el vacío de un rostro viejo/ y la finitud no era el crepúsculo/ sino la cobardía de un ave rapaz que se abatía con sus ojos ciegos./ Un grito de abandono en el vecindario excéntrico/ el eco fastidioso de un mosquito después de la borrasca:/ La sombra de la muerte navegando en su galera (58).
Pero, asimismo, el libro no nos priva de encontramos a ese humano que a porfía reproduce su especie como signo imborrable de sus ansias de vivir:
Por ahora el sol de invierno se confiesa/ como una tierna margarita desnuda/ en lo que alcanzamos a ver del cielo en Providencia./ Jeremías mama del pecho de Claudia y los dedos de/ Mingus se desplazan como sierpes por el contrabajo/ en Better git it in your soul (28-29).
Por algo Sergio Badilla Castillo ha dedicado este importante libro a sus hijos.
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BIBLIOGRAFÍA
- Badilla Castillo, Sergio, (2013) Transtierra, Santiago de Chile, Aura Latina.
. . . .. . . . . .. . .... . .. .. . . (2003) La mirada temerosa del bastardo, Edición del Gobierno Regional de Valparaíso.
. . . . . . . . . . .. . . . . . .. . (2004) “El origen del transrealismo poético”, Quintarueda, Año 1, N°1, Junio, en:
. . . . . . . . . . .. . . . . . .. . http://www.letras.mysite.com/archivobadilla.htm
- Benjamin, Walter, (1983) Charles Baudelaire: a lyric poet in the era of high capitalism, Verso
- Dussel, Enrique, (2005) Transmodernidad e interculturalidad (Interpretación desde la Filosofía de la Liberación), UAM-Iz., México City, http://afyl.org/transmodernidadeinterculturalidad.pdf
- Iñigo Clavo, María y Sánchez-Mateos Paniagua, Rafael, (2007) “Sobre pensamiento fronterizo y representación. Entrevista a Walter Mignolo”, en http://www.bilboquet.es BILBOQUET #8 BÁRBARO / Nov.
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NOTAS
[1]The street becomes a dwelling for the flâneur; he is as much at home among the façades of houses as a citizen is in his four walls. To him the shiny, enameled signs of businesses are at least as good a wall ornament as an oil painting is to a bourgeois in his salon. The walls are the desk against which he presses his notebooks; news-stands are his libraries and the terraces of cafés are the balconies from which he looks down on his household after his work is done. That life in all its variety and inexhaustible wealth of variations can thrive only among the grey cobblestones and against the grey background of despotism was the political secret on which the physiologies were based (Benjamin, 1983: 37).
[2] “Trans-moderna”, como superación explícita del concepto de “Postmodernidad”(postmodernidad que es todavía un momento final de la Modernidad) […] El diálogo, entonces, entre los creadores críticos de sus propias culturas no es ya moderno ni postmoderno, sino estrictamente “trans-moderno”, porque, como hemos indicado, la localización del esfuerzo creador no parte del interior de la Modernidad, sino desde su exterioridad, o aún mejor de su ser “fronterizo”. (Dussel, 2005:16 y 24).