.......... LUIS
SEPÚLVEDA:
"Los escritores somos inventores de mentiras, pero no
de engaños" |
El autor
chileno radicado en España ha decidido retirarse de la literatura en
cinco años más. La decisión la justifica una agenda copada de nuevos
proyectos. Ya no escribirá pero, en cambio, editará colecciones en el
circuito iberoamericano, dirigirá sus propias películas, organizará
encuentros de escritores y apadrinará a nuevos autores. En definitiva,
continuará iluminando los circuitos marginales, tal como lo ha hecho
durante los últimos años.
Alejandra
Costamagna
desde
Gijón
.....
Aunque Sepúlveda no ostenta ningún cargo oficial en España, funciona
hoy como un auténtico embajador. O como un activo agente cultural. O,
mejor, como el vehemente anfitrión que hace unos días inauguró en Casa
América de Madrid el Primer Congreso de Nuevos Escritores
Hispanoamericanos; que más tarde movilizó a medio centenar de autores
y a 72 casas editoriales en el SegundoSalón del Libro Hispanoamericano
en Gijón; que luego siguió encabezando las mesas redondas sobre
literatura iberoamericana en Madrid junto a otros escritores como
Alfredo Bryce Echeñique, Mempo Giardinelli o Marcela Serrano y que ya
prepara la Semana Negra de Gijón. Esta agitada agenda no ha restado,
sin embargo, energías al autor de "El viejo que leía novelas de
amor" para continuar con otra funciones, como su reciente labor de
editor literario en Italia o sus proyectos cinematográficos y
narrativos. En cine, por ejemplo, se apresta a dirigir su primera
película, una historia original titulada "Ninguna parte", que
espera comenzar a rodar durante los próximos meses y para la que ya
suenan posibles nombres como los de Jean Renoir o Victoria Abril. Y en
literatura también hay novedades: al menos cuatro libros encaminados o
casi listos para salir del horno, un cambio de casa desde Tusquets a
Seix Barral y la publicación en Chile con Planeta de la novela "La
última película de Laurel y Hardy", prevista para noviembre. Pero
hay, sobre todo, una radical decisión: renunciar a la escritura en
cinco años más.
..... "Siento que me
esperan otras cosas", justifica su retiro Sepúlveda, concediéndose un
instante de pausa en su abultada agenda española. "Una de ellas es
hacer cine. Estoy muy entusiasmado con la dirección de mi
película".
¿De
qué se trata?
-Es un gran canto a la libertad, la dignidad y la
vida. Es una comedia política profundamente antimilitarista que
transcurre en el desierto. Yo quería que fuera en el de Atacama porque
me parecía el escenario natural, pero los milicos en Chile joden tanto
que decidí no complicarme la vida y hacerla en Argentina. Es una
coproducción ítalo-franco-española.
¿No
te produce una sensación de vacío ese retiro de la escritura?
-No, porque para mí la literatura no es una terapia para
llenarme de cosas que la vida no me da. A mí la vida me llena lo
suficiente y quiero darle espacio también a otros proyectos, además de
los de cine.
¿Como cuáles?
-Le estoy tomando gran cariño a la
labor de editor. Realmente me gustaría dedicarme al trabajo editorial.
De hecho, está la experiencia en Italia dirigiendo la colección "La
frontera extraviada", que se repite en Grecia y empieza ahora en
Portugal, donde la idea es acercar la literatura escrita en el
contexto iberoamericano. Me refiero a América Latina, El Caribe,
España, Portugal y los países africanos de habla portuguesa. En esta
colección he publicado a Coloane y a Hernán Rivera Letelier. Y también
pretendo crear una colección que se llamaría Nuevas Voces para
dar a conocer a autores menores de 35 años que escriban en lengua
española. La única limitación acá sería la calidad. Indudablemente el
boom tuvo una expresión, la generación que siguió tuvo otra y
los que vienen tienen una forma muy distinta, que hay que dar a
conocer.
Da
la sensación que tu apoyo a la novela negra, considerada como
subgénero durante mucho tiempo; a la literatura infantil, donde te
involucraste directamente con "La historia de la gaviota y el gato que
le enseño a volar" y ahora este incentivo a las nuevas voces responde
a una preferencia por lo marginal.
-Algo de eso hay. El aspecto
exitoso, triunfador no me interesa. Siempre me ha interesado lo
marginal porque yo mismo me considero un tipo muy marginal. Mi
literatura se vende, pero todos mis personajes son seres marginales. Y
me he atrevido a convocarlos para demostrar que la literatura es un
espacio muy democrático donde tienen cabida los que realmente pueden y
saben escribir.
Aquí no valen los pedigrí ni los títulos académicos
ni las veces que hayas sido agregado cultural en algún país para darte
carnet de escritor. Lo que vale es la capacidad de contar y razonar
respecto de lo que se cuenta. Y los mejores exponentes los he
encontrado en gente marginal. Cuando pienso en Chile creo que la
marginalidad es la que ha dado los mejores escritores.
¿A
quíenes te refieres?
-Desde Pabo de Rokha a Hernán Rivera
Letelier, pasando por muchos otros igual de valiosos.
¿Incluyes a autores como Pedro Lemebel también en esa
categoría?
-Leí una antología suya que publicó LOM y me pareció
un esfuerzo muy serio, muy respetable. Primero desde el punto de vista
del vigor de la escritura -son narraciones impecables- y luego por la
opción sexual, que es algo que ya debiera ser asumido con normalidad
por la sociedad. Para mí es tan respetable ser gay como no serlo.
Entonces me parece que la actitud de Lemebel, de decir aquí estamos y
existimos y nos importa un carajo si les molestamos a los demás, es
realmente meritoria.
-Hace poco tiempo Bolaño decía en la revista "Ajo Blanco"
que Lemebel era el mejor escritor chileno y hacía un contrapunto con
la oficialidad literaria local. Decía él que "la mayoría de los
escritores chilenos hoy buscan una respetabilidad ciega y están
dispuestos a perder el culo por esa respetabilidad". ¿Qué opinión
tienes tú respecto de tus pares locales?
-La opinión de Bolaño
es acertda pero muy radical. Yo no me atrevería a hablar de todos los
escritores chilenos. Pero de los que conozco rescato a aquellos que
escriben bien y que les importa un carajo el hecho de ser escritores.
Respecto a los que no tienen la obsesión de ser escritores, que
sienten la necesidad de escribir y entienden que es importante hacerlo
y lo asumen con alegría y no como un tormento. Conozco a muchos pavos
reales de la literatura chilena que andan con el cartel pegado y con
la matrícula de escritores, pero que se preocupan muy poco de ser
rigurosos a la hora de escribir.
¿A
quienes te refieres?
-Es que el problema es muy generalizado. Y
están también los que viven del exitismo de hablar mal de los que no
se pueden defender. En definitiva, los más respetables son los más
silenciosos y su obra será la que trascienda. La profesión de escritor
no hay que asumirla con modestia, pero sí con la seriedad de saberse
ejecutante de un oficio tan importante como cualquiera. Ni más ni
menos. Ahora, el literario siempre va a ser un oficio de soledad.
Escribes tú y solamente tú, estás solo con tus mundos y tus fantasmas.
Pero al mismo tiempo no escribes para ti. La escritura te proporciona
una voz que a lo mejor es mucho más poderosa, bella y fuerte que la
tuya. Sólo los coquetos y los mentirosos pueden afirmar que escriben
para sí mismos. A menos que uno esté convencido de que es tan malo que
nadie lo va a leer. No nos engañemos: todos escribimos pensando en que
estamos estableciendo un puente con el mundo.
¿Eso
justifica para ti un rol social de la literatura?
-Por
supuesto. Eso nos obliga a tener una actitud de responsabilidad.
Obliga a quemarte, a jugarte. Porque cuando has sido capaz de entrar
en los ánimos de las personas con una opinión estás obligado a
responder las preguntas urgentes que la vida plantea. La literatura
siempre ha sido una constante reflexión sobre la condición humana. Y
esa reflexión se hace con un solo norte: socializarla. Para mí no
existe el escritor de por sí y para sí. El escritor está condenado a
ser una voz pública. Robin Hood tenía dos opciones: o se ponía del
lado de los ricos o de los pobres. Y si hoy lo conocemos es porque se
puso del lado de los más débiles y desposeídos. Yo creo que el
escritor necesariamente debe ponerse del lado de los sin
voz.
¿Que
ocurre ahí con el tratamiento del lenguaje? ¿Te parece un aspecto
secundario?
-No es que me parezca secundario, pero a mí me
gustan los libros que cuentan una historia y que lo hacen desde la
primera línea. No sé si será un vicio de lector, pero yo tengo una
manera de leer muy cruel: le doy a un libro hasta la página quince. Si
entonces no me engancha, se va al canasto.
¿Descartas de plano la escritura experimental?
-La
verdad es que no he tenido buenas experiencias con ese tipo de
registro. La mayoría de las narraciones de corte experimental que he
leído me han parecido una simpática exhibición de erudición y
culturalismo, pero creo que alejan a los lectores de los libros. Los
aterran.
¿Pero los lees por curiosidad, al menos?
-Los leo con
atención, pero sé que nunca van a ser mis textos de cabecera ni voy a
regalarlos a mis amigos. Esos libros no los recuerdo, los olvido. En
cambio las historias bien contadas me dejan un registro, se me graban
en la cabeza. Lo que voy a decir a lo mejor suena un poco arrogante,
pero creo que quienes se dedican a experimentar lo hacen por un asunto
de incapacidad narrativa tradicional.
Eso
suena muy drástico.
-Es que yo respeto al pintor abstracto
siempre y cuando conozca en él un dominio de lo clásico. Cuando sea
una evolución. Cuando su dominio de lo clásico sea tan grande que
pueda abrir un nuevo camino para expresar ese manejo de luz y sombra,
del color, de la perspectiva. Pero no acepto a aquel que siendo
incapaz de dibujar una manzana se declare neofigurativo. Lo mismo en
la literatura: es una prueba de fuego. Primero hay que saber contar
bien una historia y luego acepto lo que venga con el
lenguaje.
En
ese sentido, ¿qué piensas de los lenguajes de autoras como María Luisa
Bombal o Diamela Eltit, por ejemplo?
-Para mí son intentos. Y
me parecen legítimos como tales. Pero si hablamos de mujeres y de
lenguaje, yo tengo una inmensa admiración por Guadalupe Santa Cruz,
porque sabe contar muy bien y es capaz de romper con esa sabiduría
para ver nuevas posibilidades del discurso narrativo. Ése es un buen
ejemplo de evolución.
¿Qué
opinión tienes de la literatura de género?
-Yo no creo en la
literatura femenina o masculina. Para mí la literatura es una sola y
se mide por un solo parámetro: si la historia está bien o mal contada.
Hay buena o mala literatura y punto. O sea, las mujeres escriben desde
la óptica de las mujeres porque son mujeres y los hombres también. Eso
tiene que ser así, pero el reto de la expresión es uno solo. Me parece
que los encasillamientos ponen unos frenos tremendos. Además, hay que
saber escribir con registros distintos al tuyo porque la literatura es
la forma más dulce de mentir. En realidad es la única forma de mentir
aceptable.
Entonces, ¿los escritores son unos mentirosos?
-Los
escritores somos inventores de mentiras, pero no de
engaños.
en
Rocinante Nº 9, Julio de 1999