L U I S
... S E P Ú L V E D A
DIARIO DE UN KILLER SENTIMENTAL
( texto escogido
)
..... El cansancio de las
piernas me indicó que llevaba varias horas caminando sin rumbo
definido hacia cualquier parte, o tal vez sí, involuntariamente, hacia
un lugar concreto, que, pese a no conducirme a ninguna parte, me
alejaba cada vez más de los hábitos profesionales.
..... Me había inmiscuido en lo que no me
importaba, me preocupaban las razones por las que debía eliminar a un
hombre, acababa de golpear a un agente de la DEA y, por si fuera poco,
la imagen de mi minón francés aparecía a dolorosos intervalos en mi
memoria, como el anuncio de algo que jamás podría comprar.
..... Al descubrirme en un mar de alfombras,
tapices, narguiles, espantosas litografías de paisaje, retratos de
Jomeini y otras baratijas orientales, supe que estaba, sin habérmelo
propuesto, en el Gran Bazar. La mezcla de incienso y pachulí hacía el
aire irrespirable. Los vendedores asediaban a los turistas y éstos se
dedicaban a sobar alfombras con displicencia. Dos bigotudos se me
acercaron sonrientes; uno de ellos sostenía un tapiz enrollado en los
brazos y el otro me saludó con una inclinación de cabeza.
..... -Tenemos con toda seguridad lo que busca el
señor. Si nos hace el honor de aceptar una taza de té, podremos
discutir el precio- dijo con ademanes de Alí Babá.
..... -Lo siento. No tengo intención de comprar
nada -respondí.
..... -Le ruego que eche
una mirada, una sola, a la incomparable calidad de nuestros tejidos
-sugirió, al tiempo que le hacía un gesto a su acompañante.
.... Éste levantó el tapiz enrollado hasta casi
rozarme la nariz. Entre los pliegues asomaban los dos cañones de una
escopeta. Esta vez fui yo quien inclinó la cabeza con humildad,
aceptando la invitación para saborear una taza de té en el Gran Bazar
de Estambul.
..... Los dos hombres me
condujeron hasta el cuarto trasero de una tienda. Allí, el de la
escopeta me señaló un cojin mientras el otro se comunicaba con alguien
por un teléfono celular.
..... Cuando
terminó de hablar, recobró el tono ceremonioso.
..... No sabemos ni quién es usted ni cuál es su
juego, pero supongo que muy pronto lo sabremos. También debo decirle
que no se ha portado nada bien con el amigo del hotel, el pobre hombre
tiene la oreja como una albóndiga. Además, ha causado daños a ciertos
bienes públicos de Estados Unidos. Todo eso está muy mal.
..... -Lo siento, pero ese hombre me atacó y tuve
que defenderme. Pensé que quería atracarme -me disculpé.
..... No son frecuentes los atracos en los
pasillos del cuarto piso del hotel Richmond. Su historia no me gusta
nada. ¿Conoce la de la princesa Scherezade? Los cuentos tiene que ser
convincentes y estar bien contados. Asán, inspírale un poco a nuestro
invitado -ordenó al acompañante.
.....
Asán sabía dónde golpear. Descargó la culata de su escopeta en
mi hombro izquierdo con tal fuerza que se me abrieron los dedos de la
mano. Al dolor del golpe siguieron espantosos calambres.
..... -Y ahora que puede mejorar el argumento de
su historia, empecemos por una corta biografía del autor. ¿Quién es
usted? -preguntó el ceremonioso.
.....
Quise responder: "¿Y quiénes son ustedes?", pero no estaba para
imponer condiciones. Con el segundo golpe en el hombro izquierdo, creí
que mi brazo se caería, que se deslizaría como un reptil muerto por la
manga de la chaqueta. Asán no era amante de las largas pausas en los
relatos.
..... -Soy un turista.
Acostumbro a hacer footing por los pasillos de los
hoteles.
..... Calculé bien el instante
en que Asán me propinaría el tercer golpe. Incliné el cuerpo hacia el
lado derecho, de modo que la culata me rozó el brazo dolorido mientras
yo la asía con la derecha y tiraba hacia abajo.
.... Asán perdió el equilibrio y se enredó los
pies en el dobladillo de su chilaba. Mientras él caía hacia delante,
logré quitarle el arma. Ignoraba si estaba cargada, pero no tenía
tiempo de comprobarlo. El asunto era salir de allí, y una vez más,
había que pensar rápido.
.....
-Cálmese. No podrá salir del bazar con una escopeta en las
manos. Le ruego que disculpe los malos modales de Asán; por mi parte,
le propongo un diálogo cortés -dijo el ceremonioso.
..... Y ésas fueron sus últimas palabras, porque
de pronto su cabeza cayó hacia delante como si hubiera recibido una
coz y todo él fue a parar de bruces sobre un montón de alfombras. Me
volví. Entonces vi a mi encargo armado de un treinta y ocho con
silenciador envuelto en un periódico.
.....
También le había volado los sesos al impaciente Asán, que había
caido muy cerca de su compañero.
.....
-Sígueme, pinche pendejo -ordenó, y le hice caso recordando el momento
en que vi por primera vez su rostro en una fotografía y supe que
nuestros caminos habrían de cruzarse, para bien o para mal.
DIARIO DE UN
KILLER SENTIMENTAL
Luis Sepúlveda
Tusquet Editores. 1ª
edicion, junio de 1998.